María Ángeles Pérez
amaneceres
Mañana
Cerró la puerta tranquila, muy despacio,
al contrario de como había pensado hacerlo. Sintió un leve mareo, se apoyó
sobre la silla azul, sacó el clínex algo humedecido por sus propias lágrimas y,
sobre él, escribió: Y mañana volverá a salir y a ponerse el sol, recibirá el
beso de buenos días convertido en una constante rutina, la vecina saludará
amable y cumplidamente, el paseo se cerrará ajustado a una hora aproximada,
como siempre. Pero mañana, para ella, no será un día más. Miraréis a su cara y
no sabréis qué decir, omitiréis pensamientos, cariños, verdades y mentiras, y
sabrá leerlo en vuestro corazón y en vuestra mirada y, a pesar de todo, hará un
esfuerzo para poder entenderlo.
Volvió a coger el clínex levemente caído
de la mano, pasaron por su cabeza una serie de imágenes desordenadas y las
recordó como una terrible pesadilla. Y, en esos momentos, sólo se le ocurrió
añadir: Mañana será otro día.
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