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lunes, 12 de junio de 2017

Desayuno con diamantes, 113



MUNDO DE TINTA

               Con Muerte de Tinta (2008) la narradora alemana, Cornelia Funke, cierra la trilogía iniciada hace unos años que se compone de Corazón de Tinta (2004) y Sangre de Tinta (2005).

              
       ¿Qué han leído los niños de todos los tiempos? Curiosa pregunta si, necesariamente, hemos de volver la vista atrás a los siglos en los que las lenguas, incluido el castellano, se forjaban y remitían a héroes de la antigüedad grecorromana, Ulises y la guerra de Troya, las leyendas nórdicas de Sigfrido, las batallas y las hazañas recitadas por juglares, entre cristianos y árabes, los romances históricos con aventuras novelescas que harían las delicias de esos niños que crecían con los nombres de el Cid, Fernán González, los Siete Infantes de Lara o el romances del conde Olinos; o, mucho más tarde, Robinson, Gulliver, las fábulas literarias y morales, los cuentos de los hermanos Grimm y Hoffmann, Dumas, y las delicias de Verne, Salgari, London, el mundo maravilloso de Alicia, Peter Pan, Pinocho, Tarzán de los monos, Mowgli y, en España, la niña Celia y Marcelino Pan y Vino; o los éxitos más recientes, J.K. Rowling y su saga completa de Harry Potter o Cornelia Funke y su trilogía de Tinta que, en estos días, acaba de publicarse.
       Las editoriales de medio mundo descubrieron, y cada vez más, la importancia de la educación artística y literaria de los niños y de los jóvenes en general y no ahorran esfuerzos, en este sentido, para lograr el fin propuesto. Las relaciones internacionales han contribuido en las últimas décadas a mostrar el interés por la literatura infantil y juvenil y son frecuentes ferias y congresos para debatir nuevos proyectos y ampliar los límites de una literatura cuya potencia lectora supera, en ocasiones, cualquier expectativa de la denominada literatura de adultos. La Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas en nuestro país calcula todos los años que de los 80.000 títulos, aproximadamente, publicados casi 9.000 correspondían a títulos de obras infantiles y juveniles, es decir, más de un 10% del total, sin incluir las traducciones de autores de otras lenguas del Estado y de extranjeros, hasta llegar a un total de un aproximado 26%. Preguntado, un joven al respecto, respondía lo siguiente: «Los libros que más nos gustan son las novelas y los cómics. Novelas hay de muchos tipos, pero las que nosotros (los adolescentes) preferimos son las de aventuras, bien sean de otra época (como las de caballeros y doncellas) o de la época actual (como las policíacas y de misterio). Estos temas nos gustan mucho porque hacen que siempre tengas ganas de continuar leyendo, porque siempre pasan cosas interesantes que son de acción. También nos gustan porque normalmente ganan los buenos y los caballeros o porque siempre acaba descubriéndose el misterio. Otras novelas que también nos gustan mucho son aquellas en las que el protagonista es un chico o chica joven, como nosotros, porque así podemos saber mucho mejor lo que piensa y siente. Pero sobre todo nos gustan si hablan de problemas que nos preocupan, por ejemplo,  del problema de las drogas o el tema de la esclavitud infantil. Los cómics nos gustan todos: los de violencia, los de humor, los de aventuras... Los cómics son mucho más fácil de leer que las novelas, y eso siempre está bien. Tienen muy poca letra y van acompañados de dibujos que muchas veces son geniales. Sólo tienes que pasar por el quiosco o por la biblioteca de tu instituto o de tu pueblo y descubrirás la variedad que tienes».


Mundo de Tinta
       Paralelo al fenómeno mundial Harry Potter en el año 2003 la narradora alemana Cornelia Funke publicaba Corazón de tinta e iniciaba, así, una trilogía en la que el mal de los libros puede cobrar vida gracias a la capacidad lectora de los protagonistas de esta asombrosa historia. En realidad, en esta primera entrega, cuenta la historia de la niña Meggie que vive con su padre, un extraordinario encuadernador de libros, que una noche es visitado por un ser no menos extraordinario que responde al nombre de Dedo Polvoriento. Cuando esto ocurre, padre e hija cerrarán su casa y viajarán al sur, hasta la casa de una pariente lejana, la tía Elinor, un personaje no menos extraño que los anteriores, aunque propietaria de una de las más fabulosas bibliotecas que jamás hubiera visto antes Meggie. Hasta aquí el planteamiento de la historia n o podría ser más sugerente, pero la aventura de la niña con los libros no terminará con esta visita sino que será el inicio de la auténtica aventura a la que se enfrentarán ella y otros personajes a lo largo del libro. La vida de Maggie ha estado, desde siempre, rodeada de palabras y lo que Cornelia Funke pretende hacerles ver a los niños es, precisamente, la «magia de las palabras» y sus consecuencias últimas, es decir, cómo a través de la lectura de los libros podemos llegar a ser verdaderos magos, como Mo, el padre de Meggie, capaz de dar vida a los personajes de los libros cuando lee en voz alta; tal vez por eso, Capricornio, uno de los malvados de la historia, quiere tener en su poder ese libro que tanto esconde el padre para volver a su mundo.
               Corazón de tinta (ya está en su 9ª edición) como relato infantil o juvenil no descubre nada nuevo, es la prolongación de un mundo mágico anterior, pero tal vez, sí insiste magistralmente en ese concepto que se le supone a la buena literatura, esto es, la lucha permanente entre ese mundo de la ficción y ese de la realidad o lo que supondría algo más, esa eterna visión entre el origen del bien y del mal que sustenta a muchos de nuestros relatos más clásicos.

       Dos años más tarde, en el otoño de 2005, aparecía Sangre de tinta y continuaban las aventuras de Meggie, Mo, Dedo Polvoriento, y muchos otros personajes que se sumarán a una historia mucho más compleja y en la que Orfeo, un lector casi tan bueno como Mo o Meggie, llevará a Dedo Polvoriento al Mundo de Tinta, tras diez años fuera de casa, pero no permite a Farid, muchacho al que Mo había sacado de Las Mil y una Noches, acompañarle en su viaje. Después, el libro caerá en manos de Basta y Mortola, el siervo y la madre de Capricornio.  Farid corre a casa de Elinor, donde ahora viven también Darius, otro lector,  Meggie y sus padres, para contárselo y rogarle a la niña que lo transporte también a él al Mundo de Tinta para prevenir a Dedo Polvoriento. Pero Meggie decide acompañarle, dejando a sus padres solos. Es, entonces, cuando empiezan las aventuras en el Mundo de Tinta y se suceden fantásticos episodios en lugares encantados como  el Castillo de la Noche y el Campamento Secreto. Unos dos millones y medio de ejemplares se han vendido de esta segunda parte que en España va por su 4ª edición.     
       Ahora se termina la trilogía con Muerte de tinta (2008) y sombras negras cubren Umbra... Solamente han pasado pocas semanas desde que las mujeres Blancas se llevaran a Dedo Polvoriento con ellas. Meggie y sus padres viven en una finca abandonada y pacífica que les hace casi olvidar las pesadillas que pasaron en el Castillo de Noche. Pero cuando oscurece y Meggie mira impaciente por la ventana esperando a Farid, escucha el grito de un grajo... Y entonces es cuando su padre desaparece en el bosque y se une a unos ladrones para volver a vivir nuevas experiencias... El Príncipe Negro y el Hombre Fuerte hacen su aparición, se avecina el peligro y todos se esfuerzan para que desaparezcan las sombras amenazantes y el pueblo pueda volver a vivir en paz. Y también vuelve Farid que trabaja para Orfeo y otros personajes de las historias anteriores, el príncipe Negro, Fenoglio que utilizará las palabras para luchar, sobre todo, contra Orfeo, Piper y otras muchas criaturas que seguirán la fantástica tercera parte de las aventuras que no defraudará a ninguno de sus lectores. La narradora alemana ha declarado que el libro, de alguna manera, expone como alguien es capaz de sobreponerse al sentimiento de la muerte en un ser querido y por una pura coincidencia del destino, cuando el libro ya estaba terminado, aunque no publicado, Cornelia Funke perdió a su marido. Esa experiencia directa con la muerte le hizo pensar que tendría que reescribir mucho, pero al revisar las pruebas de imprenta optó por no cambiar casi nada, tuvo la sensación de que con su escritura se había preparado inconscientemente para elaborar el concepto de la muerte en  su marido.


La autora
       Conelia Funke (Dorsten, Alemania, 1958) es una afamada ilustradora de libros infantiles. En España había publicado anteriormente, El jinete del dragón (2002). Sobre ella, la crítica especializa española ha escrito algunas notas acertadas como la siguiente: «Funke tiene imaginación, sabe narrar con fluidez, se preocupa de explicar el porqué de todo lo que pasa, crea personajes con alma, tiene don para los diálogos chispeantes, conoce las fuentes de la fantasía y es capaz de llevar su feliz idea argumental hasta el final, sin que decaiga nuestro interés, sin defraudar las expectativas que crea. Una maravilla». Parte de sus vivencias las había experimentado la niña Funke camino de la biblioteca de su pequeño pueblo, situado en la Wesfalia alemana, de la mano de su padre, cuando ambos realizaban largos paseos, cruzando puentes, por caminos sinuosos, que acababan en una escalera que se asemejaba a un inmenso árbol coronado por una fantástica casa en su copa más alta. En su Alemania natal trabajó como guionista de televisión y terminó en la escritura fantástica. En la nota bibliográfica que acompaña a voluminoso Corazón de tinta (2004) se enumeran libros como Alí Babá y los cuarenta ladrones, Peter Pan, La historia interminable, La princesa prometida, El viento en los sauces, El libro de la selva, La isla del tesoro, El Señor de los anillos, Las aventuras de Tom Sawyer o Una historia de la lectura, de Alberto Manguel. Cabría pensarse, pues, que este es un libro sobre otros libros o un libro dentro de otros muchos libros e incluso que, en realidad, en el mejor de los sentidos, es un viaje al mundo de los libros. Quizá por todo esto, esta afirmación sea la más acertada porque la historia que cuenta esta autora germana tiene mucho que ver con el mundo de bibliotecas maravillosas y fascinantes. Afincada en Los Ángeles, allí murió su marido hace un par de años, y vive con sus dos hijos Ben y Anna y un perro, Luna, que está igual de loco que algunos de los personajes de sus novelas.  Para ella, su nueva casa en Beverly Hills, un lugar lleno de encanto, entre magnolios y mucha vegetación, le facilita la paz necesaria para escribir todos los días.
       Aventura, fantasía, magia, bastante humor y no menos suspense conforman los ingredientes de la literatura de Cornelia Funke, en la que tampoco es raro encontrar dragones, castillos y fantasmas. La bibliografía en España, editada por Siruela, es muy amplia, El jinete del dragón (2003), Potilla y el ladrón de gorros (2005), ¡Apártate de Mississippi! (2006), Cuando Papá Noel cayó del cielo (2006), No hay galletas para los duendes (2007) y Dos brujitas salvajes (2007).
       Cornelia Funke risueña y jovial, impredecible, vive las aventuras con sus lectores desde una soleada California, en medio del cañón de Coldwater, donde ha encontrado su refugio y la fuerza para seguir inventando ese universo visible como una vivero de imágenes y símbolos a los que la imaginación otorga el puesto que merece.

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