Cuaderno en blanco
Enero
He despedido a
un nefasto 2018, en lo personal y en lo literario, no porque aquellos aspectos
relacionados con la literatura me hayan jugado alguna que otra mala pasada,
sino porque despido a algunos escritores, que incluyen a amigos, y que de
alguna manera formaban parte de mi vida literaria: Nicanor Parra, Tom Wolfe,
Philip Roth, Fernando del Paso, Amos Oz, y especialmente, tras largos años de
amistad, también a Sergio Pitol y a Julio Alfredo Egea.
Y así 2018 se
ha convertido en uno de esos años para no recordar, aunque instalados en el
2019, debemos hacer recuento de las fortunas y de las adversidades: de las
primeras, dos libros publicados, la edición de El último Abderramán y otras novelas cortas, de Francisco
Villaespesa, tras años de estudio y buscar editorial, y una antología de Poetas de campo. Neorrurales; de las
segundas, enfermedades familiares de profunda amargura y dos despedidas, los
padres.
Enero se nos
viene encima repleto de acontecimientos, un agradable encuentro literario en
Valladolid, día 15; dos días, después, repetimos, en Ponferrada (León), lectores,
un magnífico anfitrión, Manuel Ángel Morales, y la suerte de conocer su tierra,
el Bierzo; y a lo largo del mes, con algo de suerte ver las primeras páginas e
ilustraciones de Las ratas del Titanic.
Luego vendrá
Febrero, y un tiempo con nuevas perspectivas.
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