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LA VIDA MODULADA
Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968)
vuelve al mundo de la familia, a la infancia compartida, a las historias de un
pasado repleto de heridas, de afectos y desafectos, y con Mudar de piel (2018) ofrece el ejemplo de una perfecta estructura
narrativa breve, y consigue que sus relatos se conviertan en ese perfil
psicológico que enfrenta a sus personajes tanto a sus miedos como a sus
anhelos. El narrador madrileño ensaya sobre la inmensa capacidad de la
institución familiar que construye y destruye a las personas, en especial a
algunos de sus miembros más vulnerables, en dos de sus etapas significativas:
la niñez y la
adolescencia. Aunque los relatos están unidos por el tema y
el mismo tipo de narrador, cada uno aborda un aspecto distinto de ese trastorno
infligido a la familia.
Las nueve historias quedan hilvanadas de un modo sutil y
compacto, ofrecen tramas diversas que dejan a sus personajes heridos por el
sentimiento de los afectos y de los desafectos, la vida cotidiana limitada por
el azar o esas determinaciones que convierten el final de cada relato en algo
distinto aunque la sensación de culpa presida muchas de sus acciones. El lector
siente los lazos de sangre: padre y madre; el sentimiento de infidelidad o
traición y busque el perdón, quede acorralado por el tiempo, y sometido a las
cuestiones del azar para finalmente aceptar una determinada condición social:
la de hijo único. Todas las familias esconden algo, resultan anómalas en algún
un sentido, afirma Giralt Torrente capaz de seducir y conseguir el poder de
embaucar porque no escribe sobre vidas glamorosas, o inaccesibles, se resuelven
en existencias corrientes y cotidianas, y de ahí ese potencial desconcierto en
el lector.
La fuerza, la virtud formal y su
expresión misma radica en la indagación de los diversos estados de conciencia
de sus protagonistas, en la persistencia y recuerdo del pasado, en la
percepción del presente de los personajes, algunos no inmunizados contra las
ansiedades de sus semejantes, capaces de levantar acta de cuanto acontece a su
alrededor. Ocurre en la primera historia, esa conversación entre Lucía y su
hermano porque han perdido a su madre y su padre no llena el hueco dejado, y
aunque él le habla de “familias normales” ella asegura con bastante
clarividencia y cierta soberbia adolescente que “ninguna lo es”; en el relato,
“Rendijas, islas”, el narrador se siente alejado de un padre al tiempo que
comprende las incertidumbres de la vida, ante las que cierras los ojos; en
“Abrir ventanas” el protagonista es un escritor, pero es un padre que cría a su
hija sin madre y trata de no perderse en la evolución de niña a mujer; hijos a
los que los roces de los padres y las ausencias vuelven ásperos, como el
protagonista de “Un refugio imprevisto”, un chico con más dinero y niñeras que
cariño, dispuesto a no pasarle ni media a su madre, que por su profesión de
actriz debe ausentarse en exceso. Curioso es “Mudar de piel”, el cuento que da
título al libro, nos recuerda a esos padres inventores, soñadores y
desastrosos, y muestra dos hijos vulnerables, una historia que como otros
relatos casi se erige en una auténtica novela en miniatura. En todos palpita el
afán de rebañar en buena parte de la realidad que vive el propio escritor, y
así lo deja escrito para que la esencia quede especificada como en la técnica
de una resonancia magnética. Sin artificios, Mudar de piel, se lee a golpe de sutileza, es una narración
descarnada, y de una absoluta realidad revelada.
MUDAR DE
PIEL
Marcos
Giralt Torrente
Barcelona,
Anagrama, 2018
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