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jueves, 10 de septiembre de 2015

Los olvidados



BENJAMÍN JARNÉS
(Elogio de la impureza. Invenciones. Intervenciones)




     Benjamín Jarnés se distingue por la vastedad de su obra, caracterizada por la libertad compositiva (en parte de ella conviven lo narrativo, lo lírico y lo ensayístico). El escritor pone de manifiesto sus inquietudes, su sólida formación humanística, su defensa de la modernidad y su inclinación por interrelacionar y encontrar un equilibro entre los aspectos vitales y literarios, entre la pasión y la razón, y por enaltecer los más altos valores del espíritu, la libertad, la tolerancia, la imaginación o el humor entre otros. Con estos presupuestos tanto literarios como humanos no es de extrañar que la figura y la obra de Benjamín Jarnés (Codo, Zaragoza, 1888, Madrid, 1949) se situase, en la década de los 20 y los 30, como una de las grandes promesas de la literatura española del momento, crítico influyente, orador brillante y, sobre todo, el mejor prosista de su generación, miembro activo de Arte Nuevo.
        Carlos Alvar, José Carlos Mainer y Rosa Navarro en su Breve historia de la literatura española (2000) hablando de otros escritores del 27 señalan lo siguiente: «Suele decirse que fue una etapa poco feliz para la novela porque gravitó sobre todos los jóvenes el interdicto que Ortega y Gasset había impuesto a la novela realista. Benjamín Jarnés fue quien mejor representó una nueva narrativa que, en su caso, al menos, es muy injusto llamar «deshumanizada». No fue muy rica en tramas pero, fiel a su admirado Gabriel Miró y también a la alegría intelectual de Jean Giraudoux, reflejó la búsqueda de la serenidad, del amor, y de la plenitud vital en los libros que tienen mucho de transmutación de su difícil trayectoria personal y que están escritos y, por así decirlo dominados, en una admirable y vivaz lengua poética: así sucede en El profesor inútil (1926), El convidado de papel (1928) y Lo rojo y lo azul (1932), que narran la vida que conoció en un seminario y en un cuartel, respectivamente; en fantasía de abolengo unamuniano como Locura y muerte de nadie (1929) y Escenas junto a la muerte (1931) y en fábulas sobre la docencia y la ambición de la verdad vital, relación maestro-discípulos, como por ejemplo en Viviana y Merlín (1930), San Alejo (1934) y Libro de Esther (1935)».

        Nacido en Codo (Zaragoza), el 7 de octubre de 1888, vivió los primeros años de su niñez y adolescencia en el Seminario de Zaragoza, de los doce a los veinticinco, para abandonar su vocación sacerdotal e ingresar en el ejército, trasladándose a Barcelona, y posteriormente a Zaragoza, con el empleo de sargento y en cuya Escuela Normal de Magisterio se graduará en 1916. Desde entonces el Ejército será su profesión, se casará ese mismo año con Gregoria Bergua y es destinado a Jaca donde empieza a colaborar en la prensa La Crónica de Aragón, El Pilar y otros periódicos, La Unión y El Pirineo Aragonés. Dos años más tarde es trasladado a Larache, donde pasará, dos años, hasta que a finales del 1919 consigue un traslado a la Intendencia General de Madrid.
        En Tetuán había conseguido escribir varias piezas teatrales con Rafael López Rienda, además de sus colaboraciones en la prensa local, Norte de África, El Popular o La Unión Española. Una vez en Madrid se siente abrumado por sus problemas económicos, el sueldo de sargento de Intendencia y su dedicación al Estado le ocupan muchas horas al día, así que persigue casi la profesionalización del escritor moderno que le llegará, definitivamente, en 1929, aunque para esa época ya ha publicado, su primera novela, El profesor inútil (1926) y está considerado como uno de los jóvenes valores junto a García Lorca, Salinas, Espina o Guillén.

        Desde que, en 1925, Benjamín Jarnés se incorporara a Revista de Occidente su nombre aparece en la mayoría de las revistas de la joven literatura: La Gaceta Literaria, Mediodía, Litoral, Verso y Prosa, El Estudiante, Residencia, Manantial, Mundo Ibérico, Cosmópolis, Orientaciones, Hélix, Pasquín y, en Argentina, el diario La Nación, las revistas Proa, Sagitario, Síntesis, Caras y Caretas; en México la revista Contemporáneos; en Cuba, Revista de Avances; en Alemania, Die Neue Rundschau y  Europäische Revue. Fue el sueño de todo joven escritor, aunque la realidad de su éxito no fuera excesivamente prolongada; en 1929 poseía un extraordinario prestigio que conservaría hasta 1936, porque los avatares de la historia le ayudaron poco. Jarnés sufrió un proceso de politización que se haría patente en 1935 en el Congreso Internacional de escritores en Defensa de la Cultura, de París. Escritores como Gide, Mann, Huxley, Malraux, Barbuse o Éluard  promovían una reconciliación del intelectual con la vida pública a través de un compromiso cívico que en muchos de los casos derivó en forma de afiliación al Partido Comunista. Algunos de sus amigos derivaron hacia posiciones de abierta militancia revolucionaria como José Díaz Fernández o Antonio Espina; otros como Ernesto Jiménez Caballero sintieron fascinación por el fascismo, a través de su admiración por el Imperio, el Catolicismo, la Tradición y la Disciplina.
        En 1926 había publicado El profesor inútil, novela sobre la que se realizaron reseñas muy favorables y elogios acerca de su prosa estilizada y por ofrecer, técnicamente, en un relato fragmentario, mezcla de poesía y ensayo. En enero de 1927 su nombre figura en el número inaugural de La Gaceta Literaria y, en una revista murciana, Verso y Prosa. Más tarde publicaría una novela sobre sus recuerdos en el seminario titulada, El convidado de papel (1928) y otra de las grandes puertas que se le abrieron fue la de Cuadernos Literarios de La Lectura, una serie de libros selectos, en cuya colección habían colaborado científicos, ensayistas, literatos o pintores como Ramón y Cajal, Menéndez Pidal, Regoyos, Gutiérrez Solana, Baroja o autores más próximos como Gómez de la Serna y Gerardo Diego.
        La revista Brújula se fraguó en la tardes de café en casa de Gregoria y Benjanín Jarnés, por allí aparecieron los jovencísimos Ricardo Gullón e Ildefonso-Manuel Gil, a cuya tertulia se sumaron Enrique Azcoaga y Julio Angulo. El primer número aparecería en enero de 1932 y hubo cuatro entregas nada más, hasta que dos años más tarde, se convertiría en Literatura, auténtico mirador de la promoción de los años treinta que, posteriormente, fue rebautizado como del 36; por la redacción pasaron Juan y Leopoldo Panero, María Zambrano, José Antonio Maravall, José María Alfaro, Arturo Serrano Plaja, José Ferrater Mora, Pedro Pérez Clotet, Tomás Seral y Casas, José Ramón Santeiro, Ramón Gaya, Antonio  Sánchez Barbudo, Andrés Ochando, Rafael de Urbano, Enrique Azcoaga y, por supuesto,  Gullón y Gil, y pronto se sumaron los consagrados Gerardo Diego, Jorge Guillén y Vicente Aleixandre.  
        Los años 35 y 36 fueron fecundos, pese a los vaivenes políticos, para Jarnés. Apareció la segunda edición de El convidado de papel (la 1ª de 1928), un nuevo libro de ensayos, Feria del Libro, la biografía Castelar, hombre del Sinaí, y las novelas heterodoxas Libro de Esther y Tántalo, la primera un diálogo pigmaliónico y culturalista y la segunda una farsa sobre los males del teatro. Durante el primer semestre del año 36 siguió con sus colaboraciones en El Sol y el Heraldo de Aragón, además de numerosas conferencias sobre Bécquer, Cervantes, Goya, y la versión definitiva de Viviana y Merlín (la 1ª de 1930), la biografía Doble agonía de Bécquer, la sátira Don Álvaro o la fuerza del tino y el melodrama Sala de espera. No obstante, el escritor dio en aquellos momentos señales de cansancio como se puede leer en algunos de los muchos cuadernos íntimos que lo acompañaron desde 1929 hasta bien entrada la década de los cuarenta, durante su estancia en México.
     Jarnés es movilizado y se reincorpora al Cuerpo Auxiliar de Intendencia y poco después es destinado a Quintanar de la Orden. Allí vive la barbarie de la guerra civil, y es requerido por el Grupo Artístico García Lorca para pronunciar un discurso sobre la educación y la cultura como sustentos del ciudadano libre. Es trasladado a Toledo, más tarde a Valencia y finalmente a Barcelona, donde escribirá una nueva novela, Su línea de fuego, y adelantó un fragmento de ella en 1938 en Hora de España, pero aunque quedó en pruebas de imprenta en enero de 1939, se publicó en 1980.  Algo parecido ocurrió con Eufrosina o la gracia, entregada a la editorial Apolo antes de empezar la guerra y congelada durante más de diez años, hasta que apareció en 1948, unos meses antes de morir el escritor. Como tantos otros, Jarnés emprenderá su exilio inicialmente en Buenos Aires, pero en París la Legación de México le ha incluido para la primera expedición del buque Sinaia, programada para el 24 de mayo y el buque zarpó en los últimos días de ese mes y atracó el 13 de junio en Veracruz, y una semana más tarde Jarnés se trasladó a México D.F.  para allí fijar su residencia. En la capital de México fue biógrafo, antólogo y llevó a cabo dos proyectos enciclopédicos, El libro de oro de los niños (1946) y Enciclopedia de la literatura (1947), además de cuatro nuevos títulos de narrativa, La novia del viento (1940), Orlando el pacífico. Cuento de hadas (1942), Venus dinámica (1943) y Constelación de Friné (1944).

        Los primeros síntomas de la arteriosclerosis cerebral en 1946 hacen que la situación de los Jarnés empiece a ser precaria. Deciden volver a España en 1948 y llegan el 10 de febrero a Barcelona, donde se preparaba la edición de su novela Eufrosina o la gracia, y vuelven a Madrid dos días más tarde, a su ático de la calle de Santa Engracia; muy pronto sus antiguos amigos y discípulos lo visitan: Enrique Azcoaga, Ricardo Gullón, Ildefonso-Manuel Gil, pero el escritor los miraba ya con los ojos casi desentendidos. La muerte se produce el 10 de agosto de 1949. Ildefonso-Manuel Gil envió una nota necrológica al Heraldo de Aragón, que prohibió la censura en varias ocasiones, y fue publicada, finalmente, por el diario Alerta de Santander. Domingo Ródenas Moya realiza la Introducción y selección de Elogio de la impureza. Invenciones e Intervenciones y, actualiza, de alguna manera la figura emblemática de Benjamín Jarnés, a quien durante la última década se ha venido reivindicando desde los Cuadernos jarnesianos, de la Institución Fernando el Católico, de Zaragoza, así como la edición y reimpresión de algunas de sus obras significativas. La edición del profesor Ródenas Moya recoge, entre las Invenciones, los textos de la primera versión narrativa del escritor, para quien sus obras están en permanente estado de revisión: «Dos mercados», «El profesor inútil», «Andrómeda», «Circe», «Paula y Paulita», «Vida de San Alejo», «Viviana y Melín», «Dánae», «Locura y muerte de nadie», «Elegía a un amor beodo», «Escenas junto a la muerte» y «Tántalo», y en el apartado  Intervenciones, se recogen algunos inéditos interesantes, «Ejercicios», «Sobre cultura contemporánea», «El amor en la novela», «Discurso a los holgazanes» y «Discurso a un combatiente», textos que, en cierto modo, como señala Ródenas Moya, testimonian la voluntad de Jarnés de intervenir socialmente, en el ámbito de lo literario, y en el de la política.

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