Una reflexión
Introducción
La guerra civil
española, que tanto destruyó, hizo desaparecer, entre otras cosas, el ideal
estético literario precedente. La larga postguerra, en un intento de resurgir,
propició la renovación de ciertos órdenes que, en literatura, se tradujeron en
la búsqueda de nuevos caminos que llenaran el largo y amplio vacío. La
perspectiva de conseguir una tradición
renovada hizo que los escritores del momento se lanzaran, con especial
dedicación, a buscar nuevas fórmulas de concepción literaria.
En los primeros años de la década de los
40, el panorama de la narración breve, escaso y poco afortunado, sirvió de
puente para la siguiente, en la que ya se puede hablar de una mayor presencia
de publicaciones y, por consiguiente, de una mejor atención al género,
entendiéndolo como cuento literario, de tan arraigada tradición en nuestro
país. Revistas y diarios empezaron a incorporar páginas literarias y a
disputarse, en principio, las firmas de los escritores supervivientes de
generaciones anteriores, pero no dejaron de incorporar los nombres de los
jóvenes valores. A este hecho se unió pronto la creación de nuevas editoriales
que crearon para sus fondos, colecciones de libros de cuentos, un hecho que provenía
en su mayoría de otro fenómeno de la época, la creación de premios en esa
modalidad literaria: Leopoldo Alas, Sésamo, Juventud, Café Gijón, por
citar algunos de renombre.
La segunda mitad de la década de los 50,
de aires nuevos, se reforzaba con los nuevos valores que en esos primeros años
habían dejado constatado el ensayo de nuevas fórmulas en una narrativa de corte
socializante, caracterizada por un marcado realismo expresionista y que había
incorporado a los jóvenes Ignacio Aldecoa, Medardo Fraile, Daniel Sueiro, Ana
María Matute, Jesús Fernández Santos, Rafael Sánchez Ferlosio, Jorge Ferrer
Vidal, Carmen Martín Gaite o Josefina Rodríguez. Los bautizados,
posteriormente, como «niños de la guerra» cuya primera obra narrativa se
inscribe en la estructura de la narrativa breve. A esta generación que, ya
entrada la década de los 60,
ha conseguido hacerse un camino en el difícil panorama
narrativo español, y empiezan a cuestionarse el hecho literario como una
auténtica actitud ante la vida y, en la mayoría de los casos, se enfrentan a
empresas mayores: sobre todo, la novela. Pero pronto va a aparecer una nueva
generación, más joven y algo más alejada del impacto de la guerra civil, una
temática que, por otra parte, empieza a desaparecer de las obras; estos jóvenes
aspiran a escribir historias que estén sincronizadas con las tendencias que
imperan en Europa y en el resto del mundo. Esta generación encontrará más
dificultades en su camino, sobre todo aquellos que inician su vocación
literaria en el cuento; pero destacarán en un esfuerzo común por entregarse a una experimentación de
temática y técnica diferentes que conlleve, por consiguiente, nuevas formas de
expresión literaria, ensayadas sobre todo en la narrativa breve y que más tarde
trasladarán a la novela, un género con
el que, en esta década, quedarán mejor expresadas sus pretensiones. Son los
autores que durante las últimas décadas se han encontrado en la plenitud de su
vida literaria, con una importante obra narrativa a sus espaldas, aunque en algunos
casos, lamentablemente, hayan desaparecido del panorama literario. Esta
generación está formada por Fernando Quiñones, Manuel San Martín, Daniel
Sueiro, Jorge Cela Trulock, Ramón Nieto, Luis Goytisolo, José María Sanjuán,
Enrique Cerdán Tato, Antonio
Martínez Menchén, Francisco Izquierdo, Ricardo Domenech,
Félix Grande, Andrés Berlanga y Jesús Torbado, todos nacidos entre 1927 y 1943.
Francisco Izquierdo (Granada, 7 de abril
de 1927- Madrid, 3 de septiembre de 2004) pertenece por adscripción temática y
formal a la generación más joven de la postguerra, que se iniciará en
literatura con trabajos publicados, inicialmente, en periódicos y revistas de
provincias, para después acceder a los grandes medios de comunicación y a esas editoriales regentadas, en ocasiones, por compañeros que
incluirán entre sus colecciones esos valores en alza. Los primeros relatos de
Francisco Izquierdo aparecerán en una revista de su ciudad natal, Diálogo,
entre los años 1951 y 1952. Su primer cuento fuera del ámbito local o regional,
lo publica en Madrid en 1953 y lleva por título «Un hombre de tierra roja».
Envuelto en esa corriente de aires nuevos que propició en estos maños una
narrativa extensa, el granadino que, junto a sus compañeros de generación, no
fue ajeno al hecho, publicó en la década de los 60 dos novelas, La misión
del hielo (Madrid, 1963) y El lince y la trama (Madrid, 1964),
cuando un autor como Luis Goytisolo había
publicado Las afueras (1958), Daniel Sueiro Fuera de juego
(1959) o Manuel San Martín El borrador (1961).
A mediados de los 60 su narrativa se
decantará por el relato literario y consigue reunir un puñado de cuentos y
cuyos volúmenes se irán abriendo camino en las décadas siguientes. Publica,
inicialmente, Las bestias y otros relatos (Madrid, 1967) y Fiesta de
cuerpo presente (Granada, 1970). Más
adelante, después de un paréntesis dedicado a otras dos de sus grandes
devociones, la pintura y la dirección editorial, publicará, El rumor de dies
irae (Sevilla, 1983) y Crónicas del buen trote (Madrid, 1986).
Finalista en muchos de los premios convocados en esas décadas, estaba incluido
en obras colectivas como Guerrillas civiles de Granada (Granada, 1986) y
Razón de amor (1987). Muchos de sus cuentos han sido recogidos, hace
poco más de una década, en Campo raso (1990), una muestra de su
excelente producción breve.
La narrativa de Francisco Izquierdo tiene
como eje temático, recurrente, al ser humano y lo brutal que conlleva su
existencia misma, llevada ésta, a veces, a extremos insospechables. Predomina
en sus relatos un acusado apunte social, nota que se complementa con una
riqueza expresiva sorprendente. De ahí, quizá, esa aguda visión irónica del
mundo que se entrecruza en sus historias, en las que, por otra parte, se
amalgaman toda una amplia selección de personajes de lo más variopinto,
envueltos en las situaciones literarias más imaginativas que puedan fabularse;
es, el suyo, un mundo de viejos, de niños y de mujeres maltratadas, con quienes muy pronto se sensibiliza
el lector; otras historias reflejan un mundo de gentes marginales, envueltas en
una sociedad, necesariamente, agreste que en ocasiones termina por engullirlos.
Puesto que los materiales son la vida misma, el lector podrá descubrir, en los
relatos de Izquierdo, toda una tipología de seres que ejercen los más variados
oficios, que viven en ciudades, pero que se localizan fundamentalmente en un
ambiente rural; un ojo avizor revisa espacios interiores y exteriores como
reflejo de las múltiples situaciones que un hombre puede vivir a lo largo de su
existencia y a esto hay que añadir las constantes de desgracias, locuras,
frenéticos impulsos y algo de felicidad para esa razón de ser. Un mundo humano
recurrente pero que incluye personajes únicos, cuya especie, por otra parte,
puede estar ya extinguida, criaturas genuinas irrepetibles, localizadas por el
escritor en las zonas más impenetrables del antiguo reino de Granada, una
realidad vivida que, para los lectores, se sitúa en una imaginaria Jandalocia,
un espacio físico, evidentemente, inventado, con habitantes cuyo temperamento va desde la más
absoluta ingenuidad a la más vehemente de las astucias. Sobre ellos se agita un
mundo que, en ocasiones, nos hace recordar al realismo mágico sudamericano,
aunque con presupuestos distintos, que desembocarían en un dramatismo sólo
salvable a través de la inocencia en que se puede vivir en un medio inventado
por el escritor granadino, frente a lo agreste y salvaje que conlleva el propio
medio, puesto que la ley que impera es el de la subsistencia y lo único que
salvará a estas pobres gentes es la voluntad de ese generoso lector que
descargará sobre ellos su firme voluntad de comprensión y de afecto.
Cuatro colecciones originales son las que
ha publicado Francisco Izquierdo hasta el momento, además de una antología que
recoge una amplia selección de su producción breve. Esta es la relación de títulos, así como los
relatos que componen cada una de las colecciones:
1. Las bestias y otros ejemplos;
Madrid, Azur, 1967; 96 págs. Contiene los siguientes cuentos: Los
Felicianos, Soledad de hermosas nubes, Embarazo, Lluvia para maldecir, El
alcudón, El arco de tirar demonios, Toco a muerto con jazz. Lleva, además,
una introducción titulada «A guisa de pruebas», que incluye cuatro historias de
una página cada una. Es, quizá, la obra más significativa de Francisco
Izquierdo porque, desde las primeras páginas de este libro, se percibe esa
humanidad que se extenderá al resto de sus relatos posteriores. Todos tienen
como protagonista al ser humano y lo brutal que puede resultar su existencia,
llevada en muchos casos a extremos insospechados. La soledad y la actitud ante
la vida viene a reforzar el singular perfil que el granadino ha querido dar a
sus seres inventados.
2. Fiesta de
cuerpo presente; Granada, Padre Suárez, 1970; 96 págs; 2ª ed., Madrid,
Azur, 1973. Los cuentos incluidos son: Otro mundo para tío Antonio Manuel,
Introducción al símbolo de la lluvia, Un manantial sucio brota en el
equinoccio, Algo que ya funciona como la muerte, Interior off pantheon as repuilt
in 1834, La cofradía de los cazoleros malvas, En la rambla está el muerto
protestante. El conjunto se caracteriza por un estilo expresionista y,
sobre todo, por mostrar la actitud que mantienen los personajes de estos
cuentos ante la maldad del mundo. Superstición e ironía terminan por
caracterizar estas historias donde la muerte se convierte en el tema-eje de la
mayoría de los relatos y ante la cual sus protagonistas desarrollan sus
instintos más negativos.
3. El rumor de dies irae; Sevilla,
Ediciones Andaluzas, 1983; 244 págs. Contiene los siguientes relatos: Un
cañón de paisano, El éxodo de las hermanas Huelma, Los chirlos mirlos de
Tralarán, La
Talangamandanga, El matorral de la eternidad, La reliquia, El
poyetón, El despelote de Santa Filila, Las visiones de Alonso de Panduro, Fuego
a las siete, Enterrar a los muertos, Despedida de pobre, Algo que ya funciona
como la muerte, En la rambla está muerto el protestante. El libro recibió
el I Premio de Narrativa Andaluza «Blanco White», en 1983, lleva un prólogo de
Antonio Zoilo. Es la colección más extensa, con temas recurrentes de anteriores
colecciones, aunque sobresalen, entre otras, la actitud militarista de todo un
pueblo, la soledad colectiva, el suicidio o la religión. Los cuentos se
localizan, geográficamente, en Jandalocia, el espacio imaginario creado por
Izquierdo.
4. Crónicas del buen trote;
Madrid, El Observatorio, 1986; 102 págs. Contiene los siguientes cuentos: La Vindicta Correfalos,
A la funerala, Como la pulpa del higo, Un singular portento, Al mí molinó. La
temática de estos cuentos es contar, con un finísimo humor, las peripecias del
oficio más antiguo del mundo. Los propios títulos muestran la vena más irónica
del autor así como su melancólica visión de fondo que nos hace sonreír en
muchos de los casos descritos; el autor se muestra solidario con esas mujeres
que se esfuerzan por cumplir su papel en la sociedad y así nos muestra, en
estas páginas, el más clásico de los burdeles que no abre en señaladas fechas
de Semana Santa. La muerte, también está presente, y acompaña a esas singulares
profesionales, o se nos cuenta la venta de una joven a unos viejos verdes, y el
caprichoso «salto del tigre» de un cliente y de sus consecuencias posteriores o
para terminar como un grupo de amigos, debido a su devoción por el arte,
deciden poner su propio prostíbulo y acabarán casándose con sus parroquianas.
5. Campo raso; Granada, Ubago
Editores, 1990; 298 págs. Los cuentos incluidos son: Los Felicianos, Soledad
de hermosas nubes, El alcaudón, Introducción al símbolo de la lluvia, Algo que
ya funciona como la muerte, En la rambla está muerto el protestante, Un cañón
de paisano o Introducción al sábado oessudoeste, El éxodo de las hermanas
Huelma, Los chirlos mirlos de Tralarán, La Talangamandanga,
Enterrar a los muertos, Despedida de pobre, La vindicta Correfalos, A la
funerala, Al mí molinó, Lástima que el talgo sea tan bajito, Operación
chinarral, Sábana Rosa de Lino. Es
una antología que recoge buena parte de los mejores cuentos publicados en sus
anteriores colecciones. Como novedades incluye el relato finalista del Premio
Antonio Machado, de 1982, titulado, Lástima que el talgo sea tan bajito;
Operación Chinarral, publicado en el libro colectivo, Guerrillas civiles
de Granada, 1986 y Sábana Rosa de Lino, aparecido en Razón de
amor, 1987. El prólogo es de Antonio Enrique.
A lo largo de su vida Francisco Izquierdo
ha recogido y escrito sobre toda una suerte de leyendas y especulaciones bajo
una mitológica visión de la vida. En muchos de sus libros insiste el erudito
que de lo que se trata es de plasmar esa otra visión que nos otorga nuestra
existencia alejada de unas señas de identidad, quizá por eso siempre ha
recurrido a curiosidades lugareñas, sucesos inusitados y peregrinos, para
averiguar «no lo que debiera ser
importante, pero sí interesante» y poder esclarecer, desde un punto de vista
particular y potencial, las conjeturas, los datos fingidos o los supuestos que
legitiman todo lo que el saber popular ha aportado a la Historia y a la Literatura, con
mayúsculas. Valga esta modesta aportación de quien desde hace años se muestra
devocionario de un hombre de singular talante que ofrece, entre otras muchas
cosas, con su amistad, lo más valioso que aún nos queda entre los seres humanos.
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