Vistas de página en total

domingo, 13 de diciembre de 2020

Desayuno con diamantes, 153

 De vuelta en Manderley

                                   

       La imagen y la percepción que provoca en los lectores la literatura gótica implica una manera concreta de leer y, además, constatar cómo se estructura un relato que suscita una consideración más compleja y global de una realidad que resulta mucho más misteriosa, inquietante y perturbadora de lo que puede parecer a simple vista. La novela gótica se construye como una sucesión de enigmas a los que el protagonista deberá enfrentarse, y el lector entra en un universo en que cada situación, cada objeto, o cada personaje parecen esconder algo: un pasado oculto, un secreto tan disperso como fragmentario, o tal vez quimérico que guarda relación con los acontecimientos; en definitiva, una causalidad velada, y desde el comienzo sabemos que hay algo misterioso e ininteligible que se manifiesta fundamental, aunque se nos presenta como sumamente desconocido.

 

El clásico

       Rebecca (1938) es una novela gótica porque la presencia de este personaje influirá a lo largo de la historia sobre la protagonista. Mucha de la literatura relacionada con lo gótico en la primera mitad del siglo XX procede de los estilos tardíos del XIX, objetos que provocan cierta inquietud y toman las formas de aquellas tempranas manifestaciones: ciudades y casas, como espacios envueltos en pasados ocultos que, más tarde, influirán en los géneros populares de ficción, de aire romántico, de terror y de ciencia ficción. Dafne du Maurier utilizará patrones góticos en el contexto de una casa familiar para escribir su obra más popular, Rebecca, de manera que una esposa muerta continúa rondando en la vida de los personajes, y provocará el sentimiento de culpabilidad, de ansiedad y de sospecha que su recuerdo produce. Las ficciones góticas construyen identidades, fantasías, miedos y ansias, en su relación al deseo y a la sexualidad femenina; una joven se erige a sí misma como una heroína gótica en su matrimonio, y las mujeres constituyen el propósito y el apoyo para el hombre, intercambian identidades, como soporte narcisista en su propio reflejo. La heroína gótica era la imagen idealizada de la belleza, una especie de icono de la fantasía sexual que de una manera inocente capta la admiración de todos los hombres, y ese doble concepto de idealización y de represión va unido en la heroína; el aspecto angelical ofrece el lado romántico de las convenciones góticas, pero el otro es la condenación de la mujer a un rol pasivo puesto que puede ser sacrificada por la sociedad debido a los intereses sexuales y económicos y, en ese otro patrón de heroína, como víctima engañada, podemos ver la conexión entre la fantasía masoquista y la sexualidad reprimida. La heroína de Rebecca se ha demostrado a si misma su interés en el personaje ausente, como una consecuencia de su rivalidad por el cariño de Maxim.

       La presentación del paisaje puede sugerir estados emocionales, y la novela gótica está llena de descripciones que evocan una respuesta estética en el lector, usada con frecuencia como un tipo de correspondencia visual sugerente de un estado psicológico interno. A principios del siglo XX, a pesar del hecho de que el gótico refleja las ansiedades de la clase media, el rechazo de la acción se esforzó por desarrollar estructuras narrativas oníricas o alucinatorias, así la acción nunca dejaría de ser progresiva, solo circular, y cualquier aspecto que intentara el protagonista resultaba en su propia desintegración.

 

El argumento

       Rebecca cuenta la vida de Max de Winter y de quienes lo rodean; es un hombre de clase alta, viudo de su primera mujer, Rebeca, muerta en extrañas circunstancias, volverá a casarse con una joven que cuida a la señora Van Hopper, anciana de la alta sociedad, que la lleva de vacaciones con ella para que la asista como dama de compañía. Cuando la nueva esposa, feliz e ilusionada, llega a Manderley, la mansión del esposo, descubrirá que su pesadilla ha comenzado, ya que todos la comparan con la anterior esposa de su marido. Además, en Manderley, vive el ama de llaves, la señora Danvers, una mujer que adoraba a la anterior dama de la casa. La joven esposa solo encontrara consuelo en Jasper, el perro. Su vida transcurre entre continuas decepciones a lo largo de su estancia, incluso la abuela de su marido la llama Rebecca, el ama de llaves la convence para disfrazarse y acaba llevando el disfraz que lució Rebecca en la última fiesta de disfraces, o la cuñada le habla continuamente de Rebecca, es así como su fantasma se pasea por la mansión, todo cuanto acontece recuerda a la primera esposa, y entonces se manifiesta el carácter tosco del marido, porque Maxim no puede olvidar lo que ocurrió en aquella casa que tanto ama, a pesar de las nuevas circunstancias.

       Si establecemos ciertos límites entre el bien y el mal, como tabúes y prohibiciones, estos producirán los deseos que sólo pueden manifestarse en secreto, y la ostentación de estos deseos incorrectos tendrán un importante efecto sobre el contexto tanto psicológico como ambiental en la novela, pues la heroína gótica es presentada con una imagen de pérdida y sufrimiento, y por extensión la casa o mansión es una manifestación de ese ambiente gótico, un espacio arquitectónico que establece un lugar solitario y deprimente, y representa el angustioso pasado familiar, relacionado con los fantasmas de dicha familia y el sentimiento de culpabilidad. La familia burguesa es la escena del retorno fantasmal donde las fuentes de ansiedad son la culpabilidad, secretos del pasado, pecados y orígenes inciertos sobre la condición social. Los contrastes entre luz y oscuridad quedan reflejados en el texto y en los misterios de la mente o del pasado de la familia, de un especial interés. Encontramos en la novela Rebecca los conflictos internos y las contradicciones externas, el juego de ideales, la decepción y la duplicidad, así es como muchas de las ansiedades góticas del siglo XIX reaparecen en el XX.

       Al final de la novela, observaremos que el misterio de Rebecca ha sido expuesto y su aparente amenaza ha desaparecido cuando la heroína sueña con las invitaciones escritas a mano por Rebecca antes de mirar en el espejo y ver el reflejo de ella en lugar del suyo. Si el narrador ha encontrado un nuevo yo deliberadamente, un yo adulto competente capaz de tratar con la terrible revelación de su marido y la crisis posterior, ella aparentemente se ha trasladado de su prisión y ha vuelto donde empezó al principio de la novela, un aspecto  que demuestra que nunca se librará de una enigmática e influyente Rebecca. Esta novela traza un círculo romántico alrededor de una casa llamada Manderley, embrujada por una figura femenina fatal desde el punto de vista de la historia literaria, contada por la joven señora de Manderley, la nueva señora de Winter.

 

Las ediciones

       Daphne  du  Maurier  (Londres,  1907-Cornualles,  1989)  terminaba  la  redacción de Rebecca en 1938, en un momento de escasa fuerza física y mental que le había impedido avanzar en la escritura pese a la presión de su editor. Du Maurier era una mujer independiente y ajena a los roles asociados a la mujer. La autora reconocía las complicaciones de la vida marital y huyó del estereotipo de esposa-madre, datos biográficos esenciales para entender, por un lado, la obra Rebecca y, por otro, el sucinto análisis de la recepción de esta obra entonces en España, incidiendo en los comportamientos censores que regían en la época, cuando se produjo la primera traducción al español, una versión de Fernando Calleja publicada en 1943, cuando imperaba la Ley de Prensa de 1938, obra de Ramón Serrano Suñer, ministro de la Gobernación, que tenía como objetivo frenar la prensa republicana y poner el conjunto de la prensa al servicio del Estado fascista. Todo material escrito o audiovisual, idea o expresión autóctona o foránea quedaba al servicio del régimen franquista y sujeto a un estricto aparato de censura que resumía la ideología y moral del régimen. La novela incluye varios aspectos y matices que bien podrían haber impedido su publicación en España; en primer lugar, el propio personaje de Rebecca, una mujer fuerte, independiente, adúltera en las antípodas del ángel del hogar de ese ideario franquista: una mujer supeditada a su marido y cuya función en la vida se reduce a la procreación; en segundo lugar, los matices lésbicos del ama de llaves; y, en tercer lugar, la sensualidad inherente al conjunto de la novela, aunque, curiosamente, el régimen franquista aceptó todos y cada uno de los intentos de publicación y reimpresión del texto en España; sin embargo, la adaptación teatral de la misma, llevada al escenario en 1943, no tuvo la misma fortuna y sufrió los rigores de la Ley de Prensa.

       La editorial argentina Glem había publicado la novela que tituló, Rebeca: una mujer inolvidable, en 1940, traducida por Julio Vacarezza. Desde Buenos Aires llegaban muchos libros traducidos que evitaban el trabajo y la censura, y se sabía del éxito de la novela porque el mismo editor español había adelantado que ya se estaba publicando como un folletín en el periódico Unidad, vespertino que habían fundado los falangistas Antonio Fraguas y José Antonio Jiménez Arnau en San Sebastián. Los primeros capítulos habían aparecido el 9 de febrero de 1942, así que la editorial Calleja reclamó su derecho a publicar la obra, puesto que la traducción era del nieto menor del fundador, Fernando Calleja.

       La Biblioteca Nacional constata, a día de hoy, más de cuarenta  reediciones de la traducción de Rebecca al español, entre ellas Plaza (1955), Planeta (1958), SGEL (1960), y de nuevo Planeta (1965). La primera versión de la novela es de 1942, y en lugar de ser una traducción completa se trata de un texto abreviado basado en la versión cinematográfica, y esta traducción y adaptación, firmada por Fernando Calleja y editada por la editorial La Nave, fue reeditada por la misma editorial al año siguiente, en 1943, pero ya en una versión completa de la novela de Daphne du Maurier, aunque las traducciones al español posteriores que han seguido a aquella fecha son del mismo Calleja, a excepción de una de 1993 firmada por Gloria Martínez y editada por Ediciones B; volvió a reeditarse en 2009, en 2016, y una tercera edición, en un hermoso formato, al cuidado de María García en 2020, en Galaxia Gutenberg, que una vez más vuelve a la cuidada traducción de Calleja Gutiérrez.

 


                                             Rebecca

                                      Dafne du Maurier

                       Traducción de Fernando Calleja Gutiérrez

                          Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario