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UN MUNDO
EN FIESTA
Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) nos
tiene acostumbrados a un cierto aire de
jocosidad y abundantes dosis de ironía en sus últimas propuestas narrativas,
y ahora con El rey recibe (2018) nos
invita a sonreír una vez más con su protagonista y la historia que nos cuenta,
el relato de los fenómenos sociales de los sesenta: la igualdad racial, el
feminismo, el movimiento gay o la deriva de la cultura hacia nuevas formas de
expresión, que hoy son el resultado de toda una fenomenología humana y
artística previa tanto en su forma como en sus hechos. Al hilo de esa abundante
enumeración histórica se soslaya la crónica de mayo del 68, se apunta un
acontecimiento como la Primavera de Praga, que pronto abortaron tanques
soviéticos, y se subraya la época de tibias esperanzas libertarias que supuso
la apertura de Fraga con su Ley de Prensa. El manifiesto peso autobiográfico
del relato traslada la mayor parte de la acción al Nueva York de finales de los
sesenta, en un Manhattan inseguro, pero donde ya anidaban los diversos movimientos
culturales contemporáneos como el pop art, y se propagaban las corrientes
musicales, rock & roll y el soul, el rhythm & blues y el folk característico
estadounidense.
Rufo Batalla es un curioso personaje,
periodista de relleno que se estrena escribiendo crónicas sociales y, tras un
inesperado éxito, se convierte en co-director de una revista de cotilleo, pero
el asfixiante ambiente barcelonés le lleva a emprender la aventura americana
para trabajar en una oficina comercial de la embajada española en Nueva York, y
allí intentará sobrevivir en un ambiente burocrático que ya no compromete al
personaje, y al que, una vez instalado en la gran urbe, le pasan cosas que no
termina de entender del todo.
Eduardo Mendoza crea, una vez más, una
especie de héroe sin atributos que consigue sus rendimientos literarios porque
esta novela tiene, entre otras virtudes, ese lado serio porque Batalla, sin ni
siquiera esperarlo, se verá envuelto en una curiosa trama con un príncipe
eslavo exilado que pretende recuperar el trono de un país báltico que linda con
la Estonia actual, ficticiamente bautizado como Livonia. Rufo ha conocido al
príncipe en Formentor, enviado por su periódico para cubrir la boda entre
Tukuulo y la joven
Isabella, emulando la crónica de ese otro acontecimiento que
fuera el enlace entre Rainiero de Mónaco y la actriz Grace Nelly.
El episodio resulta gracioso, y mirado desde una perspectiva jocosa, podría funcionar
como una historia de novela paródica, una cruda pantomima y no menos
caricaturesca, pero cuando el autor recupera a estos personajes en la trama
neoyorquina ya no resultan tan creíbles, y debe echar mano de un excurso como
contar la historia de Livonia, que justificaría un episodio de menos interés
argumental y social, porque lo que pretende el narrador es un perfecto retrato
de la vida americana y de sus contradictorios modos de existencia, con
perspicaces incursiones en lo social y lo familiar como el fin de semana pasado
en las playas de Hamptons con China y Allan, además del retrato psicológico de otros
personajes como Valentina o Ernie.
Rufo Batalla vive su experiencia humana
en la gran ciudad, envuelto en el tedio diario de la oficina, las escasas
salidas y los nuevos amigos que se asoman a su vida, pero sobre todo desea ser
querido aunque nunca lo logra, y así verá pasar los acontecimientos que le
afectan con cierta perplejidad, y le permiten eludir toda clase de moralismo al
uso, algo que para un personaje como él no le resultará fácil mientras aborda
los asuntos a que se irá enfrentando, incluido un nuevo y sospechoso encuentro
con el extraño príncipe de su pasado español.
Mendoza traza una vez más una picaresca
visión sobre la sociedad, subraya ese tono humorístico para analizar cualquier
aspecto que atañe a la vida social de sus personajes, incluso cuando estos por
motivos varios deban autentificar su existencia en una urbe tan genuina y
característica como la ciudad de Nueva York donde pretende cuantificar el
difuso objetivo de hacer algo emocionante con su vida. Los conflictos que
expone El rey recibe, y que se
desarrollan en el siglo XX, reverberan de alguna forma aún hoy, porque las
promesas esgrimidas y/o parcialmente concretadas no se han cumplido, sino que a
comienzos del presente XXI incluso han sido rebatidas, y así vivimos atrapados,
de alguna manera, en aquella mágica época de la deriva social y cultural.
EL REY
RECIBE
Eduardo
Mendoza
Barcelona,
Seix-Barral, 2018; 368 pp.
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