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miércoles, 14 de junio de 2017

Ricardo Menéndez Salmón



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DEMONIOS
       La eficacia narrativa de Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971), sus especiales dotes para la trama y el trasfondo de sus historias, la complejidad y el desarrollo de las mismas, con evidentes referencias a la filosofía de autores como Spinoza, Schopenhauer o Nietzsche, dignifican, sin duda alguna, ese lugar que ya hoy ocupa el asturiano en el panorama narrativo español del siglo XXI. Muestra, además, que su categoría ha sido sopesada, aunque algunos años después, tras llevar a cabo un auténtico ensayo de modestia con sus novelas y con sus colecciones de relatos anteriores, de difusión minoritaria que, de alguna manera, avalarían la solidez de una obra que Seix-Barral sacaba del anonimato con La ofensa (2007), su quinta novela, aplaudida, hace poco más de un año, por público y crítica.
                En su nueva entrega, Derrumbe (2008), igual de breve y densa que otras suyas, ensaya con una insólita fuerza el horror, la maldad o la desolación humana, y lo hace con una carga de precisión tan profunda que sumerge al lector en una espiral de posibilidades. La trama ofrece varios casos, cuyo desarrollo no necesariamente necesitan una explicación, aunque desde el punto de vista narrativo se concreta en tres historias, tres partes que, de alguna manera, se diferencian tanto en su ejecución técnica como estilística y, finalmente, se unifican en una alucinación coral. En la primera cuenta cómo un asesino se ensaña con sus víctimas y, como si de una auténtica historia criminal se tratara, cinco policías le siguen la pista y convierten el caso en una obsesiva visión de la monstruosidad humana, pretexto que le sirve al narrador para desentrañar la mentalidad de un auténtico loco. Actitud que se desarrollará a lo largo de la segunda parte, y aunque Menéndez Salmón no siga una línea argumental, esa tremenda sensación de crueldad persigue al lector, ahora en una pandilla de adolescentes que siembran el terror metiendo agujas en botellas de leche. Es la parte más reflexiva, despliega una singular atracción hacia el dolor, tema tratado con insistencia por Menéndez Salmón para señalar la actitud de violencia que los jóvenes esgrimen como bandera ante una sociedad que pretenden cambiar; y en la tercera, definitiva visión del espectáculo y de la atracción del mal, cuenta la relación de Valdivia con su hija Vera, novia a su vez de uno de los muchachos de la parte anterior y confirma esa insistente visión acerca de la incomunicación o las relaciones más elementales. Sobre los personajes de Derrumbe, que viven en Promenadia, una apacible y tranquila ciudad junto al mar, se cierne un infierno particular que, en sus propias vidas, es asumido de una manera cotidiana, aunque en el relato se sobredimensiona esta actitud con esa crítica mirada que caracteriza a  nuestro tiempo.







DERRUMBE
Ricardo Menéndez Salmón
Barcelona, Seix-Barral, 2008

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