LA SAGA/FUGA
DE TORRENTE BALLESTER
El cervantino Gonzalo Torrente
Ballester, el autor de Off-Side, La saga/fuga de J.B. o Los
gozos y las sombras, hubiera cumplido
100 años este verano, disfrutando de los gozos y de las sombras, de algunas de
sus novelas más emblemáticas.
Gonzalo Torrente
Ballester hubiera celebrado su centenario en el verano de 2010. Sin duda, un
acontecimiento, porque el narrador gallego, nacido en Serantes, el 13 de junio
de 1910, hubiera disfrutado del reconocimiento que tanto se le resistió a lo
largo de su vida. Narrador, articulista, ensayista, dramaturgo, según destaca
Sanz Villanueva, y posterior crítico teatral, Torrente tiene todo el perfil de
un escritor polifacético. Desde su juventud y pese a su miopía, Torrente
Ballester, resultó un lector inquieto y voraz, que en sus inicios leyó a
Nietzsche y Spengler, y tras unos primeros contactos con las vanguardias a los
principales autores del momento, Joyce, Proust, Unamuno, Ortega y Gasset y,
posteriormente, a Poe, Baudelaire y Mallarmé. Estudió Bachillerato en La Coruña, no consiguió entrar
en la Marina
por su enfermedad ocular, se matriculó libre en la Universidad de
Santiago de Compostela y, poco después, por motivos familiares se trasladó a
Oviedo, donde se matriculó en Derecho. Allí iniciaría sus colaboraciones
periodísticas, pasó por Madrid, frecuentó la tertulia de Valle-Inclán, inició
estudios de Filosofía y Letras, volvió a El Ferrol, donde impartió clases de
Latín, Gramática e Historia, y se casó con Josefina Malvido, se licenció en
Historia y consiguió, en 1936, una plaza de profesor auxiliar de Historia
Antigua en la Universidad
de Santiago. En París le sorprende el estallido de la guerra civil y, tras
dudarlo, se decide volver en octubre con su familia. Según, Sanz Villanueva,
«fue uno de los teorizadores falangistas que trataron de imponer una estética
literaria propia del fascismo español». Siguiendo la recomendación de un
sacerdote, se afilió a la
Falange, y en 1937 conoció en Pamplona a Ridruejo y al resto
de intelectuales falangistas del Grupo de Burgos, Laín Entralgo, Rosales,
Vivanco y con ellos empezaría a publicar sus primeros textos dramáticos y otros
de corte propagandístico. En realidad, como insiste Sanz Villanueva, hablaba de
un «modelo de épica nacional, hazaña» que celebrara la «liturgia del Imperio»,
logro escribir piezas alegóricas y abstractas que ni siquiera se representaron.
En 1940 consigue una plaza por oposición
a enseñanza media en Ávila, aunque permanecerá en Santiago. Comenzó a publicar
en la revista Vértice, en 1941 intervino en la fundación de la revista Escorial,
junto a los ya conocidos, Ridruejo, Vivanco, Rosales y el resto del grupo. Se
traslada a Ferrol, donde enseñará en el instituto Concepción Arenal. Torrente
se caracterizó por una afanosa búsqueda del éxito en la literatura que, sin
embargo, le llegaría muy tarde, precisamente, a través de la televisión, con
una trilogía que había publicado a finales de los cincuenta y que tituló, Los
gozos y las sombras (1957-1962). Algunas de sus obras escritas durante
estas décadas de la postguerra no encontraban editor, otras permanecieron
olvidadas durante mucho tiempo, caso de Ifigenia (1949) o Javier
Mariño (1943), quizá, también, por la férrea censura. Colaboró asiduamente
con guiones en el cine español, sobre todo con José Antonio Nieves Conde. En
1947 ya estaba instalado Madrid e impartía clases de Historia Universal en la Escuela de Guerra Naval y
aquí asiste a las conferencias de Ortega y Gasset y comienza su andadura como
crítico teatral en el diario Arriba. Antonio Iglesias Laguna en, Treinta
años de novela española (1970), escribe que «Torrente Ballester tuvo desde
el primer momento la lucidez mental de intentar una narrativa densa y
misteriosa que se conjugase, en lo argumental y anecdótico, con lo más granado
de la tradición realista».
Juan Luis Alborg publicaba sus dos
volúmenes de Hora actual de la novela española (1958 y 1962) y en el
segundo le dedicaba un amplio capítulo a Gonzalo Torrente
Ballester, de quien destaca su dedicación periodística y teatral, y se queja de
su poca atención como novelista hasta la concesión del premio March a su
novela, El señor llega (1957), primer volumen de la trilogía apuntada.
Destaca Alborg sus dos primeras novelas publicadas, Javier Mariño (1943)
y El golpe de estado de Guadalupe Limón (1946), obras que, según el
estudioso, habían caído en el olvido frente a una desaforada fama tanto de La
familia de Pascual Duarte (1942) y de Nada (1944). Su comentario es
el siguiente: «De la existencia de Javier Mariño da la impresión de que
no se ha enterado nadie. Leyéndola ahora, con una perspectiva y conocimiento
que, sin petulancia, creo que puedo estimar como suficiente, me atrevo a
afirmar que Javier Mariño está en muchos aspectos bastante por encima de
aquellas dos novelas: por sus calidades literarias y humanas tanto como por la
densidad de su contenido». Torrente sitúa la historia en París, a raíz
de la guerra civil española y cuenta como el protagonista se enamora de
Magdalena, aristócrata comunista; en la segunda parte, la pareja se convierte
al catolicismo y después deciden volver a España, en mitad de la guerra civil.
La crítica, en general, la ha tachado de gran peso ideológico, tiene los
grandes defectos de una obra primeriza. Abarca temas como la religión, el amor
y la política, por su fecha de publicación, cabría encuadrarse dentro del
realismo existencial. Sin embargo, su siguiente novela, El golpe de estado
de Guadalupe Limón (1946), ofrece perspectivas mayores, una historia de
amor y de intriga contada a través de la rivalidad entre dos mujeres. Proyecta
una visión crítica y, sobre todo, es un relato anti-mítico, aspecto que
ensayaría el autor en otras obras. Ocurre con Ifigenia (1950), novela
que recrea el mito clásico y muestra, con otra obra posterior, La princesa
durmiente va a la escuela (1950), su pesimismo tras la Segunda Guerra
Mundial, pero cuya temática chocaría con el tremendismo de época. Según señala,
María Dolores Asís en Última hora de la novela en España (1996), «La
hasta ahora la producción de Gonzalo Torrente Ballester no obtuvo una atención
suficiente, ni del público ni de la crítica, como para que se afianzara su
vocación de escritor. Sin embargo, algo le empujó a escribir la trilogía Los
gozos y las sombras, con la que comenzaría a ser un novelista discretamente
leído». En 1963 publica Don Juan, en realidad, una reinterpretación
mitológica, aunque subjetiva, personal y heterodoxa, que se presenta como un
análisis intelectual de toda una rebeldía.
Y, una vez más, se acoge a la técnica realista, cercana al objetivismo,
en Off-Side (1969), situada en el Madrid contemporáneo, donde el autor
quiere manifestar que el individuo es fruto de las circunstancias y del
ambiente. A través de pequeñas secuencias, el narrador deja hacer y hablar a
sus personajes. Una extensa novela, en la que una prostituta intelectual resume
uno de los personajes más humanos, sinceros y doloridos, jamás creados por
Torrente. En ninguno de los dos casos, recibiría el narrador el favor de la
crítica o del público, y a partir de ese momento se volcaría en la escritura de
la obra que, unos años más tarde, lo consagraría como novelista puesto que su
papel como crítico indiscutible ya lo tenía gracias a Panorama de la
literatura española contemporánea (1956) y Teatro español contemporáneo
(1957). Sin embargo, La saga/ fuga de J.B. (1972), una divertida fábula
situada en un imaginario pueblo gallego, conoció un éxito clamoroso y, además,
los premios Ciudad de Barcelona y de la Crítica. Fue el momento más oportuno para
Torrente Ballester, porque en esos momentos, de la mano de la literatura
hispanoamericana, se reivindicaba la imaginación y, sobre todo, se abrían
nuevos caminos para la experimentación. Sanz Villanueva ha señalado, a
propósito de la novela, que «entre los aspectos destacados de la concepción
narrativa de la obra no pueden olvidarse sus recursos imaginativos, su
problemática intelectual, su fantástica concepción del espacio y del tiempo,
sus variados registros técnicos, su reivindicación del humorismo, su
desenfadado empleo de los mitos...». Inaugura, por consiguiente, este libro una
nueva etapa de Torrente Ballester que, sin duda, recoge mucho de su anterior
obra narrativa y así, Fragmentos del Apocalipsis (1977) y La isla de
los jacintos cortados (1980), sin formar un plan unitario con la anterior,
guardan una evidente relación.
El
éxito
A finales de los 50 Torrente Ballester
emprende una serie de novelas que poco o nada tendrían que ver con sus
anteriores, tanto por el tema como en el tratamiento narrativo, una trilogía o
ciclo novelístico que reunirá bajo el título Los gozos y las sombras.
Por orden de aparición, el primer volumen sería El señor llega (1957),
una novela intelectual, pesimista y acre, aunque con un tono humano notable, la
siguiente, Donde da la vuelta el aire (1960), ahonda en la psicología de
los personajes y La Pascua
triste (1962), que según testimonia Iglesias Laguna, supera la dos
anteriores, resume la historia de las vicisitudes humanas de Deza y Salgado. Un
tipo de relato tradicional, casi decimonónico, de reconstrucción y ambiente
histórico-social, con un firme valor testimonial y con un lenguaje bastante más
fresco de lo habitual, un importante empeño para la época. La fortuna le sonrió
al novelista gallego cuando entre marzo y junio de 1982 se emitió la serie
completa en TVE, adaptada por Jesús Navascués y dirigida por Rafael Moreno
Alba. Los trece capítulos fueron supervisados por el propio autor y, aunque
habían pasado veinticinco años de su publicación, el éxito editorial posterior
fue espectacular.
Lo individual y lo social se entremezclan
a lo largo de toda la trilogía, cuya acción se sitúa en Pueblanueva del Conde,
una villa imaginaria, cerca a las rías gallegas, entre 1934 y 1936, en los
albores de la guerra civil, y cuenta el enfrentamiento entre un médico, Carlos
Deza, y un rico industrial, Cayetano Salgado, que simbolizan dos concepciones
de la vida: el prestigio personal, frente al poder del dinero. En realidad,
Torrente quiso ofrecer un fresco del estado social y cultural de un sector de
la población gallega, además de esas opciones, políticas sobre el pasado y el
futuro de la modernidad, donde abundan los conflictos de tipo particular y
colectivo. Antonio Vilanova en Novela y sociedad en la España de posguerra (1995),
sostiene con respecto a El señor llega, que «se trata de una novela
concebida y escrita deliberadamente al margen de las tendencias (de la época),
más con arreglo a los procedimientos narrativos de la novelística tradicional,
que de acuerdo con las nuevas técnicas al uso de presentación escueta y
objetiva de los hechos». Con respecto a los personajes que se sucederán en las
siguientes entregas, Vilanova habla de los que «poseen mayor humanidad y una
más auténtica vida, son las deliciosas figuras femeninas que rodean al
protagonista, desde la despótica, inteligente y altiva doña Mariana, a la
sumisa y enigmática Rosario, y a la sensual y apasionada Clara, sin olvidar a
la devota Inés y la desdichada doña Lucía».
A partir de un merecido reconocimiento
público y crítico, su obra adquiere, finalmente, dimensiones voluminosas, la
popularidad de Torrente le lleva a una fecundidad extrema y en poco años dará a
la imprenta una auténtica extensa lista de obras tanto ensayísticas/y
periodísticas como narrativas: Cuadernos de La Romana (1975), Nuevos
cuadernos de La Romana
(1976), Cotufas en el Golfo (1986), Torre del aire (1992) y Memorias
de un inconformista (1997), recopilaciones de sus colaboraciones en prensa;
otras, son páginas ensayísticas o memorias literarias, Los cuadernos del un
vate vago (1982), ensayos, El Quijote como juego (1975), o Ensayos
críticos (1982). Y nuevos títulos, de orientación fantástica, muy
imaginativos, Dafne y ensueños (1983), La princesa durmiente va a la
escuela (1983, aunque escrita hacia 1950), Quizá nos lleve el viento al
infinito (1984), La rosa de los vientos (1985), Yo no soy yo,
evidentemente (1987), Filomeno, a mi pesar (Premio Planeta, 1988),
Crónica del rey pasmado (1989), Las islas extraordinarias (1991),
La muerte del Decano (1992), La novela de Pepe Ansúrez (1994), La
boda de Chon Recalde (1995), y un relato juvenil póstumo, Domenica
(1999).
Santos Sanz Villanueva constata la gran
variedad de procedimientos y de asuntos en la narrativa de Torrente Ballester
que, al final de su vida, tiende hacia un relato culto, con tendencia a la
digresión; se plantea, cómo explicar la existencias desde moldes que escapen
del puro testimonio, un ideal que alcanzaría en su celebrada La saga/fuga de
J.B gracias a un relato culto, lúdico y digresivo, donde concede un lugar
importante a la pura invención. Y añade que las novelas del gallego son
cervantinas por su matizado humorismo y su gusto por contar historias amenas.
En 1985 recibió el Premio Cervantes, en 1987 fue nombrado Doctor Honoris Causa
por la Universidad
de Salamanca, en 1988 por la de Santiago de Compostela, y de La Habana, Caballero de Honor
de las Artes y de las Letras de la
República de Francia, Caballero de la Orden de Santiago de la Espada (Portugal),
finalmente, falleció el 27 de enero de 1999 en Salamanca, y fue enterrado en
Serantes, mientras se oía, «Negra sombra» en la gaita de Carlos Núñez.
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