C
Conciencia
“La conciencia es una
enfermedad”.
Miguel de Unamuno
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PONGA UN GATO EN SU VIDA
Hablemos
de los escritores y de sus gatos.
A propósito de, Lo
que aprendemos de los gatos, novela de Paloma Díaz-Mas
Quien conviva con un gato habrá notado muchas veces
que no tiene un gato en su casa, como se pueda tener, en realidad, un perro, un
canario o una tortuga. Sin duda alguna, podemos asegurar que esas personas
viven en la casa del gato. El columnista y escritor, Antonio Burgos, que ha
dedicado varios libros al tema, dice que el gato es un animal políticamente
incorrecto, pues no es condescendiente con nadie. Si uno trata de llamar a un
gato como se suele llamar a un perro por su nombre, a ese felino que uno realmente
quiere, cuida y alimenta, no recibirá más que la indiferencia por su parte. Aunque
haya quien sostenga que el “flechazo” entre escritores y gatos proviene del
carácter solitario, sedentario e individualista de la escritura en sí y de
cuanto rodea a este proceso creativo, nos cabe creer que el fundamento de esa
singular alianza se explica por la actitud de libertad suprema del felino, que
podría traducirse: “Si te hago compañía es porque yo quiero, no porque me lo
pides”. El escritor argentino, Borges, los calificaba como anarquistas, siempre
“hacen lo que quieren”, y establecen una alianza entre dos seres libres:
escritores y gatos, o viceversa.
La
historia
En
Egipto siempre fueron considerados criaturas sagradas, y cuando morían se los
momificaba y sus dueños se afeitaban las cejas en señal de duelo. Las tribus
hebreas que abandonaron la tierra del faraón Thutmosis III en busca de la Tierra Prometida, no compartían
esa reverencia y se alejaron de ese rito. En el Antiguo Testamento se los
menciona en dos ocasiones y en ambos casos de modo negativo; sin embargo, Noé
los admitió en su Arca pero al desembarcar, después de los cuarenta días, no
cambiaron sus costumbres. Por este y otros motivos, tampoco aparecen a lo largo
del Nuevo Testamento, aunque su peor momento se registró a comienzos del primer
milenio: los hombres sabios de aquella época decidieron que la belleza de esos
felinos, su independencia, su altanería, su elegancia en todos y cada uno de
sus gestos, disimulaban a una bestia diabólica, y no en vano las numerosas iconografías
los mostraban acompañando a las brujas. El hombre, según la Teología, había sido
creado a imagen y semejanza de Dios, por lo que se hacía difícil aceptar a esas
criaturas capaces de realizar proezas imposibles que nunca podrían hacer los
humanos. Los clérigos del medievo decidieron aniquilarlos, no comprendieron que
con ese disparate rompían el equilibrio ecológico. Hoy ya puede asegurarse que
aquellos clérigos poco sabían de ecología y, menos aún, del equilibrio natural,
pero lo cierto es que el exterminio de gatos produjo el aumento de ratas y estas,
como se sabe históricamente, fueron las portadoras de la peste negra en Europa,
una calamidad registrada entre los años 1347 y 1350 que puso fin a la Edad Media y llevó a la
muerte a cerca de veinticinco millones de personas en el mundo conocido, es
decir, casi el cuarenta por ciento de la población.
La Literatura
Si
uno curiosea en la biografía de Borges, hay algo que llama la atención, y es su
extremado amor por los gatos. Cabría pensar que la compañía de estos felinos,
cruzándose de repente por los pasillos o enredándose entre las piernas del
escritor, no sería una opción demasiado recomendable para un anciano achacoso y
ciego durante buena parte de su vida; pero “un escritor sin gato es como un
ciego sin lazarillo”, comentaría Osvaldo Soriano, y seguramente tenía razón. En
cualquier caso, Borges sentía debilidad por sus gatos Odín y Beppo (nacido Pepo
pero rebautizado posteriormente en homenaje al gato de Byron); de este último,
en particular, narró innumerables anécdotas a lo largo de las muchas
entrevistas que se le hicieron en su vida, e incluso le dedicó uno de sus más
conocidos poemas, “Beppo” y, literariamente hablando, lo mismo hizo, Pablo
Neruda con su “Oda al gato”, Charles Baudelaire, “Ven, bello, gato, a mi
amoroso pecho…”, o el asombroso y conocido relato de Poe, “El gato negro”,
también Rudyard Kipling consagró su pluma a este doméstico y tituló unos de sus
cuentos, “El gato que caminaba solo”. La lista de escritores que alguna vez han
tenido y disfrutado de “estos animales de compañía” es interminable: H. G.
Wells, Tennesse Williams, Charlotte y Emily Brönte, Alejandro Dumas, Charles
Dickens, Mark Twain, Lord Byron, Victor Hugo, F. Scott Fitzgerald, Terenci
Moix, Truman Capote, Patricia Highsmith, de todas las épocas y países, sin
olvidar, El gato con botas, de
Charles Perrault, el cuento “El gato bajo la lluvia”, de Ernest Hemingway,
“Orientación de los gatos” de Julio Cortázar,
Alicia en el país de las
maravillas, de Lewis Carroll, la novela Kafka
en la orilla, de Haruki Murakami, o
Soy un gato, de Natsume
Soseki, el clásico español, El bosque
animado, de Wenceslao Fernández Flórez, o las recientes recopilaciones, Las mejores historia sobre gatos
(Siruela), El paraíso de los gatos y
otros cuentos gatunos (Nórdica).
Lo que
aprendemos de los gatos
Pero su “majestad el gato” vuelve a ser noticia en
estos días porque, Paloma Díaz-Mas (Madrid, 1954) Licenciada en Filología
Románica y Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, donde se
doctoró con una tesis sobre poesía sefardí, profesora de investigación del
Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) de Madrid, catedrática de literatura
española y sefardí en la
Universidad del País Vasco y profesora visitante de la University of Oregon
(Estados Unidos), cuyas investigaciones se orientan preferentemente hacia
la literatura sefardí, la literatura de transmisión oral en el ámbito
hispánico (con especial atención al romancero) y la poesía judía castellana
medieval, además de una notable narradora, El
rapto del Santo Grial (1983), El
sueño de Venecia (1992), La tierra
fértil (1999), y los libros de cuentos, Nuestro
milenio (1987), Una ciudad llamada
Eugenio (1992) y Como un libro
cerrado (2005), acaba de publicar una última y no menos curiosa narración
que ha titulado, Lo que aprendemos de los
gatos (Anagrama, 2014), en realidad, un auténtico tratado sobre el curioso
animal y su mundo, sobre los felinos y sus dueños, sobre los que nos enseñan y
aprendemos, o sobre nuestra equivocada relación con ellos.
Lo más curioso de este nuevo libro de Díaz-Mas es
su profusión a que guste a propios y ajenos; es decir, a quienes no tienen
interés alguno en tener o conocer el mundo de los gatos, y su singular capacidad
para desplazarnos de nuestro hábitat y su propensión a sobrevivirnos ante
cualquier eventualidad; cariñosos (cuando quieren), nunca sumisos, nos muestran
a diario que debemos pactar con ellos nuestra convivencia desde el mismo día
que los adoptamos, así como cada segundo, minuto, hora, día o semana, mes o año
de su existencia y tan solo nos creeremos dueños, si alguna vez conseguimos
conquistarlos con la misma paciencia que ellos nos transmiten. Provistos de
unas garras mortíferas, de una cuerpo atlético y de una rapidez impresionante,
debemos dejarlos campear por sus dominios, pese a que los veamos dormir
plácidamente y a pata suelta sobre nuestro sillón favorito que desde el momento
que lo descubren, pasa a su propiedad.
Paloma
Díaz-Mas les otorga la potestad de adjudicarles nuestra Razón porque según el
mundo felino, los humanos padecemos esta enfermedad congénita degenerativa que,
sin duda, afecta gravemente a nuestra calidad de vida. A partir de aquí
establece una serie de teorías que entre la visión más seria y absoluta que
nadie pueda imaginar, el humorismo con que debemos sospesar nuestra lectura y
la ironía con que la narradora expone su convivencia con el protagonista,
Tris-Tras, irá proyectando una secuencia de imágenes sobre él para que de esta
forma lleguemos a la conclusión que “de todos los animales domésticos, es el
gato el único que no ha sido domesticado por el hombre”.
Paloma Díaz-Mas; Lo que aprendemos de los gatos; Barcelona, Anagrama, 2014; 120
págs.
Buena recomendación sobre este libro, no sabía todo esto de los gatos.
ResponderEliminarDesde luego, algo tienen distinto los gatos al resto de los animales domésticos, además de sus siete vidas, claro.
ResponderEliminarMª Ángeles.
Qué voy a decir yo sobre los gatos... Siempre ha sido mi animal favorito, como el de muchos escritores (bien demostrado queda en esta entrada). Y por supuesto, me ha encantado el libro de Díaz-Mas. Gracias por el regalo.
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