Pablo
Hernán di Marco
Un café en Buenos Aires
con Pedro M. Domene
—Tus más de treinta años de experiencia como periodista cultural tal vez
te ayuden a responderme la siguiente pregunta: ¿En qué varió el vínculo de los
escritores con los periodistas? Te lo pregunto porque a veces pareciera ser más
sencillo contactarse con el Papa Francisco que con cualquier autor de mediano
éxito. Es como si hubiesen pasado siglos desde aquellos días en que Borges se
dejaba entrevistar en su propia casa por cualquier adolescente aspirante a
periodista.
Lamentablemente
vivimos en la era de la individualización y lo que antes hacíamos en una
convivencia y en una comunidad, con gestos generosos y amables, hoy mucha gente
tiende a vivir más aisladamente. Las posibilidades audiovisuales de la
comunicación son muy variadas, deberían acercarnos, pero lamentablemente las
personas se convierten en “islitas” a las que es imposible llegar; no obstante,
yo tengo una opinión positiva al respecto, herramientas como facebook o mail, a
través de Internet, me hacen llegar a gente interesante; en estos últimos meses
entrevisté a algunas jóvenes promesas del mundo literario tanto español como
argentino, por citar algunos ejemplos, casos de Irene Gracia, Raquel Taranilla,
Marina Perezagua que viven en lugres tan alejados como Madrid, Qatar, Nueva
York, o Ariana Harwicz y Selva Almada
que viven en París y Buenos Aires, respectivamente. También es verdad que las
prisas provocan un periodismo más light, con gente menos informa; yo voy un
poco por libre, y preparo temas y entrevistas en profundidad, con lo que la
perspectiva de aquello sobre lo que escribo es mayor, y el acercamiento al
entrevistado resulta más interesante.
—¿Y
qué me podés decir en relación a cómo evolucionó —o involucionó— la escritura y
las temáticas en estos treinta años?
A
lo largo de treinta años los cambios en literatura son necesarios, las
generaciones se enfrentan a retos distintos, y sus intereses varían, si en mi
generación luchábamos por implantar la democracia en mi país, España, la
literatura se hacía eco de esa problemática sobre la libertad, que además
presuponía un amplio campo para la experimentación, y así surgen voces que
claman aspectos nuevos en los distintos géneros, poesía, teatro y narrativa.
Hoy los nombres de Mendoza, Vila-Matas, Marías o Muñoz Molina recuerdan que su
literatura se convirtió en ese cambio necesario, y bastante después una
generación más joven, con técnicas basadas en los medio audiovisuales, lo que
se califica como “tendencia mediática”, irrumpen con una escritura distinta y
más concreta o automática, caracterizada por la urgencia, la brevedad, la
simplicidad, la frivolidad, la espectacularidad, la inmediatez y la
superficialidad, aunque repitan temas como la soledad, la alienación, el paso
del tiempo, casos de Fernández Mallo o Isaac Rosa, entre otros.
—¿Qué te llama la atención de la actual literatura latinoamericana?
Curiosamente, también yo me he beneficiado de las nuevas
tecnologías, ahora tengo un acceso mucho más rápido a ensanchar mi visión de la
literatura en el mundo. Recientemente he podido contactar con jóvenes
latinoamericanos que hace unos años no hubiera sido posible, por ejemplo la cubana Wendy Guerra,
y su visión de la infancia en una maravillosa ciudad, La Habana; la colombiana Margarita
García Robayo y su extraña relación paternal, o las
argentinas Selva Almada y su visión del paisaje, Ariana Harwicz que narra la desolación humana
y una insistente pulsión sexual en sus textos, y también Andrea Stefanoni y su
mirada crítica de la emigración española en Argentina. Como verá una amplia
visión del género humano y sus características más intrínsecas, que si no son
nuevas, proceden de otras voces tan dispares como las que he señalado. Hay una
curiosa diversidad de temas que jóvenes escritores están planteando, incluso
aun alejándose de sus patrones propios y acercándose a una narrativa más
cosmopolita y universal, lo que da pie a que puedan leerse en cualquier rincón
del mundo.
—¿Qué le brinda el “Pedro Martínez Domene
periodista” al “Pedro M. Domene escritor de novelas”?
Son
dos facetas que se complementan, al menos en mi caso: el periodista me otorga
la inmediatez y una variedad de asuntos, pese a que estemos hablando de un
periodismo cultural como el que yo practico, y me permiten acceder y conocer
aspectos muy diferentes de la cultura contemporánea, de mi país y aquello que
me interesa del extranjero; y la novela me ofrece la profundidad, la libertad
de crear personajes y espacios donde ahondar en mis propias inquietudes, como
la amistad, las relaciones humanas, los viajes y otras costumbres y culturas.
—Pasaron más de diez años desde la publicación de tu novela Después de Praga nada fue igual. A la hora
de idear y escribir una historia, ¿qué ganaste y qué perdiste desde aquellos
días a hoy?
He
ganado fundamentalmente experiencia, casi puedo afirmar que Después de Praga
nada fue igual, fue un auténtico ensayo, la posibilidad de que yo escribiera
una historia, con unos personajes, con una ambientación y que al final, todo
aquello se pudiera leer. Tuve suerte y ganó un premio, y se publicó. Hoy las
cosas son diferentes, y mis novelas siguientes se escriben desde la certeza de
lo que estoy haciendo, con una mayor responsabilidad y aunque me siguen
obsesionando casi los mismos temas, intento variar el registro para proyectar
mis inquietudes hacia un lector interesado. Y si acaso he perdido algo, pues la
inocencia y parte de mi juventud; pero no creo, en absoluto, que sea así.
—En 2016 vas a publicar tu nueva novela El secreto de las beguinas. ¿Qué me podés
adelantar?
Sí,
y me hace mucha ilusión. Es un proyecto en el que he invertido mucho tiempo,
más de lo habitual en mí. Escribía y dejaba de hacerlo, no encontraba el pulso,
porque es una novela escrita en dos planos históricos, el XVII español en una
tierra que me fascina, Flandes, y concretamente ambientada en Brujas, y la
actualidad, la de dos jóvenes investigadores que buscan el sentido de un suceso
en el beguinato de la ciudad, el secreto de las beguinas. La publicará una
editorial modesta, que me gusta mucho, Trifaldi, en Madrid, y su editor Máximo
Higuera, creo que arriesga conmigo porque le gustó la historia.
—Vamos
con la última, Pedro: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a
cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo
llevarías, y qué pregunta le harías.
No
quiero parecer presuntuoso, ya he tenido ocasión de tomar café con algunos
escritores que me interesaban y por quienes sentía una especial amistad y
estaba muy unido, y puedo hablarte de dos personajes muy opuestos, Medardo
Fraile, de la generación española del 50, entrañable y magnífico cuentista ya
fallecido, y Enrique Vila-Matas, hoy un referente en la narrativa contemporánea,
y diría casi universal, y algún otro amigo escritor que no nombro para no
cansar. Así que si me lo permite, tomaremos café usted y yo, y seguiremos
hablando de literatura que según me parece, nos apasiona tanto a usted, Pablo
como a mí.
¡MUCHAS GRACIAS!
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