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lunes, 6 de mayo de 2019

Desayuno con diamantes, 147


LA MIRADA AUSENTE DE AYALA, CHAVES NOGALES Y ANDÚJAR

La vertebración ideológica en su connotación políti­co-social.

      
       Una guerra civil supone ese trauma colectivo que afecta a un pueblo y la predisposición hacia actitudes sociales y culturales. En un país como España ha sido durante décadas punto de referencia y durante años hemos comprobado sus trágicas consecuencias; más que una interrupción en el espacio sucesivo de la creación artísti­ca, originó un replanteamiento de situaciones que tuvieron como efecto la incorporación a la creación litera­ria de nuevos esquemas estéticos, y de motivos existenciales. Desde el punto de vista cultural, y/o literario, la guerra provocaría una ruptura; y aunque sobrevivieran algunos significativos nombres de generaciones precedentes, lo cier­to es que se produce ese corte de difícil sutura. Y no sólo porque buena parte de la intelectualidad española se viera abocada al destierro, sino porque se han conmovido todas las estructuras precedentes y aún, las futuras. Santos Sanz Villanueva verá en la guerra civil, y desde la pers­pectiva cultural, una especie de borrón y cuenta nueva, y respecto a la cultura narrativa, deberá transcurrir un largo período de posguerra para que se produzca la válida reconstrucción del género. 


       La obra narrativa de Francisco Ayala (Granada, 1906-Madrid, 2009) comprende algunas novelas notables y curiosos tomos de relatos de singular relieve, tanto en su temática como en su tratamiento. Anderson Imbert distingue un primer período entre 1925 y 1930: Tragicomedia de un hombre sin espíritu (1925), Historia de un amanecer (1926) y Medusa artificial (1927); y otro, desde 1944 a 1959: La cabeza de cordero  (1949) y Los usurpadores (1949), obras que apuntan preocupaciones de tipo ético. El primero ofrece un tono juguetón, imaginativo, corresponde a la época surre­alista y deshumanizada; el segundo, de una actitud más realista que Ayala adopta valiente y sarcásticamente en sus más certeras crudezas. Ironía y capacidad para la parodia en dos novelas de ambiente hispanoamericano: Muertes de perro (1959), denuncia de las dictaduras, y El fondo del vaso (1962) y se añaden los relatos Historia de macacos (1955). El as de bastos (1964) completa el ciclo narrativo, aunque en 1971 publicaría un título muy personal: El jardín de las delicias. 

     
       Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897- Londres, 1944) se puso al servicio de la República al estallar la guerra civil. De ideales firmes y claros, como demostraban numerosos artículos suyos, aguantó hasta que el gobierno abandonó Madrid. Convencido de que ya no podía hacer nada por su país, se exiliaría en París. En Francia, colaboró en diarios hispanoamericanos y escribió su testimonio de la guerra civil, A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, publicado en Chile en 1937. Hastiado de la violencia por ambas partes, esta obra es un impresionante alegato contra las brutalidades de la guerra, incluidas las de su bando, el republicano, y pone de manifiesto el insoportable clima de violencia instalado en la sociedad española a raíz del golpe militar. 


       Manuel Andújar pertenece vital y políticamente a la generación del 36, aquella que adquiere conciencia de su momento histó­rico en la guerra civil y sus causas, las precedentes y las que siguieron. Literariamente se inscribe en la pri­mera generación de posguerra, y en 1944, en exilio mexicano, publica su primera novela, Partiendo de la angustia. Desde sus inicios literarios dará testimonio de su compromiso hasta hacer de su observación de la realidad, la presente y la histórica, el indeleble trasfondo de su obra. Tres circunstancias inciden como fenómenos concomitantes en su obra, indispensables: una sólida vertebración ideológica en su connotación políti­co-social; un componente emocional; y el retorno como punto de verificación de un pasado prescrito y presente en su dramática evocación. Obra y vida están condicionadas en Andújar por esta circunstancia, no puede sorprendernos que su narrativa nazca y crezca mar­cada por el desarraigo y la objetividad, y su retorno suponga la recuperación de su pasado y ese contraste entre lo emocional que provocó la guerra y el testimonio ante una nueva realidad.
       El corpus narrativo de Andújar permite distinguir dos períodos: desde Cristal herido (1945) hasta Historias de una histo­ria (1973), y desde Cita de fantasmas (1989) hasta Un caballero de barba azafranada (1992). El primer período se caracteriza por la consciencia de un sentido de lo español y su posible trascendencia de etopeya porque cuando Andújar llega a México, en junio de 1939, lleva consi­go el dolorido sentir de la derrota y una pesimista visión de España; en el segundo, verá otra realidad novelable menos sangrante, más profunda, próxima al subconsciente y un territorio casi exclusivo de la psicología humana.

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