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martes, 14 de agosto de 2018

Hoy tomo café con…


Luis García Jambrina

       Luis García Jambrina (Zamora, 1960) estudió Filología Hispánica en la Universidad de Salamanca, donde se doctoró. En la actualidad es profesor de esta misma universidad, actividad que combina con su labor como crítico literario y la escritura de ensayos, relatos y novela. Publicó las colecciones de cuentos, Oposiciones a la morgue y otros ajustes de cuentas (1995) y Muertos SA (2005). En novela, ha cultivado géneros muy distintos, como la novela histórica, El manuscrito de piedra (2008), El manuscrito de nieve (2010) y recientemente, El manuscrito de fuego (2017), en torno a la figura de Fernando de Rojas. La novela policíaca, En tierra de lobos (2013), y sobre Cervantes, La sombra de otro (2014) y Bienvenida, Frau Merkel (2015).

 

Empezó dedicándose al difícil arte del cuento, ¿qué supuso su paso a la narrativa extensa?
       Supuso el abandono, espero que provisional, del cuento, pues la novela exige mucho tiempo y energía. Y la verdad es que lo lamento, pues el cuento es un género que me interesa y en el que me encontraba también muy a gusto. No obstante, espero regresar algún día a ese territorio.

En los 80 del siglo pasado proliferó una novela histórica culta y otra recreaba ambientes de novela negra, ¿su primera novela de la trilogía Rojas viene a ser un homenaje a la época?
       En mi caso, lo que he intentado hacer es, precisamente, una mezcla de novela histórica y novela negra, de novela culta y novela popular, con elementos tomados de la literatura clásica española, sobre todo del romancero y la picaresca, pero también de la literatura de género contemporánea.

¿Conocemos mejor a Fernando de Rojas a través de las dificultades a que somete a su personaje?
       En efecto, he querido que este personaje se vaya haciendo conforme se van desarrollando las novelas que componen la serie, en las que tiene que enfrentarse a una serie de problemas, obstáculos y misterios de todo tipo, lo que pondrá a prueba su inteligencia y sus principios.

Usted mueve a un joven Rojas por los ambientes académicos de la ciudad de Salamanca, ¿conocía el autor de La Celestina tales ambientes?
       Seguramente, los conocía muy bien, pues estudió en la Universidad de Salamanca hasta alcanzar el grado de bachiller en Leyes. Y está claro, cuando leemos La Celestina, que era una persona muy culta e instruida y que frecuentaba también los ambientes prostibularios y tabernarios de la ciudad.

¿Huía usted al escribir El manuscrito de piedra (2008) de la novela histórica al uso de abundante documentación?
       El gran problema con la documentación en la novela histórica es que hay que saber dosificarla, para no lastrar la novela. Es muy importante que la información vaya apareciendo de manera gradual y natural, a través de los diálogos y de la propia narración. En mis novelas utilizo abundante documentación, pero procuro que se vea o se note lo menos posible.

El lector pasea a través de los ojos del detective Rojas por una Salamanca monumental ¿ese y no otro fue su objetivo principal?
       Ese es otro de los objetivos de la novela. Salamanca es la otra gran protagonista de estas novelas; no se trata de un mero escenario. Por eso trato de que el lector visualice bien la ciudad, su peculiar fisonomía y sienta que pasea por sus calles.

¿El éxito le llevaría a publicar El manuscrito de nieve dos años después?
       La continuación estaba prevista de antemano, pues vi que el personaje daba mucho juego, al igual que la época y la ciudad de Salamanca. Luego fueron también los lectores los que, de alguna forma, me pidieron que continuara la serie. En todo caso, son novelas autoconclusivas que pueden leerse de manera independiente y sin seguir un orden concreto.

El mismo detective, la misma ambientación, aunque en esta novela se profundiza en el ambiente social y en el matiz picaresco, ¿es así como debemos entender esta novela?
       En efecto, pretende ser una ampliación y profundización de las otras dos novelas; de hecho, es más histórica y compleja que las anteriores. A través de ella se hace un retrato de la época, sobre todo de la corte y de la Universidad de Salamanca, con todos sus conflictos.



Una vez más, todo un desfile de personalidades históricas, ¿pudo haber tenido Rojas relación con esos personajes o forman parte de su ficción narrativa?
       Por desgracia, de Rojas no sabemos mucho. Pero es evidente que tuvo que ser una gran personalidad de su tiempo, y no solo como escritor. De hecho, todo parece indicar que después de La Celestina no volvió a publicar. ¿Dónde estuvo? ¿Qué hizo? ¿Con quién se relacionó? A esas preguntas tratan de dar respuestas mis “manuscritos”.

El manuscrito de fuego ¿cierra de alguna manera el ciclo de las aventuras del pesquisidor real Rojas?
       El manuscrito de fuego cierra la trilogía que yo llamo “de los manuscritos de Salamanca”, en la que existe un escenario común, que es la ciudad salmantina y su famosa Universidad. Pero aún falta una novela: El manuscrito de aire, para completar la tetralogía “de los cuatro elementos”. Y luego ya se verá.

Ahora se nos dibuja un Rojas bastante mayor, alejado del bullicio cortesano, pero mucho más perspicaz, ¿se trata de un intento de cerrar el ciclo?
       Se trata de un Rojas escéptico y crepuscular que está ya de vuelta de todo y no quiere saber nada de lo que sucede en la corte, pero que se verá obligado a volver a las andadas. Por otra parte, aún le quedan nueve años de vida. Asimismo existe un período de su vida en el que probablemente tuvieron lugar otras aventuras, de las que me ocuparé en el futuro.

Al hilo de las pesquisas de Rojas, sobresale la trama política, intelectual, ¿existió de alguna manera ese oscuro fondo histórico?
       En las tres novelas hay un trasfondo histórico, y más en esta última, en la que todavía siguen vivas las heridas abiertas por la guerra de las Comunidades, en la que Salamanca y la Universidad participaron muy activamente. Es un momento muy interesante y conflictivo de la Historia de España, lleno de tensiones políticas, sociales y religiosas.

Trabajar con un personaje histórico como Francesillo de Zúñiga, ¿supone una dificultad añadida al relato de ficción?
       Para mí fue un reto y un aliciente, pues se trataba de rescatar del olvido un personaje poco conocido. El gran problema de Francesillo es que sabemos muy poco de él, y la mayor parte de lo que sabemos son leyendas. Yo he tenido que separar la realidad de la leyenda y reconstruir su vida al hilo de la investigación sobre su asesinato. Por fortuna, he podido contar con la ayuda del principal especialista en don Francés de Zúñiga.

El personaje de Rojas ha echado mano de un ayudante llamado Alonso, ¿no será esto un intento de prolongar esta serie negra histórica con nuevos personajes?
       El personaje de Alonso tiene varias funciones dentro de la novela. Además de ayudante, es un espejo en el que Rojas se ve reflejado en la época en la que era joven, la de las dos primeras novelas. Por otra parte, me sirve para llevar a cabo un juego metaliterario en la línea de los que aparecen en los otros “manuscritos”, pues Alonso será el encargado de recoger por escrito las andanzas y aventuras de Fernando de Rojas, que, pasados los siglos, yo tendré la oportunidad de reescribir y publicar.

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