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miércoles, 11 de diciembre de 2024

Hoy tomo café con…

 

Irene Reyes-Noguerol

 

 


 

       Irene Reyes-Noguerol (Sevilla, 1997. Graduada en Filología Hispánica, fue seleccionada por la revista Granta como una de los veinticinco mejores narradores jóvenes en español. Autora de los libros de relato Caleidoscopios (2016) y De Homero y otros dioses (2018). En Páginas de Espuma acaba de publicar, Alcaravea (2024).

 

 

Usted habla de la literatura como un híbrido, ¿engloba entonces cualquier género en esta definición?

       En mis textos, la hibridación suele traducirse como un intento de difuminar los límites tradicionales entre la narrativa, la lírica y el drama, los tres géneros canónicos. En concreto, la combinación de los dos primeros tiene presencia en toda mi escritura, que podría definirse como una especie de prosa poética que pretende explorar las intersecciones entre la narratividad pura y la retórica propia de la lírica. Ciertos rasgos del género teatral, como el empleo del monólogo dramático o la referencia a un en los relatos con narrador en segunda persona, son también visibles en algunos cuentos y forman parte de mi manera de entender la escritura.

 

 

¿Escribe cuentos como un auténtico reto narrativo o literario?

       Todo tipo de literatura supone un desafío, porque el lenguaje configura una visión del mundo donde, a través de la voz del escritor, la palabra desarrolla su potencia creativa. Como, en mi caso, el concepto de cuento no se limita a lo plenamente narrativo, escribir es un reto a todos los niveles. Para mí, el contenido de los textos pesa tanto como su estilo, por lo que no considero que el argumento sea lo esencial, sino la conjunción de fondo y forma. Las historias son limitadas, y, por mucha capacidad imaginativa que tenga un autor, terminará siempre reescribiendo tramas que ya se han contado en innumerables ocasiones a lo largo de los siglos. De ahí la importancia de la voz individual, que permite que la literatura se renueve gracias a infinitas formas de expresión.

 

 

Las colecciones Caleidoscopios (2016) y De Homero y otros dioses (2018) ¿la pusieron, de alguna manera, en el punto de mira de la narrativa breve española?

       Ediciones en Huida y Maclein y Parker, las editoriales que quisieron confiar en mi escritura, me ayudaron mucho a empezar a abrirme camino en el mundo literario. Con ambas tuve la oportunidad de participar en eventos y contactar con otros autores que ya leía y admiraba desde antes de publicar ningún libro. La repercusión de De Homero y otros dioses, además, se vio acrecentada gracias al reconocimiento de la revista literaria Granta, cuyo jurado tuvo la generosidad de incluirme entre las mejores veinticinco voces narrativas menores de treinta y cinco años en español.

Sin embargo, siempre he intentado ser realista; soy consciente de que, a pesar de todo, el mundo literario es muy complejo y aún me queda mucho trabajo por delante. Me gustaría recorrer ese largo camino junto a mis compañeros de generación con la esperanza de llegar a buen puerto algún día.

 

 

¿Qué le pide a un buen cuento?

       Al contrario que como escritora, como lectora disfruto muchísimo leyendo narrativa pura, tanto novelas como cuentos. Me gustan especialmente aquellos relatos que se despliegan a través de una voz que sirve como guía y hace que el lector avance en el texto como si fuera una especie de encantamiento. Me fascina, por ejemplo, el manejo del cuento en Hispanoamérica, donde no solo hay tradición y respeto por la narrativa breve del siglo pasado, sino que hoy se sigue cultivando con igual potencia y maestría. Los temas tratados por estos cuentistas y la fuerza que tienen a la hora de reflejarlos me parecen más que dignos de admiración.

 

 

Su tercera entrega, Alcaravea (2024), ¿es su confirmación a esa singular vocación respecto al relato breve?

       Sí, me parece muy importante defender las formas breves; en especial, en un país como España, donde prácticamente solo tiene cabida editorial la novela, a pesar de que hay grandes autores de cuento a quienes no se valora como se debería. Del género del relato valoro particularmente su preferencia de la intensidad sobre la extensión; es decir, la capacidad de presentar en pocas líneas instantes significativos de las vidas de los personajes. Además, al ceñirse a un espacio reducido, la indagación estilística suele resultar bastante más rica que en una novela extensa, porque el esfuerzo de condensación implica necesariamente una mayor reflexión formal.

 

 


¿El proceso creativo de un poema es comparable al proceso creativo de un cuento?

 

       Según la manera en que entiendo la escritura de un cuento, sí, creo que es un proceso creativo semejante al de la poesía. En ambos casos se parte de momentos muy concretos que se amplían gracias a la indagación en el detalle y la sensibilidad del yo o de los personajes. Un relato, como un poema, es una especie de latido único que debe prolongarse en el tiempo y en la memoria del lector. Ambas formas cuentan, para ello, con una diversidad inmensa de recursos retóricos. Así, lo mínimo se dilata y perdura tanto o más que los géneros extensos.

 

 

La crítica ha señalado que su escritura es tan sensorial como reflexiva, ¿está usted de acuerdo y formaría parte de dos de sus características esenciales?

       Procuro que mis relatos trasciendan los límites de la acción para transformarse en algo más abstracto y menos determinado por las normas tradicionales de creación narrativa. Por eso, me apoyo mucho en lo sensorial, para intentar extender el instante más allá de sus fronteras temporales. Creo que, si en un texto participa no solo la vista, sino también los otros sentidos, la impresión lectora es más completa, el se hace más partícipe de aquello que el yo del autor pretende comunicar a través del filtro de los personajes.

Igualmente, la reflexión es lo que motiva la mayoría de mis cuentos, donde se prefiere el pensamiento a la acción, la palabra a los hechos. Me interesa mucho más la expresión de la psique en periodos de inestabilidad emocional que narrar pormenorizadamente las vidas de los personajes.

 

 

Desde un punto de vista estilístico, ¿qué valor le otorga usted a la palabra y su sonoridad para construir sus relatos?

       Considero que tienen un valor fundamental. No concibo laescritura de un relato sin prestar atención a la vertiente sonora del lenguaje, aquella que permite que la palabra sobrepase las fronteras del mero contenido y se aproxime a la capacidad retórica de la poesía. Al adentrarme en la creación de un texto, necesito ser capaz no solo de leerlo, sino también de escucharlo y de sentirlo. Mi manera natural de escribir implica el análisis formal de cada frase antes de plasmarla en el papel, porque creo que toda palabra tiene un peso relevante y, en consecuencia, no es sustituible por otras. Procuro que mi escritura siga siempre un patrón musical y rítmico, basado en paralelismos y estructuras de reiteración, de modo que llegue en ocasiones a acercarse al rumor de una letanía.

 

 

Usted ha llegado a afirmar “universalizar lo familiar y convertir en familiar lo universal”, ¿sería esta la síntesis lectora de quien se acerca a su libro?

       Diría que sí, es una de las intenciones más claras de Alcaravea. En estos relatos, tienen presencia personajes de relevancia histórica y artística –Van Gogh, Almutamid, la madre de los hermanos Machado, Lope de Vega…- que comparten espacio con otros extraídos de la memoria íntima o familiar; en este caso, una bisabuela y varios tíos abuelos cuyas vidas conozco gracias a los relatos que he escuchado en casa desde siempre. En este libro se combinan las dos tradiciones: aquella que todos conocemos pero que admiramos como espectadores externos que no participan activamente y esa otra que forma parte de nuestra genealogía pero que solemos reservar para la intimidad por creerla menos meritoria e incluso, a veces, vergonzante.

Como manera de aproximación de ambos universos, he intentado tomar lo que los identifica: la vulnerabilidad de sus personajes, que al presentar sus heridas y carencias demuestran lo que considero una humanidad radical, ajena a prototipos o convenciones sociales. Con ello, la Historia que siempre hemos contemplado desde la distancia se equipara con las pequeñas historias que, gracias a su universalidad, adquieren el valor que les corresponde.

 


 

En estos cuentos predomina cierta dureza y cierta oscuridad en eso que definimos como condición humana, ¿sigue siendo materia narrativa que importa al lector?

       Al contrario de lo que se opina normalmente, pienso que la oscuridad y el dolor son un material literario muy fértil por la capacidad de empatía del lector, no por el morbo que puedan generar. Distinto es, por supuesto, que existan novelas basadas en la violencia y el sufrimiento gratuitos para atraer al público, pero aquí quiero centrarme en las obras donde están presentes tanto la luz como las sombras, no solo estas últimas.

Con la presentación del sufrimiento de otros seres humanos (porque no considero a los personajes menos que eso), tanto el autor de un texto como sus lectores dan lugar a un proceso de identificación que creo muy vinculado a la capacidad de sentir compasión por el prójimo. Esto no es ninguna novedad, ya sucedía en la tragedia griega con la catarsis; la belleza de este fenómeno está en que no se agota con el tiempo, sino que, a pesar de los siglos, la voluntad de entender a los demás permanece por encima del simple morbo por el dolor ajeno.

 

 

Sus personajes, de alguna manera, sobreviven y se aferran a cierta dulzura, a la ternura o al amor, ¿sigue existiendo la posibilidad de una vida amable?

       Creo que, a pesar de las dificultades, siempre hay un motivo por el que merece la pena seguir adelante, y en este libro suele ser el afecto por los otros. A pesar de que los personajes sufran, mantienen la voluntad de no dejarse arrastrar completamente por la melancolía, y es esta fuerza la que me interesa. No la que se defiende desde la superficialidad y hace que los protagonistas deban mantenerse enteros en todo momento como símbolo de resistencia. No pienso que un ser humano demuestre más valentía ciñéndose al concepto absurdo de que la debilidad se asocia a la vulnerabilidad, y no comparto la idea de que un personaje deba cumplir con una serie de tópicos para ser catalogado como fuerte.

Creo que el verdadero valor reside en la expresión del dolor, no en evitarlo ni enfrentarlo a la manera de algunas novelas cuyos protagonistas, de tan “valientes”, se acercan a lo autómata. Negar la fragilidad es negar la condición humana, así que intento que mis personajes alcancen su dignidad mediante la expresión de sus zonas más oscuras. Creo que solo así es posible encontrar una luz que los alivie y los reconcilie con su propia existencia. En el caso de estos relatos, aparecen la familia, la bondad, la ternura y todos aquellos sentimientos considerados menores por el simple hecho de no ser pasiones que arrasan con todo.

 

 

¿Exige usted que un cuento sea perfecto?

       Aunque exista la idea de que los creadores buscan la perfección, creo que nada en el arte puede ser perfecto. Si así fuera, todos los autores escribiríamos de la misma manera, sin voz propia, siguiendo un conjunto de reglas para asegurarnos de que nuestros relatos se acercaran lo máximo posible a un ideal inexistente. La riqueza de la literatura radica precisamente en la diversidad de poéticas individuales; es decir, en aquello, a veces indefinible, que hace que la prosa de un escritor pueda distinguirse entre otras. Por eso, ni como autora ni como lectora puedo (ni quiero) exigir que un cuento sea perfecto.

 

 

Personajes reales, Lope o van Gogh se mezclan con madres coraje o niñas huérfanas, ¿el propósito es una perspectiva que poco importa que haga saltos en el tiempo?

       Exacto, en Alcaravea he intentado equiparar las experiencias de todos mis personajes, independientemente de su época y condición. Como ya sucedía en mi anterior conjunto de relatos, De Homero y otros dioses, también aquí he querido identificar vidas pasadas con otras más próximas a la actualidad.

El dolor de Lope por la locura y ceguera de Marta de Nevares me parece similar a la desazón de una madre que trata de mantener consigo a toda costa a su hijo devorado por la adicción, y el amor de Almutamid y Abenámar, marcado por la comprensión mutua y el intercambio artístico e intelectual, se asemeja a la pasión inconclusa de mi tía abuela con el maestro que la alfabetizó y le abrió las puertas de la cultura.

A pesar de los siglos que median entre las distintas historias, hay experiencias universales que se repiten con la única modificación de los personajes que las protagonizan y que encarnan una sensibilidad que permanece intacta.

 

 

El misterio, la magia o el poder ¿siguen siendo elementos fundamentales para contar un cuento?

       Creo que siempre nos sentiremos atraídos por aquellos relatos que nos sumergen en mundos ajenos a los que podemos acceder por un momento. Cuando pienso en el misterio, la magia o el poder de la literatura, lo hago en relación a los creadores; en especial, a aquellos cuentacuentos que nos han legado oralmente infinitas historias que hoy forman parte del imaginario colectivo. Como sucede con la nana de mi bisabuela que da nombre a este libro, creo que deberíamos sentirnos agradecidos con mucha más frecuencia por nuestro legado tradicional. Gracias a esas personas que supieron dar voz a miles de relatos, hoy contamos con un patrimonio popular riquísimo. No me gustaría que cayeran en el olvido todos aquellos que, a pesar de verse condenados a la anonimia, transmitieron con maestría tantas historias que hoy son parte imprescindible de nuestro acervo cultural.

¿Acción y desarrollo determinan un cuento?

       Si hablamos de narrativa tradicional, sí, pero no diría que resulta indispensable en la actualidad. No es, por ejemplo, el elemento definitorio de mis cuentos. En ellos, prefiero dejar de lado el desarrollo de un argumento completo para centrarme en la expansión de un instante específico que permita la reflexión de los personajes. Creo que el concepto de cuento ha evolucionado hasta convertirse en algo que a veces ni siquiera tiene que ver con el deseo de narrar entendido a la manera clásica. Sí que permanece la voluntad de comunicar parte de una historia en un formato breve, pero ahora tienen cabida elementos que antes se reservaban a géneros como la poesía o el teatro.

 

 

¿Qué supone publicar Alcaravea en una editorial que dedica todo su esfuerzo al cuento?

       Es un honor inmenso formar parte del catálogo de Páginas de Espuma. Tener la oportunidad de ser publicada por una editorial que desde hace años leo y admiro es tan emocionante como cumplir un sueño. Todo el equipo colabora y se esfuerza al máximo, su capacidad de trabajo es impresionante, e imagino que cada autor de su catálogo se habrá sentido tan bien recibido y apoyado como yo me siento. Es maravilloso poder colaborar con quienes se dedican con tanta pasión a reivindicar el género del cuento.

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