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LA
VIDA Y
OTROS ENCUENTROS
Unas memorias, estrictamente
autobiográficas, se escriben por el encargo expreso de una editorial o porque, como el propio autor apunta, se
llega al borde del abismo y uno se da cuenta de que después de tantos años ya
ha transcurrido la mayor parte de su tiempo. Instintivamente, uno mira hacia
atrás y se sorprende de las cosas que le han ocurrido, de otras que cayeron en
el olvido y paulatinamente han ido despareciendo como esos tiempos muertos que
solo se conservan en esa nebulosa frontera que nos otorga la memoria de las
cosas y el recuerdo, salvando episodios rescatados para el presente con mucho
esfuerzo. Las autobiografías de los escritores quizá solo le interesan a los
escritores, o a los lectores habituales de literatura, e incluso a algunos de
los amigos que vuelven a vivir, de alguna forma, ese pasado conjunto y, en
última instancia, a los seres queridos a quienes, directa o indirectamente,
vamos nombrando y forman una gran parte, inexcusable, de esa selección de vida.
Por lo general uno se limita a tomar
notas, a recordar acontecimientos, a repasar papeles y recortes de periódico, y
en ocasiones reproduce conversaciones u opiniones textuales, aunque las
observaciones que se van haciendo nunca se escriben para ser irrefutables,
obedecen a esos obligados registros de la memoria y por consiguiente forman
parte de otras biografías, tantas como gentes y personajes se han conocido. El
periodo al que se refieren siempre, suele ser esa parte importante de nuestra
vida en la que los acontecimientos se convierten años más tarde en espléndidas
exposiciones de un pasado histórico que convive con reflexiones que, en un
futuro, puedan interesar a unos posibles receptores, esto es un lector. Medardo
Fraile (Madrid, 1925), ha escrito una voluminosa autobiografía a la que ha
considerado como «una mínima parte de los múltiples testimonios de una época
parecidos o dispares (...) aunque ha intentado ser tan justo y piadoso como le
permitía su naturaleza y la parcela de verdad que le corresponde y le debe al
lector (...), aunque no pretende haber dicho la última palabra, ni la
penúltima». Desde el punto de vista crítico-literario, Fraile pertenece a la
denominada generación del medio siglo, compañero de Aldecoa, Martín Gaite,
Sánchez Ferlosio, Fernández Santos, y como queda suficientemente expuesto en El
cuento de siempre acabar. Autobiografía y memorias (2009), sobre todo,
miembro fundador del grupo «Arte Nuevo» que con Gordón al frente pretendía
«renovar el teatro» del momento, junto a Sastre, Paso, Palacio y una corte de
actores consagrados y nuevas actrices: Nieves Berdejo, Carmen Geyer, Amparito
Gómez Ramos y Ángeles Montenegro. Fraile dedica dos amplios capítulos para,
suponemos, esta parte importante de sus comienzos en el mundo del teatro y de
la literatura en general. Narra sus idas y venidas por un Madrid en guerra, una
capital cercada, donde en la memoria del escritor no hay odio o animadversión
al hecho histórico en sí, sino que plantea este episodio de su vida como un
fresco tan realista como vital, con numerosos y significativos capítulos
familiares de tíos y tías, primos y primas que iban y venían del pueblo; pesa,
sobre todo, la figura enigmática de Dolores Vázquez. Y el recuerdo de una larga
postguerra, en una capital hambrienta, bohemia y esperanzadora, su paso por
academias, el bachillerato o la universidad a donde conocerá a la mayoría de
los mejores cuentistas de los 50, hasta abrirse camino en el difícil arte de
relato breve.
El cuento de siempre acabar es una
memoria literaria, repleta de referencias a su generación y a los maestros que
de alguna manera influyeron en su formación, las citas de Aleixandre, Menéndez
Pidal, Luis Rosales, o Concha Lagos, que ocupará un lugar importante en la vida
del escritor, sobre todo durante la etapa de Cuadernos de Ágora, con
abundantes viajes por la geografía española, las tertulias de los viernes o las
plumas que visitaron sus páginas, Dámaso Alonso, Claudio Rodríguez, Carlos
Bousoño, José Hierro, Jorge Campos y la indiscutible labor de un jovencísimo
Fraile que mejorará el contenido de una revista con monográficos importantes:
Gerardo Diego, Miguel Hernández y Antonio Buero Vallejo, entre otros. Primeros
libros publicados, y los nombres que varias décadas después han ocupado y
encumbrado las páginas literarias del final del siglo XX y del periodismo
español: Umbral, Gala, Arrabal.
Medardo Fraile pese a escribir lo que
piensa y siente en muchas de estas páginas, consigue otorgarle un auténtico
matiz literario a una autobiografía compartida y lo hace con una prosa
ajustada, medida, certera, dueño de una espléndida disposición tanto de
contenido como de estructura, y con páginas repletas de enjundia y sabiduría; y
todo porque, además, realiza un auténtico esfuerzo de reconciliación y de justicia
literaria aunque tampoco elude poner en solfa a quien entonces y ahora se lo
merece, como suele ser habitual y se desprende de quien lee, tanto su prosa de
ficción como sus ensayos dedicados a la literatura y el cine; excelentes y
buenos ejemplos, las alusiones a Sastre, Carrillo, Rosales, todo en un discurso
pormenorizado y fluido hasta los 60, años en los que quizá, para ampliar
horizontes, solicitará en el Ministerio de Asuntos Exteriores un lectorado en
el extranjero: primero en Monrovia, Oslo, y finalmente en Southampton, en el
otoño de 1964. En esta fecha, con sus vicisitudes británicas, acaba realmente Autobiografía
y memorias, el resto: una enumeración, somera, de los acontecimientos
vividos por el madrileño durante sus continuadas visitas al Madrid del final de
siglo, sus apuestas literarias y los nombres que a lo largo de estos años se
han ido sumando a la nómina de una extensa biografía anterior, sobre todo
quienes nos hemos incorporado a su mundo más reciente, y gracias a su
generosidad convivimos con él en estas páginas, testimonio de una época,
entonces y ahora, tan dispar como para que nos siga dando satisfacciones con su
literatura tan piadosa, porque somos legión los que siempre esperamos un nuevo
libro de Medardo Fraile.
EL
CUENTO DE SIEMPRE
ACABAR.
AUTOBIOGRAFÍA
Y
MEMORIAS
Medardo
Fraile
Valencia,
Pre-Textos, 2009; 616 págs.
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