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miércoles, 20 de marzo de 2024

Hoy tomo café con...

 Javier Sáez de Ibarra

 

 

Javier Sáez de Ibarra (Vitoria, 1961) es autor de los libros de cuentos El lector de Spinoza (2004), Propuesta imposible (2008), Mirar al agua. Cuentos plásticos (Premio Ribera del Duero, 2009), Bulevar (Premio Setenil, 2013), Fantasía lumpen (2017); y la novela Vida económica de Tomi Sánchez (2020), y ha editado la antología de Hipólito G. Navarro, El pez volador (2008). Coordina la revista digital oxinobstante.blogspot.com. Acaba de publicar Un réquiem europeo (2024) en Páginas de Espuma.

 

 


 

¿Para escribir un buen relato hay que ser audaz y arriesgar mucho?

       Yo pienso que un buen relato, como toda obra de arte, tiene valor en la medida en que nos descubre el mundo y la forma de acceder a él desde un ángulo nuevo. “Los asesinos”, “Casa tomada” o “¡Diles que no me maten!” lo hacen. Creo que en cada uno de estos cuentos el autor es fiel a sí mismo en lo que explora, y por eso es audaz. Ahora bien, la audacia y el riesgo no aseguran que el resultado sea bueno, pueden producir obras fallidas. 

 

 

¿Cree usted que el cuento no exige nunca un dogma estético?

       Creer en un dogma es limitar, prohibir, desde el presupuesto de que existe una forma previa que será necesaria y exclusiva para todo lo que se quiera escribir en el futuro. Significa pensar que ya hay un guante que vale para todas las manos. Y eso es un error. No, la elasticidad del arte significa justamente lo contrario, que cada necesidad expresiva buscará su forma mejor, y ambas cosas están siempre por venir.

 

 

¿Un cuento literario es más actitud e intención a la hora de plantearlo?

       Las personas que empiezan a escribir no quieren ser admiradas ni contentar al público lector, mucho menos ganar dinero, tampoco pasar el rato. Intuyen que escribiendo encontrarán la felicidad de expresar con palabras lo que sienten y piensan, lo que se mueve dentro de ellos. Luego, el resultado será más o menos satisfactorio; irán afinando la forma, precisando lo que buscan, encontrando sus temas y sus soluciones. Para mí, la literatura surge de eso. La repetición es la muerte.   

 

 

Desde El lector de Spinoza (2004) hasta Un réquiem europeo (2024), ¿qué puede aportar al género?

       Esta pregunta sólo puede contestarla un estudioso del cuento que tenga la suficiente perspectiva. Yo lo único que me atrevo a decir es que creo que mis cuentos se caracterizan por entrar en dimensiones no frecuentadas por la cuentística mayoritaria: el pensamiento, la religión, la crítica social y política, la ética. Además, practico diversos estilos, empleo diferentes recursos literarios en cada libro y aun en cada cuento, lo que, en el panorama predominante, suele considerarse experimental. Y dentro de un tono por lo general intenso.

 

 

Usted argumentaba en Bulevar (2013) el significado del mismo como algo roto, frente a conceptos clásicos que hablan de una colección de piezas textuales artísticas que representan una forma de cultura, ¿sigue siendo válida esa valoración textual?

       Bulevar nació como un conjunto de relatos de estilo convencional y temática realista en un tono homogéneo. Como en los tres libros anteriores yo había empleado fórmulas literarias muy variadas, sentía que ese libro no me representaba genuinamente; por eso lo mantuve durante años sin publicar. Sólo accedí a sacarlo cuando encontré la manera de romperlo incluyendo textos que contradecían esa estética (había algunos para que el lector escribiese en ellos y un tríptico que comparaba varias ediciones de un mismo libro escolar de Historia). Respeto la obra de autores que mantienen su uniformidad; pero yo, como escritor, no quedo satisfecho con eso. Ambos procedimientos me parecen formas de cultura, claro.

 

 

¿La búsqueda de nuevas formas de expresión sigue siendo una voluntad de ofrecer otro concepto de escritura?

       Sí. No siento que tenga un estilo que se repite en cada cuento, porque con cada historia va aparejada una forma de representarla. Puede ser un diálogo, el uso de un estilo barroco entreverado con otro convencional, uno lírico intercalado con otro en clave, el uso de diferentes tipografías y de disposiciones de líneas en la página, cuatro finales alternativos, intercambio de voces narrativas, etc. 

 


 

La sociedad actual, como materia literaria, ¿es esa zona oscura de nuestra realidad?

Muchos cuentos que leemos hoy hablan de relaciones personales y sentimientos, de la interrelación de la fantasía en lo cotidiano, de comportamientos extravagantes y personajes pintorescos, de una violencia a veces inverosímil… A través de ellos, cuando no son una simple exhibición de ingenio, podemos atisbar aspectos del ser humano. Sin embargo, no suelen iluminar el entono social, laboral, mucho menos político, de ese personaje que nos lleve a pensar en nuestra sociedad. De modo que sí creo que es una materia literaria ausente o, al menos, poco frecuentada. Y me resulta llamativo que esto ocurre en la narrativa, pero no tanto en la poesía y en el mejor teatro.     

 

 

¿Por qué recurre a la música en su último libro, todo un réquiem?

       Alguna novela, Sender, o libro de poemas, Ajmátova, emplean la palabra réquiem en su título para indicar la muerte. En mi caso, la idea de escribir un réquiem vino inspirada por las obras musicales de compositores como Mozart, Verdi, Fauré o Ligeti. Ellos aceptaron escribir música a partir de los himnos que se cantan en el réquiem. Yo quise explorar esa posibilidad y ver qué daría de sí en un libro de cuentos. Si podían configurarse en diálogo actualizado o irónico, casi siempre, con ellos y si también el libro como unidad podía responder a ese concepto.

 

 

¿Suena de fondo una absoluta libertad para la estructura de este libro como ocurre en la música?

       El réquiem es una liturgia cristiana para pedir por la salvación del difunto. Cada músico ha escogido determinados himnos y partes de la misa y ha desestimado otros con absoluta libertad. Yo he recogido prácticamente todos esos himnos y he añadido partes de la celebración que nunca se cantan en un réquiem (como el Credo o la Bendición). Así que invito al lector a entrar en el libro como en una ceremonia, a leer los cuentos en orden y percibir, quizás, una cierta experiencia de viaje o proceso que se le plantea.    

 

 


¿Quienes lean Un réquiem europeo consiguen al final el perdón?

       Hay en mi libro una traición al réquiem porque en él no se pide por la salvación de nadie en un juicio ante Dios tras la muerte, por su descanso eterno. Se analizan comportamientos personales, sociales y políticos que van desde la violencia criminal hasta la solidaridad y la esperanza. El Introito se titula “Otros y yo” y la Sequentia, “No descansan”. Es un libro que cuestiona todas esas caras de la muerte y confía en animar a conseguir el descanso de la paz para la vida que estamos viviendo ahora.   

 

 

¿Una misa de réquiem para una Europa que agoniza y no tiene solución o como ocurre en sus relatos aún podemos tener esperanza?

       Yo quería hacer un réquiem, como he dicho. Cuando llevaba varios cuentos escritos, me asaltó esta pregunta: “¿quién ha muerto?” Claro, se trata de Europa, de los europeos. No pretendía desarrollar algo así como un diagnóstico completo de nuestro continente, eso lo harán los sociólogos e historiadores. En el libro se señalan tres ejemplos dramáticos de la inhumanidad, crueldad e indiferencia europeas; como también actitudes que indican nuestra pobreza espiritual y ética. Tras el relato “Pleberio” la degradación llegaba a un punto límite. Con el Ofertorio que viene a continuación, el cuento “La gota”, hay un atisbo de esperanza, una llamada a buscar lo más valioso: el entendimiento, la generosidad, el amor y la aceptación del mundo como es y como puede ser.

 

 

¿Los lectores caminamos atravesando una oscuridad pero con la esperanza de llegar a vislumbrar una luz al final?

       Sí, como he dicho en la pregunta anterior. Yo creo que sin esperanza no podríamos vivir. Sin embargo, el libro no plantea ninguna solución global o pública que tanto necesitamos; presenta ejemplos de personajes que luchan contra la injusticia, que no desfallecen, que se sacrifican a sí mismos por el bien de alguien a quien aman… Siempre hay una acción a nuestro alcance que arroje luz en medio del desastre en que vivimos.

 

 

¿La inteligencia artificial posibilita que usted se desdoble como autor-personaje?

       Mi aparición en el libro con mi nombre se produce en dos cuentos. Uno como firmante de una carta que realmente yo envié a un periódico y que no quiso publicarla. Y la otra, para citarme como autor de un cuento en que la precariedad (una furgoneta de fruta se convierte en una ambulancia) se vio corroborada en Madrid con el uso de mantas como almohadas y de centros de atención médica sin médico.  Hay dos relatos que, más allá de la Inteligencia Artificial, plantean: uno, la posibilidad de que una máquina cobre conciencia de sí misma y con ello descubra la intimidad y la libertad; y el otro, la posibilidad del poder de unas máquinas que se apoderen no solo de archivos de memoria humana, sino de su conciencia misma.

 

 

¿Lo íntimo (personal) y lo colectivo (universal) quedan unidos por ese réquiem sinfónico?

       Cada clase de esos relatos ponen el foco de atención sobre un aspecto. El cuento que relata la reacción de unos padres ante el sufrimiento de su hija con su pareja es doméstico, íntimo. El que habla de la tragedia de los migrantes que mueren en el Mediterráneo trata un drama humano colectivo, aunque también se abordan las actitudes personales ante él. Con todo, yo creo que el título nos da a entender que ninguno en Europa estamos libres de reflexionar qué está ocurriendo, de leer con verdad la realidad a la que estos cuentos remiten, impelen, para plantear un diálogo que nos conmueva.

 

 

 

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