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jueves, 27 de agosto de 2015

Los olvidados



RAFAEL DIESTE
(La obra literaria)


      El escritor granadino Francisco Ayala escribe en Recuerdos y olvidos (1982-1988) una memorable semblanza de su compañero en el exilio Rafael Dieste con quien trabajó en el proyecto de Ediciones Nuevo Romance, junto, al también exiliado, Rafael Alberti. Dice de él lo siguiente, «escritor de tan fina sensibilidad como finas eran las maneras del hombre civil cuya cortesía y delicada ponderación hacía contraste con la tónica desorbitada, gesticulante y gritona de nuestras tertulias». 
        Rafael Dieste nació en Rianxo (La Coruña) en 1899 y falleció en Santiago de Compostela, en 1981, y formó parte de ese nutrido grupo surgido en torno a Hora de España que constituye, según el profesor DaríoVillanueva, una de las unidades generacionales del 27 español y que en Galicia se identificó como  «generación de 1925» y que, pese a su indiscutida autonomía, coincide en sus referentes sociológicos, vitales y estéticos con la española del 27. Dieste siempre mantuvo esa necesidad de un diálogo interior que conciliara sus contradicciones y jerarquizara los valores de su obra, partiendo de una identificación de la memoria y la conciencia. La revisión que Darío Villanueva propone en sus Obras Literarias (2006) dentro de la serie, Colección Obra Fundamental, de la Fundación Santander Central Hispano, en lo vital, intelectual y literario, invita a realizar una nueva lectura, más ambiciosa y comprometida, de este autor olvidado y en los diversos ángulos que lleva a cabo la  propuesta: teatro, poesía, ensayo y cuento.   

        Una de las cosas en las que se equivocó todo el mundo, escribe Andrés Trapiello en Las armas y las letras (1994), fue en que la guerra iba a ser corta. El gobierno republicano decidió trasladar a los representantes del Estado a Valencia y entre otros muchos intelectuales figuraban Solana, López Mezquita, Machado, Victorio Macho y Moreno Villa. En Valencia no se oían cañones, ni bombas, las calles estaba concurridas, funcionaban las tiendas y los cafés, los teatros y todo parecía obedecer a la normalidad. Allí se publicó la revista Madrid, subtitulada, Cuadernos de la Casa de la Cultura, que desde el punto de vista literario resultó aburrida. Más suerte tuvo Hora de España, la más importante publicación de la guerra y una de las mejores del siglo porque los intelectuales y los escritores de la República supieron aprovechar la propaganda que dentro y fuera de España les iba a proporcionar la inapreciable cantidad de poetas, filósofos, prosistas y pintores que aparecieron en sus páginas. La revista fue concebida y dirigida por jóvenes como Rafael Dieste, de quien había sido la idea, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert y Salvador Sánchez Barbudo. De la mano de José Moreno Villa fueron al despacho del director de Propaganda para convencerle de la necesidad de crear una revista que agrupara el mayor número de tendencias, estilos y escritores de la República. El primer número está fechado en enero de 1937 y, durante el primer año, se publicó en Valencia, pero en enero de 1938 se trasladará a Barcelona. Este mismo año Gaya, Gil-Albert, Barbudo y Dieste fueron movilizados y volverían al frente de batalla, de donde iban y venían para no desatender sus tareas intelectuales.
        En el Rianxo adolescente de Rafael encontrará el joven escritor extraordinarios mentores y compañeros intelectuales: su propio hermano Eduardo, Alfonso Rodríguez Castelao, Rogelio Pérez y el poeta vanguardista Manuel Antonio. Los años 1910 a 1930 estarán marcados en Dieste por sus primeras entregas literarias y su formación autodidacta que se verá enriquecida por las aportaciones de artistas y escritores como Vicente Risco, Carlos Maside, Otero Espasandín, Valentín Paz Andrade, Bal y Gay o Luis Seoane. Participará en revistas como Charamuscas escrita en lengua gallega y tras el servicio militar en la guerra del Rif entre 1922 y 1923, regresa a su tierra donde se incorporará al diario Galicia y poco después a la redacción de El Pueblo Gallego. Su contribución, en castellano y gallego, a este periódico, según señala Villanueva, es sumamente reveladora de su actitud intelectual por la abundancia de artículos publicados entre diciembre de 1925 y julio de 1927, recogidos poco antes de su muerte en 1981 en un volumen. En 1930 se traslada a vivir a Madrid y enseguida forma parte de distintas tertulias donde conocerá a pintores, músicos y escritores y sobre todo contará con el apoyo de su hermano Eduardo. El reto de las Misiones Pedagógicas le llevará a encontrar un perfecto ambiente y acomodo entre numerosas personalidades que trabajaban en el proyecto y, sobre todo, por esa necesidad de comunicación del gallego y esa desinteresada búsqueda de favorecer a los demás. Los nombres de Sánchez Barbudo, Ramón Gaya, Lorenzo Varela, Serrano-Plaja, Otero Espandín, Fernández Mazas, Urbano Lugrís y María Zambrano acompañarán en las Misiones a Cossío en su compromiso con el pueblo, esa nueva proyección del nuevo Estado republicano: educación para todos, justicia social y también un particular empeño por llevar lo lúdico y la diversión a los rincones, aldeas y pueblos más perdidos de la geografía española. Durante la primavera de 1934, en el marco de las Misiones, se produce el reencuentro entre Carmen Muñoz, inspectora de Primera Enseñanza y Rafael Dieste y, de su relación amistosa, pasaron meses más tarde al matrimonio y, como señala Villanueva, sería injusto no destacar el papel de la esposa junto a Rafael durante los casi cincuenta años de convivencia, con entregada voluntad y fe inquebrantable en los momentos más difíciles de la guerra, el exilio y la posguerra y, aun más, su intensa labor tras el fallecimiento de Rafael. Ella fue la que se hizo cargo de Nova Galiza mientras su marido marchaba al frente de batalla. «La guerra, posiblemente, supuso para un espíritu como el de Dieste (...) una crisis en su idea de la conciencia de ser y de una cierta forma de abstracción del tiempo histórico inmediato que acaso habría promovido en él la singular filosofía de la literatura de su hermano Eduardo», escribe Villanueva refiriéndose a ese gran proyecto que llevó a cabo y él concretó en Hora de España.
        En febrero de 1939, tras la caída de Barcelona, Dieste toma, como tantos otros, la dolorosa ruta del exilio, que le llevará con todo el comité de redacción de Hora de España, salvo Altolaguirre, al campo de concentración de Saint-Cyprien y de allí saldrá para reunirse con su esposa herida en el bombardeo de Figueres, rumbo a Rotterdam para embarcarse allí a Montevideo y pasar posteriormente a Buenos Aires en donde fijarán su residencia con breves escapadas a Cambridge y Monterrey. En su exilio bonaerense escribirá el grueso de su obra.

        En agosto de 1961, Carmen y Rafael regresarán definitivamente a España, tras una visita anterior de ella en 1949. Tentados a fijar su residencia en Madrid, sentirán mayor atracción por la Galicia natal del escritor y entre Rianxo y A Coruña vivirán un feliz reencuentro con la cultura y la literatura gallegas.  Durante las décadas de los 60 y 70 Rafael Dieste se ocupará de la reedición o revisión de su obra en gallego, pronuncia numerosas conferencias por los pueblos y, en ocasiones, se acompaña él mismo al piano. El éxito de crítica de la nueva edición de Historias e invenciones de Félix Muriel en 1974, inicia el reconocimiento y el rescate de la obra de Rafael Dieste, a lo que contribuirá, también, la publicación de su Teatro en 1981, en dos volúmenes, además de los ensayos reunidos en El alma y el espejo (1981) y las monografías dedicadas al autor por Estelle Irizarry en 1979 y 1980.

        La primera entrega narrativa de Rafael Dieste data de 1926 y es, precisamente, un libro de narraciones gallegas que tituló Dos arquivos do trasgo. Contos do monte e do mar (De los archivos del trasgo. Cuentos del monte y del mar, traducido en 1989 por César Antonio Molina, compuesto por un breve «Limiar» o prólogo aforístico y ocho relatos más. La versión definitiva, publicada en 1973, reúne ya veinte relatos, algunos de ellos escritos en los años 50 durante su estancia argentina. Las ideas de Dieste sobre el cuento se basan en la noción de «unidad emotiva», dada cuando el lector es capaz de enlazar con las imágenes sucesivas desarrolladas a lo largo del discurso.
        El realismo maravilloso de Rafael Dieste, señala Villanueva, se mantiene en su segundo libro de cuentos  Historias e invenciones de Félix Muriel publicado en Buenos Aires en 1943. La acogida en el ambiente cultural bonaerense fue excelente y numerosos medios hispanoamericanos se ocuparon del libro. No ocurrió así en España donde se publicó 30 años más tarde, en 1974, con gran elogio de crítica hasta, incluso, ser calificado como el mejor volumen de cuentos de todo el siglo XX. Compuesto por nueve relatos de extensión variada, desde casi una viñeta lírica, hasta un cuento, o hasta casi el concepto de novela corta como ocurre con «El jardín de Plinio», «La peña y el pájaro» o «La asegurada». Y una última creación breve que aparecería póstumamente, en 1985, con el título de La isla, en realidad textos aún sin acabar, que ofrecen una visión fragmentaria pero considerablemente valiosa, como estableció Carlos Gurméndez en su prólogo a la edición póstuma.

        El autor gallego se incorpora muy pronto al mundo del teatro con una pieza en su lengua materna A fiestra valdeira. Comedia de remate ledo en tres lances, o derradeiro cun respiro, en 1927, reeditada posteriormente en Buenos Aires, en 1958, en versión definitiva. Dieste había trabajado el teatro, sobre todo el de máscaras y el de guiñol, durante su etapa en las Misiones Pedagógicas y había estrenado El dragón y su paloma, obra perdida durante la guerra, y Duelo de máscaras (1934), cuya versión definitiva se publica ahora en la edición de la Obra Fundamental, junto a otra de sus obras más significativas, Viaje y fin de don Frontán. Farsa trágica (1930). En ambos casos se goza de la mejor escritura en gallego, del realismo mágico en la primera y una cierta proximidad valleinclanesa e incluso cervantina en la segunda, aunque la obra de Dieste es más intelectual y utiliza el recurso del teatro dentro del teatro, incluso la denominada metaficción para crear con su guiñol en la misma obra un drama paralelo al de don Frontán. Manuel Aznar Soler ha recordado el teatro de Cervantes al hablar de Dieste y en ello insiste con otra de sus obras principales, una comedia: La perdición de doña Luparia (1934).
        La primera edición del único libro de poesía conocido de Dieste data de 1933. Se titula Rojo farol amante y se editó en Madrid, aunque existe una segunda edición definitiva en Buenos Aires de 1940. Por el talante del libro no pertenece a ninguna de las escuelas líricas, ni recuerda al grupo del 27, pero se trata de un poemario muy de la época, con un fundamento de la poesía como concepto de esencia pura, con profundas raíces en el surrealismo y la poesía tradicional.
        En cuanto a su obra ensayística, muy extensa y miscelánea, el volumen de la Fundación Santander Central Hispano recoge La vieja piel del mundo (1936), una especie de memoria de su aproximación al mundo del teatro en Europa en aquel momento, fruto de su estancia en varias capitales como Bruselas, Amberes o París. Otro ensayo más, El alma y el espejo (1948) recoge sus reflexiones sobre literatura y lo que él mismo llama la «situación literaria». Se trata de un epistolario con varios lectores para avanzar dialécticamente el hilo de toda la argumentación, llamando así la atención a los posibles destinatarios, como señala Darío Villanueva. Otros libros suyos son Nuevo tratado del paralelismo (1955), Pequeña clave ortográfica (1956), Diálogo de Manuel y David y otros ensayos (1965), ¿Qué es un axioma? (1967) o Testamento geométrico (1975). La revista Anthropos le dedicó un homenaje en un interesante número de 1991.
        Junto a los nombres de Eduardo Blanco Amor y Álvaro Cunqueiro, el de Rafael Dieste representa a esa memorable nómina de escritores gallegos que supieron realizar en sus dos lenguas una de las más sólidas trayectorias literarias del siglo XX, tanto en su Galicia natal como en el resto de los países de lengua castellana.

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