AMANECERES
María Ángeles Pérez
OTRO AÑO
Una vez más hemos vuelto a visitar nuestros muertos. Con antelación, encargamos las flores más bonitas para no sufrir la decepción de poder quedarnos sin ellas, y depositarlas sobre la tumba de aquellos que ya no están entre nosotros, por algo es el día records de ventas en todas sus variedades y colores. Con esmero hemos limpiado el entorno que ha sido estropeado por las adversidades y el paso del tiempo. Dejamos todo sepulcralmente preparado para honrar el recuerdo de los que duermen eternamente. Según la tradición son almas que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado y gozan de la vida eterna en presencia de Dios. Familiares y vecinos desfilamos religiosamente deteniéndonos frente a los sepulcros para ensalzar las bondades del difunto, sumidos en el más triste de los recuerdos, y tranquilizar nuestras vulnerables conciencias. Por cierto, yo siempre elegí margaritas blancas, es mi flor preferida, por tan emotiva ocasión, pero este año añadí un ramillete de amarillas, quizá para dar algo de colorido a la vida, perdón, quise decir para dar un matiz de color a la muerte.

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