Cristina Sánchez-Andrade
“El humor, como la ironía, es la sal de la
literatura. No concibo escribir sin el contrapunto del humor”.
Cristina Sánchez-Andrade, nació en Santiago de Compostela (1968), es
traductora y crítica literaria. Ha publicado Las
lagartijas huelen a hierba (1999), Bueyes y rosas dormían (2001), Ya no pisa la tierra tu rey (Premio Sor Juana Inés de la Cruz, 2004), Alas (2005), Coco (2007), Los escarpines de Kristina de Noruega
(2011, finalista del Premio Espartaco de Novela Histórica), El libro de Julieta (2011) y
recientemente Las Inviernas
(Anagrama, 2014). Traducida al inglés, portugués, italiano, polaco y ruso.
Permítame preguntarle por los
personajes y situaciones, tan poco convencionales de su narrativa.
Son los propios personajes y las
situaciones los que vienen a mí, en principio no me planteo hacer esto o
aquello, sino que espero a que de alguna manera “surja” lo que quiero contar.
Con la escritura ocurre como con los sueños: uno no escoge el sueño que va a tener,
sino que el sueño se te impone. Todos mis personajes han venido a mí sin
buscarlos. Hasta que no llegan, no se puede empezar a escribir, o no es
conveniente, porque no saldrá nada que de verdad te interesa contar. Uno nota
una especie de tensión, de energía o
música interna, llámale como quieras, cuando está contando lo que de verdad
tiene que contar, cuando va por el buen camino.
¿Su literatura nace de una extensa
tradición europea del relato popular?
El arte de contar y escuchar relatos, la tradición
oral, se ha ido perdiendo, y es una pena. En casa de mi abuela, en Galicia,
tuve la suerte de escuchar (y sigo escuchando) muchos cuentos, que creo que
ahora están en mis novelas. Y estos cuentos que yo escuché, a su vez los
escucharon mi padre y mis tías, y mi abuela, mi bisabuelo... Se escuchaban en
las noches de invierno, cuando no había televisión, ni radio, ni nada. Solo la
voz de otra persona, al amor de la lareira (“a carón do lume”, como dicen en
Galicia). Y fuera, la fraga, la noche, los lobos… Isak Dinesen dice en Memorías de Africa que si empiezas a
contarles a los nativos: «Una vez un hombre caminaba por las praderas y se
encontró con otro hombre», estarán pendientes de ti, sus mentes seguirán a los
dos hombres de la pradera por sus sendas desconocidas. Fíjate qué bonito…
Su primera novela, Las lagartijas huelen a hierba (1999) ofrecía una visión narrativa distinta, ¿Sigue con semejantes
premisas?
Creo que sí, aunque no soy la mejor para decirlo.
De todas maneras, eso de “distinto” no entiendo muy bien qué es, no sé si es
bueno o malo…
En Bueyes y rosas dormían (2001) el
espacio físico es ilocalizable, surge de la tremenda concepción de una
fantástica imaginería, ¿qué pretende con ello?
En principio no hay una pretensión concreta… como
te decía antes, uno casi espera a que los temas, personajes, ambientes surjan.
Si escribiera pensando en lo que quiero hacer, no escribiría nada. La
literatura no se puede plantear como objetivo o como un lugar a donde llegar.
Simplemente es un “estar”. Una manera de estar en el mundo.
¿Rompe ciertas reglas del pasado,
convento/ palacio y religión/ nobleza, en Ya no pisa la tierra tu rey (2004)?
No, en absoluto. No pretendo romper con
ninguna regla y menos con las religiosas. Simplemente me interesaron esos
espacios: el convento y el palacio. Son espacios muy ricos, en los que pueden
ocurrir muchas cosas. Dentro de un convento hay monjas. Las monjas actúan como
personaje grupal, eso es lo que me interesaba. Esa voz colectiva, ese
esconderse en el anonimato… porque el grupo, la masa proporciona refugio y
cobijo.
¿Tenía usted necesidad de reinventar
la historia sagrada del Génesis y mostraros un Dios caprichoso, como en Alas
(2006)?
No tengo necesidad de reinventar nada porque es
así; el Dios del Génesis es caprichoso. No lo digo yo, solo hay que leer las
escrituras.
La crítica afirma que trabaja en su
narrativa los “sentidos”, ¿cuánto hay de verdad en esta afirmación?
Bueno, es que para que el lector llegue a empatizar
con los personajes tengo que hacer que “sienta” con ellos, que huela el tojo
fermentado en la plaza para hacer el estiércol, que oiga el repicar de las
campanas de la iglesia cuando tocan a muerto, que palpe la aspereza de la piel
de una mujer, que sienta el dolor…
¿Quién es, realmente, Coco Chanel?
Coco Chanel es una de las mujeres con más energía,
autoridad, tiranía, audacia y originalidad de las que tengo noticia. A la vez
era una mujer solitaria, tremendamente solitaria y débil, con una infancia que
le marcó para siempre. Ese contraste
siempre me interesó, y de ahí que le dedicara una novela. Coco Chanel tiene
frases maravillosas como que “se triunfa con lo que no se aprende”. Ella
triunfó con lo que nunca aprendió.
Su alternancia en la novela histórica
/contemporánea es deliberada, ¿se lo pregunto porque, Los escarpines de Kristina de Noruega (2010.) recrea un episodio histórico?
Escribí una novela histórica porque quería hablar
de Kristina de Noruega, que, como sabes, es una princesa medieval, que llegó a
Castilla en el siglo XIII para casarse con un infante, hermano de Alfonso X el
Sabio y que murió poco después de manera misteriosa sin dejar descendencia.
Está enterrada en una preciosa colegiata en Covarrubias (Burgos) y esto me
impresionó. Me apetecía escribir su historia y tenía que ser necesariamente a
través de una novela histórica.
¿Cuánto hay de verdad y de mentira en
su última novela, Las Inviernas (2014)?
Las
Inviernas es una ficción. Lo que
hay de verdad son muchos de los cuentos que se relatan y que aparecen en la
narración como el del maestro de ferrado (cuya figura existía en Galicia allá
por los años 40 y 50, se llamaba de “ferrado” porque cobraba en ferrados de
maíz o centeno), el personaje del niño que mama hasta los seis años y acaba
mordiendo los pechos de su madre, el cuento del loco que corría de pueblo en
pueblo, al que llamaban el Camión de Taragoña, el tipo que compra cerebros, el
otro que arranca los dientes a los muertos en las cunetas, el escenario de la
casa, con el establo debajo de manera que personas y bestias convivían bajo el
mismo techo… Bueno, creo que el ambiente es muy real. Todo eso sí ha existido.
¿Vuelve a los escenarios de la tierra
y la tradición oral que caracterizan su obra por algún motivo?
Vuelvo porque quería contar todas esas historias
que todos tenemos en nuestras familias y que han ido pasando de generación en
generación. Si no se escriben, llega un momento en que se olvidan. Y si se
olvidan, jamás habrán existido.
El humor resultaba trascendental para
contar esta historia.
El humor, como la ironía, es la sal de la
literatura. No concibo escribir sin el contrapunto del humor. Además, me lo
tengo que pasar bien escribiendo, y creando escenas humorísticas, me lo paso
bien…También como lectora busco el humor.
¿Qué hubiera sido de dos personajes
como las Inviernas de haber sobrevivido hasta el día de hoy?
Pues es que Galicia está, sigue llena de personajes
como las Inviernas… Solo hay que darse una vuelta por las aldeas para
encontrarlas.
Cuando uno termina Las Inviernas
¿piensa en lo insólito que es el mundo, o acaso cada vez se acerca más a la
realidad?
¿Quién ha dicho que la realidad no sea insólita…?
Muy buena entrevista.
ResponderEliminarInteresante entrevista a una autora que conocí este verano gracias a "Las Inviernas", pero que sin duda tiene otras novelas dignas de ser leídas.
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