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jueves, 19 de julio de 2018

Acabo de leer... y descubro


                        
                 Piscinas vacías
           Laura Ferrero  
Madrid, Alfaguara, 2016 (reimpr., 2018)


   Existe una literatura de verdad, y una quizá de segunda mano, que se aleja de las pretensiones que caracterizan a un género tan denostado como el cuento, y el lector medio siente, de alguna manera, cierta prevención para sumergirse en un volumen completo de relatos; pero en mitad de una abultada selección de novedades, sin duda alguna e inesperadamente, nos sorprende gratamente uno de los volúmenes que llama nuestra atención, y entonces descubrimos que la colección Piscinas vacías (2016), de Laura Ferrero (Barcelona, 1984), formaría parte de esa primera premisa que subraya la afirmación, porque entre otros supuestos se presupone que estamos ante literatura de vuelos altos, cuya escritura se muestra tan escueta y precisa como afilada, desnuda en una aparente simplicidad como el mundo que deja entrever en sus historias, puesto que en los cuentos de la joven narradora, pese a la brevedad de algunos, ocurren muchas cosas, y en ocasiones suceden porque son cosas importantes, y algunas de ellas determinan el destino de una vida, y dejan marcado al lector para siempre; de ahí, el recurso de parafrasear un poema de Anne Carson, que dice, “agudo como el mundo”.
       Los personajes de Laura Ferrero se parecen bastante a nosotros mismos, y a muchas de aquellas personas que pueden ser nuestros vecinos, recordar la historia de nuestros padres, o las relaciones de pareja, las propias y las ajenas, y en estos cuentos podemos descubrir que una mujer cuando no puede dormir, “Pan de molde”, abandona su cama y se va al salón a escuchar el zumbido de la televisión, o un padre, “El origen de las certezas” que sopla las velas ante su hijo, que también es padre, y no menos sorprendente como una joven le escribe una historia de amor a una niña, “Sofía”, que nunca conocerá, y un abuelo le habla a una fotografía, incluso un hombre y una mujer se dicen adiós en una esquina y, en realidad, muchos de ellos no se conocen pero a todos les ocurren cosas parecidas: se trata de contar la vida con sus insignificancias pero también con sus grandes interrogantes, y de mostrarnos cómo se enamora uno, por qué son tan difíciles las relaciones humanas, qué nos inquieta o, mejor aún, qué nos produce miedo, y en ocasiones estos personajes, tan anónimos como reconocibles, deben elegir entre la vida que tienen y la que, en ocasiones, imaginan. Y todo esto es algo que forma parte de una realidad, y se confirma con la buena literatura que solo se confirma y autentifica con el matiz de algo bien hecho.
       

        El resto de cuentos, entre los que destacamos, “La casa más vacía del mundo” el relato de un padre se enfrenta con un hijo a su reciente viudedad, “Lo que brilla” donde se reflexiona sobre lo que uno tiene y lo que deja en el camino, esa incertidumbre de haber elegido bien que a todos se nos plantea en algún momento de nuestra vida, en “Piscinas vacías”, el relato que da título al libro, una joven recuerda a su hermano menor fallecido en un accidente y su incapacidad por superar la pérdida, y en algunos otros cuentos van apareciendo temas, personajes y situaciones recurrentes que quedan entretejidas por un hilo conductor: la búsqueda constante y la pérdida del amor. Y quizá por eso, en todas las historias hay encuentros y desencuentros, parejas que se aman y se separan, parejas que se engañan y se hieren, que se rompen por terceras personas porque la sombra de la infidelidad sobrevuela gran parte de los cuentos, y de alguna manera está presente el fantasma de la enfermedad y de la muerte, tanto en adultos como en niños, unos niños deseados o, o tal vez no por sus padres, toda una serie de personajes vivos, muertos, enfermos, solitarios, desequilibrados, o también modélicos.
       En una colección como Piscinas vacías, sin ánimo de menosprecio, resuena el eco de la eficiente brevedad y concisión narrativa de Raymond Carver o Richard Ford y la crudeza humana, y la descarnada visión de Lorrie Moore, aunque debamos apuntar que todo asimilado y escrito con estilo propio: una narradora que, en definitiva, promete.

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