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martes, 14 de mayo de 2019

José Manuel Benítez Ariza


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       La nueva novela de José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963), Las islas pensativas (2000), la segunda tras una notable anterior, se nos presenta bajo una fuerte dosis de existencialismo, tema provocado, sin duda, por alguno de los sinsentidos que se le atribuyen al cotidiano sinvivir; también debe entenderse como la suerte de quimera en que se concreta el sentido de nuestra vida, en un momento determinado, y en la propia dificultad de encontrar la armonía de la misma, además de delimitar esa otra necesidad por mejorar la condición humana a través de no pocos retos que, éticamente, pasan por la amistad, la entrega desinteresada y el desencanto que incluye, también, la mentira y la ostentación; pero si esto ocurre, quizá, en esa época importante que es la juventud en la que uno tantas veces confunde y es confundido, lo narrado se convierte en una suerte de expectativa que Benítez Ariza sortea con la imaginación para capturar el clima anímico y sentimental de su protagonista y lo logra, además, con una especial capacidad en retener para sí unos materiales autobiográficos. Sus islas, por consiguiente, si no son afortunadas, al menos pensativas, como sugiere el título.
       En este relato se cuenta la historia de Andrés, el protagonista, que se verá inmerso en una tortuosa relación favorecida por la casuística y que desembocará en el vehemente deseo de ver transmutada su propia existencia a lo largo de un tiempo no dilatado. Es su relación humana con Julia, su novia, y la correspondencia extraña que se establece a través de dos libros abandonados en la venta, donde el protagonista, camarero, descubre barriendo el olvido de un cliente; inicio, por otra parte, de ese destino decidido de antemano. Así el joven se verá inmerso en una maravillosa conexión que conlleva la búsqueda de un tesoro, tras esa historia inicial de libros perdidos, premonitoria de un regalo anterior, el realizado por un extraño viajante de objetos eróticos, un volumen de La isla del tesoro, al muchacho. Una geografía concreta, Líjar, San José, Cabo de Gata, en una Andalucía reconocible, unos personajes psicológicamente creíbles y las expectativas que sus vidas ofrecen al joven camarero, sobre todo María, la deslumbrante sombra, alter ego de su propia pareja, un personaje tratado con delicadeza, cuya correspondencia se debe a la posesión de otro libro, María, de Isaacs; pero también el de Paco, el aficionado arqueólogo, de Cifuentes, el profesor del joven en las clases nocturnas. El resto, la aventura de una excavación y el ritmo apropiado que sigue la vida, la de Andrés y sus nuevas perspectivas, el plan de igualdad que, finalmente, ofrece su afirmada vinculación afectiva con Julia.





LAS ISLAS PENSATIVAS
José Manuel Benítez Ariza
Pre-Textos, Valencia, 2000

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