LA RAZÓN
DESESPERADA DE RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO
El escritor heterodoxo Rafael Sánchez
Ferlosio (Roma, 1927) obtenía el Premio Cervantes en el 400 centenario de
«Quijote» por el conjunto de una obra que provocó un cambio de rumbo en la
narrativa española de la segunda mitad del siglo XX.
El premio de Cervantes de 1993, Miguel
Delibes, retrataba, recientemente, a Rafael Sánchez Ferlosio como el nombre de mayores posibilidades de
supervivencia en la novela española de posguerra, con categoría suficiente para
afrontar la inmortalidad literaria. Para el escritor vallisoletano, su libro
fundamental, El Jarama, es una síntesis perfecta de las cualidades del
grupo de «los niños de la guerra». Añade
Delibes, que en Ferlosio se «adivina al hombre impar, el hombre diferente». Dos
libros han marcado la trayectoria narrativa de Sánchez Ferlosio, Industrias
y andanzas de Alfanhuí (1951) y El Jarama (1956). El primero toma de
la tradición picaresca su estructura narrativa, pero por el tratamiento que el
autor hace de su texto, la temática se inscribe hoy en día más dentro del
relato fantástico o alegórico; a caballo entre
unas aventuras de Peter Pan o de Pinocho, como señalara en
su momento Ignacio Soldevilla Durante. Lo cierto es que renombrados críticos
como Alborg, Gil Casado, Sanz Villanueva, o el mismo Soldevilla Durante, han
estudiado al escritor dedicándole importantes apartados en sus monografías
sobre la novela española de la segunda mitad del XX. Sanz Villanueva calificaba El Jarama como una de las obras más
importantes y representativas de toda la postguerra; adscrita a un
planteamiento fundamentalmente objetivo, se puede declarar como una de las
pocas obras españolas de decidido tratamiento conductista o behaviorista.
Igualmente puede ser considerada dentro de un realismo de masas en cuanto que
es el grupo y no personaje particular alguno el que protagoniza el repertorio
de simples anécdotas.
En 1958 Juan Luis Alborg afirmaba lo
siguiente: «Ignoro cuál puede ser en el futuro la ruta literaria de Rafael
Sánchez Ferlosio. Por la estima que me merecen sus condiciones de escritor,
lamentaría que su obra volviera a sorprendernos con nuevos virtuosismos;
desearía, por el contrario, que «estableciera posiciones», que fijara su actitud
ante la vida y la novela, que escogiera su mundo y cultivara su predio, aun
teniendo que renunciar, naturalmente, a muchos recintos tentadores que su
talento de Jano bifronte le consentiría pero con mengua de su personalidad»; en
cierto modo, Alborg le auguraba al escritor un futuro donde no volvería a
centrar su atención en la narrativa, pues de hecho desde hace muchos años,
Sánchez Ferlosio ha abominado de la ficción, decantándose por el ensayo,
convencido el escritor, de que éste es algo más creativo y audaz.
Una
vida
Rafael Sánchez Ferlosio nació en Roma en
1927, hijo de Rafael Sánchez Mazas. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad
Complutense. Formó parte de la denominada generación de los
50 que integra a autores tan representativos e importantes como Ana María
Matute, Ignacio Aldecoa, Josefina Rodríguez, Carmen Martín Gaite, con quien se
casara, Jesús Fernández Santos y Medardo Fraile. Colaboró, junto a sus
compañeros, en Revista Española, medio que regentara tan magistralmente
Antonio Rodríguez Moñino; tras su primera experiencia como narrador en 1951,
consiguió el Premio Nadal en 1955 por El Jarama; tras un largo silencio
voluntario volvió al panorama literario con Las semanas del jardín
(1974-1975), dos volúmenes que recogen sus investigaciones lingüísticas hasta
el momento; un nuevo intento de novela se transformó en El testimonio de
Yarfoz (1986), una crónica legendaria de estructura épica, para seguir
insistiendo en nuevos ensayos como Mientras no cambien los dioses, nada ha
cambiado (1986), Campo de Marte I. El ejercicio del mal (1986), El
ejército nacional (1986), La homilía del ratón (1986), Ensayos y artículos. Vols. I y II (1992),
Vendrán años malos y nos harán más ciegos (1993), Esas Yndias
equivocadas y malditas (1994), El alma y la vergüenza (2000), La
hija de la guerra y la madre de la patria (2002), Non olet (2003).
La historia, la mujer española, la cultura, el ejército, las autonomías, ETA,
Gibraltar, la Iglesia, la guerra entre judíos y palestinos o el
redescubrimiento de América son algunos de los temas que, desde el punto de
vista crítico, ha planteado Sánchez Ferlosio en sus ensayos y artículos en las
últimas décadas.
La
singularidad de Alfanhuí
El propio autor
definía esta novela como «una historia castellana llena de mentiras
verdaderas», y se trata de un libro desconcertante y original al mismo tiempo,
porque aplica la técnica de la descripción realista del momento a un cuento, en
realidad, fantástico que nos transporta a un mundo imaginario dentro de todo un
marco real. Sánchez Ferlosio consigue con su primera novela consumar un estilo
que se traduce en un prodigioso artífice lingüístico cuyo realismo tiene tanto
de expresión lírica como arquitectura narrativa para conseguir esa zona
limítrofe que se le supone a la verdad y a la ficción o como el propio Sánchez
Ferlosio calificaba a esta maravillosa historia, «ni novela ni narración
tampoco narración poética».
Tanto formal como argumentalmente
hablando, la obra tiene, sin embargo, una estructura narrativa definida, basada
en las industrias y andanzas del pequeño Alfanhuí cuya peregrinación por
tierras y paisajes castellanos le convierten en un nuevo Lazarillo que hereda
la condición errabunda del pícaro, pero es más inocente y soñador. Antonio
Vilanova sostiene, sin embargo, que «la extraña mezcla de lirismo y fantasía de
este libro, cuyo pequeño héroe, de ojos amarillos como el alcaraván, no
traspasa los límites de la niñez, ni llega a salir jamás del luminoso paraíso
de la inocencia infantil, confiere a su extraño aprendizaje de los misterios
del mundo un tono fabuloso y poemático que eclipsa por completo la veracidad y
realismo de su tenue acción novelesca». La novela se mueve en una constante
transmutación de la realidad cotidiana y vulgar por obra de esa fantasía mágica
en la que vive su protagonista, Alfanhuí, cuyos ojos graves descubren los
aspectos más nimios e insignificantes del mundo circundante. En realidad, se
trata de esa especie de don que se le atribuye al alquimista y nigromante para
percibir el origen fabuloso y legendario de los misterios del mundo, aunque en
el caso de Alfanhuí, su espíritu sagaz e industrioso, le lleva a un anhelo
insaciable de conocimiento, a adquirir experiencia y saber con respecto a los
misterios de la naturaleza y del mundo.
Lo que busca el pequeño Alfanhuí en su aprendizaje como discípulo de un
maestro disecador en Guadalajara, es el sonido de las viejas historias que
explican el misterio de las cosas que, noche tras noche, le cuenta su maestro.
Pero lo que quiere saber el niño no es la realidad de las cosas sino el ensueño
que las envuelve, no conocer el mundo tal y como es, sino el mito que se ha
creado en torno a él y no la vida de los demás sino la fantasía y la ilusión
que se le pueda otorgar a esta.
La
originalidad de El Jarama
De «novela
antinovelesca» ha calificado Antonio Vilanova El Jarama, basada en la
pintura de la realidad cotidiana, como pocas veces había sido representada
hasta el momento en novela. Cuenta las incidencias de una jornada veraniega en
la que un grupo de dependientas y horteras madrileños van a pasar un día de
campo en la orillas del Jarama; la acción se desarrolla en un sólo día, desde
la mañana a la noche, y el clima que se respira en el relato es el de un
ambiente dominguero. El desarrollo de la acción, sin embargo, discurre en dos
planos, por una parte el merendero que regenta el señor Mauricio, donde
despacha tras el mostrador a la bulliciosa clientela, su conversación con los
habituales contertulios, y la orilla del río, flanqueado por un pequeño
bosquecillo, en donde se refugian los excursionistas domingueros para bañarse
en las aguas del Jarama. Con una técnica de representación objetiva de los
hechos que Cela había puesto de moda con La colmena (1951), en realidad,
Sánchez Ferlosio con su novela «no aspira a ser más que un trozo de vida
narrado paso a paso, sin reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como
la vida discurre, exactamente como la vida discurre». Pero, como en realidad,
se trata de un trozo de vida múltiple, integrada por diversos personajes y
localizada, como hemos dicho en dos escenarios distintos. Es inevitable que se
trate de una narración de atmósfera y de ambiente, de una acción multipolar y colectiva que no tiene, una
aparente, trama argumental con protagonistas, sino que cada uno de los
personajes se convierte en la suma de los actos que se describen y el mundo
novelesco trata de representar la suma de la vida de todos y cada uno de los
personajes. Quizá por eso podamos afirmar que los horteras, empleados, dependientas
y jóvenes oficinistas, cuya presencia, en principio, es confusa, se va
perfilando a medida que estos hablan, actúan y podemos identificarlos por sus
gestos y acciones, para convertirse en la representación de la vida misma y su
relación con los demás, en la medida que los vamos conociendo. Lo que le
importa al autor es revelarnos el carácter, la manera de ser de cada uno de
ellos, recrear el ambiente en que se mueven y el que crean con su presencia
junto al Jarama, el ambiente de la excursión dominguera, y, sobre todo,
destacar lo vulgar y tediosa que puede ser nuestra existencia. Y el contrapunto
final, la tragedia humana y sin sentido que casi transcurrido el día, cuando la
joven decide darse el último baño de la jornada, perece ahogada en las negras aguas
del río sin que el resto de sus compañeros perciban el soplo helado de una
muerte que empaña la insulsa jornada dominguera. Precisamente, en esta tragedia
se concentra toda la ternura, la emoción y el patetismo de una historia tan
vulgar que resulta tan verídica como la vida misma.
Los
ensayos
Rafael Sánchez
Ferlosio en sus ensayos y artículos ha desarrollado un pensamiento muy crítico
con la sociedad contemporánea, escritor de palabras precisas, se documenta
minuciosa y concienzudamente para abordar temas transcendentales como la guerra
de Irak, la política española, incluida la del PP y su líder José María Aznar, el
neocapitalismo o las conmemoraciones universales. En un libro como Las
semanas del jardín (1974-1975) Sánchez Ferlosio ofrecía una meditación
sobre los límites de la representación de la realidad en la literatura y la
idoneidad del lenguaje, con lo que lleva aparejado una análisis sobre el
lenguaje poético. Yen La homilía del ratón (1986) arremete desde un
punto de vista crítico, asuntos nacionales o internacionales, como la situación
de la mujer, las manifestaciones del 23 F, la cultura española o el mito de la
envida; y en asuntos internacionales cuestiones como el Papa Wojtyla, la OTAN,
la guerra de la Malvinas o los conflictos de la Humanidad. Por
ejemplo, en Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (1993), la
huella machadiana es patente y sobresale por la memoria de la infancia que nos
retrata el autor, el fin de ese paraíso perdido que, en ocasiones, traspasa las
lindes del sueño. El libro se muestra como ese territorio emocional donde todo
es posible. La realidad literaria de
Sánchez Ferlosio durante estas últimas décadas ha consistido en una irónica
visión de su mundo, con la suficiente capacidad de convicción que resulta dotado
de una prosa rica, cuyos temas llegan a irritar por una razonada cultura que va
más allá del simple concepto humanista.
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