Laura
Bordonaba: “En el relato no todo vale, y eso lo sabe escritor y lector. Los
relatos necesitan potencia, apertura y cierre perfectos, y para conseguirlo hay
que pedir exigencia y hay que entregarla”.
Laura
Bordonaba Plou, nació en Zaragoza, 1976 y es Licenciada en Documentación, y
desde 2002 trabaja en la Biblioteca Universitaria de Zaragoza, en su
sección de Humanidades. Apasionada de los viajes, de la literatura y las
letras, ama su ciudad por el cierzo y por el calor de su gente, y aunque
tremenda urbanita, siempre tiene que regresar al mar y a la naturaleza.
Su primer
relato premiado fue un cuento sobre la mitología rusa, a los diez años, aunque
posteriormente ha ganado diversos premios literarios en Aragón, entre ellos el
Primer Premio en el XIII Concurso de Literatura Joven en 2006, organizado por
el Instituto Aragonés de la
Juventud. Ha colaborado, entre 2012 y 2014, en la revista
Granite & Rainbow.
Ha publicado
el libro de relatos Sobreexposición
(Pregunta, 2014), historias contadas desde una distancia calculada, esa medida
justa que le permite una objetivación tanto cronológica como retrospectiva, y
textos suyos se han incluido en las antologías Los Borbones en pelota (Olifante, 2015), Hablarán de nosotras (Los libros del gato negro, 2016) y La mística (Olifante, 2016). La
colección, Polar (Pregunta, 2016) es
su segundo libro de relatos.
Alguien que empieza
a escribir, y lo hace con una colección de cuentos, ¿es todo un atrevimiento
literariamente hablando?
Quizás es ante
todo la forma más fácil de comenzar, o mejor dicho, para muchos escritores creo
que la más natural. Eso si hablamos del proceso de escritura. Eso sí, de cara
al mercado literario, sí, es arriesgado. Hay más lectores potencialmente
interesados en la novela que en el cuento, aunque creo que hoy en día, en que
todos hacemos lecturas cortas a menudo, por ejemplo a través de redes sociales
y medios digitales, debería ser un género en alza.
¿Somos, como usted
dice en uno de sus cuentos expertos de la ocultación?
Expertos en ocultar, en disimular, en sobrevivir. A veces
ocultar se vuelve casi un salvavidas. Sobreexposición era, como ya decía su
título, un canto a la vida y a vivir hacia afuera, sin máscaras. Parece fácil
pero suele pasar factura y castigarse. Por eso la gente suele ocultarse, bien
mediante un disfraz de superhéroe, bien mediante un disfraz de mediocridad,
bien mediante los secretos. Los secretos son seguramente una de las cosas que
nos acompañan durante toda nuestra vida.
¿El lector de
cuentos es alguien sumamente exigente?
Mi experiencia como lectora y escritora
me dice que sí. En el relato no todo vale, y eso lo sabe escritor y lector. Los
relatos necesitan potencia, apertura y cierre perfectos, y para conseguirlo hay
que pedir exigencia y hay que entregarla. Tiene que ser como un fogonazo de luz
o un puñetazo que te deje noqueado.
Su primera colección, Sobreexposición (2014)
tenía un tono eminentemente lírico, ahora en Polar (2016) ese tono está más
contenido, ¿se trata de una declaración de intenciones distinta?
Creo que no
abandono el lirismo, sería incapaz de vivir sin él, pero creo que he encontrado
una voz más potente y a su vez más contenida. La verdad es que me gusta la
evolución que veo y la que me dicen que han percibido mis lectores.
La ausencia y la
presencia eran constantes en algunas historias de Sobreexposición, ¿ahora
parece que el abandono domina en Polar?
El abandono
forma parte de la ausencia, pero de manera más concreta. Quizás aquí se
sobreentienden o se imaginan menos cosas y hay más realidad, cortante pero con
luz. Durante toda nuestra vida luchamos contra el abandono en multitud de
parcelas, es uno de esos miedos atávicos que compartimos muchos de nosotros.
¿Los protagonistas
de sus cuentos suelen encontrar esa “luz” al final?
Creo que de
alguna manera lo que suelen encontrar es la serenidad. La serenidad no tiene
por qué ir ligada a la luz, es un estado muy personal, pero es algo a lo que yo
aspiro, y creo que muchas veces se lo intento dar a mis personajes.
Equivocados, a veces crueles, a veces cobardes, pero serenos.
¿El cuento, más que
otro género, es el fiel reflejo de una realidad?
La vida está
llena de relatos cortos, de imágenes o situaciones que son como un plano de
cine de apenas un minuto. Conversaciones breves, historias de amor que acaban
rápidamente. Es fácil llevar el cuento a la realidad si se quiere, porque es
fácil relacionarlo con lo cotidiano.
A lo largo de la
vida, como en uno de sus cuentos, ¿se aprende que existen dos bandos?
Es algo que me
ha gustado de verdad tratar en Polar. Los cobardes, los que callan, los que
acusan, los que instigan. Los que aman y los que no, las madres y las que no lo
son, los hijos supervivientes y los que naufragan, la naturaleza y la ciudad.
Todo tiene su reverso, y sí, la vida son dos bandos, a veces tres, pero siempre
son elecciones, y eso siempre conlleva una renuncia, pero también un
aprendizaje.
El mundo animal
aparece ahora mucho más tratado en Polar, ¿es cuestión de experimentar con
otros protagonistas?
Me interesaba
profundamente poder dar voz a otras formas de representar sentimientos, ideas,
acciones. Los animales me parecen un canal perfecto, y fueron surgiendo en
Polar de manera natural, consciente-inconsciente, terminando luego por ver que
más que un canal adquirían entidad propia. Todos somos un poco animales, la
libertad del pájaro, la soledad del lobo, la fidelidad de un perro con su amo,
la independencia de un gato, la rareza de ser un oso polar.
Su libro,
Polar,¿intenta ser una radiografía de nuestra sociedad actual?
Hay temas que
sin duda son actuales, y que me interesan particularmente. Uno de ellos es la
maternidad / no maternidad / diferentes maneras de maternidad. Creo que se nos
vende una idea muy edulcorada de la maternidad, por ejemplo, y me ha gustado
hablar de que existen otras realidades, ni mejores ni peores, pero sí
diferentes. Hablo también de las redes sociales y la incomunicación, de cómo
las ciudades nos domestican y de recuperar la identidad con la naturaleza, o del
acoso escolar.
En esta nueva
colección, ¿ha condensado usted más sus relatos?
Creo que
tienen más unidad, porque a diferencia de Sobreexposición que al ser un primer
libro tenía un carácter más de reunión, Polar tiene un hilo conductor. Sabía
muy bien lo que quería contar, y además ofrecer cara y cruz, ir arrojando
matices en cada cuento. Esa condensación se puede llevar también a la forma,
creo que de alguna manera son más compactos, más cerrados y más intensos.
Los protagonistas
masculinos de sus historias suele aparecer como sujetos pasivos, ¿para usted
son menos incisivos en sus actuaciones?
En estos
cuentos sí que me fijé de forma más consciente en la figura de la mujer, a la
que doto de protagonismo. De alguna manera lo sentía como una asignatura
pendiente, poder regalar historias con mujeres fuertes y a veces incomprendidas
en sus acciones. Pero los hombres tienen su papel, quizás menos en primera
línea pero indispensable para poder construir la historia.
¿Subyace en sus
relatos y en sus historias una palpable tristeza de fondo?
Quizás más que
tristeza hablaría de melancolía pero también de realidad. Creo que por
naturaleza soy más bien optimista y una persona que puede considerarse
relativamente feliz, pero me interesa explorar lo que no nos gusta ver. Verlo y
nombrarlo es hacer que exista, y al existir perdemos también el miedo a
vivirlo.
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