Vistas de página en total

miércoles, 17 de junio de 2020

Noches blancas


… me gusta

Dostoievski: el primer soñador de la historia de la literatura y sus "Noches blancas"

       En Rusia ocurre un fenómeno natural durante el solsticio de verano en las áreas de latitud alta, caso de San Petersburgo, cuyas puestas de sol son tardías y los amaneceres más tempranos. Como consecuencia, la oscuridad nunca es completa. Este fenómeno natural es conocido popularmente con el nombre de “noches blancas”, a las cuales Dostoievski hace alusión en sus obras, incluso titula así una de sus primeras novelas, Noches blancas (1848), y repite más tarde en, El Idiota (1866), cuando Ippolit lo visita en su dacha. Además, el narrador ruso, muestra un instante fugaz, en el cual el protagonista a lo largo de estas noches cree haber encontrado por fin el alivio tan esperado a su soledad, aunque en la última noche todo se convierte en un triste amanecer con la culminación de su ilusión.



La historia a contar
      
       El argumento de Noches blancas, que se desarrolla en San Petersburgo, es aparentemente simple: un joven solitario e introvertido narra cómo conoce de forma accidental a una muchacha durante una “noche blanca”. Tras el primer encuentro, la pareja de desconocidos se citará durante las cuatro noches siguientes, noches en las que la chica, de nombre Nástenka, relatará su triste historia, y en las que harán acto de presencia, de forma sutil y envolvente, las grandes pasiones que mueven al ser humano: el amor, la ilusión, la esperanza, el desamor, el desengaño.


Un soñador

       La crítica universal ha manifestado que Dostoievski, fue sin duda, el primer soñador de la historia de la literatura universal, aunque es verdad que, con el paso del tiempo, solo él ha conseguido soñar diferente, y por eso ocupa ese lugar privilegiado en el cosmos de los soñadores aunque quizá, influenciado por autores como Gógol o Turguéniev, transformara su propia quimera, porque pronto supo que ellos exploraban nuevas formas de expresión literaria como respuesta a los diversos movimientos románticos europeos que ya languidecían, y tradujo el suyo en un sueño trágico aunque repleto de esperanza, en un sueño ya derrotado de antemano, tal vez porque soñar, ya sea en el mundo real o en el mundo imaginado, siempre es arriesgado porque casi nunca sucede lo soñado y eso resulta doloroso, incluso en literatura. Y tal vez, Noches Blancas, una fugaz historia, a medias entre el relato y la novela corta, sea uno de los textos que mejor describen ese dolor literario, esa descomposición de los sueños y del propio soñador.
       Dostoievski transforma a su personaje en un hombre que ciertamente inspira tristeza por parecer un ser desvalido y timorato, alguien que rehúye de su realidad y se esconde de la misma, como si, quién sabe, huyera de un turbio pasado de sufrimiento (¿lo fue el propio del autor?) y para él su única redención posible sea la soledad, y convertirse en un misántropo y también en un soñador que espera que sus sueños no le dañen; en esto se traduce el intimismo de Dostoievski, y en especial el intimismo de muchas de las páginas de Noches Blancas, una trama que se recrea con rapidez, en tan solo cuatro noches y una especie de epílogo final, y la ciudad de San Petesburgo como escenario de nostalgia (podemos imaginarla, incluso tocarla y olerla como si de una secuencia cinematográfica se tratara), cuando el soñador camina y reflexiona (muy válidas algunas de sus indagaciones sobre el alma humana; inicio, sin duda, del retrato psicológico en la literatura) para encontrar de repente a Nástenka, un ser que también parece indefenso pues llora en soledad, y con quien el protagonista inicia una amistad que finalmente se transforma en un amor sincero por su parte, e idealizado, y posiblemente necesario para reemplazar a otro amor ausente por parte de ella, aunque el amor entre ambos, protagonista y Nástenka, nunca llegará a consumarse. Aún así se vislumbra en el final del relato una cierta esperanza, ausente de tragedia, como si retener un recuerdo fuera el motivo suficiente para la supervivencia de un hombre que ha renunciado por completo a sus semejantes. Es como la historia de un sueño, del sueño dostoiesvkiano, o al menos de sus inicios oníricos, cuando todavía gran parte de su obra transitaba en un lugar desconocido, en ese mundo que no se ve ni se siente y que, sin embargo, ya caminaba junto al autor, susurrándole ideas, tramas, sentimientos y más sueños para que en el instante oportuno nacieran a la vida literaria sus clásicos, Los hermanos Karamazov (1880), o Crimen y Castigo (1886), tal vez obras mayores que Noches Blancas, aunque es justo decir que este relato siempre vaga en el recuerdo del lector, tal vez porque la tristeza de sus páginas finalmente consigue aquello que Dostoievski siempre quiso: que alguien pueda creer en el sufrimiento humano como redención para el alma.




El autor
       Fiódor Dostoievski (Moscú, 1821 - San Petersburgo, 1881), educado por su padre, un médico de carácter despótico y brutal, encontró protección y cariño en su madre, que murió prematuramente. Al quedar viudo, el padre se entregó al alcohol, y envió finalmente a su hijo a la Escuela de Ingenieros de San Petersburgo, lo que no impidió que el joven Dostoievski se apasionara por la literatura y empezara a desarrollar sus cualidades de escritor. En 1849 fue condenado a muerte por su colaboración con determinados grupos liberales y revolucionarios. Tras largo tiempo en Tver, recibió autorización para regresar a San Petersburgo, donde no encontró a ninguno de sus antiguos amigos, ni eco alguno de su fama. Su obra, aunque escrita en el siglo XIX, refleja también al hombre y la sociedad contemporánea.

El ilustrador
       Nicolai Troshinsky (Moscú, 1985). Estudió ilustración en Madrid y más tarde asistió a cursos intensivos con Józef Wilkon y Linda Wolfsgruber en Italia. En 2009 terminó sus estudios de realización de cine de animación en la escuela francesa «La Poudrière». Desde 2006 lleva realizando proyectos de literatura infantil y juvenil, principalmente con editoriales españolas y en ocasiones siendo también autor del texto. En 2013 realiza el cortometraje de animación Astigmatismo que le merece numerosos premios y menciones en festivales internacionales. Desde 2010 realiza también una actividad paralela como diseñador de videojuegos experimentales.






Fiódor Dostievski, Noches blancas, Ilustraciones de Nicolai Troshinsky; traducción de Marta Sánchez-Nievas; Madrid, Nórdica, 2015; 126 págs.

No hay comentarios:

Publicar un comentario