Gonzalo Hermo
Musgo #1
Pienso en la mimosa,
en la flor de la acacia que brota en
invierno.
No hay belleza sin frío, dices
y yo imagino tu rostro enterrado en el
granizo
con la forma exacta de un ángulo de cuarzo
y la luz de enero entrando en tus heridas.
Algo me dice que tus labios serían más rojos
en las ciudades del norte
donde la vegetación no florece
en todo caso se extiende por la piedra
un bioma de musgo y de maleza y en el medio
una bandada de cisnes
con la sombra pulida
y el lomo en arco
con las alas plegadas en el vientre.
Pienso en el perímetro de un cisne en un
paisaje de tundra
en tus ojos mansos observándolo desde el
marjal
midiendo su contorno por brazadas.
Un corazón curtido en la desidia del deshielo
no puede atender a la belleza de la carne que
se quiebra
pues nada es más hermoso que la memoria nos
engañe
corriente de escritura o espectro
donde antes tal vez hubo textura.
Sabes que un golpe de luz bastaría para errar
el plan entero que construyes
el cuerpo del ave en desbandada
tus pies descalzos por los líquenes
el cerebro del poeta contra sí
calcinando las líneas maestras del trazado.
Pregúntate qué ocurre con la voz cuando el
pánico aparece en forma de ruido
qué cuerpo, nervio o materia resiste la
embestida de las huestes de calor
para que la belleza vaya delante con el
cadáver del pájaro que pone el tiempo en alza
para que las cenizas de esa ave sean cisne
otra vez
y de nuevo regrese a la tierra en que la
miras
ojo-de-Dios que observa la deflagración de la
carne, la musa,
cuando hablamos de un poema que sea devenir.
Para partir junto a él sin remos ni tutela
en el ruido de la sintaxis
por los nexos
pues algo respira libre en los límites
todavía
todavía se revuelve y no se calma
cuando el ave emprende el vuelo
rumbo a tierra extranjera
sin aroma de cuna
sin nostalgia.
De Celebración (La Bella
Varsovia, 2017)
Traducción del gallego de Miriam Reyes
© Gonzalo
Hermo
© Berenice,
2018.
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