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miércoles, 4 de septiembre de 2024

Hoy tomo café con…

Margarita García Robayo

 


 

 

       Margarita García Robayo (Cartagena, 1980, Colombia) es autora de las novelas Hasta que pase un huracán, Lo que no aprendí y Educación Sexua;l de varios libros de cuentos Cosas peores, Premio Literario Casa de las Américas 2014; y del libro de ensayos Primera persona. Su última novela se llama La encomienda (2022). Su obra ha sido traducida al inglés, francés, portugués, italiano, hebreo, turco, islandés, danés, chino, entre otros idiomas. Vive en Buenos Aires. En Páginas de Espuma acaba de publicar, Alegría (2024), ilustrado por Powerpaola.

 

 

¿La vida es una historia que contiene otra historia?

       La vida es una historia que contiene múltiples historias. Sí, una suerte de caja china que se revela en la medida que uno quiere destaparla.

 

¿El desarrollo de una historia viene determinado y se convierte en un cuento o en una novela corta?

       No lo tengo tan claro. Pero cada vez siento más que lo único que importa en la literatura es la forma. El contenido está dado por la mirada de alguien, la “cosmovisión”, para decirlo más sofisticadamente, aquello en lo que cada autor decide hacer foco. Así que el contenido tiende a ser el mismo, con derivaciones y arreglos, pero esencialmente el mismo. Lo que hace que un material literario cobre cierta distinción o singularidad es la forma que adquiere. Yo me siento muy cómoda con los formatos breves, la novela corta, más que el cuento, quizá. Y la única forma que encuentro para distinguirlos es que el cuento tiende a ser más puntual en su búsqueda, como esas máquinas extractoras de petróleo que le dan y le dan con precisión al mismo orificio hasta que brota el líquido. Las novelas (cortas, largas) quizá se permiten más digresiones porque necesitan complejizar ese único eje narrativo, al que, sin embargo, siempre deben volver, porque el petróleo sigue abajo esperando salir.      

 

¿Se siente más cómoda en los espacios cortos o de una mayor extensión donde desarrollar el argumento?

       Argumento siempre hay. Lo que creo que varía es qué tanto te permites irte de él y volver a él sin perder el foco y sin perder el ritmo. A mí me encanta irme de tema, en ese sentido la novela me es funcional, pero detesto la digresión gratuita, necesito que todo, de alguna manera, vuelva a su eje, o en todo caso que lo de vuelta, que lo desdiga o que lo destroce, pero que no se olvide de él. Me parece positivo que un autor se imponga ciertas reglas o límites en lo que escribe, en términos de forma, porque es el modo que tiene para singularizarlo. De lo contrario se cae en lo genérico, que, si bien muchas veces es eficiente, a mí no me parece tan desafiante. 

 

¿Un texto como Alegría (2024), visto desde la estructura, requería una extensión considerable?

       Para mí requería una extensión que permitiera ese juego de cajas chinas que quise emular en cuanto a la forma. Y la razón es que conceptualmente el cuento se trata de eso: historias dentro de historias. Las derivaciones de las historias a las que obliga una bifurcación accidental. O aquellas derivaciones que provienen de decisiones consientes: como escaparse de un destino trazado tomando una decisión radical, como lo hizo el personaje de Yoli. La extensión debía ser capas contener estas historias y sus derivaciones, pero de un modo apretado, porque me interesaba que la sensación fuera un poco de agobio, de: acá ya no cabe más nada.

 

¿La soledad femenina sigue siendo un motivo esencial en su narrativa?

       No sé si lo llamaría estrictamente soledad. Me interesa la caracterización de personajes mujeres porque supongo que le puedo imprimir la autenticidad que a otros no. Me siento muy cerca de los personajes que compongo porque se derivan de mi observación y de mi experiencia directa. Uso eso para hacer mis ficciones porque cuando observo insistentemente algo como para convertirlo en un tema de escritura es porque me interesa entenderlo y explicármelo y problematizarlo. Se diría que estos personajes son el resultado de una búsqueda más filosófica que narrativa. Y la verdad es que tampoco me divierte componer personajes por el hecho de hacerlo: voy a investigar sobre un astronauta y a llenar páginas y páginas para convencer al lector de que el personaje es, verdaderamente, un astronauta. Supongo que no me siento cómoda con lo artificial de ese proceso. Me parece una búsqueda desprovista de emocionalidad.   

 

¿Sus personajes aceptan sus destinos?

       Según cual. En este caso hay dos personajes centrales: uno se resigna a su suerte (que, según quien mire, no está nada mal) y el otro personaje no solo no acepta su destino, sino que lo confronta y lo tuerce. No se trata de juzgar cuál de los dos destinos es mejor, sino de analizar ambas derivaciones con el fin de hacer una lectura más profunda de la cultura que posibilita o impide las vidas que nos tocan. 

 

Si hablamos de violencia, ¿literariamente la abordamos desde perspectivas tan diversas que nunca se agotan como tema de ficción?

       Como decía antes, creo que los temas están ahí en un contenedor gigante para que uno vaya, meta la mano y los use. La violencia es un gran tema, pero lo que hace que se produzca una distinción en el análisis del mismo es la forma que adquiere en manos de un autor, un músico, un artista. El abordaje del tema es lo que lo singulariza.

 

¿La relación padre-hija sigue vivo como tema en su literatura?

       Madres, padres, hijos, el parentesco me interesa como tema, efectivamente. Siento que las familias son un caldo de cultivo para pensar conductas sociales, taras, vicios, traumas irresueltos en la sociedad. Me resulta mucho más interesante mirar lo pequeño con un microscopio y hacer abstracciones desde de ahí, que estudiar comportamientos sociales macro, asentados, y lanzar diagnósticos. No sé hacer eso, me encantaría saberlo pero en tal caso supongo que sería antropóloga y no escritora.

 

 


 

¿El lector identifica naturaleza y selva como una personificación que convive con el resto de personajes?

       Sí, en esta historia el monte (que es como le llamamos a la selva en ciertas zonas de Colombia) no solo es un personaje más, sino que es el gran personaje que contiene al resto. Siempre que visualicé esta historia imaginé un pueblo encerrado en una especie de herbario, como si vivieran en el interior de un animal vivo que respira y late.  

 

En este relato se observa cierta profundidad narrativa, ¿ entendemos que hay mucho detrás de esta simple historia?

       Así es. Como decía antes, quería simular unas cajas chinas, que se van revelando en la medida que se destapan.  

 

La violencia y sus vínculos están presentes en la literatura colombiana, ¿cómo se vive lejos del escenario de actualidad?

       La violencia siempre ha sido un gran tema en mi país. Es una especie de karma del que no conseguimos salir. Es obvio que no es un comportamiento gratuito, cuesta mucho ser pacífico en un lugar tan profundamente desigual. Realmente cuesta mucho torcer la suerte de alguien que nació signado por la ausencia absoluta de oportunidades.

 


 

¿La crudeza documental de una excombatiente no se traduce solo en voz narrativa o motivo literario?

       El cuento surge luego de haber visto un documental de una ex combatiente a quien conocí tangencialmente en mi infancia. Nunca más literal esto que me preguntan tanto de si uso mi vida para escribir. Recuerdo la sensación de desconcierto y también de indignación por ver que alguien con tanta capacidad (la recuerdo como una niña tan inteligente que, en otro país, habría sido presidenta y no guerrillera) había tenido que escaparse por las márgenes del destino al que, de no haber huido, habría estado condenada.

 

¿Alegría, es una historia de personajes o de acontecimientos que se oponen a sus protagonistas?

       Puede ser. También podría decirse que son los protagonistas los que intentan oponerse a los acontecimientos, o bien, dejarse arrastrar por ellos.

 

¿Este texto fue concebido para ser ilustrado? ¿De qué manera se han adaptado ambas propuestas, la textual y la pictórica?

       Ha sido un trabajo excepcional, encontrar tal afinidad con alguien para contar esta historia. Lo más sorprendente fue coincidir con Paola en el recuerdo que ambas teníamos de la selva como esa presencia misteriosa, seductora, tenebrosa y sobre todo absoluta que marcó nuestra vida en Colombia.