Clásicos y modernos han sobrevivido a una penumbra
discursiva que relegaba su visión del paisaje y de las gentes del campo de ese
concepto esgrimido, técnicamente, como gran literatura, aunque en su favor cabe
advertir que el poeta despliega su sensibilidad para captar indistintamente lo
callado y lo profundo, lo solemne y lo humilde, lo sencillo y lo incomprensible
de toda una trascendente y posible visión poética. Nunca debemos olvidar que
los sucesos en la naturaleza resultan cíclicos, sin duda porque el campo vive
en lo eterno, y en esa eternidad se muestra la vida, y los múltiples prodigios
que se repiten en cada una de las estaciones, o en toda una suerte de gracias
que se renuevan período tras período. Cada época del año es un acontecimiento
que trae algo verdaderamente nuevo, así como la obra de estos
poetas es capaz de ordenar el tiempo. En ellos se advierte el paso de grandes e
inesperados cambios y, también, cómo algunas de las cosas vividas ya no
existen: el variopinto ejercicio de los oficios y quehaceres de las gentes de
campo que, de una manera paulatina, generación tras generación, nuestra
sociedad ha visto extinguirse. Tampoco disfrutamos de las bestias: burros y
mulos han desaparecido y las cuadras están vacías. Y apenas se ven bielgos,
barcinas, rastrillos y azuelas, aquellos instrumentos agrícolas de verano que
hacían vivas y repletas de bullicio las eras tras la siega. Hoy sus nombres
no son siquiera utilizados, ni se conocen, porque las cosechadoras han reemplazado
a las viejas herramientas y su uso. Como escriben los poetas, nuestros campos
se han quedado cada vez más solos, y cuando las golondrinas, los vencejos y las
tórtolas los sobrevuelan ahora anidan en cortijos abandonados, con sus tejados
hundidos y las paredes semiderruidas, o se posan en olivos apartados y
aparentemente ensimismados. Y, a pesar de todo, la belleza de lo rural sigue
indemne porque su viva imagen nunca ha desaparecido.
No se trata
solo de teorizar sobre una visión poética del aspecto rural o una mirada sobre
el campo, incluso de una poderosa evocación de la literatura moderna a partir
del Romanticismo sino que todo cuanto tiene que ver con el campo se convierte
en puro sentimiento que estéticamente logra fundirse con los elementos físicos
del paisaje vislumbrado. La visión, la mirada sobre el paisaje rural queda
relacionada con la sublimidad, la apacibilidad, la inquietud, la ternura misma
que provoca la recuperación de una poética de lo rural para lo que es necesario
ayudarse con una extrema sensibilidad humana.
De Neorrurales. Antología de poetas de campo;
Córdoba, Berenice, 2018; 160 pp.
ã Pedro M. Domene
ã Berenice, 2018.
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