Una
fábula, El hombre que amaba las islas, de D.H. Lawrence
Una
edición publicada por Traspiés e ilustrada por Begoña Fumero
Durante el
siglo XX pocos autores han sido tan discutidos y polémicos como D. H. Lawrence.
Algunas de sus novelas fueron prohibidas en Inglaterra por obscenas, y a pesar
de haber revolucionado la técnica novelística, su estilo ha sido a menudo
cuestionado. Al final de su vida escribiría tres relatos que forman parte de la
mejor muestra de su última época, La
mujer que se fue a caballo, El gallo
huido, y sobre todo, El hombre que
amaba las islas, publicadas, originariamente, junto a otras novelas breves
como, The Woman Who Rode Away and Other Stories (1928), aunque en España
han sido publicadas anteriormente por la editorial Atalanta
(2007); y en realidad, se trata de tres secuencias finales con una mirada
filosófica sobre la vida, y una vigorosa parábola sobre los peligros del
aislamiento, aunque como ha llegado a afirmar el escritor mexicano Juan Villoro,
en sus cuentos, Lawrence mantiene una firme convicción de mitógrafo, y en
realidad no escribe parábolas sino historias que admiten lecturas múltiples.
La edición
El hombre que amaba las islas es un relato breve donde el protagonista intenta realizar un proyecto de vida, y en la historia se mezcla lo salvaje y lo onírico puesto que Lawrence, a través de su personaje principal, nos muestra la sensación de incomodidad ante una sociedad de la que no se siente partícipe y cómo, en su búsqueda de una isla idílica, descubre que el Paraíso, una vez descubierto, no dista tanto del Infierno. Y así leemos que su protagonista, Cathcart, comprará una isla tras otra, un total de tres, a donde quiere retirarse cada vez para formar su propio mundo, un espacio reducido para encontrar ese auténtico paraíso terrenal que una vez vivido y experimentado, tampoco, conseguirá.
La edición de
Traspiés, en su Colección Vagamundo Libros Ilustrados, en esta ocasión por
Begoña Fumero, obedece a un proyecto de de fin de curso del Taller de traducción
literaria de Billar de Letras, de Granada, que ha coordinado Maite Fernández,
un texto traducido con las características peculiares de la escritura de un
autor como D.H. Lawrence, de prosa repleta de elucrubantes sensaciones por lo
absoluto.
El autor
D. H. Lawrence
nació el 11 de septiembre de 1885 en Eastwood, Nottinghamshire, Inglaterra. Era
el cuarto hijo de Arthur Lawrence, un minero casi analfabeto y aficionado a la
bebida, y de Lydia Beardsall, una antigua maestra, amante de la cultura, hecho
que provocó el interés por la pintura y la lectura del pequeño David, quien
desde niño sufrió de frágil salud. La diferencia cultural entre sus padres fue
clave en la psicología de Lawrence, quien sufrió en su niñez el enfrentamiento
habitual entre sus progenitores.
Gracias a una
beca estudió en el Nottingham High School y en la Universidad de la misma
ciudad, aunque dejó los estudios y comenzó a publicar sus primeros textos y a
impartir clases desde 1908 en la Davidson Road School
de Croydon. Un año después publicó, gracias a la mediación de Ford Madox Ford,
sus primeros poemas en la revista “The English Review”.
En 1910, su
madre enferma de cáncer, y fallece auxiliada en su muerte por su propio hijo,
quien le ayudaría a ingerir una sobredosis de somníferos.
Su primera
novela publicada fue El Pavo Real Blanco (1911), un libro que comenzó a
escribir en 1906. En 1912 Lawrence inició una relación sentimental con Frieda
von Richtofen, mujer del profesor Ernest Weekley y familiar del famoso piloto
Barón Rojo, Manfred von Richthofen. Frieda abandonó a su esposo e hijos para
convivir con el joven David Herbert en Bavaria (Alemania). Ambos viajaban con
frecuencia por numerosos países y se casaron en 1914. Había publicado El
Transgresor (1912) e Hijos y Amantes (1913), una novela de carácter
autobiográfico en la que aparece la figura de uno de sus primeros amores,
Jessie Chambers, con el nombre ficticio de Miriam.
En plena
guerra mundial cuando vivía en Inglaterra, Lawrence publica El Arco Iris
(1915), su primer libro censurado por obscenidad sexual. A raíz de esta
censura, varios personajes, de ideología liberal, mostraron su apoyo a
Lawrence, como Lady Ottoline Morrell, Aldous Huxley o Bertrand Russell. Tras
publicar Mujeres Enamoradas (1920), Lawrence se trasladó a Taormina, Italia,
lugar en donde escribió La
Niña Perdida (1920), texto que vuelve a incidir en los
vínculos amorosos entre personas de distinta índole social. Después aparecería
El Mar y Cerdeña (1921) y La Vara de Aarón (1922). Su estancia en Italia se
convirtió en el libro de viajes, Italia a Media Luz.
En la década
de los 20, D. H. Lawrence viajó por Australia, Asia, Estados Unidos y Europa, y
asentado de nuevo en Italia, cerca de Florencia, escribió su título más famoso,
El Amante de Lady Chatterley (1928), un libro acusado de nuevo de obsceno que
narra de manera explícita la relación sexual entre una mujer culta y adinerada
y un guardabosques al servicio de su esposo aristócrata.
D. H. Lawrence
falleció a causa de una tuberculosis el 2 de marzo de 1930 en Vence (Francia).
Tenía 44 años. Está enterrado en el Kiowa Ranch Cemetery, ubicado en San Cristóbal,
Nuevo México (Estados Unidos).
D.H. Lawrence, El hombre que amaba la islas; prólogo de
Begoña Mansilla; ilust., de Begoña Fumero; Granada, Traspiés, 2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario