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EL
PAISAJE SUSPENDIDO EN EL AIRE
La poesía auténtica de Alejandro López Andrada
El poeta Alejandro López Andrada
(Villanueva del Duque, Córdoba, 1957) escribe sobre el paisaje suspendido en el
aire que el escritor y filósofo alemán Novalis asociaba a ese espíritu que
flota tras una cosmovisión y responde a un idealismo mágico, aunque la
perspectiva del cordobés irá mucho más allá, explora lo incondicionado y lo
hace a través de aquellas cosas que en otro tiempo conformaron cuanto vivió en
su niñez; o evoca ese marco inconfundible de un humilde y brumoso mundo rural
que reverbera, muchos años después, en la luz de sus palabras, perceptible en el
conjunto de su obra poética tras la contemplación de los campos, los recuerdos
familiares, los paseos cotidianos, mientras resuena el tañido de las campanas y,
en la más absoluta intimidad, cuando se produce el emotivo reencuentro con la
madre anciana.
La poesía le proporciona al poeta López
Andrada algunas claves para entender mejor la arquitectura que conforman los
edificios del silencio, las buhardillas que guardan el tiempo, porque nunca ha
dejado de asegurar que cuando escribe poesía hace de médium y, a través de su
voz, fluyen los nombres de otras épocas, las palabras y los espacios que llenaron
su existencia y viven en un plano distinto a esta realidad presente; es entonces
cuando no parece que escriba el poeta sino otros: la tierra, los montes, los
pájaros, las fuentes, los caminos del bosque, los familiares desaparecidos, y
lo hacen devolviéndole su halo, reconstruyendo ese tiempo vivido con una visión
distinta, con una pulcra y pausada nitidez.
El nuevo poemario de Alejandro López Andrada, El musgo y las campanas (2018) inaugura
una colección de la editorial sevillana, Catorce Bis, cuyo propósito inicial es
abrir las puertas tanto a la tradición lírica como a la poesía más audaz e
innovadora, y quiere mostrarse como el espejo en el que cada lector se asome y
reconozca su propio rostro o muestre, quizá, ese universo luminoso que le
genere dimensiones del ánimo y del espíritu hasta entonces desconocidas que
esperan ser exploradas, según expone su editor, Carlos Vaquerizo.
El
musgo y las campanas, libro de hondura que enseguida conmueve al lector,
queda estructurado en cuatro bloques o apartados que configuran el mundo y las
raíces que sustentan el verso del cordobés; un inicial “Atrio” marca el tono y,
en cierta medida, el punto de vista escogido por el poeta para el resto de su
propuesta lírica: la sensación de desarraigo, ya esgrimido en buena parte de su
obra anterior, y que ahora canaliza a través de un profundo sentimiento de
melancolía como una tabla de salvación propia, con ese tono elegíaco que tanto
favorece a la poesía de López Andrada; los poemas “Templo” y “La visita” son
dos excelentes muestras que iluminan este punto de partida.
Un total de veintidós “Prosas ocres”
ofrecen las vivencias de alguien desubicado en la ciudad que sobrevive pese a
las bondades de su espacio, el medio se revela hostil ante su mirada, y es entonces
cuando busca refugio en los recuerdos, al tiempo que ensalza los espacios de
una naturaleza urbana. Las composiciones más emotivas son las cuatro inspiradas
en su madre, que acertadamente titula, “Fe materna”, “Lágrimas”, “Victoria
Andrada, madre” y “Noventa y cuatro años”, y aún añade más intimismo, y lírica
personal en las composiciones dedicadas a “Paqui”, su mujer, y a sus hijas
“Rocío” y “María Victoria”, escritas con ese marcado e inevitable aliento de
melancolía y de devoción aunque, como señala el poeta Colinas, López Andrada
trabaja sus palabras con una absoluta limpieza y con la intensa sencillez que
le otorga su propia inspiración.
Los “Fragmentos del verano” reúne poemas
donde la añoranza y el recuerdo de su pueblo se intensifican, y aparecen, una
vez más, temas fundamentales de su producción poética: la naturaleza y el
paraíso que fue su infancia, o los recuerdos de espacios y gentes del lugar.
Para nuestro poeta, la naturaleza es esa fuerza vital que comprende buena parte
de su existencia, y la infancia un territorio literario con recuerdos que se
impregnan de una lírica de la nostalgia, una evocación que invade todo el espacio
y, en suma, concreta su mundo, un pequeño espacio geográfico concreto, lugar
donde una y otra vez vuelve.
En el último bloque, “Las sombras
vespertinas” de acertado título, aparece el tema de la ausencia y de la muerte,
íntimamente relacionados. El poeta entona la recuperación de los seres queridos
a través de la memoria, y asistimos a la despedida temporal de sus hijas, la
inequívoca ausencia del padre que asocia al recuerdo de un mítico “Puente sobre
el río Kwai”, y termina con una feliz soledad y una llovizna que desdibuja la
grisácea avenida de una gran urbe, Córdoba su ciudad.
La poesía de Alejandro López Andrada
ofrece con una evidente claridad las instantáneas de un mundo tan verdadero
como iluminador, su voz suena limpia, y sus versos tan evocadores como
poderosos nos salvan cuando cerramos, una vez más, uno de sus libros, y si lo
meditamos unos instantes, en realidad, de eso se trata cuando nos sumergimos en
el mundo lírico del poeta cordobés.
El musgo
y las campanas
Alejandro López Andrada
Sevilla,
Catorce Bis, 2018; 80 pp.
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