Vistas de página en total

domingo, 30 de junio de 2019

Adiós a Julián Rodríguez


      Julián Rodríguez Marcos, fundador y director literario de la editorial Periférica y también director artístico de la galería de arte contemporáneo Casa sin Fin, que echó el cierre a principios de 2018 en Madrid, ha fallecido este viernes en Segovia de un ataque al corazón a los 50 años.


       Nacido en Ceclavín, Cáceres, en 1968, Rodríguez Marcos comenzó muy joven su andadura en la cultura como director de revistas de estética y literatura como Sub rosa o La ronda de noche. En 2006 se lanzó a la piscina editorial, fundando junto a Paca Flores la editorial Periférica, una de las primeras que abrió brecha en el hoy ya masivo mundo de las editoriales independientes  y que siempre se ha definido por su independencia y por su continua y arriesgada apuesta por autores y obras que, desoyendo las leyes del mercado y de las modas, resultan indispensables para la comprensión crítica del presente.
       “Periférica es un proyecto intelectual, un proyecto reflexivo que quiere pensar este tiempo presente”, aseguraba en una ocasión añadiendo que “de hecho, cuando recuperamos un autor del pasado lo hacemos porque su obra, si bien de siglos anteriores, dialoga con el presente y ofrece una visión del tiempo contemporáneo múltiple, distinta y sobre todo crítica”. También añadía a este criterio estético  un fuerte y evidente compromiso sociopolítico: “a estos elementos que debe poseer la obra publicada, cabe añadir evidentemente la belleza que es constitutiva de la alta literatura; además, creo que ha sido una de las pérdidas que es necesario reclamar, en tanto que sólo la disfruta la clase social privilegiada y es algo que debe estar al alcance de todos”.
       Unos años antes, él mismo había debutado como escritor, primero con el poemario Nevada (Renacimiento, 2000), al que siguió, en 2001, su novela de debut, Lo improbable (Debate) centrada en el amor como tema capital. Más adelante llegarían el volumen con tres novelas cortas La sombra y la penumbra (2002), Ninguna necesidad (2006), Premio Ojo Crítico de Narrativa en 2006 y Antecedentes (2010), una recopilación de sus relatos y poemas hasta el año 2000, y el ciclo autobiográfico compuesto por “Piezas de resistencia”: Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás (2004) y Cultivos (2008).
Culturalmente inquieto, de las letras saltó al arte fundando en 2010 la galería Casa sin fin en Cáceres junto a José Luis López Espada, un proyecto que sustentó en artistas de raíz neoconceptual de los años 80, como Javier Codesal o Pedro G. Romero, y sobre dos pilares básicos: la propia exposición, es decir, el abrir la puerta al público, y la teoría o el debate, para lo que se apoyó en su editorial, que publicaba un volumen de cada exposición: “El libro es lo que viaja, lo que contamina a más gente, llega a más sitios y amplifica el resultado de la exposición”, afirmaba.
      El nombre del espacio, que posteriormente contó con una sede en la calle Doctor Fourquet de Madrid, en las inmediaciones del Museo Reina Sofía aludía al trabajo del arquitecto Friedrick Kiesler (1890-1965) para quien la casa no era sólo un lugar construido, sino que era también un lugar que transforma el que la habita, un organismo vivo. “Nuestro espacio va más allá del cubo blanco, se convierte en algo sensible, metáfora del trabajo que queremos realizar; humilde por el espacio del que disponemos, pero con ansias de debatir y discutir”.


jueves, 27 de junio de 2019

Cristina Monteoliva


Hoy invito a…



Las ratas del Titanic

       Ocurre a veces que, aunque un libro haya tenido éxito hasta el punto de agotar sus ejemplares en librerías, la editorial que lo publicara por primera vez no se encuentra en condiciones de realizar una segunda edición para que la historia que contiene llegue a más lectores. Es labor del autor entonces volver a probar suerte. Este ha sido el caso de Las ratas del Titanic, la novela de Pedro M. Domene que ya reseñamos en La Orilla de las Letras cuando se publicara por primera vez hace cuatro años, y que nos llega ahora en una segunda edición gracias a Toromítico. Con motivo de esta nueva edición volvemos a publicar también nosotros la reseña con ciertas modificaciones al texto original. Atentos, que ahí vamos con nuestra vieja pero nueva versión de la revisión de esta obra:
       Los fondos marinos están llenos de barcos que han naufragado en sus aguas a lo largo de toda la historia. De muchos de estos pecios, poco se conoce; de otros, sin embargo, tenemos datos hasta la saciedad, como el es el caso del Titanic. Sea como sea, siempre es interesante leer una obra divulgativa y amena para informarse bien de lo que pasó antes, durante y después de su hundimiento, como Las ratas del Titanic.
       Miércoles, 10 de abril de 1912. Los pasajeros van subiendo al Titanic dispuestos a pasar un agradable viaje con destino final Nueva York. Así lo hacen también las ratas, capitaneadas por Matt, un ejemplar joven pero valiente que hará todo lo posible por que sus congéneres viajen en las mejores condiciones posibles. Durante el viaje, Matt conocerá a un montón de nuevos amigos. Entre ellos se encuentran Sam, la rata músico, los jóvenes Milly y Quim, y Kitty, una preciosa rata de campo que no para de meterse en problemas. Aunque, ¿qué problema más grande puede hacer que el inminente hundimiento del gran barco?
       Según Las ratas del Titanic, el barco habría salido de puerto el 10 de abril cargado tanto de personas como ratas. Las ratas de esta historia harían cosas típicas de roedores; pero también otras más propias de los humanos, como tocar instrumentos musicales, bailar o maravillarse con los hermosos salones del barco.
       Las ratas son unos seres muy inquietos, siempre están moviéndose de un lado para otro para no ser descubiertas. Esto favorece no solo que los lectores conozcan la totalidad del gran barco, sino también todo lo que en él aconteció hasta el final del naufragio. Esta es, sin duda, una forma entretenida y divertida de enseñar algo de historia a los más jóvenes. O no tan jóvenes, pues para mí Las ratas del Titanic, más que una novela infantil-juvenil, es lo que yo denomino una novela para todos los públicos.
       Los personajes están muy bien perfilados. Entre ellos destacan Matt, el joven jefe ratuno, y Kitty, la intrépida rata de campo. Los dos son muy diferentes, pero pronto se conocen y empiezan a entenderse. La cuestión es: ¿sobrevivirán los dos al naufragio?
       Las descripciones son muy precisas, sin llegar a ser recargadas, hasta el punto de hacer que el lector crea estar dentro del mítico barco durante la lectura.
Si hay algo que me gusta especialmente de este libro es la narración en sí, amplia en vocabulario y nada simplista. Una narración que dista mucho de la de otros libros que parecen tratar a los jóvenes como seres incapaces de comprender ciertas cosas, cuando hoy en día los niños y adolescentes están más espabilados que nunca.
       Las ratas del Titanic es, además, un libro ilustrado. Tanto la portada como las ilustraciones interiores en blanco y negro corren a cargo de Ernesto Lovera. Estas piezas, muy cuidadas y precisas, nos muestran a las ratas efectuando acciones que vienen reflejadas en los capítulos, añadiendo bajo cada una de ellas una frase que indica exactamente al momento en que se refieren.
       Las ratas del Titanic, en definitiva, es una obra llena de aventuras, amor ratonil y sucesos históricos reales relacionados con el Titanic que nos proporciona una buena opción para aprender en poco rato qué pasó con el aquel gran transatlántico mientras sigues a las ratas con sus cosas de roedores. Una lectura muy recomendable para jóvenes curiosos o no tan jóvenes. ¿Te atreves a comprobarlo?






Título: Las ratas del Titanic
Autor: Pedro M. Domene
Edita: Córdoba, Toromítico
Páginas: 125
Precio: 14 €

miércoles, 26 de junio de 2019

Jesús Ferrero


… me gusta

Otras formas de mal

                           

       Jesús Ferrero (Zamora, 1952) ha huido, desde sus comienzos, de un convencionalismo narrativo, apelando a lo desconocido. Con el paso de los años ha ensayado una narrativa de una profundidad versátil y sorprendente, y su obra se ha movido entre una inteligente visión de amplia perspectiva y la reflexión más profunda. Su concepto novelesco nunca queda atrapado entre aparentes banalidades, muchas de sus historias nunca quedan sometidas a justificaciones previas o a conceptos morales posteriores que terminarían por instrumentar un relato calculado, porque perderían parte de esa visión paradójica que nos propone el autor. Una larga trayectoria jalona los pasos dados por Ferrero en el panorama narrativo de las últimas décadas desde su acertadísimo Belver Yin (1981) pasando por El secreto de los dioses (2003), o las series detectivescas, El beso de la sirena negra (2009) y La noche se llama Olalla (2013), hasta su entrega más reciente, Las abismales (2019), Premio de Novela Café Gijón.
       ¿Lo desconocido sigue siendo el peor de los miedos, incluso debemos desconfiar lo conocido? David, un profesor amante de la mitología, descubre que su novia, Berenice, ha desaparecido, es encontrada muerta y en unas extrañas circunstancias. Absalón, el padre de la fallecida, un hombre desequilibrado, acusa a David de ser el asesino, pero hay otros sospechosos del crimen: Volfango, un peculiar y visionario guardabosques. Mientras, en un Madrid reconocible, empiezan a ocurrir cosas que nadie se explica ni siquiera pueden ser controladas. Ferrero intenta crear un espacio de apariencia real, que podría vislumbrar mejor, y dentro de una aparente normalidad, la extrañeza, y cuanto supone de oscuridad. Lo extraño se hace familiar, ajeno y fuera de las entrañas humanas, y así convierte su historia en toda una teoría de referencias filosóficas y simbólicas para contarnos una trama apocalíptica que reflexiona sobre el mal, una espoleta inabordable que, una vez explota, convierte todo en un haz de consecuencias imprevisibles. Sucesos no menos extraordinarios tiene lugar en Madrid: varias personas afirman haber sido tocadas, o rozadas por una presencia intangible que, de forma inadvertida, recorre las calles de la ciudad causando desvanecimientos y miedo en quienes entran en contacto con ella; no existe explicación sobre su origen o la causa de esa manifestación incorpórea que provoca efectos desconcertantes en la población. La muerte de Berenice parece estar relacionada con esas manifestaciones, aunque David encontrará el apoyo de Melisa, la hermana de su novia, de enorme parecido con ella, y de Tobías, vecino de David, un ex presidario injustamente acusado de homicidio. Otros personajes, perdidos y fracturados, Samuel y Serafina, su hermana, joven con dotes de clarividencia, tendrán un papel destacado en la trama desplegada por Ferrero que nos conducirá hasta un inesperado desenlace. El ambiente creado oscila entre lo poético y el desasosiego, en un entorno social víctima del miedo y seducido por la locura y el caos, como un evidente signo lúcido que el autor esboza de los tiempos presentes.






LAS ABISMALES
Jesús Ferrero
Premio de Novela Café Gijón 2018
Madrid, Siruela, 2019; 240

martes, 25 de junio de 2019

Cuaderno en blanco, junio


Cuaderno en blanco



Junio


       Los últimos días de mayo me traen regalos de cumpleaños, y el recuerdo de un pasado triste, aniversario de la muerte de mi madre porque las casualidades de esta vida son así. Ella me trajo a este mundo un 29 de mayo, y se despedía de nosotros, también un 29 del mismo mes, y con esa actitud ella cerraba un ciclo de su vida, y tanto a mí como al resto de la familia nos dejara el recuerdo de su importante paso por esta vida, repleta por ese tiempo vivido de sombras y de luces.
       Los primeros días de junio me instalan en la Feria del Libro de Madrid, a donde acudo un fin de semana y, una vez más, volveré la vista sobre las beguinas y los beguinatos. Ha sido toda una experiencia con lectores y amigos, por allí estaban Enrique Vila-Matas, después de tantos años, Luis García Montero, y le pregunto sobre su trabajo en el Cervantes: mucho trabajo, Pedro. Y también Almudena Grandes, Rosa Montero, Sara Mesa, Luis Landero y Fernando Aramburu, y tantos otros que entre tanta gente no llegué a saludar. Experiencia positiva, y luego los amigos más cercanos, el editor-amigo, Máximo Higuera, en cuya caseta 286 firmaba beguinas, Alejandro López Andrada y Justo Vila, un nuevo amigo a conocer porque ya valoro su novela recientemente publicada, Mañana sin falta (Trifaldi, 2019).
       El ecuador de junio me lleva a terminar aquellos encargos que desde varios periódicos y revistas han ocupado mis horas de lectura y crítica literaria. Se acaba junio, el calor empieza sentirse, y una mañana, temprano, se me ocurre que ahora es el momento de volver la vista a esa nueva novela, de aventuras y desventuras de un marrano español, Antonio Enríquez Gómez, alias Fernando de Zárate. Así, sea.
 


lunes, 24 de junio de 2019

Vacaciones

     Ayer se publicó Cuadernos del Sur, y como es habitual en estas fechas, nos iremos de vacaciones durante unas semanas. Toda una vista sobre las portadas de los últimos números.

domingo, 23 de junio de 2019

Hoy tomo café con…


Pilar Fraile
“La narrativa surge ante la conmoción por la acción humana que, bien mirado, es bastante incomprensible”.

Foto Pedro Campoy

         
          Pilar Fraile Amador (Salamanca, 1975) es profesora de filosofía desde el año 2002 y doctora en Teoría de la literatura por la UCM., y ha publicado el libro de relatos Los nuevos pobladores (Ediciones Traspiés, Granada, 2014),  así como los libros de poesía Falta (Amargord, 2015), Larva seguido de Cerca (Amargord, 2012), La pecera Subterránea (Amargord, 2010) y El límite de la ceniza (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2006). Sus textos han aparecido en diversas antologías y libros colectivos como: Pájaros raíces (Abada Editores, 2010) o Por donde pasa la poesía, (Baile del Sol, Tenerife, 2009), La república de la imaginación (Legados, Madrid 2009), Pánica tercera (Delirio, Salamanca, 2006. Recientemente, nos ha entregado, la novela Las ventajas de la vida en el campo, (Caballo de Troya, 2018),

¿Se empieza escribiendo poemas o relatos?
       Supongo que muchos escritores empiezan con los poemas. No fue mi caso. El primer texto que recuerdo era una especie de microficción histórica allá por tercero de EGB. Seguí escribiendo relatos hasta la adolescencia en la que la poesía hizo su entrada triunfal. A partir de ese momento me dediqué a ambos géneros, aunque empecé a publicar libros de poesía mucho antes que los de prosa por circunstancias externas mayoritariamente.

¿Existe un evidente proceso evolutivo, poesía, relato, novela?
       No creo que se pueda hablar de un proceso evolutivo entre la poesía y la narración. Existen dos impulsos esenciales que promueven la escritura: el lírico y el narrativo. La poesía, tal y como la experimento, surge del choque con la existencia, ese momento brutal en el que te preguntas qué somos y qué esto que nos rodea. Para solucionar el pasmo no queda otro remedio que reorganizar, incluso refundar el lenguaje y su lógica, que es la única manera que tenemos de acceder a la realidad.
       La narrativa surge ante la conmoción por la acción humana que, bien mirado, es bastante incomprensible. Para entender por qué las personas hacen las cosas que hacen, narramos. Así narrar, para mí, sería una suerte de investigación en las causas del comportamiento. Te plantearías cosas como: por qué el personaje X se ha tirado por un puente, o porque el personaje Y miente, o por qué el H es incapaz de mentir.

Tras varios poemarios, desembarca en el relato, Los nuevos pobladores (2014), ¿lo perturbador se cuenta mejor en prosa?
       Me da la impresión de que mis libros de poemas son muy perturbadores. Lo que ocurre es que la perturbación es de otro orden. De hecho, en los tres últimos: Larva, Cerca y Falta, que considero una trilogía, se pone el mundo patas arriba, especialmente se desmontan las ideas acerca de la nuestra comprensión del mundo y del tiempo.
       Con Los nuevos pobladores el territorio de la perturbación se traslada hacia la vida cotidiana. En estos relatos lo desconcertante son las relaciones humanas, tal y como se han establecido en nuestra sociedad.



¿Los relatos necesitan un estilo y un tratamiento diferente al resto de géneros literarios?
       El relato es narrativa concentrada, de alto voltaje. Para que un relato funcione cada elemento tiene que estar medido porque todo lo que sucede sirve a un solo objetivo. No es así en la novela en la que pueden darse varios objetivos, unos primarios, otros secundarios, que más o menos tienen que acabar confluyendo.
       El relato comparte filiación narrativa con la novela pero la lógica compositiva de ambos es muy distinta. Escribir relatos se parece más a preparar la comida de Navidad, un festín  embriagador y que te tiene que dejar con la boca abierta, mientras que la novela requiere esa mentalidad del que tiene que organizarse para que haya comida decente todos los días del año.
¿Qué falla en el cotidiano vivir de los personajes de estos relatos?
       La tara que comparten los personajes de Los nuevos pobladores es la tara contemporánea. Ellos, como nosotros, están conectados a todo lo demás y desconectados de sí mismos. Se desconocen profundamente, por lo que también desconocen a los demás, así que son incapaces de tomar decisiones, o las decisiones que toman son erróneas. Sufren una alienación de manual. Esta situación desencadena acontecimientos que parecen muy cómicos o muy locos pero que son esencialmente trágicos.

Las relaciones personales, y/o familiares sustentan, en gran medida, los temas de estos relatos, ¿necesitamos insistir, aún más, en los entornos cercanos a nuestra propia existencia?
       Son precisamente las relaciones de «proximidad» las que están resultando más conflictivas últimamente. No hay más que ver la cantidad de gente en nuestro entorno con depresión, con ansiedad, que toma pastillas para controlar sus emociones, que se agarran a nuevas fes en un intento desesperado de alcanzar un mínimo equilibrio.

¿Sigue persistiendo esa “zona oscura” en su narrativa?
       Haga lo que haga siempre esa zona va a estar presente, me temo. Porque la tarea de mi escritura, he ido descubriendo, es iluminar esa parte que tiende a permanecer en la sombra, esas cosas que tendemos a ocultar incluso de nosotros mismos, porque no son compatibles con los discursos publicitarios, con el pensamiento positivo, con lo que supuestamente correcto.

La pregunta anterior, se justifica, por el tema de su novela, Las ventajas de la vida en el campo (2018), ¿personajes comunes frente a una suerte de incertidumbres?
       Podrías interpretar la novela como la historia de una pareja tipo, un hombre y una mujer con su niña pequeña que están intentando hacerse una vida. Ellos desean, como es lógico, que su vida sea buena. Y podrías interpretar que es precisamente ese deseo lo que se vuelve en su contra.
       Digo que podrías interpretar porque, al ser una  narración sin juicios explícitos sobre lo que acontece, mi visión es solo una de las posibles.
       Para mí no es tanto la incertidumbre a la que se ven sujetas sus vidas lo que los determina sino la baja capacidad de reacción que tienen ante el desmoronamiento de lo que daban por hecho.



¿Trata de reconstruir esa clásica alabanza de aldea frente a menosprecio de corte?
       La idea de que la vida en un entorno rural es mejor es una de las ideas que tienen los protagonistas. A lo largo de la historia se verá que esta idea ni siquiera es suya, sino que es, como casi todo lo que les ocurre, un reflejo, un signo de los tiempos.

La vida de Alicia y Andrés se complica una vez en el campo, ¿por qué?
       Lo que les pasa a los protagonistas es similar a lo que le sucede a los muebles cuando los cambiamos de casa, que enseguida muestran las marcas de la ubicación en la que han permanecido, el polvo adherido a lugares invisibles, los cercos dejados por un vaso de vino, los desconchones, todo se hace visible de pronto.
       Cuando Alicia y Andrés llegan al campo les sucede lo mismo, creen poder partir de cero, iniciar una vida totalmente nueva, pero eso no es posible porque llevan las marcas de su vida anterior.
       Una de las marcas que los protagonistas llevan consigo es una idea muy precisa acerca de qué va a ocurrir una vez en el campo. Cuando las cosas empiezan a no adecuarse a la idea que se habían hecho de ellas empiezan los problemas.

¿La sombra de ese viejo vecino es la justificación del miedo de los protagonistas de la historia?
       El viejo representa al otro, el que es de otra generación, el que no pertenece a tu misma clase social, el que habla tu idioma pero no lo usa como tú porque su universo de compresión es otro. La reacción de Alicia y Andrés ante esa otredad es de aversión, de rechazo, de miedo si quieres, porque no saben cómo manejarse. Ahí empieza la verdadera materia narrativa de la novela, en ese enfrentamiento.

Pese a construir una narración costumbrista, ¿sobresale el aspecto psicológico?
       La novela, tal y como yo la veo, no tiene ni la intención de ser un retrato de costumbres ni la de soportar el análisis psicológico de los personajes. Ambos aspectos, tanto la descripción de una época, como el del desmenuzamiento de la psique de los protagonistas, sirven a otro propósito, el de construir un relato acerca de la muy frágil estructura moral de los personajes.
La trama de la novela surgió cuando al hilo de la pregunta: ¿Qué va a suceder cuando nuestras vidas que supuestamente iban a ser felices y exitosas resulten no ser ni lo uno ni lo otro?

¿La sombra de una profunda crisis económica arrastra la vida, sobre todo, de Alicia, incluso en un lugar elegido, como el rural?
       Sí, claro, el cambio de residencia no asegura nada. Vivimos en un mundo globalizado en el que las condiciones socioeconómicas nos azotan por igual vayamos donde vayamos. La idea de que existe una arcadia que uno puede construir con su esfuerzo personal es otra de las falacias que soportan nuestra existencia, con pésimas consecuencias, como se ve en el caso de la Alicia y Andrés.

Para redondear su historia, ¿Había que apostar, sin desvelarlo, por un final tan determinante?  
       Hubo un momento en la revisión de la novela en el que me planteé dejar la historia en un punto anterior a la evolución de los personajes. Me acabé convenciendo, espero haber acertado, de que era necesario mostrar las consecuencias de las decisiones que toman los protagonistas, y de las que son incapaces de tomar.
       Creo, sin embargo, que el final aún deja muchas incógnitas abiertas que permiten al lector tener un papel activo incluso después de cerrar el libro.


jueves, 20 de junio de 2019

Hoy invito a…


M. Ángeles Pérez

Amaneceres

Alfa

        Sobre el rústico suelo del salón descansa la restaurada máquina de coser Alfa. Esa que, terca e insistentemente, pregonabas a los cuatro vientos tenía que ser para mí. No la he utilizado. Nunca he sabido manejarla. No he sido lo suficientemente paciente ni habilidosa para aprender a pespuntear esos variados y coloridos carretes de hilo sobre las suaves telas de seda, lino y organdí, pero la observo y te sigo viendo ahí, sentada, con tu vista cansada, con el balanceo de tus grandes y rudos pies sobre el amplio pedal, con tus fuertes y campesinas manos meciendo el tejido para que ninguna puntada cayera fuera de su lugar.
        No he heredado grandes joyas de plata, ni de oro, ni rubíes, pero sí guardo, como el más grande de los tesoros, esas puras e inmaculadas sábanas blancas bordadas, en la penumbra de la noche, con esa vetusta máquina que ahora descansa, con tu recuerdo, sobre el confortable salón de nuestra casa.

miércoles, 19 de junio de 2019

Efemérides literarias, junio



EFEMÉRIDES LITERARIAS/ CENTENARIOS DE 2019



02 de junio de 1719, nace Michel-Jean Sedaine, poeta y dramaturgo francés.
     10 de junio de 1919, muere Medardo Ángel Silva Rodas, poeta ecuatoriano .
  17 de junio de 1719, muere Joseph Addison, escritor inglés.

martes, 18 de junio de 2019

Rafael García Serrano


me gusta…
                           MEMORIA DE LOS CAMARADAS
        


  
     Rafael García Serrano fue uno de los muchos adolescentes y estudiantes universitarios fascinados por la figura de José Antonio Primo de Rivera y que ingresaron en la Falange en los meses previos al estallido la guerra. Gran parte de su obra novelística se centra en sus experiencias en la contienda civil, especialmente La fiel Infantería (1943) y Plaza del Castillo (1951). García Serrano  permaneció fiel a sus convicciones falangistas hasta el final de su vida, de modo que su obra ha sido arrinconada por la crítica y la industria editorial por declaradas fobias políticas y personales. Sin embargo, es un autor de mérito, con un estilo muy personal, y novelas ágiles e impactantes. La declaración del estado de guerra en julio de 1936 le sorprendió en Pamplona, y la tarde del 19 se alistó en la columna de Navarra, con la que partió hacia Madrid como voluntario en una escuadra falangista. Enfermo de tuberculosis, dejaría el campo de batalla, y convaleciente en el hospital recibió las pruebas de imprenta de Eugenio o proclamación de la primavera. A García Serrano le sucedió lo mismo que a muchos jóvenes, tomó impulso en la acción combatiente, y estrenaron con éxito sus posibilidades para plasmar en palabras parte de sus experiencias en la guerra. Hospitalizado escribió La fiel infantería, que publicó Editora Nacional en 1943, ganó el Premio Nacional José Antonio Primo de Rivera, y la censura no volvió a editarse hasta la primavera de 1958.
       Eugenio o proclamación de la primavera está dedicada a José Antonio, al que le hubiera gustado llevarle un ejemplar del mismo, y profesa una gran admiración. Lo comenta en los prólogos: “Dediqué el libro a José Antonio. Y a un camarada muerto en el frente de Vizcaya. Y a varios camaradas de Madrid, a los que suponía entre la vida y la muerte. Yo no creí jamás que hubiese muerto José Antonio”. Recoge la ideología falangista, y se aprecia la influencia de Sender para el título y de d´Ors para el lenguaje: “Completé el título hasta que quedase Eugenio o proclamación de la primavera gracias a la lectura reciente de unos ensayos de Ramón J. Sender, Proclamación de la Sonrisa, Sinceramente pienso que La bien plantada, de Eugenio d´Ors, también recién leída, me inclinó al barroquismo”.
       La novela no trata expresamente el tema de la guerra civil, sino de sus preludios: el ambiente violento, confuso y conflictivo que precedió al conflicto. El autor utiliza un narrador en primera persona, un testigo no protagonista. Su voz coincide con la del personaje Rafael, cuya misión es transmitirnos la historia. A través de él conocemos las hazañas de Eugenio y sus acciones, siempre desde un punto de vista externo; el interior de Eugenio solo llega a nosotros por medio de los diálogos o porque el narrador cuenta lo que previamente ha transmitido Eugenio sobre sí mismo. Y respecto a la estructura, resultan relevantes los prólogos que el autor añadía en las nuevas ediciones, hasta llegar al número de tres en la edición de Planeta de 1982. El primero lo escribió para la segunda edición, en Gredos, fechado en 1945, y destaca la vocación de servicio con la que fue escrito el libro y el cambio de contexto histórico, pero en el que todavía están vigentes las ideas expresadas en Eugenio: “es posible que ahora parezca ingenuo, elemental, hasta infantil (...). Claro que los años corren como caballos de carreras y dejan detrás, muy detrás, los acontecimientos (...). De los dieciséis a los veinte años. Veíamos entonces un enemigo para la Patria; hoy lo vemos para el mundo entero”. El segundo prólogo está escrito en marzo de 1973 para la sexta edición, e indica que esta novela supuso el comienzo de su saga literaria sobre la guerra, explica posibles influencias y la vigencia de las ideas de la Falange. Finalmente, el último prólogo, de 1981, se escribió para la edición de Planeta, y se hace un repaso de la andadura editorial del libro. La novela se divide en nueve capítulos, cada uno de ellos con un título significativo, y con subdivisiones internas breves, que ayudan a ofrecer un carácter impresionista y poético. Suelen ser dos o tres en cada capítulo, a excepción del octavo, con catorce escenas y donde el tiempo de la historia es mayor. La configuración de los personajes es claramente maniquea: están los “buenos” y los “malos”.  
       Esta edición de Almuzara con prólogo de Eduardo García Serrano, estudio de Fernando Calvo González-Regueral e ilustraciones de Isabel Sánchez Márquez, se completa con un anexo de los tres prólogos señalados, de modo que Eugenio o la proclamación de la primavera es un título más que recomendable y la necesaria recuperación de uno más de los cultivadores del género novelístico en la posguerra española.

               EUGENIO O PROCLAMACIÓN DE LA PRIMAVERA
                                 Rafael García Serrano
                       Prólogo de Eduardo García Serrano
                  Estudio de Fernando Calvo González-Regueral
                     Ilustraciones de Isabel Sánchez Marqués
                              Córdoba, Almuzara, 2019

miércoles, 12 de junio de 2019

Louisa May Alcott


… me gusta
                                   
CENICIENTAS 

 
              
       Louisa May Alcott publicó su primer cuento, “The rival painters” en 1852, y su primer libro,  Flower fables, en 1854, que pronto la convertirían en una pionera del cuento de hadas literario en América, tradición que había iniciado Nathaniel Hawthorne con su Libro de maravillas: para niñas y niños (1851) y Cuentos de Tanglewood (1853). De 1868 a 1870 dirige la revista infantil Merry's Museum, y en 1868 apareció su mayor éxito, Mujercitas, un hito en la historia de la literatura ju­venil, y un clásico norteamericano. Durante las dos décadas siguientes escribiría novelas domésticas que la llevarían a ocupar un lugar destaca­do dentro de la escuela americana de la ficción realista. Hacia 1885 su salud, que casi nunca había sido buena, empeoraría, pasará en cama casi todo el año 1887, aunque nunca dejaría de escribir. Falleció en Boston el 6 de marzo de 1888, dos días después que su padre.
       Fue la autora de una singular producción narrativa que, siguiendo los modelos más simples de la novela tradicional, ahonda con sencillez y sutileza en la vida cotidiana de las mujeres de su tiempo para acabar proponiendo unos modelos de conducta femenina moderadamente innovadores, como bien refleja su saga Mujercitas (1868-1869) en la que relata las peripecias familiares y la educación sentimental de cuatro hermanas que crecen juntas en una ciudad de Nueva Inglaterra a mediados del siglo XIX. Allí transcurrió su infancia, donde su padre, el filósofo y pedagogo Amos Bronson Alcott (1799-1888) había fundado una comunidad utópica, bautizada por él con el idílico nombre de Fruitlands, y en la que intentó poner en práctica sus avanzados métodos educativos, inspirados en una profunda espiritualidad y en los postulados transcendentalistas defendidos por aquel entonces por el pensador, ensayista y poeta Ralph Waldo Emerson (1803-1888). El idealismo utópico del señor Alcott sumió a su familia en la pobreza, un rasgo autobiográfico que se podrá rastrear en la posterior obra narrativa de su hija, de la que comenzó a evadirse todo el clan a raíz del éxito obtenido por Louisa May tras la publicación de su Mujercitas. La decidida escritora asumió la misión de contribuir al sustento familiar, como ya había advertido desde su temprana juventud en su progenitor, demasiado disperso en sus elucubraciones teóricas, y cuando no obtenía rentas suficientes para mantener a su esposa y a sus cuatro hijas.
       Louisa May creció rodeada de grandes intelectuales que honraban con su amistad al padre, además de Emerson, conocería a los también transcendentalistas Nathaniel Hawthorne (1804-1864) y Henry David Thoreau (1817-1862), aunque se vio obligada a desentenderse de sus especulaciones filosóficas para buscar algún dinero con que contribuir en las penurias familiares. Trabajó como profesora particular y como asistenta, hasta que el estallido de la Guerra de Secesión (1860-1865) la impulsó a abandonar estos empleos coyunturales para alistarse entre las enfermeras voluntarias. Ya había proyectado, por entonces, ganarse la vida dedicándose a la creación literaria, un proyecto que se hizo realidad en plena contienda bélica, aunque unas fiebres tifoideas, contraídas en los insalubres hospitales de la época, la obligarían a suspender su voluntariado para convalecer durante largo tiempo en su casa. Louisa May Alcott aprovechó este retiro forzoso para recopilar las cartas que había enviado a sus allegados durante la guerra en un volumen titulado Hospital Sketches (Escenas de hospital, 1863), obra que le proporcionó un cierto prestigio literario y le permitió seguir publicando algunos relatos en The Atlantic Monthly, primeros ingresos con los que contribuyó al sostenimiento de su familia ya en calidad de escritora. Alentada por estos primeros éxitos, a mediados de los años sesenta publicó una novela gótica titulada The marble woman (La dama de mármol, 1865), obra que, destinada desde su propia concepción a un público juvenil, ha sido recuperada recientemente por la crítica feminista como una de las primeras incursiones de la narrativa norteamericana en la problemática de la mujer contemporánea.

Feminismo realista

       Louisa May Alcott trazó en Mujercitas un magnífico fresco realista de las clases medias estadounidenses de mediados del siglo XIX, sin esquivar esas inquietudes pedagógicas heredadas de su padre ni renunciar a ciertas tímidas propuestas progresistas encaminadas a renovar la tradicional educación sentimental impartida hasta entonces a las mujeres. Logró que millares de jóvenes lectoras norteamericanas de su tiempo se identificasen plenamente con los anhelos y las frustraciones de las hermanas March, y que durante casi un siglo y medio millones de lectores de cualquier edad se conmovieran con las penas y alegrías de esas cuatro muchachas que, en el fondo, encarnan uno de los mitos universales más extendidos en todas las culturas: el tránsito doloroso de la infancia feliz a las asperezas de la edad adulta. La validez universal de los temas, incluidos todos los tópicos de la juventud, salvando las distancias en el tiempo, mantienen la obra en plena vigencia considerándola como una obra clásica de la narrativa realista norteamericana.
        Pasaría, sin embargo, los últimos años de su vida en constante sufrimiento, aquejada de un cansancio y una debilidad permanente que arrastraba desde su juventud, y sus años de madurez se vieron ensombrecidos por la muerte de su madre y de su hermana menor May, que había dejado una pequeña huérfana de cuya educación se encargó la narradora. Pese a todas estas desgracias, la autora sacaría ánimos para prolongar el éxito editorial de Mujercitas en otras muchas narraciones juveniles de idéntica ambientación doméstica y similar inspiración autobiográfica, como An Old-Fashioned Girl (1870), Aunt Jo's Scrap Bag (compuesta por seis volúmenes que aparecieron entre 1872-82), Los primitos (1871), Eight Cousins (1875), Rose in Bloom (1876) y Jo's boys (Los muchachos de Jo, 1886). Además, intentó revalidar entre los lectores masculinos la difusión obtenida por Mujercitas, con una narración de planteamiento parejo, Little men (Hombrecitos, 1871), que aunque también ha gozado de enorme popularidad desde su publicación hasta nuestros días, no logró remontarse a las cotas de éxito alcanzadas por su obra maestra.

Mujercitas en Nonquitt

       Este volumen reúne, por primera vez traducidas en español (Toromítico), cinco historias que habían aparecido entre 1861 y 1887 en revistas y recopilaciones de cuentos. Las tres primeras que integran esta antología, “Lirios acuáticos”, “El secreto de Sophie” y “El debut de Debby”, recrean, de alguna manera, el mundo conocido de La Cenicienta del clásico Charles Perrault que escribió en 1697 y se conoce como Cenicienta o El zapatito de cristal, pero que Alcott ambienta­ en un escenario familiar, aunque prescinde, entre otras muchas innovaciones, de la rivalidad entre hermanas, como ocurre entre la joven y sus hermanastras, según la versión clásica francesa,  porque para la narradora norteamericana se trata de la buena doncella que espera al príncipe que ha de sa­carla de la pobreza, y en cierta manera se va desdibujando de la historia que todos conocemos porque el personaje Ruth, la vendedora de lirios, cuyas bondades y virtudes formarían parte de un clásico cuento de hadas, al final conseguirá su príncipe tras un verano con ociosas jovencitas, que incluye, también, una influyente y protectora señorita Scott que, acompañada de su sobrino el capital John, que salvaguardará al personaje protagonista, y hará lo mismo con su hermano Sammy, narrando, con todo lujo de detalles, las no pocas vicisitudes de un largo verano con un amable retrato de los veraneantes y algún que otro pequeño susto solucionado por su heroína en un idílico lugar como La Punta, ese Nonquitt que tan bien conocía la narradora por los muchos veranos pasados en familia; no sabemos si Tilly, la apasionada lectora, que vivirá un curioso y fructífero verano con cuatro amigas, y protegida por Sophie, en la segunda historia, lo consigue o no, aunque no deja de ser otro hermoso cuento de bondades y de esperanzas y que, tras el lugar de veraneo donde han coincidido las amigas, termina unos meses después con la magia y el milagro de la Navidad como trasfondo; y Debby que acompaña a su tía Carroll, en la tercera y más extensa de las tres, una dama que disfrutaba con inventar inocentes romances y tejer inofensivos planes para emparejar tortolitos, pretendía, en realidad, buscarle a su sobrina un marido rico, aunque se tratara de una muchacha pobre; Debby logrará casarse pero, como en los buenos cuentos, no con el estirado señorito Leanvenworth sino con un hombre sin más patrimonio que “un corazón fiel”, unos “bra­zos fuertes” y sobre todo “de nombre y apellido corriente” como Frank Evan, joven tenedor de libros en una compañía de importación, cuya honestidad queda fuera de duda. Lo cierto es que para L. M. Alcott ninguna de sus heroínas, tan ajustadas al patrón de mujer resuelta y autónoma, albergaba sus esperanzas en un casamiento ventajoso para alcanzar las metas vitales que se han propuesto tías o madrastras particulares, sino valiéndose de sus habilidades, de su propio ingenio, de su talento y, sobre todo, de un tremendo esfuerzo para cambiar el futuro de su vida.
       Los dos relatos que cierran el volumen, “¡Qué isla tan extra­ña!”, de 1868, y “Diente de león”, de 1869, representan la ficción infantil de Louisa May Alcott, y sin duda el primero, resulta el más singular puesto que su trama ca­rece de elementos moralizantes y todo el énfasis se pone en la extraordinaria imaginación, compuesto a base de hilvanar escenas de viejas canciones infantiles inglesas, poblado de ratas, ranas, gallos, alondras, pardillos y toda clase de pájaros, y recuerda sin duda al mejor ejemplo que podríamos tener de la fantasía de Carroll con una Alicia de trasfondo, aunque en su caso con un mundo tan particular como los seres de la isla. El segundo relato que se había titulado originariamente, “Los barquitos” ofrece esa muestra típica de las historias didácticas y moralizantes para niños que escribió la autora, un didactismo, por otra parte, propio de la literatura infantil de la época.







MUJERCITAS EN NANQUITT
Louisa May Alcott
Selección, traducción y notas de Óscar Mariscal
Ilustraciones de Sara Lago
Córdoba, Toromítico, 2018