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viernes, 31 de julio de 2020

Un clásico, Villaespesa


       Una vuelta con los clásicos, el almeriense Francisco Villaespesa, abanderado del Modernismo español, durante el primer tercio del siglo XX, prolífico autor de una variada obra, sobre todo lírica, pero sobresalientes sus cuentos y novelas cortas que reúne Berenice, editorial del grupo Almuzara, en un único volumen, El último Abderramán y otras novelas cortas (2018), editado y anotado por Pedro M. Domene.



La crítica ha dicho:

       La narrativa de Villaespesa, como también su poesía, está repleta de imágenes y metáforas vibrantes y efectistas, e irrumpe con voluntad transformadora en un panorama literario mayoritariamente naturalista. El amor, la fina transparencia entre lo real y lo soñado («A veces creo que no existes en la realidad…»); el anhelo y el deseo; lo invocado; la inconsistencia de la materia («Su cuerpo, así envuelto asumía un no sé qué de inmaterial, de casi impalpable»), recrea una atmósfera ensoñadora, lejana e irreal, en donde los adjetivos y las descripciones vehementes y detallistas crean una realidad paralela. Once son las novelas cortas que comprenden este volumen publicado por la editorial Berenice. Cada uno de estos relatos es puntualmente definido por Pedro M. Domene en la introducción. Aunque la mayoría de las temáticas tienen como eje principal el oriente musulmán y todo lo relativo a su cultura, también está presente el mundo rural, como en el relato Amigas viejas, y algunos textos en donde la temporalidad carece de importancia porque solo el amor parece tener presencia, como es el caso de la novela epistolar La marcha de la antorchas. Encabeza este volumen, El último Abderramán, la más famosa de todas las novelas de Villaespesa, ambientada en la ciudad nazarí de Granada, con la Alhambra como su epicentro de ficción. Zas! Madrid, Emilia Lanzas. 22/07/2018.

 

La recopilación de la obra prosística del autor modernista en este libro ha sido obra de Pedro M. Domene, escritor, al igual que Villaespesa, almeriense, que nos ofrece en la primera parte del volumen un extenso estudio de la vida y la obra de Villaespesa, encuadrándole siempre como uno de los máximos exponentes del modernismo, un movimiento, como decíamos antes, siempre en busca del refinamiento y la floritura. Es decir, de la descripción al detalle de la belleza, en contraposición de otros movimientos coetáneos que solo se ocupaban de lo práctico.
Si bien los textos aquí recogidos son tomados por M. Domene, siguiendo ciertas pautas, como novelas, el lector podrá encontrar otras que le hagan pensar que en realidad hablamos de cuentos largos. En todo caso, resulta interesante conocer la obra prosística de un autor al que fundamentalmente se le conoce por su poesía.
Aunque este volumen nos presente once historias bien distintas, podemos encontrar entre ellas ciertos elementos comunes, como ese cierto halo de romanticismo, los finales trágicos, el gusto por el orientalismo, la religiosidad y las venganzas bien estudiadas. La Orilla de las Letras, Cristina Monteoliva, 26/10/2018.




       El último Abderramán y otras novelas cortas se nos presenta con el propósito de recoger la narrativa completa de Villaespesa y reúne once obras que el escritor fue publicando, refundiendo y agrupando según sus intereses o los intereses editoriales del momento, por lo que no es raro que cambie títulos o cree nuevos que agrupan a varias de ellas, lo cual puede despistar al investigador, no así en el caso de Pedro M. Domene, autor de esta edición crítica que ha trabajado en ellas a lo largo de veinte años de su existencia y que, por consiguiente, sabe de lo que habla. Es la suya una edición crítica que integra el esclarecedor estudio preliminar que introduce al volumen, el cual no llega nunca a abrumar al lector con farragosos datos eruditos, pues es la suya una edición destinada al gran público lector y no solo a los especialistas. El citado crítico añade una somera bibliografía y esclarece términos, expresiones y datos que aparecen en los textos con notas a pie de página, nunca tan desmesuradas ni agobiantes que lleven a distraer la atención del lector del itinerario central de la lectura. Cuadernos del Sur. Diario Córdoba, José Antonio Sáez, 22/12/2018.


       Con este título, El último Abderramán y otras novelas cortas, de Francisco Villaespesa (Laujar, Almería, 1877-1936), Domene reúne toda la producción narrativa del precursor almeriense. Escribió muchísimo, Valle-Inclán lo llegó a comparar con Lope de Vega. Vivió 58 años y escribió 51 libros de poemas, 25 obras de teatro y 11 novelas cortas. Sus relatos y cuentos son de un alto nivel creativo, fruto de las exigencias de la estética del modernismo español. Así, el escritor José Antonio Sáez nos apunta que el error de Villaespesa fue vincularse excesivamente a ellas y no evolucionar hacia posturas estéticas más comprometidas; no llegó a despegarse del modernismo más escapista tal como lo  hicieron Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y Rubén Darío.
       En este volumen, Pedro M. Domene tiene el propósito de recoger la obra menos conocida, su prosa. En estos años de investigación el crítico esclarece muy bien la trayectoria literaria de Villaespesa. Está estructurado en cuatro partes: la primera es un estudio preliminar titulado "El Modernismo y Francisco Villaespesa", donde nos introduce y detalla todos los datos sobre este escritor olvidado. Es muy interesante y didáctico este trabajo para el conocimiento de la trayectoria de la vida y la obra de este poeta que se nos presenta como un escritor romántico, digno heredero de Espronceda, Byron, Bécquer, aunque menos heroico y más próximo a la bohemia decadente de fin de siglo. Nos aporta la interesante relación que mantuvo con Rubén Darío y con sus compañeros de viaje, Manuel Reina, Ricardo Gil, Salvador Rueda, Manuel Machado, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. En segundo lugar aparece "Notas a la edición", en donde complementa con fuentes, apuntes y curiosidades para conocer plenamente a este modernista inmenso. Añade una tercera parte, "Bibliografía esencial", sobre el estudio de este autor. Y finaliza con las 11 novelas cortas. Los diablos azules, InfoLibre, Carmen Canet, 27/07/2019.

jueves, 30 de julio de 2020

Cuaderno en blanco


Julio



       Inauguramos un julio que nos devuelve el recuerdo de que empezamos un caluroso verano, y el anuncio de vacaciones de suplementos, páginas de cultura y editoriales. Los primeros días transcurren con la lectura de Los fuegos de otoño, de Irène Némirovsky, narradora francesa, que tanto he leído, y que ahora propongo para Los diablos azules, antes de que el suplemento de InfoLibre se vaya de vacaciones durante el mes de agosto; otras lecturas se asoman a mi mesa y las tardes discurren entre calurosas y el alivio que nos permite el atardecer.
       Pongo punto y final a la lectura y una reseña a El viaje infinito, la novela, 50, de José Luis Muñoz. Un curioso peregrinaje por hoteles de todo el mundo
       Un breve amor de juventud de Frida Kahlo durante una breve estancia en París, 1939, despierta mi interés y me pongo con su lectura. Corazón. Frida Kahlo en París (2019) es una curiosa crónica sobre la estancia de la pintora y activista mexicana.
       Julio nos despide de Juan Marsé, el escritor que inventó Barcelona, sus barrios para contarnos cómo estábamos encerrados con nuestros juguetes, esa últimas tardes con Teresa, o si te dicen que caí. Adiós al Marsé de tantos buenos momentos de lectura, de sabia literatura, y del recuerdo de ese joven que un día, sin apenas pensarlo, se convirtió en uno de los mejores narradores del siglo XX.
      

miércoles, 29 de julio de 2020

Mariana Enriquez

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                              Una realidad destruida
              



       Las  variaciones  de  un  género que cuenta con más de un siglo de existencia, esa finalidad estricta que permitiría una definición de lo fantástico, o de la ciencia ficción, resulta un propósito imposible porque el considerable número de aproximaciones propuestas evidencian la flexibilidad del concepto y la perplejidad de los críticos que se han empeñado en bosquejarlo. El género ha  evolucionado  en  sus  formas, en su temática, y se suele dar el mismo nombre a los cuentos con apariciones de diablos, fantasmas o vampiros que a las mejores ficciones de Borges o los relatos extraordinarios de Cortázar, quienes se sirvieron del género fantástico como herramienta de discusión política, e hicieron uso de este género para caracterizar al peronismo desde diferentes puntos de vista. La literatura tiende a romper el escenario, o ese marco real donde se desenvuelve la historia a contar, y fue Tzvetan Todorov quien, en Introducción a la literatura fantástica, consideró como cercanos los géneros extraños, maravillosos y fantásticos, siendo este último la línea que dividiría los dos anteriores. El relato fantástico ha provocado, a lo largo de la historia, un interrogante en el narrador, en el protagonista y en el lector acerca de los sucesos que se van contando e invita a pensar si aquello está pasando, si es producto de la imaginación, o si se considera un elemento sobrenatural. Al final de la historia, dos posibles aclaraciones, lo sucedido es fruto de la imaginación, o es real aunque se desconoce. La vacilación entre estas dos explicaciones caracteriza al relato fantástico, y la elección que hace el lector de cualquiera de estas dos opciones responde a los géneros mencionados. David Roas califica lo fantástico como la inclusión de un elemento sobrenatural o imposible que transgrede las leyes que organizan el mundo; lo fantástico recrea una realidad para destruirla y quebrarla a partir de la introducción de un fenómeno imposible que nos inquieta y nos angustia.
       Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) ha dado muestras, más que suficientes, en sus dos colecciones de relatos, Los peligros de fumar en la cama (2009) y Las cosas que perdimos en el fuego (2016) para hacernos pensar que su escritura crea escenas inquietantes con personajes que se mueven en el doble filo de una realidad concreta y de una fantasía abstracta, y que aciertan a vivir rescatándose de las múltiples posibilidades de una muerte cierta. Con Nuestra parte de noche, un texto de más de seiscientas cincuenta páginas, Premio Herralde de Novela 2019, sostiene el pulso narrativo de una historia de amplio y largo aliento, una propuesta de compleja estructura que juega con el tiempo real y el ficticio, con las idas y venidas de una ficción narrativa de corte fantasmal porque de lo que se trata es de poder dar cuenta de un miedo que resulta difuso, y de escapar de una Orden secreta, o si cabe de un dios salvaje, para dejar constancia de un lugar innombrable en el que se mueven un padre y un hijo, Juan y Gaspar, al tiempo que Enriquez dará cuenta de un viaje que atravesará Argentina, desde Buenos Aires a las cataratas de Iguazú, un periplo que resquebrajará sus emociones más básicas, mientras el lector observa cómo se desangran porque el viaje que ambos emprenden les lleva al germen histórico de la maldad y de las luchas de poder en un país que siempre estará en deuda con los desaparecidos durante la dictadura militar de finales de los setenta y ochenta; la narradora realiza un auténtico viaje a los infiernos, y al centro mismo del universo de las familias argentinas, se sirve de la literatura de género de un rigor absoluto, y construye una historia de terror que con explicitud y entusiasmo, y en ocasiones hasta con un aire festivo, asume los tópicos de las formas populares del gótico precedente, y añade toda una provisión de mitología ocultista que se sublima en un extraordinario relato.
       Leídas las primeras cien páginas, Nuestra parte de noche, resulta una novela de amplios registros, rastrea la huella de Walsh que con acierto escribió sobre San La Muerte, o un Borges que se esforzó en dar a conocer la mitología islandesa, y la deuda de la brujería de Chiloe, recogida en el excelente libro En la Patagonia (1977) del novelista y explorador Bruce Chatwin, que de alguna manera se integró en la sociedad argentina porque mantiene su devoción a un San La Muerte, obliga a visitar las rutas con santuarios al Gauchito Gil, y Enriquez mezcla o iguala con toda una saga de mitología ocultista. En realidad, los personajes de este relato sobreviven y se abren a todas las posibilidades interpretativas de una historia de familias perversas, sectas malignas y rituales sangrientos que quedan envueltos en una oscuridad que perturba, y que como lectores vamos aceptando, porque las voces narrativas que se dejan oír admiten un fatalismo cercano a las crueldades de esa realidad política vivida en el país sudamericano. Esta novela se convierte en un tratado sobre la maldad, aunque conlleva dosis de amor y de lealtad a la figura humana que nos recuerda a historias de lugares encantados, tipo penumbras de Stephen King, apocalipsis de Cormac McCarthy, o fotogramas de Polanski, sin olvidarnos de los citados Borges, Cortázar y Ocampo. El mundo que Nuestra parte de noche pretende que veamos y reconozcamos es aterrador, aunque de alguna manera pueda tratarse de una novela sobre el deseo incontrolable que se vincula con la muerte y una violencia extrema; en sus páginas se exhibe un minucioso morbo, nos habla de desaparecidos, de cuerpos torturados y violados y, finalmente, poseídos por almas negras. Y es una novela política sobre la Argentina en la segunda mitad de siglo, sobre las dictaduras y las familias omnipotentes que realizaban atrocidades y nada ocurría, sobre la exigencia de mantener viva la memoria, aunque la leamos como una historia de apariciones que Mariana Enriquez venía sintetizando en varios libros anteriores y que poéticamente ofrece la imagen constante de una tierra en la que cuando se escarba conduce, inexcusablemente, al hallazgo de huesos humanos.








Mariana Enriquez, Nuestra parte de noche; Premio Herralde de Novela; Barcelona, Anagrama, 2019; 671 pp.

lunes, 27 de julio de 2020

Desayuno con diamantes, 152


La historia más triste de Ford Madox Ford

Sexto Piso edita, El buen soldado (2020), que Graham Green calificada como una de las mejores novelas del siglo XX. La nueva traducción es de Victoria León.

      

       El desarrollo de la ficción moderna convirtió a Gertrude Stein, F. Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway en escritores cuya influencia se prolongó durante las primeras décadas del siglo XX. Stein publicaría pronto, rompió con una narrativa lineal y las convenciones temporales del siglo XIX, y se convirtió en la pionera del modernismo anglosajón vanguardista europeo desarrollado entre Londres y París; Fitzgerald triunfó comercialmente, y por accidente Hemingway encarnó muchas de las corrientes literarias que despertaron el interés de los escritores jóvenes de la época, que Henry James calificó como la “casa de la ficción”, y cuya influencia llegó a escritores de géneros diversos, y en países diferentes.
       La obra de los últimos escritores victorianos quedó relegada y tanto Stein, Fitzgerald o Hemingway crearon formas proporcionales a la fuerza de la vida moderna: el verso libre en poesía, el expresionismo en teatro, y el lirismo, el impresionismo y la conciencia en la ficción, o esa prosa austera, lacónica e intensa característica de Hemingway, aunque con ecos de autores como Mark Twain, Stephen Crane, Sherwood Anderson, Ivan Turgueniev y Ezra Pound que sorprendió a los lectores del siglo XX como original y genuina, efecto perseguido por Hermingway, puesto que el estilo, la forma y el significado eran las partes de un todo inseparable.
       Durante el periodo posterior a la Primera Guerra Mundial muchas creencias religiosas tradicionales perdieron su fuerza, el orden divino dejó de caracterizar al mundo, y el artista se vio comprometido a descubrir un nuevo significado de las formas. Ezra Pound, T.S. Eliot y Ford Madox Ford, escribieron, entre 1910 y 1930 cientos de reseñas y ensayos, repetían, de forma insistente, que “la literatura es la noticia que no deja de ser tal”, o que, “la tarea del artista es una labor en el mismo sentido en que lo es la creación de un motor eficiente o de una jarra o la pata de una mesa”, incluso que, “el Impresionismo te ofrece lo que es él mismo, su reacción ante un hecho; no el hecho en sí, o mejor dicho, no tanto el hecho en sí”.         Ford Madox Ford nació el 17 de diciembre de 1873 en Merton, Surrey (Inglaterra), y murió en Deauville (Francia) el 26 de junio de 1939. Estudió en diversos países europeos y comenzó su carrera literaria con un curioso libro, Un cuento de hadas: el búho marrón (1891), ilustrado por su propio abuelo, el afamado pintor Ford Madox Brown. Fundó dos importantísimas revistas literarias: The English Review (1908-1910), en la que colaboraron D. H. Lawrence, Thomas Hardy, H. G. Wells, Joseph Conrad, Henry James, Ezra Pound y W. B. Yeats, y Transatlantic Review (1924), donde aparecieron textos de Gertrude Stein, Pound, Ernest Hemingway, T. S. Eliot, James Joyce, John Dos Passos y Paul Valéry. Colaboró con Joseph Conrad en la escritura Los herederos (1901), Romance (1903) y La naturaleza de un crimen (1923). Sus obras más conocidas son El buen soldado (1915) y la tetralogía El final del desfile (1914-1928), compuesta por Hay quien no (1924), No más desfiles (1925), Se podría estar de pie (1926) y El toque de retreta (1928).
       La novela, El buen soldado, nos envuelve en una enloquecida e intrincada maraña de falsedades, rencores, pasiones, celos y venganzas, contada por una voz narrativa prodigiosa que nos involucra lectores desde el primer momento cuando leemos: “Ésta es la historia más triste que jamás he oído”. Y no es una afirmación en vano, la trama avanza de atrás hacia delante, de adelante hacia atrás, entre las aparentes torpezas y los olvidos involuntarios del narrador, Dowell, que dosifica la información página a página, matiza y modula acciones y personajes, rememora un pasaje conocido desde un inesperado punto de vista que cambia por completo su sentido y su alcance. A pesar de sus vacilaciones, sospechas y lagunas, la voz del narrador disfraza una soberana lección del arte de contar, y la vida de las dos parejas protagonistas, un matrimonio británico y otro estadounidense, gira en torno al son de una partitura magistral, que se convierte en una aterradora fábula repleta de estupideces y de engaños.


       Durante los tres primeros capítulos todo sucede dentro de una linealidad explícita y cronológica, y Dowell habla de sí mismo, de su mujer, Florence, de la familia de ella, de su muerte que coincide con la de su tío Hurlbird, entonces Dowell recibirá en herencia una considerable cantidad de dinero que lo salvará de cualquier contingencia. Una angustiosa llamada de Teddy Ashburnham desvela que, tanto él como su mujer, Leonore, necesitan hablar con él, cuando llega a Inglaterra encuentra a su amigo al borde de la desesperación. El relato saltará atrás, a 1904, al balneario de Nauheim, cuando se conocen y, aparentemente, empiezan a intimar; quedan establecidos los dos tiempos de la narración: el de narrador que cuenta lo que sucedió, y el momento cuando ya se conocen las dos parejas.
       Lo que sigue es un relato inteligente que trata de esclarecer cuanto hay detrás de cada personaje; el lector se enfrenta a una historia terrible de decadencia, mentiras, engaño, pasiones desatadas, maldad, egoísmo, celos, represión y dureza, la tragedia de la vida contada desde los restos del desastre. Los hechos reveladores aparecen a conveniencia del narrador, oculta o desvela según le parece, se atienen a su propio interés, y le obliga continuamente a atar cabos y crea el soberbio y terrible clima de esa tragedia humana que atraviesa la historia.
       Cuando, pasada la mitad del libro, hace su aparición la última protagonista, la dulce y joven Nancy, el cuarteto vuelve a organizarse tras un suicidio inesperado hacia una auténtica catástrofe. Ford hacía bien en enorgullecerse, nunca un escritor ha retratado las desdichas y las miserias de la institución matrimonial y la hipocresía de la alta sociedad con la ironía y la profundidad de esta asombrosa sátira.

Ford Madox Ford, El buen soldado; traducciónd e Victoria león; Madrid, Sexto Piso, 2020.

domingo, 26 de julio de 2020

Caricaturas



                                     María Zambrano


sábado, 25 de julio de 2020

315.000


Gracias, amigos,  a 20 de julio de 2020, llegamos a no desdeñable cifra de 315.000 visitas.

viernes, 24 de julio de 2020

Un 23 especial Día del Libro


       Mañana celebramos un atípico, pero igual de memorable, Día del Libro, pero estamos en julio, aunque cualquier ocasión es recomendable para leer, y si los niños están de vacaciones, y son días de juegos interminables y de programar con ellos aventuras, de mostrarles cómo dar rienda suelta a la imaginación y a la fanatasía, como por ejemplo dejarse llevar en una travesía como la que hizo el Titanic, allá por 1912, aunque en esta ocasión, la historia esté protagonizada por RataKitty y RataMatt, dos simpáticos ratoncitos, que viajan con sus amigos a bordo del lujoso transatlántico. Será una mítica aventura de camino a Nueva York.



La crítica ha dicho: 
       Las ratas del Titanic nace de una enumeración de interrogantes ¿Podrían viajar unas ratas en el famoso barco R. M. S. Titanic y vivir las mismas experiencias que sus pasajeros? ¿Se ocultarían estos pequeños roedores pasando desapercibidos o pudieron llegar a confundirse con los legítimos pasajeros de esta archiconocida travesía? ¿Qué peripecias vivieron todos estos insospechados compañeros de viaje? ¿Qué destino corrieron? Obviamente, la resolución del enigma exige el desarrollo de este embrión argumental.  Aunque, matiza Domene, “la historia la tenéis aquí contada y el final lo imaginaréis vosotros”. Levantico. Digital, 05/04/2019. German Temprano.

¿El escribir Las ratas del Titanic, un libro enclavado dentro de lo que se denomina literatura juvenil, está relacionado con el hecho de ser exprofesor de Lengua y Literatura?
        
Quizá exista, de alguna manera, una inconsciente intención de despertar el interés por la literatura en los más jóvenes, y consciente de alguna manera que si alguien se aficiona a la lectura desde niño, con algo de suerte, jamás dejará el hábito, y puede convertirse en un lector asiduo el resto de su vida, y sobre todo con capacidad para ser riguroso en sus futuras lecturas.

¿Crees que este tipo de obras deberían inscribirse dentro de la “educación literaria” de los jóvenes?
       Existen opiniones para todos los gustos, desde que los mayores no debemos “guiar” o “proponer” a nuestros jóvenes las lecturas que deben hacer, otros que podríamos “aficionarlos” inicialmente con los clásicos, incluso quienes sostienen que deben ellos mismos quienes seleccionen sus propias lecturas, aunque debo decir que personalmente tengo experiencias de todo tipo, incluso cuando he recomendado y propuesto a antiguos alumnos, con una cuidadosa selección, algunas determinadas obras juveniles de autores de sobrada solvencia. Muchos de ellos se han enganchado a través de esta literatura calificada de juvenil que, de alguna manera, propone temas que les interesan: el amor, las drogas, la delincuencia, la moda, el misterio… Luego, una vez lanzado el anzuelo, vienen otros libros, sin lugar a dudas, incluidos esos clásicos y contemporáneos que afianzarán su afición lectora. Creo que no existe mayor misterio en torno a ese hecho. Zas! Madrid, 08/04/2019. Emilia Lanzas.




            No hay muchas novelas como esta donde bullen y entran en armonía el ensueño y lo real. Quizá se halle el milagro en saber humanizar e impregnar de ternura la vida de los animales. En este libro confluyen ambos registros, o ambos conceptos, lo objetivo y lo simbólico. En Las ratas del Titanic, los roedores no fueron los primeros en abandonar el barco. Pedro M. Domene embarca al joven lector en la leyenda de aquel fabuloso transatlántico a través de una lectura ágil y animada en la que coexisten dos escenarios paralelos: el real de «los humanos» y el interpretado por «los roedores» en una travesía única en dirección hacia la Tierra Prometida y el Nuevo Mundo. En este relato se entrelazan hábilmente hechos y datos históricos con la ficción que representan los ratones.
       En esta novela juvenil, los ratones (RataMatt, RataKitty, RataSam) se perfilan como personajes principales del relato, observadores y temerosos de ser descubiertos. Alcanzan un grado de humanización y organización que se asemeja al de los humanos (capitán Smith, Murdoch o Bride), hasta el punto de que el lector llega a convertirse en cómplice de estos simpáticos seres en una historia compartida de sueños de prosperidad e ilusiones en la que, además, el amor entre los ratajóvenes, RataMatt y RataKitty añade el ingrediente romántico que atrae al lector adolescente.
       El relato acerca a los más jóvenes a la leyenda del mayor transatlántico de principios del siglo XX, sin obviar el carácter didáctico que subyace en sutiles trazos que fomentan el pensamiento crítico, la solidaridad o la concienciación sobre los estatus sociales: «Mi abuelo dice que muchos de los pasajeros de este barco se califican de ‘ricos’, que significa algo así como ser dueños de muchas guaridas, disponer de mucha comida, dirigir a un numeroso grupo de humanos tan grande que se perdería ante nuestra vista y, sobre todo, dar órdenes y, aún viene lo mejor, todo el mundo les hace caso y eso, siempre» (pág. 56). Es este, por tanto, un libro ameno que fácilmente seduce al lector y sirve de puente intermedio entre aquellas primeras inmersiones infantiles en los cuentos y las futuras sumersiones en el apasionante océano de las historias y relatos que leímos de jóvenes y, luego, en nuestra madurez. Cuadernos del Sur, Diario Córdoba, 13/04/2019. Pilar Muñoz Aguilar.

       Los fondos marinos están llenos de barcos que han naufragado en sus aguas a lo largo de toda la historia. De muchos de estos pecios, poco se conoce; de otros, sin embargo, tenemos datos hasta la saciedad, como el es el caso del Titanic. Sea como sea, siempre es interesante leer una obra divulgativa y amena para informarse bien de lo que pasó antes, durante y después de su hundimiento, como Las ratas del Titanic.
Los personajes están muy bien perfilados. Entre ellos destacan Matt, el joven jefe ratuno, y Kitty, la intrépida rata de campo. Los dos son muy diferentes, pero pronto se conocen y empiezan a entenderse. La cuestión es: ¿sobrevivirán los dos al naufragio?
Las descripciones son muy precisas, sin llegar a ser recargadas, hasta el punto de hacer que el lector crea estar dentro del mítico barco durante la lectura.
Si hay algo que me gusta especialmente de este libro es la narración en sí, amplia en vocabulario y nada simplista. Una narración que dista mucho de la de otros libros que parecen tratar a los jóvenes como seres incapaces de comprender ciertas cosas, cuando hoy en día los niños y adolescentes están más espabilados que nunca.
Las ratas del Titanic es, además, un libro ilustrado. Tanto la portada como las ilustraciones interiores en blanco y negro corren a cargo de Ernesto Lovera. Estas piezas, muy cuidadas y precisas, nos muestran a las ratas efectuando acciones que vienen reflejadas en los capítulos, añadiendo bajo cada una de ellas una frase que indica exactamente al momento en que se refieren. La orilla de las letras. blogspot. 24/05/2019. Cristina Monteoliva.
            Las ratas del Titanic es una novela escrita con inteligencia y buen gusto. Cierto que no es la primera vez en que un escritor personaliza a animales y los humaniza (ahí están los claros ejemplos de los fabulistas Esopo, Iriarte, Samaniego, etc., para demostrarlo; o ejemplos tan preclaros como el de Cervantes, autor de El coloquio de los perros, una de sus Novelas Ejemplares). Un poco más difícil, quizá, lo tenía Pedro M. Domene con las ratas, por ser estas animales que suscitan comúnmente el rechazo y la aversión de los seres humanos. Mas, he aquí que el autor sabe volcar sobre ellas tal carga de cualidades humanas, como el valor o la valentía, el coraje, la reflexión y el análisis, la argumentación lógica, el sentido común, el amor, la ternura, la inocencia, la resolución de conflictos, la decisión… y tantas otras que la lista se haría interminable.
       A menudo, solemos exigir a los libros que sean depositarios de valores humanos que los niños sean capaces de asimilar y trasmitir. Porque el pequeño lector ha de disfrutar, sin duda, con la lectura, pero el escritor sagaz sabrá edulcorar la cucharada de medicina con otros sabores que la hagan más apetecible. Y así ocurre con Las ratas del Titanic, donde valores como la generosidad, la solidaridad, el altruismo, la capacidad de servicio y de sacrificio, la búsqueda del bien común, el sentido del deber y de la responsabilidad se hacen bien patentes y con tal grado de evidencia que difícilmente pueden pasar inadvertidos para lectores tan avisados. No debe pasar tampoco inadvertido el que los personajes humanizados que viajan como polizones a bordo del Titanic abandonan su tierra en busca de una vida mejor en América; es decir, se trata de emigrantes, con lo cual la narración nos alerta de un tema de candente actualidad que bien merece ponerse de manifiesto. Zas! Madrid, 29/05/2029. José Antonio Sáez.

            Se recupera una obra en la trayectoria de Pedro M. Domene: se trata de la novela Las ratas del Titanic, una nueva edición ilustrada por Ernesto Lovera en la Editorial Almuzara. Es un libro en donde las relaciones, los afectos, los viajes y el destino de la historia se echan a la mar de una manera muy particular. La amistad, el amor, los sentimientos, la aventura, el misterio, el medio ambiente, la diversidad, el conocimiento, la música, la solidaridad y la búsqueda son los temas que se abordan en este volumen. Todos estos ingredientes son los equipajes que embarcan en esta travesía que son trayectos de vida y que son el eje identitario de la escritura de Domene. Con este libro emprendemos un nuevo viaje en un crucero, el Titanic, con expectativas diferentes y con unos viajeros protagonistas: unas ratas inolvidables.
       La novela está estructurada en siete jornadas, coincidiendo con los días que dura la travesía: desde que zarpa (miércoles, 10 de abril de 1912) hasta el día fatídico (lunes, 15 de abril de 1912). A esto se añade un "Final", complementado con datos varios y técnicos. Tiene un estilo diarístico como si se tratase de un cuaderno de bitácora donde se anotan las situaciones que suceden a lo largo y ancho del mar. Los diablos azules, InfoLibre, 28/02/2020. Carmen Canet.

jueves, 23 de julio de 2020

Las puertas del cielo...


      El escritor José Antonio Sáez (Albox, Almería, 1957) nos obsequia en cada una de sus propuestas literarias con un prisma diferente en su faceta de creador consciente, y en este caso propone una colección de cuentos que, para algunos, exhibirán un matiz nuevo en su trayectoria literaria, un quiebro en la sugerencia de su quehacer poético, y esa posibilidad de seguir el curso audaz de un caudaloso río que necesitará desembocar en un auténtico mar de oportunidades, en el arte de la brevedad, con tantas posibilidades como nos ofrecen los textos de Las puertas del cielo y otros relatos. El autor reúne, con el paso de los años, su primer volumen de cuentos, un experimento que viene ensayando desde sus comienzos como poeta, algunos están fechados en los primeros años de la década de los ochenta, otros dilatados en el tiempo se convierten en algo tan nítido y limitado como todas y cada una de las miradas que el narrador otorga a su alrededor.


martes, 21 de julio de 2020

Adiós a Juan Marsé (1933-2020)


      Muere el escritor Juan Marsé a los 87 años: aquel muchacho que inventó Barcelona.


       Una ciudad, Barcelona, ha perdido a Juan Marsé, el portentoso narrador que, pese a ostentar en el pecho desde 2008 la medalla del Premio Cervantes, no dejó nunca de ser aquel muchacho de barrio que se colaba en las eternas matinées de cine de domingo para luego soltarles a la pandilla reunida en cualquier baldío sus descomunales y divertidísimas trolas que siempre llevarán su sello. Aquel muchacho, que hasta bien entrada la vida adulta (1965) trabajaría en un taller de joyería, que había nacido en realidad un 8 de enero de 1933 como Faneca Roca, y los apellidos de Marsé Carbó los recibió de su familia de adopción al quedar huérfano. Comienza a publicar sus primeros relatos en 1958 en las revistas Ínsula y El Ciervo, y para el año siguiente obtiene su primer premio por el cuento “Nada para morir”. Para 1960 aquel muchacho queda finalista del prestigioso Premio Biblioteca Breve de Seix Barral con su ópera prima Encerrados con un solo juguete.

       A partir de allí, la vida de aquel muchacho se acelera rumbo a la profesionalización literaria. Primero en París, donde trabaja de como profesor de español, traductor, guionista e incluso como ayudante de laboratorio del Instituto Pasteur y se afilia al PCE. Luego de regreso en Barcelona, publica Esta cara de la luna (1962) y Últimas tardes con Teresa (1966), ambas en la editorial de Barral y con la última le llega la consagración con el Premio Biblioteca Breve.
      
       Para 1970, cuando publica La oscura historia de la prima Montse, aquel humilde muchacho está completamente integrado en el mundillo intelectual de la progre clase alta barcelonesa, que pasaría a la historia con el mote de gauche divine, como redactor jefe de la revista Bocaccio y de Art-Cinema.
       Bajo la órbita de aquel glamouroso mundo, Marsé siguió su propio y auténtico camino, porque aquel muchacho por entonces ya era un adusto escritor con pocas pulgas y muy poco dispuesto a hacer concesiones de ningún tipo. Si acaso las que le exigían la página en blanco y el laborioso trabajo de orfebrería narrativa. Y en cuanto al riesgo que corrió en aquellos años de convertirse en una suerte de mascota ideológica de la gauche divine el mismo autor lo dejó bien claro sin eufemismos y con la contundencia de la que siempre hizo gala en un pasaje de su discurso de recepción del Premio Cervantes: "Yo podía quizás haber sido, lo digo sin un ápice de sarcasmo, el escritor obrero que al parecer faltaba en el prestigioso catálogo de la editorial. Halagadora posibilidad que a su debido tiempo, la fábula de un joven charnego del Monte Carmelo, desarraigado y sin trabajo, soñador y sin medios de fortuna, pero también sin conciencia de clase, se encargaría de desbaratar". 



       Tres décadas de golpes de afortunados literarios La muchacha de las bragas de oro (1978), Ronda del Guinardó (1984), El amante bilingüe (1992), Rabos de lagartija (2000), hasta el más reciente Caligrafía de los sueños (2011), entre otros. Y poco más se puede añadir de un genuino narrador urbano que nunca estuvo ni para mercadillos ni cotillones. Sólo resaltar su honestidad sin fisuras hasta el final. En suma, aquel honesto y genuino muchacho del Carmelo, que jamás pagó peaje de ningún tipo, tuvo una única premisa hasta el fin de sus días: "Procura tener una buena historia que contar, y procura contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje". Y lo que consiguió con ella es imperecedero.

lunes, 20 de julio de 2020

Sabías que...


             "Parecen dibujos,
             pero dentro de las letras están las voces.
             Cada página es una caja infiniota de voces".
                                          Mia Couto

domingo, 19 de julio de 2020

Caricaturas



                                                    Ana María Matute


sábado, 18 de julio de 2020

Theodor Kallifatides

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                        Una epopeya contemporánea
              
   
                   
       Leer a Homero se convierte en ese viaje fascinante al pasado heroico. La Ilíada se traduce como el poema del destino, el relato de la guerra de Troya, una epopeya que proyecta y establece el perfil de la condición humana. En esta mítica ciudad, masas rabiosas de guerreros aqueos, será utilizada por el capricho de los dioses; es el tiempo de los héroes, y en los versos de Homero cristalizan toda una serie de mitos que, hace dos mil quinientos años, difundían los aedos entre la población de los reinos micénicos y de la Grecia arcaica. Resulta extraño, a veces monstruoso, que la leyenda esté llena de criaturas horrendas, de hechiceras hermosas, de ejércitos en desbandada, de amigos intransigentes, de esposas abnegadas y de furiosos guerreros. Se desatan tempestades, se desmoronan murallas, los dioses hacen el amor con los humanas y engendran hijos, las reinas sollozan, los soldados se curan las heridas o enjuagan sus lágrimas en las túnicas ensangrentadas hasta que una delicada escena interrumpe la matanza y es, entonces, cuando las caricias detienen todo el horror de la venganza.

El clásico

       Los héroes de estos cantos viven intensamente, y su arrojo nos fascina, sus pasiones nos parecen familiares, sus aventuras han forjado desde siglos atrás una mítica realidad contemporánea. Son nuestros hermanos y hermanas: Atenea, Aquiles, Áyax, Héctor, Ulises y Helena. Sus epopeyas han configurado la cultura de Europa, aquello que somos los europeos, cuanto sentimos y pensamos. Homero sigue ayudándonos a vivir, y nos cabría pensar que si los dioses existieron de verdad e inspiraron a su hagiógrafo, que le insuflaran una predeterminación que proyectara al abismo de los tiempos esos cantos, el gran poema premonitorio estaría destinado a encontrarse en nuestra época, y nos envolviera, por eso el poeta quizá concretó: el tema de la Ilíada es Aquiles, su cólera y las catástrofes que provoca con su actitud.


       La Ilíada de Homero cuenta, en realidad, un episodio concreto: los últimos diez años de la guerra de Troya y relata el ataque a esta ciudad de Asia Menor por el ejército aqueo o griego, y se convierte en una epopeya de gran valor literario porque sus héroes son guerreros valientes que arriesgan su vida en la batalla y persiguen la victoria y la gloria. Los protagonistas serán un modelo para el pueblo griego, por su dignidad, su condición moral, sus virtudes, y la fuerza de las pasiones que impulsan a los héroes, como la amistad uno de los sentimientos destacados de la obra; también subyace el orgullo, el amor, la ira o la generosidad.

Asedio y ocupación



       El escritor Theodor Kallifatides (Malaoi, Grecia, 1938) enmarca su novela, El asedio de Troya (2020), en la Segunda Guerra Mundial, en un pequeño pueblo griego ocupado por un destacamento alemán y, aunque, miles de años separan ambos acontecimientos, el recurso del escritor será utilizar sus propios recuerdos biográficos para construir su texto, en un claro paralelismo entre ambos hechos trágicos para recordarnos que al final todos somos los mismos y que, como decía Homero, con las guerras todo acaba en lágrimas.
       El asedio de Troya, sin duda, utiliza el contexto bélico como un escenario en el que una maestra griega relata los eventos de Aquiles, Patroclo, Áyax y demás héroes a sus alumnos logrando mitigar, al menos durante su narración, los horrores de la guerra con los curiosos episodios del asedio. Sin embargo, este simple relato forma parte de un escenario mucho más complejo, con mayor trasfondo, con mucha más proyección en el tiempo. Esta evidente y preconcebida división entre guerra real y guerra mítica, Kallifatides juega para mezclar los planes de la historia, a veces haciendo que Aquiles parezca un soldado de una guerra tangible, o que un joven aviador alemán del pueblo de los protagonistas se vea como un héroe que vino con su barco negro de una isla distante y casi olvidada.
       La novela, estructurada de esta manera, basa su arquitectura interna en estos dos pilares que parecen apoyarse mutuamente. El hecho es que La Ilíada es un mundo eterno totalmente autosuficiente con sus propias reglas, un círculo perfecto que comienza cuando todo está en su apogeo, da un giro inmenso y luego se convierte en el escenario de una acción imperecedera, con todas esas características que se suponen en lo narrado y no pueden ignorar. Kallifatides tiende a valorar las partes de la narración de ese presente histórico en guerra mucho más que las partes de La Ilíada, que considera un relato para amenizar a sus alumnos, aunque en alguno de ellos, el protagonista, consigue que despierte su interés y admiración por esa historia clásica. La narración fluye sin problemas, aunque sin el lirismo e intensidad humana de Homero, El asedio de Troya, es un libro que funciona, y de alguna manera complementa al clásico, porque de un lado tenemos una historia personal verdaderamente emotiva y conmovedora, por el otro, la historia de La Ilíada que, en realidad, sirve como materia de estudio y ejemplo para unos alumnos en unos no menos difíciles momentos de sus vidas. Es verdad que La Ilíada requiere mucho más, una lectura más profunda, medida, analítica y de una sensualidad absoluta que no solo quede en una espontánea impresión. La Ilíada de Homero abre el camino a todas esas vidas que pueblan este canto; se convierte en la voz suave de una melodía que derrocha vida.
       Kallifatides permite que coincidan las dos guerra en su relato, y esa constatación amarga de que Homero sigue vigente, en el sentido de que la humanidad no parece haber progresado mucho en los dos mil quinientos años que van de un conflicto a otro. El embeleso con que los adolescentes escuchan a su maestra, obliga a pensar en un testimonio autobiográfico, y la fuerza con la que la literatura los atrapa con la recreación que hace a diario la Señorita pone de manifiesto el valor sobre la vida y la muerte, sobre la dignidad y el orgullo, o incluso, por encima de todo, sobre el absurdo incomparable de las guerras, y sobre la crueldad y sus consecuencias.




El asedio de Troya
Theodor Kallifatides
Madrid, Galaxia Gutenberg, 2020

viernes, 17 de julio de 2020

Un atardecer de julio...






                                                        © Mariángeles Pérez Sánchez

jueves, 16 de julio de 2020

Un cuento



UN CUENTO PARA ANDERSEN

                                               
                                                                 

      Cuando abrió el libro, cincuenta años más tarde, recordó aquella sentencia que asegura como los adultos siempre deben llamar las cosas por su nombre, pero si uno no se atreve, debe poder hacerlo inventándose cuento. Unos instantes después se sumergió en la lectura, entonces descubrió cómo un desdichado sastre, caído en desgracia, en el conocido cuento titulado, El traje nuevo del emperador, había conseguido que la desnudez del emperador sirviera para que este cayera en la cuenta de la actitud egoísta y no menos incomprensible llevada a cabo durante años hacia sus súbditos. 



          Y para quien quiera saber, esto fue lo que ocurrió: durante todos esos años había estado despilfarrando los impuestos y viviendo lujosamente a costa de ellos, y quizá por eso cuando el soberano deslumbrado por el maravilloso traje que le había confeccionado el sastre desfiló desnudo delante de la muchedumbre, todos rieron salvo un espabilado jovenzuelo que consiguió entender cómo su emperador había adoptado un estilo de vida distinto desde ese mismo momento, y una vez que éste expuso su oportuna deducción al resto de conciudadanos,  todos imitaron la actitud del soberano despojándose de sus vestiduras y así, tal vez, inauguraron ese concepto alternativo nudista de disfrutar en medio de la naturaleza. El sastre, evidentemente, se deshizo de sus agujas y de sus hilos porque  nunca más volvió a coser.
         
          Le gustó la aventura de leer que continuó con la historia de La sirenita y supo cómo esta joven, después de desearlo tanto, descubría para su sorpresa que existía un mundo exterior ruidoso, estridente, alborotado y menos maravilloso de lo imaginado, cuando en su decimoquinto aniversario emergió de las profundidades para ver dónde vivían los humanos. Quiso la casualidad que, al mismo tiempo, tuvo la ocasión de salvar a un joven que había sido derribado por un enorme barco mientras amparado por su organización, Greenpeace, demostraba una firme actitud de protesta ante la pesca indiscriminada en aguas internacionales. Un humano que, en los brazos de la sirenita, profesó, desde ese mismo momento, su amor a aquel extraño y maravilloso ser, aunque muy pronto la joven advirtió que, con su actitud amorosa, el joven sólo intentaba aprovecharse de su condición de ninfa marina y de los beneficios en pro de su causa que pudiera obtener de ésta. La sirena no tardó en reaccionar y lo devolvió a la tierra a donde pertenecía. Poco después la joven desapareció entre las aguas y volvió a su hogar donde relató, con todo lujo de detalle, a sus hermanas y al resto de la familia su aventura en el exterior. Decepcionada muy pronto se olvidó de aquel joven interesado, pero el destino le depararía aún alguna otra sorpresa porque poco tiempo después un ser, mitad humano y mitad pez, solicitó audiencia ante el rey del mar para poder hablar con su amada ninfa y demostrarle así su amor. La sirenita sucumbió a los encantos del joven y, desde entonces, ambos hicieron un magnífico papel en el ecosistema marino.
 
          Entusiasmado se enfrascó entonces en la lectura del cuento titulado, La moneda de plata, aquel pequeño objeto que, un buen día, había pasado de mano en mano aguantando todas las penurias y vicisitudes por el ancho mundo, mezclándose con sus hermanas francesas, alemanas, italianas, españolas, pero cuando después de mucho tiempo volvió a casa se sintió aún más desmotivada porque nadie la identificaba ya, y la tacharon de falsa. Observó para su sorpresa que ahora sus hermanas no se parecían en nada a ella porque el humano las había cambiado por otras que todo el mundo denominaba euros y así percibió, como es habitual en esta vida, que nada se resiste al tiempo, pese a lo que ella siempre había creído.


         
          Las sorpresas fueron en aumento porque en el siguiente cuento que leyó, El firme soldadito de plomo, descubrió cómo lo peor no había sido ser diferente y experimentar que podría acabar derretido en una estufa sin mediar explicación alguna para, finalmente, quedar convertido en un hermoso corazón de plomo, sino que la voluntad de su firmeza le habían llevado a sobrevivir en otra caprichosa forma y, así, se vanagloriaba de su gran suerte porque de su presumida amiga la bailarina apenas si quedaba el recuerdo de una lentejuela negra, quemada por el intenso fuego capaz de destruir algunas de las más firmes voluntades. Y si debemos seguir enumerando, no menor fue el asombro de El patito feo que, con el paso del tiempo, no se había vuelto aún más horrible de lo que era, sino que para sorpresa de cualquier lector todo a su alrededor había cambiado y él, solo y exclusivamente él, era un ejemplar único de cisne, frente a unos envidiosos hermanos que se disputaban por pasear en el estanque junto a aquel ser único que solo entonces comprendió las molestias que le ocasionarían ser distinto. Incluso algo tan insignificante como La aguja de zurzir aún presumía, bastantes años después, de su delgadez, y como suele ocurrir en los cuentos, muy lejos en el frío invierno de un país lejano El muñeco de nieve se derretía inexcusablemente con el paso del tiempo, una vez más, no alcanzaba sus sueños de parecerse a una estufa. Los juguetes de aquel cuarto de los niños convertían su vida en un puro teatro y cuando quebradiza, La alcancía, se sumó al juego, se desplomó desde lo alto del armario, y sus monedas, liberadas, danzaban, giraban y saltaban, sobre todo las más pequeñas giraban aún más y, de pronto descubrieron allí mismo, cómo los pedazos del cerdito esparcidos por el suelo eran recogidos para posteriormente ser tirados a la basura y al día siguiente sería sustituido por otro sin que nada ni nadie mediara en este hecho, y siguiendo con nuestra aventura sabemos que Pulgarcita, aún estaba allí, no había conseguido crecer porque la hermosura no se mide por la estatura sino por la bondad del corazón y si uno no es capaz de llamar a cada cosa por su nombre, pues lo más fácil, repito, es poder imaginarlo en un cuento. 



          Otros muchos personajes animados e inanimados se asomaban en aquellas páginas que el hombre había leído una y otra vez a lo largo de su niñez, las historias de La familia feliz, El jardinero y los señores, La princesa y el guisante, Los cisnes salvajes, Juan Patán, La pastora y el deshollinador, El porquerizo, Madre Saúco, El gallo de corral y el gallo de veleta y La reina de las nieves.

          Y cuando cerró el libro comprendió que solo un desfavorecido ser como lo fue Hans Christian Andersen durante buena parte de su vida, marcada por la soledad y la pobreza, deambulando por las calles de Copenhague, dueño de esa inquebrantable firmeza con que dotó a sus relatos, pudo crear un mundo propio para nosotros, donde la imaginación y la libertad se unen para transportarnos a un universo mágico.
          Cuando los mayores leemos sus cuentos, escritos para niños, comprendemos que, por su extraña condición de genio excepcional, nos trasladamos a un mundo donde la discreción de un naturalismo a ultranza nos lleva incluso a olvidarnos de ese tono moralizante que, a veces, salpica otras muchas historias de la literatura universal, porque, entre otras características, las suyas reflejan la mirada eterna del niño.
         
          Meditó unos instantes, respiró profundamente y cuando cerró el libro, observó que Andersen aún continuaba allí.

                                                 © Pedro M. Domene