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jueves, 4 de junio de 2015

Los olvidados



JOSÉ GUTIÉRREZ SOLANA
(La España negra y literaria) 

                                                                                                   ¿Qué es la vida?
                                                         Una p... m..., y otras, raras veces, agradable.
                                          La vida es la calle; estaría gracioso que fuera otra cosa.
                                                                                                                J.G.S



    *España es una nación absurda y metafísicamente imposibleChabía escrito Ganivet poco antes de finalizar el sigloC, y el absurdo es su nervio y su principal sostén+. Los escritores del XIX habían creído en la evolución y mejora de las estructuras sociales y, quizá, por este hecho José Gutiérrez Solana fue siempre un artista escindido entre el poder de su sentimiento y el valor de su pensamiento. Al ojo de Solana sólo le interesaba la realidad, por ello se convirtió en un pintor con la evidente necesidad de reproducir la mirada de su entorno e incluso cuando era capaz de relatar algunas escenas que únicamente podían provenir de alguna alucinación, no disparataba, tal era su convencimiento, y se mostraba testigo de cuantas escenas había soñado o imaginado.


        José Gutiérrez Solana, un madrileño de ascendencia cántabra, nació un 28 de febrero de 1886, domingo de carnaval, y murió un 24 de junio de 1945, festividad de San Juan Bautista. Fue ese escritor que sorprende aún hoy por su extraordinaria capacidad para crear ambientes, además de por la exactitud de una prosa que refleja abundantes imágenes de buena parte del sentir de nuestro país. Inicial y esencialmente, pintor y grabador (había ingresado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en 1900) es esta actividad por la que es conocido en este país y en el resto del mundo. Sus primeros cuadros datan de 1906, en 1907 expone en el Círculo de Bellas Artes y, posteriormente, en 1910 participó con algunas de sus mejores obras en diversas Exposiciones Nacionales; sus imágenes ofrecen tipos humanos y tienden a la anécdota y a la alegoría, y  su etapa más prolífica fue la de 1920 a 1936, años en los que pintó algunos de sus más extraordinarios cuadros sobre las diversas caras de una España Negra, calificativo con el que ha bautizado su arte el crítico Manuel Abril. En 1920 se convertirá para Solana en un año decisivo: publica su libro La España Negra y terminará el famoso cuadro de *La Tertulia de Pombo+ que colgará en el café que llevaba ese nombre. Sobre el cuadro publicó Francisco Alcántara lo siguiente: *La tertulia del café Pombo es un cuadro profundo, trágico y de tan inacabable vibración poética que no se cansa de mirarle el espectador, al que acaba por aposentársele en el alma, como todas las impresiones que forman época en nuestra historia sentimental+. Su hermano Manuel afirmó que *es un cuadro que se ha pintado románticamente y lo mejor que puede sucederle es que acabe con todo romanticismo en Pombo+; así ocurrió por expresa petición del dueño del local, Eduardo Lamela, que realizó dicho acto el 17 de diciembre. Entre los contertulios sobresale el fundador Ramón Gómez de la Serna, en actitud de pronunciar un discurso; su mano descansa sobre un ejemplar de su libro titulado Pombo; destacan las cabezas de José Cabrero y de Manuel; las figuras de los ancianos que se reflejan en el espejo del fondo, con la jarra de agua sobre la mesa de mármol, recuerdan  un romanticismo sobreviviente en esos años; el cuadro se convierte, también, en el testimonio de una época en la que la literatura y la crónica literaria tuvieron gran importancia. En 1928 los hermanos Solana (su inseparable Manuel) viajarán a París animados por Edgar Neville; allí les esperan Gómez de la Serna, Corpus Barga y Ricardo Baroja, quienes preparan su estancia en la capital francesa. 



    El 16 de enero se inaugura una exposición en las galerías Bernheim-Jeanne: presenta 21 lienzos y el catálogo está firmado por Jean Cassou, pero la muestra resulta un fracaso. Un año más tarde acude a la Exposición Internacional de Barcelona y obtiene la medalla de Oro. Durante el año 1930 expondrá, además, en Valencia, Venecia, Granada, Torrelavega, Santillana del Mar y Pittsburg, al que seguirán Chicago y Oslo. Durante la guerra se exilia  a París y, en 1939, Eugenio d´Ors le convence para que vuelva. Diversas exposiciones marcarán el final de su etapa como pintor: Berlín, de nuevo Venecia y Madrid y Barcelona serán los escenarios de sus nuevos triunfos. En el año 1943 recibe la medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes, y en 1945 sufre un ataque de uremia que le obliga a hospitalizarse para fallecer, unos días más tarde, el día de los santos Juan, Lupicio, Rumoldo y Teodulfo. Su obra pictórica se complementa magistralmente con su obra literaria en la que mezcló, de igual manera, la leyenda de su vida. Aficionado a tomar notas para el desarrollo de sus cuadros, su pintura y literatura nacen, en el artista, a la par, y ambas surgirán por esa necesidad de reproducir la mirada, de una parte, y las emociones de otra; quizá por ello, no sorprende que sea el propio autor quien ponga pies a sus cuadros y, de esta forma, emparente lienzos y libros. Pero Solana Cen palabras de Calvo SerrallerC no reivindica nada, no pretende comprender nada, rehuye cualquier explicación. Y una realidad que es embebida de semejante forma, tal cual es, nos proporcionará una imagen, tan inevitable como fantasmagórica.  Hay que considerar, inicialmente, que sus primeros libros no fueron escritos para ser publicados, sino notas y reflexiones que se trasladarían, posteriormente, a los cuadros. Esta excesiva anotación motivó posteriores deseos de dar a la imprenta unas notas de amplia información; Camilo José Cela, autor de una riguroso análisis sobre la Obra literaria de Gutiérrez Solana (1957), que fue su discurso de ingreso en la Real Academia Española, explica la coincidencia de algunos de los títulos con sus lienzos, *Lola la peinadora+, *El Rastro+, *El desolladero+, *La cola de la sopa+, por citar algunos y otros muchos cuadros, sin llegar a coincidir sí se refieren a la temática en cuestión. Su producción literaria empieza con  Madrid, escenas y costumbres. Primera serie, que publica en 1913, aunque el libro, parece ser, estaba escrito desde 1909. Se trata de su visión de una España árida y carpetovetónica, donde domina el negro sobre cualquier otro color; pero el escritor Solana ofrece, también, un mundo colorista porque es hombre que necesita teñir y colorear a las personas y a los animales, las cosas y los paisajes, para así describirlos con esa exactitud apuntada. Sobresale en ese texto un único propósito: decir su verdad sobre las calles, las costumbres y los personajes. Esta desmesurada afición a la escritura le llevó a ofrecer una Segunda Serie de Madrid, escenas y costumbres (1918) y, pese a seguir tratando los mismos temas, acentúa en estas páginas su obsesión por la muerte, por el sufrimiento y por el dolor. Los lienzos y las páginas de esta época vuelven a mostrar un Madrid en permanente cambio, lugar donde la vida se hace especialmente dura para los mendigos y los moradores del extrarradio. La  España negra (1920), se convierte en una caleidoscópica visión de la España bárbara y menesterosa, y una de las obras peor tratadas por una censura ingenua y demasiado eficiente que ha mutilado, desde siempre, este texto. El escenario, ahora, se amplía y recoge las andanzas del autor por tierras españolas: Santander, Santoña, Medina del Campo, Valladolid, Segovia, Ávila, Oropesa, Tembleque, Plasencia, Calatayud y Zamora son los principales escenarios recorridos por el pintor; aunque las diferencias se muestran, también, en otros aspectos como el hecho de que los personajes tengan solo nombres propios, incluso el tono es aún más negro, puesto que la España retratada es mucho más amarga. Andrés Trapiello ha calificado este libro como *uno de los más singulares, expresivos y hermosos de toda nuestra literatura+ (que en 1961 y 1972 se reeditaba con abundantes omisiones). Al ojo de Solana solamente le interesa la realidad, la que él ve, la suya, porque la España negra que dibuja el escritor no es la misma para esas otras tantas gentes que han escrito sobre nuestro país, como tampoco puede tener el mismo significado el negro para él que para los demás. La España de Solana está llena de muchos más matices imaginables y jamás, en sus escritos, renunció a mostrarnos esa España real que nos mostraba en sus textos, que es negra pero que, a veces, no resulta peor que en otros países.

Madrid callejero aparece en 1923  escrita con características similares a sus anteriores obras. Madrid, sus calles y sus gentes serán, otra vez, los protagonistas del relato. La técnica literaria de Gutiérrez Solana se basa esencialmente en una sucesión de imágenes extraídas de la vida misma; curiosamente, el libro está precedido de un prólogo en donde el autor expone el origen de su escritura y en él se refiere, sintéticamente, a los dos temas que desarrollará: la muerte y la denuncia social. De esta última habría que señalar la dura crítica que realiza Gutiérrez Solana sobre los autores de la Generación del 98 y  la nueva juventud alocada y rebelde que va surgiendo en torno a los movimientos cubista, futurista y dadaísta. Un nuevo rasgo se vislumbra en estas páginas iniciales, un sentido amargo de la existencia, lingüísticamente interpretado con profunda ironía. Pero el Madrid callejero tiene en la técnica descriptiva su elemento primordial en ambientes, lugares no especificados y calles, sin argumentos ni personajes psicológicamente tratados. El conjunto se convierte en una sucesión de cuadros con un costumbrismo atípico,  donde la putrefacción es el elemento unificador, aunque esa minuciosidad descriptiva es más apreciable en aquellas páginas donde las calles madrileñas son las verdaderas protagonistas. Una de las cosas que resalta en toda la obra de Gutiérrez Sola, es la distinción que se establece entre el paisaje natural y el paisaje urbano, entre la apertura y la cerrazón de ambos ambientes, y si el primero parece representar la libertad, el segundo posee el elemento trágico de la muerte. Quizá por eso en su pretensión de mostrar lo que es la vida para él, hay un color que sobresale en su paleta de pintor y en la tinta de su pluma: el negro, matiz que está muy en consonancia con su concepción de la existencia. El paisaje y el ambiente son oscuros, la negrura lo invade todo. Sus personajes se expresan de una forma coloquial, sencilla y llana como correspondía a la manera de hablar del escritor madrileño, pero junto a un léxico de marcado carácter coloquial, aparece un vocabulario específico, detallista, minucioso que se refiere, por ejemplo, a prendas de vestir, al carnaval, o latinismos en los que sobresale, igualmente, el humor y la burlesca ironía del autor. Para finalizar este recorrido, pobres gentes, viejos, enfermos, marginados, en general, son los protagonistas de muchas de estas páginas, porque los valores que terminará exaltando del ser humano son los de la perfección, la inocencia y la fortaleza.
        Un año más tarde aparece Dos pueblos de Castilla, un libro menos denso, fruto de las excursiones del pintor a las localidades madrileñas de Colmenar Viejo y Buitrago de Lozoya. Narrativamente hablando es una obra más sencilla, cuyos argumentos se concretan en las ferias, las plazas, los cementerios y las corridas de toros; los personajes vuelven a ser esos seres realistas aunque en muchas de estas páginas aparecen ya de forma individualiza: el pobre de Buitrago, el viejo de Buitrago o el cura de Buitrago. El último libro publicado fue la novela Florencio Cornejo en 1926, una obra en la que el escritor se aparta de su manera de escribir; no hay ambiente o descripción específica de personajes, aunque sí vuelve a uno de sus temas obsesivos: la muerte. En la obra se rememora un viaje con su tío Florencio, que está a punto de morir. Pero el relato se desarrolla, como el resto de su obra, con una sucesión de escenas cuya mejor pincelada es la que se concreta en la anécdota con grandes dosis de ironía. Su escritura se debate entre el sarcasmo quevediano y el influjo goyesco de ese palpitar instantáneo que se refleja en unos tipos y en una vida donde predominan las costumbres populares. Los temas constantes en la obra de Gutiérrez Solana son la sordidez de la vida, las diversiones de las pobres gentes del Madrid castizo, las miserias, los defectos físicos y morales, las corridas de toros, Cteñidas de rojo y  negroC, las salas de disección de los hospitales, los desolladeros, los sepulcros y los cementerios, siempre con la muerte al fondo. Realismo y crudeza se conjugan para ofrecer la visión apocalíptica de alguien que es capaz de adentrarse en la miseria ajena, actitud que dulcifica con abundantes golpes de humor hasta desembocar en situaciones macabras. El estilo, las obsesiones y la técnica y el método, sobre todo, hacen que aún hoy sea posible que el escritor Solana sobrecoja al lector. Esas obsesiones en el pintor y en el escritor son, además de la muerte, el sufrimiento y la farsa; la muerte no como horizonte pendiente del vivir sino como espectáculo rotundo en el que se ofrece el trasiego funerario y la descomposición de los cuerpos; los osarios, cementerios y entierros se entreveran en la ciudad con el paso sonámbulo de los vivos, una muerte compartida y promiscua de seres de diversas características.
        Pese a los esfuerzos de contemporáneos suyos, sobre todo de su gran valedor, Ramón Gómez de la Serna, su literatura ocupó y sigue ocupando hoy, más de medio siglo después, un lugar marginal en la historia de la literatura española, oscurecida, tal vez, por la fuerza de esa gran obra pictórica y porque su mágica prosa negra nada añadía, entonces, a las inquietudes de los escritores del 98 que ya habían publicado lo mejor de su visión de esa España trágica. Loable intento ha sido el intento de ofrecer a las nuevas generaciones de lectores la, Obra literaria completa en la Fundación Central Hispano, que publica estos textos definitivamente Csegún Camilo José CelaC*sin atribuciones dudosas ni frívolas, y sin irresponsables y sumisamente acatadas tachaduras censorias...+, obra tan inexcusable literariamente hablando como peculiar.
 


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