me gusta…
EL TAMAÑO DEL MUNDO
El universo narrativo de Ricardo Reques
(Madrid, 1967) propone que el lector se enfrente a una lectura tan intensa como
plagada de referencias y guiños en una multiplicidad de aspectos que le interesan
acentuar al autor, y que se presupone nos obligarán a no dejar de pasar sus páginas
sin descanso alguno. Ejercitado en el relato y el microrrelato, Fuera de lugar (2011), El enmendador de corazones (2011) y Piernas fantásticas (2015), encomiables
por su técnica y contenido, ahora nos sorprende con una novela de envergadura
por su planteamiento narrativo y su extensión, sobrepasa las 300 páginas, y se
titula curiosamente, La rana de Shakespeare
(2018).
Un texto como La rana de Shakespeare quedaría simplificado por la definición o
interpretación que el propio narrador hace, en un inteligente guiño, entre otros
muchos a lo largo del relato, al final del libro, cuando afirma que “ahora está
escribiendo una especie de novela construida con citas literarias sobre
anfibios, una historia en la que suceden cosas que, de un modo extraño o no
explicado, tienen relación con las citas”; y aún, insiste, y subraya, “un
rompecabezas, una acrobacia que nace de sus múltiples lecturas, de las que ha
ido seleccionando fragmentos de historias en las que se nombran a los
anfibios”;
Ricardo Reques estructura y establece su
relato como una narración lineal y cuenta un viaje científico por el Gran Chaco
y la selva misionera, en el norte de Argentina, donde el protagonista, acompañado
por varios científicos locales, inicia una aventura que evidencie la
posibilidad de que los anfibios de todo el planeta puedan estar en peligro de
extinción por culpa del cambio climático. El científico español se debate entre
el recuerdo de un frustrado amor secreto, Libelia, una joven postdoctoral
adscrita a su proyecto de investigación que vive en Madrid, y por el motivo
fundamental de su narración, las sucesivas toma de muestras, y la constancia escrita
de su viaje en unos cuadernos que, de alguna manera, reflejan su forma de mirar
un mundo que apenas ya si entiende; y al hilo, nos muestra su empeño en algunas
de sus inclinaciones, tan obsesivas como fantásticas, su interés por la
variedad de ranas que va encontrando como por sus compañeras femeninas, las
presentes y las ausentes en un acusado tono erótico, y que en cierta manera
ofrecen al lector las reflexiones y la naturaleza humana y sexual del
protagonista. El conjunto debe interpretarse técnicamente como una
intertextualidad de géneros narrativos, descripción detallada de lugares y
espacios geográficos, perfectamente documentados, reflexiones y citas textuales de autores y
obras literarias de elevada y amplia calidad y, como buena obra narrativa, se
insiste en algunos retratos psicológicos de los personajes secundarios que
confieren al relato su voz propia y le otorga a la historia un auténtico juego
original que envuelve la trama del relato.
Los frustrados deseos carnales del
científico se alternan con la profunda visión de un problema contemporáneo que
preocupa a la humanidad, en un relato que nos deja percibir su visión más
irónica, o añade esa evidente necesidad de la expresión sexual humana, como actitudes
y sentimientos tan perversos como tan inocentes al mismo tiempo. La voz de Vogli,
ese alter ego literario tan conocido del autor, ilustra desde la lejanía
mensajes al personaje protagonista con citas narrativas en las que ranas, sapos,
y toda una colección de criaturas anfibias tienen una presencia más o menos
acertada en una curiosa selección literaria: Quiroga, Joyce, Bolaño, Vila Matas,
o Cervantes y el propio Shakespeare. La voz del protagonista sostiene todo el
relato, aunque el lector percibe cierta sensación coral cuando los personajes
periféricos con sus particulares visiones y actuaciones son los que hacen girar
la acción en uno u otro sentido, e intensifican la percepción que tiene el
protagonista del conjunto, y así como vamos conociendo las variopintas personalidades
de la sensual Teresa,
de Alcadio, de Felisberto, de Yaci, y en el espacio opuesto el novio de
Libelia, que según el narrador, se parece a Wittgenstein, personajes que de la
mano de Reques tienen sus propia identidad y corroboran ese aire coral de un
relato tan fresco en muchas de sus páginas como surrealista en otras tantas,
tan irónico como deslumbrante, tan ajustado en su prosa y preciso en cada uno
de los experimentos de que nos hace partícipes su autor.
LA RANA DE SHAKESPEARE
Ricardo
Reques
Tenerife,
Baile del Sol, 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario