PRESENTACIÓN
CUENTO AL SUR
La
tradición literaria del cuento en España no es esa realidad de un hecho
constatado que desde perspectivas distintas debamos refrendar una y otra vez o
insistir por parte de autores, estudiosos, críticos o de apasionados del género
en general. En las últimas décadas del pasado siglo XX se ha venido confirmando
la vigencia y el interés que ha despertado el relato en aquellos autores que se
han ido incorporando al panorama narrativo. Y aún más, estamos en condiciones
de asegurar que las generaciones de jóvenes escritores y lectores respetan y
cuidan el cuento extremadamente por motivos literarios tan diversos como
particulares que quizá a lo largo de este acto podamos señalar, tanto por parte
de los autores como por los que sentimos admiración por esta disciplina
literaria.
La
crítica calificaba, hace unos años, a este fenómeno de «resurrección del
género», desde la tierra quemada de los años setenta, aunque también señalaba
como, una y otra vez, se enlazaba con un cultivo continuado del mismo en cada
etapa de las letras españolas desde el último tercio del siglo XIX. Ahora en las décadas que nos ocupan, las de 1980 a 2000, se vive un
momento estable y creativamente muy variado en el que los editores no arrugan
la nariz ni se encogen de hombros y los escritores no se sienten minusválidos o
disminuidos literarios por el cultivo de la narrativa breve y quizá porque,
entre otros fenómenos, «desde Hispanoamérica llegó hace ya muchos años la
conciencia de la perfección literaria a través de la narración corta con
autores como Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges o Adolfo Bioy Casares, pero
también con Julio Cortázar, Julio Ramón Ribeyro o Augusto Monterroso. Y en
nuestro país, y es más, en el Sur, no sólo son muchos los escritores con
devoción expresa por el género (...), sino que (el relato) sirve cada vez más
de carta de presentación del escritor nuevo». De la nómina que se compone Cuento
al Sur, escritores como Romero Peche, Ruiz Torres, Busutil, González
Navarro, Ramírez Escoto, Álamo, Bonilla, Palma y Felipe R. Navarro empezaron su
vida literaria escribiendo cuentos y lo siguen haciendo, los novelistas tampoco
han obviado el género y Campos Reina, Talens, Rossetti, Morales, Muñoz Molina,
Téllez, Benítez Ariza y Gutiérrez Solís alternan su escritura y han escrito y
siguen escribiendo buenos relatos.
Hace unos
años, concretamente en 1993, Ángeles Encinar y Anthony Percival, justificaban
su Cuento español contemporáneo, argumentando la ausencia de un volumen
de cuentos que englobara escritores representativos del momento y, además,
razonaban críticamente que aunque se habían publicado algunas antologías, en
general, todas habían quedado restringidas dentro del contexto de la narrativa
de postguerra, o bien habían sido realizadas con enfoques monotemáticos, con
fines comerciales o estructuradas, y esto resultaba interesante, sobre todo con
una perspectiva regional: se referían, por citar algunas, a Narradores
andaluces (1981), de Rafael de Cózar, Los andaluces cuentan (1981),
de José Antonio Fortes, Narradores murcianos (1986), de Ramón Jiménez
Madrid, Figuraciones (1986), de Santos Alonso, Cuentos barceloneses
(1989), Cuentos literarios de autores asturianos (1990), de María Elvira
Muñiz o Narradores almerienses (1991), de quien suscribe (un servidor
que también estaba tocado por esta magia). Hay, además, toda una pequeña bibliografía
en torno al género, en cuyos volúmenes, de una manera u otra, se incluyen
bastantes autores nacidos en nuestra región, sin que, por este hecho, haya que
leer necesariamente entre líneas. Lo mismo que en la colección de Encinar y
Percival se cuenta con Muñoz Molina, en Verte desnudo (1992), se incluye
a Ana Rossetti, Últimos narradores (1993) incorpora a Eliacer Cansino y Antonio Muñoz Molina, Son
cuentos (1993), de nuevo a Muñoz Molina, Trece historias breves (1995)
a Juan Bonilla y Juan Madrid, Páginas amarillas(1997), a Antonio Álamo,
Felipe Benítez Reyes y Juan Bonilla, Relatos para un fin de milenio
(1998), a Eduardo Mendicutti, Los cuentos que cuentan (1998), a Juan
Bonilla, Antonio Soler y Manuel Talens, Vidas de mujer (1998), a Fanny
Rubio y Ana Rossetti, Cien años de cuentos (1998) a José Moreno Villa,
Francisco Ayala, Manuel Andújar, Carlos Edmundo de Ory, Antonio Martínez
Menchén, Fernando Quiñones, Antonio
Muñoz Molina, Felipe Benítez Reyes y Juan Bonilla, Cuentos
eróticos (1999), a Manuel Talens, Eduardo Mendicutti y Felipe Benítez
Reyes, Lo de amor es un cuento, 2 vol. (1999) a José Navarro, Antonio
Álamo, José Manuel Benítez Ariza y Juan Bonilla, Historias de adulterio
(2000), a Muñoz Molina, Cuentos de trenes (2000), a Hipólito G. Navarro
y José Antonio Muñoz
Rojas, Historias de recetas de cocina (2000), a Francisco Ayala, Cuentos
españoles (2000), a Fernando Quiñones. Evidentemente este muestrario es
amplio y no menos significativo de lo que estamos defendiendo.
Lejos de
pretender una parcelación o adjudicación de un fenómeno para Andalucía, Cuento
al Sur (2001) no excluye, y por consiguiente, tampoco agota autores o
libros, sirve de una referencia más a este género que sigue siendo esa
«cenicienta» de las letras españolas pero que no deja de estar presente en
forma de antologías, compilaciones, selecciones, encargos de revista o de
periódico, en la etapa estival o por Navidad o en cualquier manifestación donde se precie y se pueda
disfrutar de un buen relato. Ya hemos
señalado cómo algunos críticos afirmaban que la situación del cuento mejoraba,
en realidad había salido del
encasillamiento en el que se hallaba. Los autores de las últimas generaciones
lo cultivan con acierto y los editores están dispuestos a publicarlos. «La
diversidad y riqueza del cuento—señalaba José Luis Martín Nogales— en la
literatura española actual se pone de manifiesto en el empleo de múltiples
fórmulas en los libros publicados. Se teoriza, dramatiza o se mantiene una
actitud lírica sobre diferentes aspectos para llegar a una síntesis argumental
y a una condensación narrativa que ofrece una heterogeneidad tan amplia como
sorprendente. Formas, recursos, procedimientos y sobre todo dominio del
lenguaje caracterizan al cuento español».
Para las referencias al relato andaluz, al menos
escrito en Andalucía o por andaluces, tendríamos que remontarnos al XIX con
autores como los que, hace ya bastantes años, señalaba el profesor Baquero
Goyanes, es decir, Fernán Caballero o Pedro Antonio de Alarcón, el malagueño
Arturo Reyes, incluso Colombine y Villaespesa que participaron y contribuyeron
a la expansión del género con las características de la época y la diversidad
de nombres o definiciones o autores que siguieron a estos andaluces universales.
Una curiosidad, han coincidido en el tiempo dos libros que recogen la realidad
del cuento, además se trata de dos libros tremendamente complementarios sin que
su aparición haya obedecido a circunstancias preestablecidas ni mucho menos, me
refiero a una Antología de cuentista andaluces del siglo XIX, cuyo
autor, por cierto, es un buen amigo y un excelente estudioso, Eduardo Iáñez
Pareja que junto a Cuento al Sur (que ahora presentamos) aporta esa
visión que yo pretendo dar en estas notas e incluye a algunos de los autores
citados el pasado XIX andaluz, además de Serafín Estébanez Calderón, Gustavo
Adolfo Bécquer, Juan Valera, Luis Coloma, Manuel Martínez Barrionuevo y José
López Pinillos «Pármeno». El libro tiene una excelente introducción y
justificación que subraya cuanto vengo diciendo.
Enlazando
con lo anterior, antes de la guerra civil, destacaron los nombres de Francisco
Ayala y José Antonio Muñoz
Rojas, en la
posguerra Manuel Andújar, Rafael Narbona, Concha Lagos,
Sebastián Bautista de la Torre, Carlos Edmundo de Ory, Alfonso Grosso, José
Fernández Castro, Fernando Quiñones, Antonio Martínez
Menchén. Durante las últimas décadas, las que por necesidades de espacio y
dimensión temporal, nos ocupan, 1980-2000, otros autores se han sumado a la
nómina señalada contribuyendo desde diversas provincias a engrandecer aún más
su actitud ante el relato breve: Diego Granados, Julio Alfredo Egea, Francisco
Izquierdo, Carlos Muñiz Romero, Pilar Paz Pasamar, José Asenjo Sedano, Julio
Manuel de la Rosa, María José Clemente, Herminia Luque y me consta que jóvenes
narradores están obteniendo premios en sonados concursos como el NH de Relatos,
instituido por primera vez en 1996, y en el que ya figuran autores como José
Fernández Reyes, José Villalba, Luis M.. Fuentes, Antonio Gallo y Juan Antonio
Sánchez.
La nómina de autores durante los últimos años, sobre
todo los referidos a la denominada «transición democrática» no ha hecho sino
afianzar el papel importante de los autores más jóvenes que se han incorporado
al panorama literario y que hoy se muestran en el esplendor de su actividad
creativa. Cuento al Sur no es, evidentemente, una propuesta definitiva,
no pretende hacer resurgir un fenómeno a propósito de un boom comercial,
sino reunir una nómina nunca completa de autores que a lo largo de su vida
literaria han trabajado el cuento, lo siguen trabajando o se encuentran en
estos momentos en pleno proceso de producción en este género que, por otra
parte, hace falta reivindicar desde los ángulos más diversos.
Compilaciones
o antologías como la presente quieren ayudar a engrandecer y difundir a autores
y a sus obras. No habrá que ver
en esta selección nada más que el rigor de un cuento bien escrito, y por
autores que en su obra lo han abordado con esa suficiencia de la que queda aquí
manifiesta presencia, porque quizá, para la mayoría de ellos, como ya he dicho
en alguna otra ocasión, la literatura y la vida quedan concebidas como un
proyecto común del que se da noticia en su escritura y, además, se convierte en
un propósito que va más allá del didactismo o la moralidad. De lo que
se trata es de ofrecer variadas voces del cuento y esto avalado por una
invención que celebra la realidad más inmediata, repleta tanto de tensión como
de esa amenidad que otorgan las experiencias propias. Las características más
relevantes que puede proporcionar al lector la presente selección es la
diversidad tanto en temas, como enfoques
y estéticas si hemos de hablar aquí de este concepto que bien puede aplicarse
al cuento, pero sobre todo habría que hablar de un gran desarrollo del género
por parte de estos autores cuya aparición en el panorama literario se cifra en
los años de la transición, los felices 80 e incluso, el final del siglo en los
90. Muchos de ellos configuran sus historias entre lo absurdo, lo fantástico,
la realidad, lo erótico o la fabulación; en suma, levantan un acta cotidiana
desde enfoques irónicos o humorísticos, paródicos o caricaturescos, con
personajes excéntricos, infantiles o femeninos, desde una categoría sumamente
expresiva, inmersos por supuesto, en un mundo contemporáneo que proporciona
relaciones interpersonales que ofrecen una proyección mayor. Estos autores
muestran una sólida condición literaria como puede desprenderse de sus textos,
y se afirman en un discurso que ejemplificaría esa adecuación a un proyecto
narrativo concreto y su calidad expresiva como soporte conceptual. Existe entre
ellos fervor y pasión por el relato como vehículo de expresión preferente en un
universo discursivo mayor que pretende mostrar esa imagen equívoca de una
realidad distorsionada o el esfuerzo por cambiarla.
El
panorama narrativo breve en Andalucía, escrito entre nuestras fronteras o fuera
de ellas, es mucho más amplio pero quizá no más heterogéneo. Algunos autores no
ha querido sumarse a esta reunión de amigos que es en lo que se ha convertido
este puñado de buenos relatos. No voy a citar nombres en este momento que
pudieran herir susceptibilidades porque además no vienen al cuento. Ellos lo
saben y en otros casos no hemos tenido acceso a su persona para pedirles su
colaboración.
En definitiva, con los aquí antologados, los señalados
en al introducción, la bibliografía, los desconocidos y quienes se vayan
sumando lentamente a esta gran familia, la suerte del relato o del cuento está
asegurada, independientemente del sentimiento regional o nacional. Quienes
quieran ver una obra total en esta modesta muestra pronto se darán cuenta de
que nada más lejos de semejante presupuesto. Eso sí, a excepción de dos
nombres, Miguel Ángel García Argüez (que además acaba de publicar El bombero
de Pompeya (Colección Calembé de la Diputación de Cádiz, 2002) y Andrés
Pérez Domínguez (que también acaba de publicar dos novelas cortas, de
estructura casi cuentística, Los mejores años (2001) y Duarte (Diputación
de León, 2002), ambos como una apuesta válida para el futuro, el resto de la
nómina corresponde a excelentes narradores que hasta el momento, en su
producción narrativa, han ensayado tanto el relato breve como el extenso y
figuran ya en los estudios y monografías de la narrativa española del último
cuarto de siglo.
Finalmente
quisiera apuntar una idea a propósito de lo que se entiende por un cuento—según
apunta el maestro Antonio Pereira—« es el resultado de saber una buena historia
y saber contarla con la intensidad y brevedad necesarias». Creo que los relatos
aquí reunidos tienen mucho que ver con esta afirmación porque todos y cada uno
de ellos se concretan en esa sabia mezcla de equilibrio que se produce entre la
precisión y la vaguedad.
Volumen publicado por Batarro, 2001.
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