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domingo, 3 de febrero de 2019

Hoy tomo café con…


Nerea Riesco


        Publica en Espasa, Los lunes en el Ritz (2018) una historia apasionante de amor, amistad, sacrificio, engaño y venganza, en uno de los grandes hoteles del mundo. 



        Nace en Bilbao en 1974, y pasará su infancia y adolescencia en Valladolid, se traslada a Sevilla donde colabora en diferentes medios de comunicación, que compagina con sus estudios de Periodismo, y se licencia en Universidad de Sevilla. Mientras realiza sus estudios contacta con un grupo de jóvenes interesados en el mundo de las literatura, de esos encuentros nace la propuesta de editar su primer libro de relatos, Ladrona de almas (2002). Dos años después llega el IX Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla por El país de las mariposas (2004). Ars Magica (2007) mezcla novela histórica, novela negra y grimorio. El elefante de marfil, se publicó en 2010, y aúna amor, aventura e intriga, en el marco de la Sevilla de fines del siglo XVIII, y sugiere al lector que las grandes decisiones son las que se toman con el corazón.
        Ha publicado un poemario erótico, ilustrado por Juan Antonio Flores, Desnuda y en lo oscuro (2010), y un libro relatos Todas son iguales (2013). Su siguiente novela Tempus (2014) ofrece historia, aventura, ciencia y thriller, y en Las puertas del paraíso (2015) se cuenta la fascinante historia de un hombre y una mujer que se amaron por encima de credos y fronteras en una época marcada por la intolerancia y el afán de conquista. Los lunes en el Ritz (2018) es una historia de amor, y de amistad, de un prolongado sacrificio, y donde engaño y venganza, son el telón de fondo  en el hotel Ritz de Madrid, testigo de la historia más reciente.


¿Cualquier tiempo pasado fue siempre mejor?
        Sin duda, pero tiene truco. Nuestro cerebro filtra los recuerdos, dejándonos los mejores. La nostalgia sabe a beso de un verano adolescente, a tomate de los de antes, a sugus… y nos sacude de encima los madrugones para ir al cole, la pila de deberes y los moratones en las rodillas. ¡Y qué bien que así sea!

Se lo pregunto porque, leída su novela, Los lunes en el Ritz (2018), se percibe cierta fascinación por el momento histórico, ¿es así?
        El tiempo en el que transcurre la trama de la novela, que es entre el 1929 y el 1936, siempre despertó mi interés. Había cientos de libros y películas que hablaban de la guerra civil, pero no tantos en los que se desgranase “el previo”. ¿Qué ocurrió para que una sociedad abierta en la que existía la ley del divorcio, en la que se debatía sobre las autonomías en el congreso, en la que las mujeres ejercían el derecho al voto… estuviese tan dividida?

¿El protagonismo de las mujeres viene marcado por la situación social que usted describe?
        Las mujeres nunca lo hemos tenido fácil, pero aquellos años parecían esperanzadores para las españolas. Como digo podían votar, tenían acceso a la universidad, ocupaban escaños en el congreso, conducían taxis, pilotaban aviones… ¡Hasta una agencia de detectives femeninas había en Madrid! Esos avances fueron arrebatados de manera abrupta. Todo lo que ocurrió supuso un trauma para la sociedad. No hay más que repasar los medios de comunicación para ver que aún no nos hemos recuperado.

¿De qué manera, un edificio como el Ritz, se convierte en protagonista absoluto de la historia a contar?
        El Ritz de Madrid es un testigo de la historia. En sus habitaciones se han hospedado personajes transcendentales: Mata Hari, Winston Churchill, Dalí… Grace y Rainiero de Mónaco pasaron allí parte de su luna de miel y allí se hospedaron también los asistentes al sepelio de Franco; por citar solo algunos. Era una tentación demasiado grande no aprovecharme de toda esa realidad para configurar mi fantasía.   

Cuando el lector acabe Los lunes en el Ritz, ¿encontrará algo más que una apasionada historia de amor?
        Intento que mis novelas sean un poco como una cebolla (risas). Que estén conformadas por decenas de capas para que cada lector profundice hasta donde le plazca. Quien busque una historia de amor en “Los lunes en el Ritz” la encontrará. Pero también podrá encontrar una novela de aventuras, de traiciones, de amistad entre mujeres, de curas sociales, de crítica, de repaso a la historia… Me gusta mucho cuando llego a un club de lectura y alguno de los participantes me comenta que supo de tal o cual cuestión gracias a alguna de mis obras. O que mi novela les ha llevado a leer otro libro para seguir ahondando en un tema que despertó su curiosidad. 



El personaje de Martina es un referente, ¿a quién debe recordarnos en realidad?
        Es uno de esos personajes que yo llamo “puzzle”, porque voy tomando pellizcos de personas reales, de detalles, actitudes y biografías de otros. Martina tiene mucho de Dely Tejero, una pintora destacada del momento que formaba parte de un movimiento llamado “las modernas”. Sería interesante que le hiciésemos un repaso a las mujeres que se han quedado fuera de los libros de historia y de texto. Ignorándolas comentemos una tremenda injusticia. Por no hablar del vacío educativo que eso implica.

El período elegido, 1929-1936, ¿conlleva un ingrediente más que narrativo o habrá que leerlo como exclusiva ficción?
        Situar a los personajes en un determinado momento histórico o en un determinado escenario, implica que las circunstancias económicas, políticas y sociales (reales) que se vivieron en esos años afectarán a sus comportamientos y forjarán sus personalidades. Antes de poner la primera frase de mis novelas estructuro la historia con dos líneas del tiempo paralelas: una en la que desarrollo la historia que he inventado, y otra en la que señaló los hitos reales de los años que describiré.   

Usted suele documentarse para sus novelas, ¿este ha resultado un proceso de elaboración más complejo o más fácil por la proximidad de la época?
        Como te decía, mis novelas tienen un marcado carácter histórico pero por primera vez avanzaba lo bastante en el tiempo como para no tener que documentarme con libros escritos por gente que ni siquiera había vivido el momento del que hablaba. ¡Disponía de la prensa del día! El ABC, el Blanco y negro, el Estampa… pero sobre todo una revista que descubrí llamada “Crónica”, a la que rindo homenaje transfigurándola en el “Cronista impaciente” en la novela. Ha resultado un placer el trabajo de documentación.

El protagonista masculino, Bosco, representa a ese grupo de actores que triunfó en Hollywood, ¿queda mucho por contar de aquella época?
        Muchísimo. Son años dorados en los que nuestros actores se fueron a Hollywood a triunfar en los llamados “talkies” o, lo que era lo mismo, las versiones españolas de las películas americanas. La Metro Goldwyn Mayer contaba con un departamento especialmente dedicado a ello. Allí triunfaron artistas de la talla de Conchita Montenegro (la Greta Garbo española, la llamaban) o el murciano José Crespo, que me sirvió de inspiración para el galán de la novela: Bosco, un apuesto joven que viaja a Hollywood siendo un Don Nadie y regresa convertido en una rutilante estrella. Él está más que enamorado de la hija del director del Ritz en un momento en el que en el hotel no se permitía la entrada a actores. Un poco de complicación nunca viene mal.

Algunos personajes de su novela tienen referentes en la vida real, el padre Eugenio, los jóvenes Martina y Bosco, otros se nombran explícitamente Durruti, o el papel de la revista Cronista impaciente y el propio Ritz, ¿resulta difícil novelar ficción y realidad, o quizá desde esta perspectiva resulta más fácil?
        No sé si es más o menos fácil. Supongo que es mi manera de trabajar. En la mayoría de mis novelas los personajes reales conviven y se relacionan con mis personajes fantaseados. Calculo que trabajo con un 50% de historia real y un 50% de invención. 



Los acontecimientos se precipitan en las últimas 60 páginas de la novela, ¿había necesidad de condesar esa parte histórica que viven los personajes para justificar el resto de la historia?
        Hay algo que tenía muy claro cuando comencé a darle vueltas a la idea de la novela, y es que no quería entrar en periodo de Guerra Civil. La novela termina a finales del 36. Quería que el lector tuviera la misma sensación que los personajes. Tienen sus propios problemas y preocupaciones cuando, de repente, sucede algo ajeno a ellos que le da la vuelta a todo. Repentino, rápido, caótico… en una noche todo lo que eran sus prioridades se desvanece y lo fundamental es sobrevivir. 

No vamos a desvelar el final, ¿estaba usted obligada a rendir homenaje a tantos españoles de la diáspora?
        Más bien a las personas reales, a las que viven en día a día, a los que se preocupan por tener un trabajo con el que alimentar a sus hijos, pagar la casa y poder darse un capricho de vez en cuando. A la gente que tiene sueños, que aspira a vivir feliz y tranquila. Como te decía, se ha escrito mucho sobre la Guerra Civil y, casi siempre, se describe a personas que son capaces de morir o matar por una ideología política. Yo tenía ganas de escribir sobre gente que piensa todo lo contrario: Ni morir, ni matar. Simplemente vivir y dejar vivir.

Si uno lo piensa fríamente, ¿poco más cabe contar de Martina, Bosco o sus padres al llegar al punto y final, verdad?
        La historia del exilio también la han escrito muchos. Entre ellos grandes literatos que tuvieron que marcharse. Mis personajes brindan con lágrimas en los ojos escuchando el “Suspiros de España”. ¿Qué más se puede decir?

Una vez contado este episodio nacional, ¿qué podemos esperar en forma de libro próximamente?
        De momento no puedo contar mucho. Estoy encendiendo el horno para empezar a cocinar la nueva novela.

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