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jueves, 25 de junio de 2015

Hoy invito a...


Mónica Soave




Un cuento: DE BLANES A BEGUR

- Una borrachera peor que en Madrid, en Tarragona fue. Que luego lo peor son las bebidas dulces. Yo había ido a cantar, con eso de los temas, y había ahí una celebración, ya has visto, que vino, que champagne, y luego nueve cubatas, nueve, y que no me he sentido del todo borracho, te lo digo.

Que yo lo sé y vos lo sabés, que el Audi negro que nos cruzó en el centro de Valencia y que después vimos en la ruta, está aquí. Me acuerdo del número de la patente y es el mismo que está estacionado frente al bar en esta playa alejada del mundo donde no queríamos que nadie nos encontrara. ¿Sa Riera se llama? No, si no lo sé muy bien, si acabamos de llegar y teníamos hambre, tanta hambre después de horas de conducir - de observar tu perfil frente al volante, de cansarme tratando de dilucidar nombres de ciudades y caminos en el mapa. Así que vinimos aquí, al único lugar que divisamos con algunas luces y este muchacho que habla de su sueño de alcohol en Tarragona, que no en Madrid esta vez.
La chica que atiende la cervecería tiene la remera subida en la panza, se me ocurre al principio que puede estar embarazada - tan chiquita, tan pálida - pero no, es sólo la remera rayada verde y roja como almidonada que le hace un pico adelante - de un algodón barato, mal lavado, pienso. También pienso que debe de tener sueño, pobre, porque se recuesta sobre la caja con ojos opacos y es ahí cuando veo el Audi negro en la penumbra, el Audi negro con la sombra del hombre que lo conduce, que es el mismo hombre, claro, de las calles de Valencia donde nos perdimos y el mismo que nos pasó en la autopista a más ciento ochenta kilómetros por hora.
-  Una cuba libre de nuevo, jamás.
La chica también, parece haberlo visto y entonces deambula por el local semivacío con la remera alzada y vuelve a la caja como sonámbula.
Hay una máquina expendedora de cigarrillos en un rincón. Comprás un atado de Ducados y decís que son horribles al encender el primero. Mientras, hojeo un diario escrito en catalán que encontré sobre una de las mesas. Ininteligible.
Espío al hombre del Audi porque ya no tengo ganas de hablar más con vos. Y no me parece sino que, de pronto, tengo la absoluta certeza de que se ha quebrado, de que se ha derribado definitivamente la contención de odios acumulados entre nosotros en ese camino angosto y escarpado de Blanes a Begur. Intentamos - claro que intentamos - mostrarnos más cordiales, sacarnos unas fotografías juntos para guardar luego en nuestros respectivos y clandestinos álbumes, recuperar cierta ternura abrazándonos ante la magnificencia de los acantilados y el mar, recordar algunos tiempos no tan lejanos que parecen ahora perdidos para siempre, llegando al fin a ese hotel entre los árboles que me gustó desde un principio y que a vos te pareció tan excesivamente primitivo. Pero el único. El cansancio del viaje no dio siquiera para deshacer la también única valija que trajimos. No hay televisión. No hay aire acondicionado. No hay señal de teléfonos. Sólo una enorme ventana abierta a una impecable noche con estrellas. Esta noche, y el hambre, y ningún amor.
Yo pa' ti no estoy - canta Rosana desde una radio vetusta - pa' ti no estoy.
Me gusta su voz, las canciones que canta. Alzo la vista del diario escrito en catalán del que sólo entiendo el significado de las ilustraciones y te veo mirándola, a la chica - tan chiquita, tan pálida. Ella te devuelve descaradamente la mirada mientras intenta sin ganas limpiar el mostrador cubierto de cáscaras de maní y trozos desmenuzados de papas fritas húmedas.
Estamos solos en el local. Los muchachos que hablaban se han sentado afuera, frente al mar, tomando sus cervezas. Uno de ellos se acerca al hombre del Audi, no entiendo lo que dicen pero se nota que el hombre alza la voz y me da la impresión - en realidad, creo que imagino - que señala hacia adentro, hacia estas luces tenues, hacia mí, hacia nosotros dos que continuamos sin hablar de puro tedio.
Vos seguís mirando a la chica con detenimiento, casi como en una inspección. Antes me hubiera importado, antes me hubiera molestado, antes tal vez te hubiera hecho una ridícula escena. Pero todo eso, antes. Antes cuando todavía conseguíamos divertirnos juntos, amarnos sin vergüenzas ni pudores bajo las sábanas vaporosas de cualquier habitación de cualquier hotel, atorarnos con las palabras que queríamos decirnos todas juntas. Antes, cuando no tenía la más mínima importancia la carencia de aire acondicionado, o televisor, o celulares. Antes.
Ella te sonríe, indicándote - o indicándome - que se le acabó el sueño. Camina entre las mesas y se le ve el ombligo debajo de la remera alzada y rayada y almidonada. Tiene un pequeño aro de plata ahí que intenta mostrarte.
El hombre se baja del Audi y camina lentamente hacia aquí. Es alto, muy alto. Me recuerda a la época en la que únicamente me gustaban los hombres altos y vos sólo te acercabas a las chicas jovencísimas con barrigas al aire y, tal vez, aros en el ombligo.
Y entonces estoy harta e, intempestivamente, quiero volver. Pero no te lo digo.
Me voy a vivir tranquila -  sigue cantando Rosana - sin pausa pero sin prisa.
Volver. ¿Adónde? No seguramente a mi estúpido y resquebrajado y aburrido matrimonio de años ni a mis más estúpidas y absurdas y descabelladas escapadas con vos, a esas horas o a esos pocos días robados al tiempo, no a este siempre fin de la pasión, a este inevitable comienzo de otro silencio y otro infierno. “Todo es siempre igual”, pienso, y me palpo el ombligo sin ningún aro.
No te das ni cuenta cuando salgo hacia el fresco de la noche marítima mientras la chica apaga las luces y se sienta a tu mesa que ha quedado baldía de mí y yo me subo al Audi negro y le ruego, por favor, a ese hombre alto, que me saque de aquí, que me lleve a algún lado, que me deje muy lejos, sin valija, sin documentos, sin retorno.


Acerca de la autora

     Mónica Soave es socióloga. Nació en Buenos Aires y vivió durante varios años en Puerto Madryn (Chubut), donde participó del movimiento literario del sur del país, organizó talleres de escritura, realizó publicaciones en revistas y diarios patagónicos y obtuvo numerosas distinciones literarias nacionales e internacionales. De vuelta en Buenos Aires, fue colaboradora de la Fundación Puro Cuento y publicó su libro de relatos Por Amanda y los demás. Obtuvo cuatro premios en el tradicional encuentro de la comunidad galesa del Eisteddfod del Chubut, en Trelew y en Trevelin.
     Publicó El botón de nácar (Historias en la historia de los colonos galeses en Patagonia) y 180 Sur (Biografías en Patagonia). Ambos libros se adentran en el tema de la inmigración en nuestro Sur, usando recursos narrativos de ficción desprendidos de argumentos de la historia real.Pobre Mariposaes la primera novela que publica.

Recientemente, ha publicado, la novela Pobre Mariposa

Pobre Mariposa comienza súbitamente, con un multicolor estallido de tierras exóticas, inusuales, como advirtiendo que su itinerario proseguirá por paisajes inesperados y extraños. Y es así, Pero esos paisajes, más que territorios geográficos, son regiones espirituales, sitios inopinados en el interior de los seres humanos; que se van presentando como una sucesión de fotografías, fascinante y a la vez motivadora de disímiles estados de ánimo (…)

Pobre Mariposa, de Mónica Soave, Umbrales Ediciones, Buenos Aires, 2015.
178 p.; 21x14 cm, ISBN 978-987-28820-3-7. $150.
  


3 comentarios:

  1. Me encanta Mónica Soave. Como tengo familiares galeses en la Patagonia me interesó El botón de nácar. Sentí, al leerlo, que de a poco iba conociendo mejor a aquella tía abuela que se casó con un Powell y se fue a Puerto Madryn a principios del siglo pasado. Lo último que lei de ella fue su primera novela, Pobre mariposa, que me pareció exquisita. Este relato corto no hace más que confirmar la calidad de esta escritora. ¡Gracias por compartirlo!

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  2. ¡Lindo cuento, Mónica! En pocas líneas lograste crear el clima dramático y componer los perfiles psicológicos de los personajes. ¡Me encantó! Abrazo.

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  3. Excelente Mónica, excelente cuento. Conozco y admiro tu talento, tu poder de síntesis cuando en pocas palabras, nos sumergís en un mundo de emociones diversas como sólo vos sabes hacer. felicitaciones y todo mi cariño. Angie

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