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miércoles, 8 de agosto de 2018

Antología de poetas de campo




       






 


      Clásicos y modernos han sobrevivido a una penumbra discursiva que relegaba su visión del paisaje y de las gentes del campo de ese concepto esgrimido, técnicamente, como gran literatura, aunque en su favor cabe advertir que el poeta despliega su sensibilidad para captar indistintamente lo callado y lo profundo, lo solemne y lo humilde, lo sencillo y lo incomprensible de toda una trascendente y posible visión poética. Nunca debemos olvidar que los sucesos en la naturaleza resultan cíclicos, sin duda porque el campo vive en lo eterno, y en esa eternidad se muestra la vida, y los múltiples prodigios que se repiten en cada una de las estaciones, o en toda una suerte de gracias que se renuevan período tras período. Cada época del año es un acontecimiento que trae algo verdaderamente nuevo, así como la obra de estos poetas es capaz de ordenar el tiempo. En ellos se advierte el paso de grandes e inesperados cambios y, también, cómo algunas de las cosas vividas ya no existen: el variopinto ejercicio de los oficios y quehaceres de las gentes de campo que, de una manera paulatina, generación tras generación, nuestra sociedad ha visto extinguirse. Tampoco disfrutamos de las bestias: burros y mulos han desaparecido y las cuadras están vacías. Y apenas se ven bielgos, barcinas, rastrillos y azuelas, aquellos instrumentos agrícolas de verano que hacían vivas y repletas de bullicio las eras tras la siega. Hoy sus nombres no son siquiera utilizados, ni se conocen, porque las cosechadoras han reemplazado a las viejas herramientas y su uso. Como escriben los poetas, nuestros campos se han quedado cada vez más solos, y cuando las golondrinas, los vencejos y las tórtolas los sobrevuelan ahora anidan en cortijos abandonados, con sus tejados hundidos y las paredes semiderruidas, o se posan en olivos apartados y aparentemente ensimismados. Y, a pesar de todo, la belleza de lo rural sigue indemne porque su viva imagen nunca ha desaparecido.
      
       No se trata solo de teorizar sobre una visión poética del aspecto rural o una mirada sobre el campo, incluso de una poderosa evocación de la literatura moderna a partir del Romanticismo sino que todo cuanto tiene que ver con el campo se convierte en puro sentimiento que estéticamente logra fundirse con los elementos físicos del paisaje vislumbrado. La visión, la mirada sobre el paisaje rural queda relacionada con la sublimidad, la apacibilidad, la inquietud, la ternura misma que provoca la recuperación de una poética de lo rural para lo que es necesario ayudarse con una extrema sensibilidad humana.

De Neorrurales. Antología de poetas de campo; Córdoba, Berenice, 2018; 160 pp.
ã Pedro M. Domene
ã Berenice, 2018.

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