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DEMONIOS
La eficacia narrativa de Ricardo Menéndez Salmón
(Gijón, 1971), sus especiales dotes para la trama y el trasfondo de sus
historias, la complejidad y el desarrollo de las mismas, con evidentes
referencias a la filosofía de autores como Spinoza, Schopenhauer o Nietzsche,
dignifican, sin duda alguna, ese lugar que ya hoy ocupa el asturiano en el
panorama narrativo español del siglo XXI. Muestra, además, que su categoría ha
sido sopesada, aunque algunos años después, tras llevar a cabo un auténtico
ensayo de modestia con sus novelas y con sus colecciones de relatos anteriores,
de difusión minoritaria que, de alguna manera, avalarían la solidez de una obra
que Seix-Barral sacaba del anonimato con La ofensa (2007), su quinta
novela, aplaudida, hace poco más de un año, por público y crítica.
En su nueva entrega, Derrumbe (2008),
igual de breve y densa que otras suyas, ensaya con una insólita fuerza el
horror, la maldad o la desolación humana, y lo hace con una carga de precisión
tan profunda que sumerge al lector en una espiral de posibilidades. La trama
ofrece varios casos, cuyo desarrollo no necesariamente necesitan una
explicación, aunque desde el punto de vista narrativo se concreta en tres
historias, tres partes que, de alguna manera, se diferencian tanto en su
ejecución técnica como estilística y, finalmente, se unifican en una
alucinación coral. En la primera cuenta cómo un asesino se ensaña con sus
víctimas y, como si de una auténtica historia criminal se tratara, cinco
policías le siguen la pista y convierten el caso en una obsesiva visión de la
monstruosidad humana, pretexto que le sirve al narrador para desentrañar la
mentalidad de un auténtico loco. Actitud que se desarrollará a lo largo de la
segunda parte, y aunque Menéndez Salmón no siga una línea argumental, esa
tremenda sensación de crueldad persigue al lector, ahora en una pandilla de
adolescentes que siembran el terror metiendo agujas en botellas de leche. Es la
parte más reflexiva, despliega una singular atracción hacia el dolor, tema
tratado con insistencia por Menéndez Salmón para señalar la actitud de violencia
que los jóvenes esgrimen como bandera ante una sociedad que pretenden cambiar;
y en la tercera, definitiva visión del espectáculo y de la atracción del mal,
cuenta la relación de Valdivia con su hija Vera, novia a su vez de uno de los
muchachos de la parte anterior y confirma esa insistente visión acerca de la
incomunicación o las relaciones más elementales. Sobre los personajes de Derrumbe,
que viven en Promenadia, una apacible y tranquila ciudad junto al mar, se
cierne un infierno particular que, en sus propias vidas, es asumido de una
manera cotidiana, aunque en el relato se sobredimensiona esta actitud con esa
crítica mirada que caracteriza a nuestro
tiempo.
DERRUMBE
Ricardo Menéndez
Salmón
Barcelona,
Seix-Barral, 2008
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