NARRATIVA VERACRUZANA ACTUAL
Durante estos últimos veinte
años me he visto, de alguna manera, vinculado al mundo literario mejicano
y, más concretamente, al
veracruzano. Me han unido,
esencialmente, los lazos de la amistad y los de la admiración por un pueblo
emprendedor y valiente, identificado, también, de alguna manera con una
metrópoli Cla españolaC durante los últimos 500
años. Los amigos mejicanos que han ido creciendo con el paso del tiempo, me han
ido brindando la posibilidad de ir conociendo una literatura cuyas señas de
identidad se resuelven en la creación de una mitología particular y en este
sentido, los poemas, los relatos y las novelas, la Literatura en definitiva,
que ha estado alimentando mi ego lector me ha ofrecido una visión que, desde
una primera situación mimética hasta aquella otra, desvirtuada por el momento
revolucionario, se ha concretado, con el paso de los años, en una escritura
basada en las imágenes de una estricta realidad. Si bien he leído mucho
mejicano, más se ha concretado mi interés en lo veracruzano y así lo expuse en
mi particular visión de La Literatura
Veracruzana Actual, un volumen que recopilada para
la Revista Literaria:
Batarro, en 1995; y ahora, en esta muestra que, del mismo modo, pretende ser
recuento somero, parcial y discutible, donde quiero mostrar a un conjunto de
narradores veracruzanos que, cronológicamente hablando, muestran posiciones y
calidades que, indiscutiblemente, contribuyen al panorama general de la
narrativa mejicana actual. El sabio lector verá en todos y cada uno de ellos
esa voluntad de búsqueda de propuestas narrativas de todo tipo, incluidas todas
las técnicas específicas del relato: el cuento de contracción, el de situación,
el combinado, la acción simbólica y la parábola, asociaciones que desencadenan
acciones y determinan el desarrollo ulterior de la acción, el recurso
estilístico en suma, para un género que
se considera una finura literaria, así como el escaparate de una diversidad de
ambientes y situaciones que llevan a una complejidad de conflictos que pueden
resultarle al lector solubles o insolubles.
Luis Leal escribía en 1966
acerca del aporte de los escritores veracruzanos al desarrollo del cuento
mexicano, apuntando, además, que el iniciador del cuento moderno a la manera
del norteamericano Poe, había sido José María Roa Bárcena (Xalapa, 1827-
México, 1908); romanticismo, realismo, costumbrismo y modernismo acompañaron a
los nombres de Rafael Delgado, Cayetano Rodríguez Beltrán, Carlos Díaz Dufoo y María Enriqueta Camarillo; los cuentistas de
la Revolución lograron protestar con su literatura contra las injusticias
sociales y Lorenzo Turrent Rozas, Celestino Herrera y Mario Pavón Flores, son
buena muestra de ello; los éxitso de Arreola y Rulfo alentaron a los jóvenes,
Jorge López Paéz, Emilio Carballido, Sergio Galindo, Juan Vicente Melo y Sergio Pitol, autores que iniciaron el desarrollo bien
definido ya hoy del cuento veracrazuano.
Juan Vicente Melo |
El particular acercamiento a
tres generaciones diferentes, pretende mostrar al lector esa voluntad de estilo
ya conseguida en la primera, y en los casos concretos de Emilio Carballido y
Sergio Pitol, pilares de toda una serie de generaciones posteriores y hoy
consagrados por una amplia obra narrativa; otros valores afianzados y en alza,
casos de Raúl Hernández Viveros y
Luis Arturo Ramos, representantes de esa edad madura que supone una obra en
ciernes, interesante y en pleno proceso de producción, con un número de libros
importante, y la nómina más abundante, el resto de autores cuya edad oscila
entre los primeros treinta, caso de Rafael Antúnez y los veintipocos de Magali
Velasco, promesas que se vienen afianzando en estos últimos años con notables
obras de iniciación que, indiscutiblemente, figurarán en un futuro próximo
entre lo mejor del panorama narrativo mejicano contemporáneo.
El interés por el relato corto
tiene mucho que ver con la mixtificación de un género, tanto aquí en España
como allí en Méjico; sobre todo porque el cuento muestra una amplia gama de
posibilidades que han sobrepasado estructuras tan convencionales como las de
años anteriores; no quisiera extenderme
sobre cuestiones, esencialmente, críticas que mejor que yo han ensayado
eruditos tan notables como Lauro Zavala,
Mario Muñoz, Vicente Francisco
Torres o José Homero, y a quienes debo conocimientos amplios
sobre la materia, pero sí aportar mi
voluntad por presentar estilos y proyectos tan diversos como los que
siguen a continuación.
Carballido muestra en sus obras
un estilo de altas calidades expresivas y de alguna manera sus textos responden
a tres lecturas: la pérdida de la inocencia, tanto en la infancia como en la
pubertad y las primeras manifestaciones de la sexualidad; Pitol se ha sentido
obsesionado por la soledad y el dolor y sus personajes, que se desenvuelven en
un pasado, se muestran amenazados; sus últimas obras se inclinan hacia una
recreación caricaturesca de la
realidad. Lo social predomina en la problemática vislumbrada
en la obra de Hernández Viveros;
caracteriza algunos personajes
inmersos en los mecanismos que sostienen la economía, la política y la cultura,
hasta concluir, en la mayoría de sus textos, en un humor negro que nos llevan a
otro tipo de relato, de lo más insólito y en el marco actual de la vida. El desarrollo de
los cuentos de Luis Arturo Ramos oscila entre la polaridad de lo real y lo
imaginario, el sueño y la vigilia, la juventud y la vejez, el pasado y el
presente, para llegar a la transgresión de las leyes de nuestra vida y la
simbolización de todos los elementos que conforman el proceso narrativo. El
resto de propuestas pertenecen al mundo de la entreveración y a los años de una
mixtificación del orden de las lecturas y el mundo de la imagen, algo que puede
determinar el fin del alfabeto, aunque, quizá, ellos representen la vuelta y el
respeto de la escritura y su sentido último; por ello, también, algunos de
estos autores conciben el relato desde una concepción idealista para concluir
en las múltiples implicaciones alegóricas de la condición humana, léanse en
este sentido los textos de Jaime Renán González Pérez o Victor Hugo Vázquez
Rentería. Sin embargo, y por poner otro ejemplo, los fantasmas de Antúnez empiezan a
distinguir ya una forma de escritura: sus abundantes referencias literarias
muestran estructuras cíclicas basadas en una realidad atroz que viene
determinada por la soledad, la desesperanza o la frustración en última
instancia. La vida cotidiana ha sido,
igualmente, materia prima del cuento literario y estos jóvenes no podían
mostrarse ajenos, aunque en sus relatos exploran testimonios desmitificadores
que denotan una intertextualidad alusiva y metafísica, en la que de igual
manera combina el sentido del humor y la ironía. Ciclos que
se repite en nuestros días y que nos llevarán al cambio del milenio.
José Homero |
La justificación última viene explicada
por el creciente interés de los lectores por el cuento literario, aquí y allá,
porque la cultura de hoy se ofrece de una forma fragmentada y de esta forma se
recurre al poder del medio para brindarles una crónica diaria que se diluye
entre el testimonio y la ficción, y que, además, responde a las exigencias que
impone el ritmo de la cotidianidad y quizá por ello se trate de leer en
periódicos, revistas y suplementos de toda índole, sin que esto signifique la
degradación última lo literario y de la
Literatura.
No debo olvidar el magisterio y
los buenos ratos leyendo a tres maestros del género hoy desaparecidos, me
refiero a Segio Galindo (1926-1993), Juan Vicente Melo (1932-1996) y Parménides
García Saldaña (1944-1982); mi homenaje para estos veracruzanos ilustres en
estas páginas preliminares otorgándoles el beneficio de ejercer de maestros de
las generaciones presentes y de las futuras en la cuentística veracruzana
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