¿DÓNDE
ESTÁS MARILYN?
Textos inéditos de Marilyn Monroe, Fragmentos
(Seix-Barral), escritos entre 1943 y 1962.
Marilyn Monroe continua siendo un
misterio, un conjunto de paradojas que rodearon a toda una vida, convirtiéndola
en un icono sexual. Fue una rubia tonta a quienes millones en todo el mundo
admiraron, la actriz que se casó en varias ocasiones: una de ellas con un
escritor de izquierdas perseguido por el maccarthismo de los años cincuenta; en
realidad, un personaje público
atormentado por una oscura existencia, con una extensa lista de amantes:
políticos, actores y mafiosos. A casi cincuenta años de su desaparición, mucho
se ha rumoreado y se ha escrito sobre su vida y el enigma sobre la muerte de
una de las mujeres más hermosas de Hollywood, convertida en auténtico mito de varias
generaciones de admiradores.
Norma Jeane recibió su primer nombre por
la admiración que Gladys, su madre, sentía por la actriz Norma Talmadge, joven
hermosa de ojos de gacela, protagonista de más de sesenta películas, melodramas
lacrimógenos, una estrella de belleza expresiva y luminosa. Para Gladys, una
operaria de laboratorio que codiciaba la fascinación que ejercían las actrices,
el nombre de Norma expresaba una especie de anhelo totémico, una bendición al
futuro de su hija; de igual forma, la madre consideró que Jeane era un
complemento adecuado. Dos semanas más tarde de su nacimiento, entregaría a
Norma Jeane a una familia adoptiva que vivía a unos veinticinco kilómetros: las
pautas morales y estéticas de los años veinte, su trabajo, su vida agitada y
nómada, eran las premisas más inadecuadas para dedicarse a la maternidad. Las
familias de la época completaban sus ingresos cuidando niños adoptivos, así el
13 de junio de 1926 (nació el 1 de junio), Norma Jeane Mortensen fue entregada
a Albert e Ida Bolender: él era cartero y ella se dedicaba a sus tareas como
madre de un hijo, ama de casa, madre adoptiva, y miembro activo de una
parroquia protestante. Para añadir más dramatismo a la vida de la futura
Marilyn, antes de cumplir los diez años había pasado por una docena de hogares
adoptivos, aunque el dato forma parte de leyenda de Hollywood, y se sabe que
vivió, al menos siete de sus primeros años, con la familia Bolender. Las
fotografías de los primeros años muestran a una niña encantadora de pelo rubio
ceniza, sonrisa atractiva y ojos claros de color azul verdoso. Pero afirmaba
que «en casa de los Bolender nadie le dijo jamás que era bonita». Su familia
adoptiva le permitió tener un perro callejero, si ella se ocupaba de atenderlo:
lo llamó Tippy y siempre estuvo acompañada de su mascota. Al cumplir los siete
años, la vida de la pequeña Norma Jeane cambió porque un vecino molesto con la
ladridos del perro cogió un revólver y lo mató, la niña quedó en profundo
estado de dolor; los Bolender llamaron a Gladys, esta ayudó a su hija a
enterrar al perro, pagó la pensión del último mes y se la llevó a un pequeño
apartamento que había alquilado para pasar el verano, en Hollywood, cerca de
los estudios donde ella y su amiga Grace trabajaban como cortadoras independientes.
En el otoño se mudaron a una modesta casita, la vida cambió para ellas, aunque
realquilaron el inmueble y lo compartieron con otra pareja: unos actores con
poca fortuna. Allí era fácil hablar de cine, las cenas en las largas noches de
verano se pasaban fumando y bebiendo cerveza, mientras la pequeña Norma recogía
las botellas vacías y las llenaba de flores del pequeño jardín trasero. Por
entonces, Gladys conoció la muerte de su abuelo, se había suicidado en un
pueblo de Missouri, su padre murió a causa de la locura y, su madre, también
por una extraña psicosis maniacodepresiva. Fue cuando comprendió que en su
familia existía una verdadera plaga de enfermedades mentales: asustada se negó
a comer y a dormir, y cayó en una profunda depresión. A principios de 1934
ingresaría en una casa de reposo en Santa Mónica, y poco después en el Hospital
General de Los Ángeles. Norma quedó al cuidado de Grace y de los jóvenes
actores, la familia Atkinson. Grace adoraba a Norma Jeane, y de no ser por ella
—recuerda Leila Fields— Marilyn Monroe no habría existido. Se deshacía en
elogios sobre la niña como si fuera su propia hija, y aseguraba que Norma Jeane
iba a ser una gran estrella de cine. Tenía esa impresión, era una convicción.
«No te preocupes, Norma Jeane», le decía. «Cuando seas mayor vas a ser un chica
hermosa, una mujer importante, una estrella de cine».
Nueva
vida
En 1941 conocería a un apuesto joven de
ojos azules, pelo castaño, casi un metro ochenta de estatura, y bigote fino.
Era James Dougherty, vivía con su familia muy cerca de Norma Jeane. Actuaba en
las obras de teatro del Instituto, pertenecía al equipo de fútbol, incluso
había sido elegido presidente de los estudiantes. Limpiabotas, empaquetador de
bocadillos y empleado de una funeraria. A finales de 1941, Jim trabajaba en
Lockheed Aircraft y para la joven Norma, era «un hombre de ensueño». La fiesta
de Navidad de ese año fue un momento especial en la relación de ambos jóvenes,
bailando, aseguraba Jim, «ella se apretó contra él muy fuerte, con los ojos
cerrados». A partir de entonces iban al cine, paseaban y hablaban de la guerra,
y Norma Jeane, de quince años, se sentía halagada por la atención que le
prestaba un hombre tan apuesto. Un desagradable acontecimiento iba a llevar a
la joven de vuelta al orfanato hasta que cumpliera los dieciocho, cuando pensó
en casarse con Jim, hecho que conmocionaría a profesores y compañeros. Sería en
junio de 1942 cuando cumpliera los dieciséis, la edad legal en California para
contraer matrimonio. Dejó las clases y su formación académica a mitad del
décimo grado, circunstancia que provocaría en ella un complejo de inferioridad
que muchos supieron más tarde explotar. La ceremonia se celebró el 19 de junio,
y en un modesto restaurante, se celebró un pequeña recepción.
Jim fue destinado a ultramar y cuando
volvió dieciocho meses más tarde, Norma Jeane se había convertido en una
cotizada modelo, e iniciado una meteórica carrera. Pronto la Twentieth Century
Pictures requirió sus servicios como prometedora principiante y a lo largo
de 1946 y 1947 aparecería en dos pequeños papeles que no dejaron huella en la
filmografía de la posterior actriz. Las fotografías de 1949 se convirtieron en
iconos reconocibles a lo largo de la historia, y en diciembre de 1953 Tom Kelly
la fotografió para la revista Playboy donde aparecería con un desnudo
central y un desplegable en el interior. Tras cuatro pequeños papeles, llegaría
La jungla del asfalto (1950), Eva al desnudo (1950) y los grandes
éxitos, Niágara (1953), Los caballeros las prefieren rubias
(1953), Río sin retorno (1954), La tentación vive arriba (1955), Con
faldas y a lo loco (1959), Vidas rebeldes (1961) y la inacabada, Something´s
got to give (1962).
Muerte
de un icono
La noche del 5 de agosto de 1962, el
sargento Jack Clemmons prestaba servicio en la comisaria de oeste de Los
Ángeles, cuando a las cuatro y veinticinco minutos sonó el teléfono
comunicándole que Marilyn Monroe estaba muerta, se había suicidado. Dado que
era una noche tranquila, decidió investigar el asunto personalmente. Diez
minutos más tarde llegó el policía al 12305 de Fifth Helena Drive, donde
encontró a Marilyn en su habitación, desnuda, boca abajo y sin vida, tapada con
una sábana. Muy pronto circuló la trágica noticia, periódicos y servicios de noticias
habían interceptado las frecuencias de radio de la policía. El lunes 6 de
agosto por la mañana, los restos de Marilyn Monroe aún seguían en el depósito
de cadáveres del condado de Los Ángeles, sin ser reclamado. El cuerpo deseado
por millones de admiradores no pertenecía a nadie. Joe DiMaggio asumió la tarea
de ocuparse de los últimos detalles. Durante el sepelio, un organista ofreció
unos pasajes de la Sexta
Sinfonía de Chaikovski, y después la melodía favorita de
la actriz, «Over the Rainbow», del Mago de Oz. Poco antes de cerrar el
ataúd, Joe se inclinó y lloró abiertamente mientras besaba a Marilyn y decía:
«Te amo, cariño..., te amo», y colocaba entre sus manos un ramillete de rosas.
Fragmentos
Ahora que se editan Fragmentos,
poemas, notas personales, cartas (Seix-Barral, 2010), observamos que
Marilyn Monroe fue una mujer compleja, de profundo y hondo espíritu, víctima de
un estereotipo fabricado por la industria del cine, y que en su soledad más
absoluta escribía poemas, notas personales, cartas y devoraba libros como
demuestran algunas de las fotografías recogidas en el volumen. El material
reunido en la presente edición, con un prólogo de Antonio Tabucchi, procede de
los efectos personales que dejara la actriz tras su muerte en 1962, y fue Lee
Strasberg quien durante años guardara el material hasta que pasó a manos de su
tercera esposa, Anna, quien los custodiaría durante años. Además de los
escritos, la sala Christie subastaría ropa, cosméticos, fotos y otros
documentos que no han aparecido en este libro.
Fragmentos se edita y aparece en
las librerías del mundo casi simultáneamente, y en la versión en español se
reproducen los textos originales en inglés con su respectiva traducción. Se han
editado en un orden cronológico, y cuando en los textos se advierte una palabra
en rojo, el editor ha corregido la ortografía o añadido cualquier otra palabra.
En realidad, como afirman los editores, esta recopilación nos descubre a una
joven que no se daba por satisfecha con las apariencias superficiales y buscaba
a través de sus sentimientos la verdadera razón de una tormentosa existencia,
refugiándose en la lectura (parece que su biblioteca personal contenía más de
cuatrocientos volúmenes), y en personas como Lee Strasberg, a cuyas clases
empezó a asistir en 1955, con apenas treinta años, y con el que mantuvo una
estrecha amistad y del que aprendería mucho, sobre todo por los métodos que
empleaba el maestro: el autosicoanálisis para que el actor sacara de sí los
recuerdos y llegara a un autoconocimiento que le llevarían a proyectar mejor
los personajes a interpretar. En una entrevista fechada en 1960, el periodista
francés, Georges Belmont, le preguntaba a Marilyn por los comienzos de su
carrera, y sus notables ausencias en galas y fiestas, ella respondió que,
¡sencillamente, estaba en la escuela! No había completado su formación y
asistía a las clases nocturnas de la Universidad de Los Ángeles. De día hacía
papelitos en el cine, de noche asistía a clases de Historia, Literatura e
Historia de los Estados Unidos. En aquellos momentos leyó clásicos como Milton,
Dostoievski y Whitman, así como modernos, Hemingway, Beckett, Kerouac. El
dramaturgo Arthur Miller desempeñaría, años después, un papel importante
recomendándole nuevas lecturas: la biografía de Abraham Lincoln, de Carl
Sandburg, aunque se vanagloriaba de haber leído en 1952, el Ulises, de
James Joyce. En estos poemas, en estos papeles, los editores señalan, Marilyn
está más viva que nunca.
¿Cómo habría sido la historia si Marilyn,
en lugar de poseer esa extraordinaria belleza que la hizo famosa para el cine,
hubiese sido una mujer de aspecto corriente? —se pregunta Tabucchi en el
prólogo. El narrador italiano la compara con Silvia Plath, quien afirma haberse
suicidado porque era demasiado sensible y demasiado inteligente. Quizá tras la
lectura de este libro, la imagen de Marilyn en el mundo haya cambiado por
completo porque estas páginas esconden unos sentimientos que pocos sospechaban.
Como afirma Tabucchi, en realidad, estos documentos revelan la complejidad de
un alma que se encontraba detrás de una imagen. Poemas, cartas, apuntes y
diarios íntimos, notas tomadas al azar, completan la imagen de un bello rostro
y radiante. «Conjugar su apariencia
visible —escribe el italiano— con lo que se escondía detrás hace su rostro y su
cuerpo aún más hermosos, aún más digna de ensueño».
Una «Nota personal», de 1943, sirve de
inicio de Fragmentos, seis páginas escritas a máquina en la que relata
su relación con James Dougherty, acompaña una foto de ambos en Catalina Island,
otoño de 1943. En ella se plantea interrogantes sobre el matrimonio, sobre sus
expectativas futuras, o se vislumbran desilusiones desde las primeras líneas.
Sigue un apartado titulado, «Poemas sin fecha», aunque calificados como «faltos
de maestría», para ella, sin duda, estos pequeños textos, poemas o esbozos,
simplemente, le permitían expresar sensaciones, deseos o frustraciones, porque
como llegó a firmar, Arthur Miller, para sobrevivir, tendría que haber sido más
cínica o estado más cerca de la realidad. Pequeños apuntes acerca de la vida,
anotaciones sobre la muerte, la soledad, el hastío, sobre hojas sueltas o en
papel de hotel. De los años 50, data un cuaderno negro «Record», con ciento
cincuenta páginas de las que utilizó doce, en distintas épocas, en las primeras
arranca con un desesperado, ¡Sola!, y reflexiona sobre el miedo, diversas
sensaciones, y probablemente, anotaciones sobre sus clases de teatro, escenas
de películas, incluso abundantes notas sobre aspectos del Renacimiento, puntualizaciones
sobre un libro de esa época. Otro cuaderno, de la misma marca, corresponde a
1955, solo utiliza las primeras páginas, aunque han desaparecido la tercera y
la cuarta. Puede que daten de sus primeros contactos con Lee Strasberg porque
en sus reflexiones lleva a cabo un esfuerzo de introspección, vuelve una y otra
vez sobre una infancia plagada de miedos, y el recuerdo de su tía Ida Martin
que la obligaba a considerar la vida con un profundo sentimiento de culpa. Por
algunas de estas notas, se supone que habría empezado el psicoanálisis: subraya
la tendencia a olvidar. Marilyn se alojará durante unos meses en el
Waldorf-Astoria de Nueva York a donde ha decidido trasladarse para crear su
propia productora junto a Milton Green. Las notas, en esta edición,
corresponden a hojas sueltas con el membrete del famoso hotel, un largo poema
en prosa, notas sobre las charlas de Strasberg, y una lista de frases que son
títulos de canciones, documentos con alguna discontinuidad. La «Agenda
Italiana» corresponde a 1955 o 1956, recoge varias hojas con inscripciones de
color verde en italiano y ellas Marilyn escribe lo que se le ocurre, entonces
su relación con el dramaturgo Miller parece idílica.
Tras la celebración del matrimonio
Miller-Monroe, se trasladan a Londres donde rodará El príncipe y la corista,
película de Laurence Olivier. Se alojaron en el Parkside House, y todo funciona
bien hasta que la actriz descubre un diario de su marido donde este anota su
decepción con respecto a ella. Las notas de «Roxbury» (1958) son de un tono
especialmente desencantado, sigue el «Livewire» de color rojo del mismo año,
trabaja en los proyectos de El ruido y la furia, aunque pronto le llega
la propuesta de Billy Wilder, Con faldas y a lo loco, para cuyo rodaje
se traslada a Los Ángeles, en julio. Allí utilizará cinco páginas de este
cuaderno de espiral. Abundantes «Fragmentos y Notas» sin orden ni concierto en
hojas sueltas, sobres, tarjetas, páginas de directorio dan muestra de su
capacidad de observación, automotivación o introspección. En su vida cotidiana,
frente a la imagen de mujer desordenada y caótica, Marilyn Monroe se ocupa de
ciertos aspectos con mucha meticulosidad: decorar una casa, cenas de
cumpleaños, decoración de mesas, equipamientos de cuartos de baño y, además, le
encantaba cocinar y para eso anotaba recetas e ingredientes. Diversas cartas a
los Strasberg, a la doctora Hohenberg, al doctor Greenson y una entrevista a la
que responde por escrito (1962) completan estos Fragmentos. Algunas de
las portadas de sus libros y su foto preferida completan el volumen y el
«Elogio fúnebre» de Strasberg, fechado el 9 de agosto de 1962, desvela que la Marilyn que conocieron sus
amigos era una «persona cálida, impulsiva, tímida y solitaria, sensible y
temerosa del rechazo, pero siempre ávida de vivir y de alcanzar la
plenitud.
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