Ayer saltaba la noticia del fallecimiento de
Adelaida García Morales, la aclamada narradora de El Sur, sin duda su novela de mayor proyección, alimentada además
por el filme de Erice.
En
este país tenemos una fría y mala costumbre, acordarnos de nuestros buenos
autores cuando ya han desaparecido, y quizá haya que volver la vista cuando aun
los tenemos entre nosotros y aun la magia de sus relatos nos acompañan.
Adelaida García Morales llevaba más de una década de silencio porque, en alguna
ocasión, había manifestado que lo último que escribía no merecía la pena
publicarlo. La más de docena de títulos que nos deja, son muestra suficiente
para volver ala vista a la narradora de los 80, quien nos acompañó en la
difícil travesía de la transición, poniendo en sus textos mucho del color
humano de sus personajes y paisajes del Sur, y por añadidura algunos que otros
claroscuros que caracterizan su obra.
Adelaida García Morales nació en Badajoz en 1945. A los trece años se
trasladó a Sevilla, donde vivió y se licenció en Filosofía y Letras, formando
parte del grupo teatral Esperpento, tras lo que marchó a Madrid para
especializarse en creación de guión en la Escuela Oficial de
Cinematografía. Tras un tiempo dedicado a la docencia, terminó decantándose por
la escritura, y ha creado varias novelas encuadradas en la comúnmente
denominada “literatura femenina”, cuyos personajes se ven envueltos en intrigas
de corte fantástico y a la vez sentimental (algunas de sus obras se consideran
de género gótico). Se dio a conocer con la novela Archipiélago, en 1981, y su
posterior relato, El Sur,
fue adaptado a la gran pantalla por Víctor Erice, y con la novela El silencio de las sirenas obtuvo
el Premio Herralde en
1985. La lógica del vampiro (1990), Las mujeres de Héctor (1994), La tía Águeda (1995), los cuentos Mujeres solas (1996), Nasmiya (1996), La señorita Medina (1997), El
secreto de Elisa (1999), El
testamento de Regina (2001) y Una
historia perversa (2001).También
posee el Premio Ícaro
de Diario 16 a
revelación literaria de la temporada. Falleció en Sevilla, su tierra de
adopción el 22 de septiembre de 2014.
El Sur
El Sur tiene mucho de claroscuro y de
evocación del tiempo. El relato está intrínsicamente ligado al filme, y este a
su vez al relato. Quien haya podido hacer las dos lecturas comprenderá que los
matices colorísticos de la historia, han sabido adaptarse en las imágenes
grises, las tonalidades matizadas en la película realizada por Erice.
La
novela corta es, fundamentalmente, un recuerdo en el tiempo; una evocación del
sur, un aura de misterio entorno al personaje central: el padres; y es,
también, el recorrido de los años de una niña que va descubriendo su vida con
un telón de fondo de oscuridad y misterio.
El
padre desprende una fuerza que llena por completo la vida de la adolescente,
hasta el punto de que a lo largo del relato aparece en sucesivas ocasiones el
vínculo que une a los dos: la afición por lo misterioso, lo enigmático, la
justificación de situaciones vividas, el zahorismo que practica el padre y le
enseña a ella. El relato es el perfecto diario de una joven que tras el correr
de los años siente la necesidad evocadora de su niñez y adolescencia pasadas.
El paso de la existencia del padre le hace revivir, una y otra vez, el pasado
que protagoniza este y ella misma; con figuras de fondo como la madre o la
criada que no participan de su mundo.
El
Sur es un círculo de dos: padre-hija, hija-padre, y todo gira en torno a una
relación llena de justificaciones: de adulterio, con el descubrimiento de las
cartas recibidas de Gloria Valle, de incesto cuando Adriana descubre el amor en
un joven de su edad. Y es también la justificación de una vida sin sentido que
necesariamente, la protagonista femenina debía contar.
Una
vez ocurrido el desenlace trágico esta vuelve a Sevilla, al origen del padre y
allí encuentra a la amante y al hijo de ambos.
La
narración no tiene otra lectura. Adelaida García Morales ha querido escribir un
relato rectilíneo, evocado en el tiempo como recurso técnico con la única
interpretación de ser la transcriptora de una historia que se justifica por sí
al plasmarla en el papel, que de ninguna otra forma podría serio, que se
convierte en una magistral muestra de cordura literaria, de expresión unívoca
del tiempo real vivido de sus protagonistas, con una recreación colorística
majestuosa.
Adelaida García Morales; El Sur & Bene ; Barcelona, Anagrama, 1985.
El
silencio de las sirenas
El silencio de las sirenas, aunque
publicada después, está escrita en el tiempo antes que El Sur. Bajo el mismo escenario geográfico, esta novela corta se
redactó entre 1979-980, revisada y terminada en 1985. El relato corto es de
1981. La novela no necesitaba, necesariamente, ser el III Premio Herralde para
ser publicada y para saltar a la escena literaria.
El silencio de las sirenas es una
historia de amor muy especial, localizada en un pequeño pueblo de las
Alpujarras granadinas, y sin duda el hecho de que Adelaida García enmarque su
relato en esta tierra viene dado por el hecho de que ha sido un lugar que
durante cinco años le ha marcado sensiblemente su forma de vivir. En el relato
lo imaginario es la parte más importante. María la maestra de una pequeña
localidad de las Alpujarras, se convierte en la transcriptora de la vida de la
protagonista: una joven que decide vivir allí para huir de la ciudad. En el
pequeño pueblo la maestra se convierte en confidente del amor que siente Elsa
por un hombre que casi no aparece en la novela, a quien conoció en Barcelona y
con el que sólo se comunica a través de cartas y del teléfono.
La
historia principal está servida, y en torno a ella un excelente conocimiento de
la atmósfera en que viven los habitantes del pequeño pueblo. La sensación del
ambiente llega a confundir la realidad con lo imaginario, como hace la propia
protagonista con su vida.
De
nuevo un círculo de dos: María y Elsa y su mutua fascinación. Elsa en su retiro
evoca el amor ¿ficticio? ¿real? que puede llegar a significar la autoafirmación
de su existencia, pues cuando al final del relato este amor se disipa, se
desencadena el deseo de la autodestrucción del yo.
A
pesar de esa primera sensación de estudio psicoanalítico de personajes y
ambientes, la obra no es ni mucho menos un estudio teórico sobre cualquier
disciplina psicoanalítica, sino más bien la persecución por parte de la
protagonista de una ficción que para ella llega a convertirse en realidad, y,
fundamentalmente, como Adelaida García Morales ha manifestado en alguna
ocasión, es el placer intrínseco de contar una historia.
Adelaida García
Morales; El silencio de las sirenas;
Barcelona, Anagrama, 1985; 168 págs.
(Reseñas publicadas en Diario Ideal/Almería, El
kiosco de papel, domingo 2 de marzo, 1986; pág., 11.)
Las
mujeres de Héctor
La
trayectoria narrativa de Adelaida García Morales (Badajoz, 1946) viene marcada
desde sus primeras entregas por un lirismo tenebroso que envuelve a sus
historias. Sus valores estilísticos se concretaban en la provocación hacia una
sensibilidad estética diferente, que definía a esta mujer frente a consabidas
voces que desde hacía años no decían ya nada.
Ese
halo de misterio que incitaba al lector a traspasar la realidad de la vida o
de la muerte, como tema preferente en la narradora pacense, la convirtió en la
revelación de la década pasada, que en el espacio de cinco años nos entrega sus
obras hasta el presente: El sur &
Bene (1985), El silencio de las
sirenas (1985) y La lógica del
vampiro (1990). Sin la prisa que ha caracterizado siempre a la narradora,
publica ahora Las mujeres de Héctor
(1994), una nueva novela que conserva ese aire de soledad y frustración que
condicionaba a sus personajes anteriores, aunque el planteamiento en la obra
presente, nada tiene que ver con las anteriores. El intimísimo rural que
conmocionó al lector, la fuerza de unos personajes que se desenvolvían sin
apenas diálogo y el fuerte subjetivismo caracterizadores, han sido abandonados
y la novelista parece haber querido distanciarse para escribir, en esta
ocasión, una obra urbana.
El
comienzo es bueno, las primeras páginas son de lo más cinematográfico —dos
mujeres discuten y tras un breve forcejeo ocurre un asesinato involuntario—,
circunstancia que planeará sobre el resto del relato. Los personajes son
presentados muy rápidamente, al hilo del suceso y su posterior ocultación.
Tres
mujeres encarnan un melodrama personal en torno al único hombre del relato,
Héctor. Pero lo que se cuenta parece más bien el esbozo de una historia mayor
que, inequívocamente, se queda a medias, porque ni la trar ma policial que debiera
envolver a la historia, ni la lucha particular que llevan a cabo las distintas
mujeres, logran interesar, definitivamente, al lector. Laura, la ex-esposa y
homicida involuntaria, se debate entre su propia autosuperación y la sombra
del crimen que debe ocultar; no logra la fuerza necesaria como personaje
principal y al final queda como un conato de ejemplo femenino. Margarita, la
amante circunstancial del marido separado, es quien, por su propia fuerza natural,
logra sobresalir por encima del personaje anterior, aunque se desdibuja en una
especie de "salvadora de almas" que la condiciona; y finalmente,
Irina, una niña-mujer, que caprichosamente se debate entre el amor imposible de
Héctor, puesto que éste no le hace caso; su actuación se completa en una
sucesión de actos insensatos.
La
aparente investigación policial tampoco es llevada a cabo con la habilidad
esperada: se convierte en una sucesión de interrogatorios que la policía
lleva a cabo, sin que al final se vislumbre la solución del crimen. A Adelaida
García Morales le han fallado los cambios experimentados en la presente obra,
porque el abandono de la primera persona en favor de la tercera no logra dar
coherencia a la seducción alcanzada en sus anteriores relatos, cuya fuerza, repetimos, se encontraba en el rigor
expositivo, en la estética de unas descripciones, en la capacidad seductora de
un lenguaje marcado por la insinuación, la sugerencia y un fuerte
subjetivismo.
Adelaida García Morales; Las mujeres de Héctor;
Barcelona, Anagrama, 1994.
(Reseña
publicada en Cuadernos del Sur, jueves 5 de mayo, 1994, pág., III/29)
El
testamento de Regina
El
mundo femenino de Adelaida García Morales (Badajoz, 1948) es inherente a su
propia escritura, como viene siendo habitual en sus últimas entregas, pasiones
escondidas o soterradas bajo una aparente vida familiar, deshecha por alguna
circunstancia en la que los celos, el poder, el dominio, en definitiva, de unos
personajes sobre otros más débiles rompe esa armonía. En El testamento de
Regina ( Destino, 2001) se muestra el mundo de las pasiones familiares, en
realidad, se trata de contar un cierto melodrama interior, con intereses de
fondo para con una anciana, protagonista del relato, y la joven psiquiatra que
decide trasladarse hasta la casa, de esa señora mayor, acudiendo al reclamo de
un anuncio. Para Susana comienza una historia inverosímil, con una Sevilla
desdibujado como telón de fondo, y sobre todo el conocimiento de una familia
cuyos personajes están abocados a un sinvivir por las ambiciones perversas que
dominan sus vidas. Sólo la imagen de una dama, Regina, una bella anciana, cuya
fuerza interior surge de la soledad con que ha vivido sus últimos años, sobrevive a las intrigas familiares de un relato
que discurre por los difíciles límites de la inverosimilitud. Para esta mujer
ya no existe el tiempo, la uniformidad de todos los días, será paliada con la
presencia de la joven psiquiatra, sólo así viviremos la historia interior de la
anciana y la exterior de Susana, quien observa y relata perpleja las idas y
venidas de una familia, cuya presión se acentúa cuando ocurre un inesperado
suceso, el crimen de Bernardo y su amante, hijo de la señora, encontrados en
una finca familiar cercana a Sevilla. A partir de este suceso el relato
discurre por las intrigas familiares que llevan a cabo, hermano y sobrinos,
para hacerse con la herencia de la anciana y sólo se remansa por momentos
cuando se estrechan y fortalecen las relaciones entre las dos mujeres. En ambas
se refuerza el sentimiento femenino con que siempre ha dotado García Morales a
las protagonistas de sus relatos hasta el momento, aunque la historia de Regina
y las mezquindades en que se ve envuelta bien podrían haber sido resueltas de
otra manera.
Adelaida García Morales; El testamento de Regina;
Madrid, Debate, 2001
Una
historia perversa
La
segunda novela que García Morales publica simultáneamente este mismo año se
titula Un historia perversa (Planeta, 2001), una trama
psicológica que suprime buena parte de los elementos y constantes de su
narrativa interior. La novela se desarrolla en espacios interiores y reduce sus
personajes, prácticamente, a dos, los protagonistas, Andrea y Octavio, una
pareja de recién casados, un famoso escultor y la dueña de una sala de
exposiciones. Se trata de un relato angustioso, una historia horrorosa que
relata la pasión de su protagonista masculino, poco tiempo después del
matrimonio, un carácter violento, autoritario, dueño absoluto de la situación.
Pero, por otra parte, sobresale la atracción de la joven esposa por un hombre
de tan extraña conversión. Dos géneros se superponen, el psicológico porque se
trata de una exposición de dominio y posesión sobre el otro yo, y la intriga
porque, en cierto modo, predomina una cierta locura criminal en el desarrollo
de toda la novela. Hay un proceso que va creciendo a medida que avanza la
novela y el final, que no puede ser desvelado, no deja de sorprender a un
lector que espera un desenlace distinto tras el aura de misterio que encierra
la historia. La estructura narrativa no deja de ser original, hay una
alternancia en los dos protagonistas que van contando, mediante monólogos
alternos, sus experiencias con la pareja, perfectamente graduadas cuando
hablan, tanto Andrea y los miedos que le va originando su relación, como
Octavio y los celos que éste va observando en su atractiva esposa.. Original en
su tratamiento, esta especie de novela gótica al uso que recordará al lector a
monstruos como Frankenstein e incluso la doble personalidad de Jeckyll y Hyde
en esa profunda mirada que se concreta en el bien y el mal.
Adelaida García Morales; Una historia perversa;
Barcelona, Planeta, 2001.
(Reseñas
publicadas en Diario Ideal/ Granada, Artes y Letras, marzo, 2001.)
Una narradora contemporánea imprescindible. Algunos son recordados solo tras su muerte, en este caso ayer me sorprendió que ni se hiciera mención a ella en la tele (quizá no me enteré). Suerte que existen medios como este blog para hacerle justicia y rescatar sus títulos, y tal vez motivar a quienes no la conozcan a descubrir la calidad de su prosa.
ResponderEliminarUna vida tormentosa, una muerte inesperada. Siempre nos quedará su obra.
ResponderEliminarMª Ángeles.
Me encanta que este blog recuerde a personas que no están entre nosotros por el gran trabajo que han hecho escribiendo y publicando sus libros.
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