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miércoles, 14 de agosto de 2019

Curiosa lectura de verano


 

 

Opiniones contundentes

Nabokov, Vladimir
Barcelona, Anagrama, 2017



«Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño.» Así comienza Nabokov el prefacio a este volumen, que recoge entrevistas, cartas al director y más de una docena de artículos (secciones, estas dos últimas, inéditas hasta hoy en castellano). Sobre todo a partir del éxito de Lolita, tanto novelístico como cinematográfico, Nabokov concedió diversas entrevistas en las que repasaba algunos aspectos biográficos y literarios de su personalidad, de sus rutinas como lector y como escritor, de sus filias y sus fobias. Pero las «opiniones contundentes» del autor ruso las encontramos en especial en sus cartas a diversas publicaciones y en sus artículos, donde da rienda suelta a su barroco ingenio y a su afilada prosa para hablarnos de autores como Jodasévich y Sartre, de los críticos obsesionados con los símbolos y de las vicisitudes editoriales que rodearon la publicación de Lolita. Aunque sin duda donde más afila Nabokov sus colmillos es en la polémica que levantó su traducción en prosa del Eugenio Oneguin de Pushkin, en la que expone sus teorías sobre la cuestión y fulmina verbalmente a sus críticos.
Merecen destacarse también la pieza lírica «Inspiración», en la que asistimos al nacimiento de una obra artística desde el lugar privilegiado de un maestro, y sus artículos sobre mariposas, donde el Nabokov de precisión milimétrica se fusiona con el científico para aficionarnos al singular mundo de la lepidopterología.
Las opiniones de Nabokov, contundentes siempre, arbitrarias nunca, suponen una cara imprescindible del prisma de su compleja y fascinante obra.

«La variedad, fuerza y riqueza de las intuiciones de Nabokov no tiene rival en la narrativa moderna. Lo más parecido al puro placer sensual que puede ofrecer la prosa» (Martin Amis).
«Nos honró al elegir utilizar y transformar nuestro idioma» (Anthony Burgess).
«Dominó los trucos de la novela, e inventó algunos propios» (Peter Ackroyd).
«Es imposible que la imaginación encuentre otro paladín de tanto vigor» (John Updike).

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