OBRAS
COMPLETAS DE MIGUEL DELIBES
Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores
inician la publicación de las Obras Completas de Miguel Delibes, en VII
volúmenes, que recogerán la totalidad de la obra publicada por el
vallisoletano. La edición de lo que puede considerarse la obra
definitiva, ha sido supervisada por el propio autor.
Pedro M. Domene
En
el primer volumen de las Obras Completas de Miguel Delibes se afirma que
el escritor vallisoletano ha sabido conciliar la hondura y la claridad en su
obra, ganándose el favor no solo de la crítica más exigente sino también de una
amplia masa de lectores atentos y agradecidos. Al cuidado de Ramón García
Domínguez, Ediciones Destino y Círculo de Lectores, proyectan publicar en siete
volúmenes la totalidad de la obra que incluye, al novelista, el cazador, al
periodista, el ensayista, el viajero o aquellas páginas de recuerdos que se
integran con rigor e integridad en sus
textos narrativos. El periodista comprometido con la sociedad de su época y de
su tiempo, el cronista y el viajero, el ensayista, así como el hombre de campo,
aficionado al deporte de la caza y de la pesca en ese permanente compromiso con
la Naturaleza.
Miguel
Delibes es un teórico de la novela, el mejor ejemplo de quien a lo largo de su
vida ha ejercido de comentarista político, de sociólogo, de zoólogo, de crítico
deportivo, de defensor de la pureza del lenguaje, pero sobre todo de notario de
la vida española en los últimos cinco decenios. Este escritor de 87 años, nacido
en Valladolid en 1920, quien se autocalifica de «hombre huraño, enemigo de
protocolos, protagonismos y aglomeraciones», ha dado a la imprenta más de
medio centenar de una obra variada entre, novelas, relatos de viaje,
experiencias de caza o ensayos de todo tipo. En el otoño de 1982 recibía el
Premio Príncipe de Asturias, en mayo de 1991 el Nacional de las Letras
Españolas y en abril de 1994 el Cervantes, un premio que calificaba,
cariñosamente, como «castigo para alguien que está finalizando su carrera de
escritor». Ahora, de alguna manera, ordena y establece los textos
definitivos de lo que será su Obra Completa que ha quedado de la
siguiente manera: El novelista, I (1948-1954),(La sombra del ciprés es
alargada, El camino, MI idolatrado hijo Sisí, La partida, Anexo: Aún es de día)
II (1955-1962(Diario de un cazador, Diario de un emigrante, Diario de un
jubilado, La hoja roja, La barbería), III (1966-1978), (Cinco horas con Mario,
Parábola del náufrago, El príncipe destronado, Las guerras de nuestros antepasados,
El disputado voto del señor Cayo, Cuentos: Viejas historias de Castilla la Vieja, Tres pájaros de
cuenta y 24 cuentos más) IV (1981-1998), (Los santos inocentes, Cartas de amor
de un sexagenario voluptuoso, El tesoro, Madera de héroe, Señora de rojo sobre
fondo gris, El hereje), El cazador), El cazador V (La caza de la perdiz
roja, El libro de la caza menor, Con la escopeta al hombro, La caza en España,
Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo, Mis amigas las truchas,
Las perdices del domingo, El último coto, El fin de la perdiz silvestre), El
periodista. El ensayista, VI (Vivir al día, El otro fútbol, De la
censura de prensa en los años 40 y otros en sayos, Castilla habla, Pegar la hebra, He dicho,1936-1950: Muerte y
resurrección de la novela, La tierra herida, El sentido del progreso desde mi
obra, Antologías comentadas, Castilla, lo castellano, los castellanos,
Los niños, Adaptaciones teatrales, Cinco horas con Mario, La hoja roja,
Las guerras de nuestros antepasados, Recuerdos y viajes, VII (Mi vida al
aire libre, Un año de mi vida, Recuerdos y amigos, Libros de viajes, Por
esos mundos: Sudamérica con escala en Canarias, Europa, parada y fonda, USA y
yo, Dos viaje en automóvil: Suecia y los Países Bajos, Anexo: La Primavera de
Praga).
Durante
años, la crítica se ha esforzado en señalar que Delibes ha llenado un amplio
espacio de la narrativa española actual, «porque su fórmula estética parece
hecha a la medida de nuestro tiempo», como aseguraba, Cristóbal Cuevas, en
1991, pero más que a la técnica habría que atender en la obra del escritor
vallisoletano a su lenguaje. El novelista convertido con los años en un
excepcional comunicador, ha dominado el arte del lenguaje y su obra, basada en
un puro anecdotario, ha sabido llenarse de la autenticidad de la vida:
conversando con los amigos, en las tertulias y en el trabajo, con los
campesinos de su querida Castilla, con los cazadores, con los pescadores, con
la gente de la calle, teniendo, siempre, como trasfondo esa palabra viva. Ha
sabido adaptarse a las modas literarias por las que, inevitablemente, ha pasado
nuestra literatura en los últimos cincuenta años. Si su obra arrancaba de un
realismo social, recogía el experimentalismo en los años sesenta y se abría a
una definitiva apertura, tras una larga y férrea censura, en los setenta,
Delibes supo en todo momento experimentar y construir unas historias que se han
venido leyendo, inexcusablemente, a lo largo de toda la segunda mitad del siglo
XX, por el valor de lo humano y de la propia iluminación que produce su
escritura. Y aún hoy, desde su refugio vallisoletano de la capital castellana o
en el pueblo burgalés de Sedano, el escritor puede volver, tranquilo, la vista
atrás en esa doble revisión melancólica que ha supuesto gran parte de su vida,
dedicada a una devoción que, convertida en oficio, le ha supuesto el
reconocimiento definitivo de los lectores, de la crítica y de los estudiosos de
la literatura que acuden a la cita de su lectura cada vez que uno de sus libros
aparece en los escaparates de las librerías de toda España.
Etapas
Considerada
como unitaria la obra de conjunto del escritor vallisoletano, la crítica, sin
embargo, ha fragmentado su producción en sucesivos períodos que se concretan en
los nuevos conceptos estructurales que se han venido sucediendo en la narrativa
española de la última mitad del siglo XX, y de los cuales Delibes no ha sido
ajeno. Hay que apuntar que todos sus libros parten de una visión de coherencia
equilibrada del mundo. En su obra se distingue una Primera etapa, de un
marcado subjetivismo, integrada por algunos de sus primeros libros, La
sombra del ciprés es alargada (1948), Aún es de día (1949) y Mi
idolatrado hijo Sisí (1953) que constituyen parte del primer volumen de la O.C. con una extensa «Introducción» de Ramón García Domínguez y un
«Prólogo» de Giuseppe Bellini, quien
afirma que Delibes actúa, en sus primeras novelas, como un cirujano en las más
secretas dimensiones de sus personajes. Y pese al sesgo trágico de algunas de
sus narraciones, se observa un velado optimismo frente al desarreglo del mundo
y el menoscabo de los seres humanos; una Segunda, cuyo reflejo es el
fuerte realismo social del momento, ese que inicia el escritor con una obra
publicada en 1950, quizá una se sus más conocidas y más reeditadas, El
camino (también incluido en vol. I de O.C.), a la que seguirán Diario de
un cazador (1955), Diario de un emigrante (1958), La hoja roja
(1959) y Las ratas (1962). Ese marcado carácter experimentalista con que
despertaron los años sesenta, llevaron al escritor a un replanteamiento de su
producción novelística que, siempre bajo la fuerza y el valor de la palabra,
aún logrará interesar a lo largo de todos estos años: hoy resulta
incuestionable el hecho de señalar que Cinco horas con Mario (1966)
inauguró en su producción otra forma con que aglutinar unos procedimientos
ensayados anteriormente y, que en esta obra, se acentúan por esa marcada
actitud crítica y esa particular visión de las experiencias llevadas a cabo a
lo largo de su vida como, posteriormente, han podido constatarse en la
multiplicidad de libros escritos, por ejemplo, acerca de sus viajes, Europa,
parada y fonda (1963), Por esos mundos (1966), USA y yo
(1966), La primavera de Praga (1968), recogidos, en buena parte, en el
volumen VII. Recuerdos y viajes, de la O.C.. García Domínguez asegura que «quien lea en
la actualidad las crónicas viajeras de Delibes debe hacerse cargo de que el
lector al que iban dirigidas era ciudadano de un país bajo dictadura, con muy
escasas posibilidades de cruzar las fronteras como no fuera en calidad de
emigrante, apremiado por la necesidad (...) con la perspectiva de los años
transcurridos la relectura de las crónicas (...) tiene por incentivo principal,
al escritor mismo, todo cuanto en ellas trasluce de su forma de pensar y de su
personalidad». Pero lo más importante, al lector este puñado de libros, es lo
que el propio Delibes afirma: «Estoy muy lejos de cualquier forma de narcisismo
y por otra parte soy plenamente consciente de las limitaciones de mi personalidad
literaria (...) cualquier desahogo intimista me repugna».
Los
libros de caza, La caza de la perdiz roja (1963), El libro de la caza
menor (1964), Con la escopeta al hombro (1970), que formarán parte
del Vol. V, o aquellos textos en los que ha dejado traslucir parte de su propia
existencia, Un año de mi vida (1974), Madera de héroe (1972), Mi
vida al aire libre (1989), Señora de rojo sobre fondo gris (1991) o He
dicho (1996). A estas alturas,
Miguel Delibes, nos ha ofrecido ya una producción tan congruente como
definitiva, se ha convertido con los años en un privilegiado espectador del
mundo. Los temas recurrentes en su producción han venido siendo la descripción
del mundo rural, con apuestas tan críticas como las ensayadas en Los santos
inocentes (1981) o El tesoro (1985) o la muerte, puesta de
manifiesta en su primera novela y extendida a lo largo del resto de obras hasta
llegar a El hereje (1998). En su producción, el léxico, ha venido a
marcar una evolución estilística para llegar al dominio de un lenguaje que
desembocará en las más variadas expresiones de la narrativa de los últimos
años. De rica, precisa y variada, ha sido calificado su expresión; bastarían
recordar algunos de los estudios dedicados a su obra, como por ejemplo los de
Purificación Alcalá y Francisco Abad. En su primera obra, La sombra del
ciprés es alargada ya podían registrarse algunas de estas características,
muestra una excesiva abundancia de léxico culto, en consonancia con el empleo de
un lenguaje literario y tradicional, pero, fundamentalmente, es a partir de la
obra El camino cuando Delibes consigue una auténtica narrativa
característica y un estilo que se adaptará al lenguaje de sus personajes,
dependiendo del nivel en que se muestran; ocurre con Diario de un cazador
y Diario de un emigrante, donde pueden leerse palabras como «cabrear»,
«jeta», «pela», «pitorreo» y un largo etcétera, pero su mayor logro hasta el
momento se encuentra en Los santos inocentes, un texto en el que se alterna
la expresión culta con la familiar, una expresión de sencillez y belleza al
mismo tiempo.
Su última obra
En
el trasfondo de nuestro espíritu existe, casi siempre, ese subconsciente que
nos inspira, dentro del mecanismo del conocimiento, un proceso por el cual el
saber se alía con la memoria para producir, desde un punto de vista erudito o
crítico, el germen para una nueva creación. En este sentido, Delibes, ha sabido
contemplar, esa realidad humana y vital de los pueblos y de las gentes de su
tierra para ofrecernos, en el conjunto de su obra, las preocupaciones y afanes
cotidianos de su existencia. Luteranos e inquisidores son retratados en la
última novela ambientada en el Valladolid del siglo XVI, titulada, El hereje
(1998). Una historia que reconstruye con cuidadoso rigor una etapa histórica
muy conocida en aquella ciudad. Una obra ambiciosa por sus dimensiones, casi
quinientas páginas, y por el asunto que trata, el auto de fe celebrado en la Plaza Mayor de la
capital castellana contra 28 personas acusadas de herejía, algunas de los
cuales fueron agarrotadas y quemadas vivas; unos meses más tarde se repitió una
ceremonia similar en la que, de nuevo, 18 personas acusadas de ser protestantes
fueron, igualmente, condenadas a muerte, entre ellas el doctor Cazalla, razón y
motivo esencial de este relato novelado. Delibes vuelve al espacio geográfico
de sus obras anteriores, aunque la ciudad de Valladolid es, en esta ocasión, la
destinataria de una dedicatoria entrañable y el ámbito de referencia para fabular
la historia de un comerciante de pieles y lanas, Cipriano Salcedo, y todos los
conflictos que, en la época retratada, el reinado de Carlos V y los primeros
años de Felipe II, se sucedieron en esta importante ciudad de la España Imperial:
el fervor erasmista, el reformismo luterano y los acontecimientos que se
sucedieron en torno a los correligionarios del teólogo y reformador alemán.
Pero por encima del trasfondo histórico, profusamente documentado por Menéndez
Pelayo y Juan Antonio Llorente, aparece la figura del protagonista, el joven
Salcedo, habilidoso y emprendedor para los negocios como su padre lo había
sido, pero de una complejidad humana mucho mayor, porque Delibes lo retrata
como un hombre marcado por su orfandad materna, el despecho paterno y un
posterior fracaso matrimonial, brillante ejemplo de comerciante avispado capaz
de aumentar la considerable fortuna heredada por su padre. Cipriano Salcedo no
es un personaje histórico, pero en torno a él se crea un evidente decorado
poblado de otros muchos personajes históricos que conforman la historia
contada, dotada de esa novelesca visión con que el escritor ha escrito el
relato; por encima de todo emerge el discurso narrativo que resulta tan eficaz
como acertado. Cipriano Salcedo es atraído por los razonamientos del doctor
Cazalla y acaba participando en las actividades de éste y de su grupo, aunque la Inquisición los
descubre muy pronto; en realidad, tanto Salcedo como Cazalla, representan la
libertad de pensamiento de un pueblo donde la incultura garantiza la
posibilidad de destrucción. La objetividad misma de El hereje se muestra
en la vehemente mirada conque el escritor toca el tema de la religión, en su
ética más profunda, y la herejía, en esa actitud rebelde que ennoblece a estos
castellanos porque los actos que los llevaron hasta el patíbulo, no dejan de
emocionar, aún hoy, al lector.
Hasta
aquí El hereje se muestra como un compendio de toda la obra anterior de
este excelente escritor que es Miguel Delibes, porque en esta voluminosa obra
están algunas de las principales claves de su escritura: el individuo frente a
la soledad y la independencia personal que caracterizan a muchos de sus
personajes anteriores. Pero quizá el sentido último de esta novela pueda estar
en la dificultad que presupone vivir de una forma honesta, de una forma
igualitaria como, de hecho, se lo propusieron este pequeño grupo de herejes,
unos hombres que quisieron ejercer su justificación por medio de una nueva fe y
por eso estuvieron dispuestos a llegar hasta la muerte, como si, en realidad,
de nuevo se tratase de desvelar el eterno sentido de las cosas, como si nuestra
propia vida, únicamente, se justificase por nuestros actos y de éstos sólo
quedara una mínima estela de nuestro paso por el mundo.
Miguel
Delibes afirma, en un breve texto al comienzo de su O.C. que «dicho lo dicho,
mi obra está concluida, y por tal la doy. Siempre con el beneplácito de mis
lectores (...) a ellos y a cuantos se asomen ahora en las páginas de las Obras
Completas, quiero agradecer sinceramente su benevolencia y fidelidad».
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