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martes, 29 de mayo de 2018

MERINO, ACADÉMICO


                     JOSÉ MARÍA MERINO, ACADÉMICO

        José María Merino forma parte de esa promoción de narradores que han reconciliado al lector español con los autores. Acaba de ser elegido académico de la Real Academia Española y ocupará el sillón «n».*


              
        En 1975 se produjo una cisura cultural, un cambio, una ruptura, una transición, hacia una transformación no demasiado traumática de la democratización de la vida pública, de la política y de la cultura, en general. En 1978 desaparece, definitivamente, la censura y ese imperativo de seguir combatiendo con la pluma situaciones anteriores muy determinadas. El final de la década produjo no pocas sorpresas que se tradujeron en los rasgos esenciales que caracterizaron a la literatura del momento: libertad, conciencia política, búsqueda de nuevas posibilidades formales y temáticas y, sobre todo, abundantes dosis de humor e ironía.
        En palabras de Enrique Murillo, la narrativa española de los 80 llevó hasta sus últimas consecuencias ese proceso de cambio que en los 90 culminaría en una variedad temática, distintos enfoques estilísticos y técnicas que graduarían intención, calidad, refinamiento como  desarrollar una obra literaria que marcaría el sello inequívoco del fin de siglo: en este sentido habría que nombrar a Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio y José María Merino, autor que, como afirma Murillo, aparece en el panorama de la literatura española tras la caída o el descrédito de los planteamientos sociales y comprometidos de la generación del medio siglo, la promoción experimental de unos años después y, esa especie de compás de espera, tras la etapa franquista y el reconocimiento de una narrativa más joven que en un corto espacio de tiempo consiguen un amplio reconocimiento e impulsan una narrativa de resonancias internacionales, a los que se suman los de Eduardo Mendoza y Manuel Vázquez Montalbán.
        José María Merino forma parte de esa promoción de narradores que han reconciliado al lector español con los autores y que con la proyección de su literatura fuera de nuestras fronteras han propiciado que lo hispano haya tenido mayor repercusión más allá de la Península. Acaba de ser elegido académico de la Real Academia Española, en sustitución de Claudio Guillén, y ocupará el sillón «m». Ha asegurado que su elección cierra personalmente un ciclo vital de su vida, pues no en vano en «su infancia empezó a descifrar del mundo de la realidad a través del diccionario, por un lado y de los cuentos y novelas, por otro».
Biografía
        José María Merino es un novelista leonés pese a haber nacido en La Coruña en 1941 porque el azar así lo dispuso. Él mismo no ha dejado de asegurar durante todos estos años: «Mi infancia son recuerdos principalmente leoneses» y allí estudio Bachillerato y posteriormente Derecho, aunque desde siempre había querido ser escritor. Tras una breve estancia en París, se afincaría en Madrid para desempeñar diversos trabajos y después ejercer de funcionario de la administración adscrito al Ministerio de Educación y Ciencia. Desde este nuevo puesto participará en diversas misiones de la UNESCO en Hispanoamérica y a lo largo de estos años visitará Venezuela, Costa Rica, Guatemala, Méjico y algunas otras zonas del sur de Estados Unidos. Precisamente, en estos países ambientará sus primeras novelas y relatos. Ha sido director del Centro de las Letras Españolas, en Madrid y cuando dejó el cargo, en 1990, aseguró que lo hacía para dedicarse plenamente a la literatura.
        Su trayectoria literaria se inicia en 1972 con un libro de poesía, Sitio de Taifa, un año más tarde, otro poemario, Cumpleaños lejos de casa, colabora con Luis Mateo Díez en Parnasillo provincial de poetas apócrifos (1975), con Juan Pedro Aparicio publicaría Los caminos del Esla (1980), dándole un nuevo sentido a los libros de viaje; en 1984 cierra su ciclo poético con Mírame Medusa y otros poemas.
        Inicia su obra narrativa con títulos muy diversos que abarcan en la actualidad el cuento, el microrrelato y la novela, una obra de tremenda calidad literaria que empezó con Novela de Andrés Choz (1976), Premio Novelas y Cuentos, a la que siguieron El caldero de oro (1981), finalista del Premio Nacional de la Crítica, el libro de relatos, Cuentos del reino secreto (1982), de nuevo una novela, La orilla oscura (1986), Premio de la Crítica de 1985. Un año más tarde, iniciaría su trilogía sobre la América española: El oro de los sueños (1986), La tierra del tiempo perdido (1987) y Las lágrimas del sol (1989). Una nueva colección de relatos, El viajero perdido (1990), las novelas El centro del aire (1991), No soy un libro (1992), Cuentos del Barrio del Refugio (1994), Las visiones de Lucrecia (1996), la colección, 50 cuentos y una fábula (1997), sus memorias, Intramuros (1998), la colección, La casa de los dos portales y otros cuentos (1999), las novelas cortas, Cuatro nocturnos (1999), Cuentos (2000), Los invisibles (2000), una nueva colección de cuentos, Días imaginarios (2002), la novela, El heredero (2003), reflexiones sobre invención literaria, Ficción continua (2004), Cuentos de los días raros (2004), Cuentos del libro de la noche (2005), El lugar sin culpa (2007).


        Merino forma parte de esa raza de escritores que desde sus inicios como narrador, vuelven al relato como el auténtico arte de contar, superando en cada momento esa tesitura entre realismo e idealismo, entre formalismo y contenido, es decir, el proceso de escritura puro o la literatura de compromiso. En aquella época se llamó la «nueva fabulación» en la que sirviéndose de la realidad o del dato histórico se descubre el revés de lo real y lo fantástico, siguiendo la estela de Todorov cuando habla de esa incertidumbre entre lo real y lo irreal, entre la vigilia y el sueño, entre la evocación de la memoria y una realidad presente.

Los cuentos
        Hasta el momento la obra breve de José María Merino se compone de Cuentos del reino secreto (1982), El viajero perdido (1990), Cuentos del Barrio del Refugio (1994), 50 cuentos y una fábula. Obra breve (1982-1997) (1997), La casa de los dos portales y otros cuentos (1999), Cuentos (2000), Días imaginarios (2002), Cuentos de los días raros (2004), Cuentos del libro de la noche (2005) y La glorieta de los fugitivos. Minificción completa (2007), que en su mayoría se adscriben al género fantástico-maravilloso, situados cronológicamente en la Antigüedad o en la Edad Media, y elementos de ficción científica. El primer volumen, Cuentos del reino secreto, reúne un puñado de relatos en los que los prodigios se suceden en la Antigüedad como en la Edad Media, por ejemplo, «Valle del silencio» y «Expiación», ambientados en la Iberia romana y «La prima Rosa» y «La casa de los dos portales», en  la Edad Media; en todos estos cuentos, los protagonistas son niños y adolescentes. Los prodigios, que se cuentan, son vividos como si de una realidad se tratara sin que el narrador manifieste al lector sus posibles dudas, sino que prolonga la experiencia, a veces, durante toda una vida. En su siguiente colección, El viajero perdido, con la perspectiva de los ocho años transcurridos, los cuentos no se sitúan en el espacio geográfico anterior, es decir, la frontera leonesa con Asturias y Galicia; ahora los personajes son adultos que se muestran escépticos ante los desafíos de credibilidad de las situaciones vividas. En el tercer volumen, Cuentos del Barrio del Refugio, el espacio es urbano, concretamente, madrileño, aunque aparece un paisaje suburbano que se quedó al margen de la evolución de una modernidad de la capital: casas abandonadas, callejas tortuosas y mal iluminadas, sombras, brumas que se extienden por barrios habitados por ancianos abandonados, vagabundos, drogadictos o inmigrantes sin cobijo alguno.
        La obra narrativa breve de Merino ha sido estudiada en numerosas ocasiones, a propósito de esa fantástica visión de la mayoría de sus relatos, además de esa manifiesta voluntad de presentar fenómenos diversos como la irrupción del mundo ficticio en el real, apariciones de ultratumba, seres o cosas de otros tiempos y espacios, espíritus, monstruos, metamorfosis; pero pese a lo que pudiera pensarse con respecto a este tipo de narrativa, reducida a una mera anécdota, tanto los valores esenciales como los existencialistas plantean tanto al narrador, como al personaje y al lector, no pocas dudas acerca de esa adscripción al género maravilloso-fantástico. Días imaginarios (2002), son cien invenciones literarias, toda una miscelánea de textos inclasificables por su heterodoxia y riqueza, tanto narrativa como imaginativa. Los textos se parecen a apólogos, esbozos de cuentos, sueños, sentencias, recogen leyendas y mitos o se verifican como auténticos artículos que nos remiten al mundo de su ficción. En buena parte de estas historias, se puede hacer un auténtico rastreo de lo cotidiano, como por ejemplo, en los textos denominados, «Del almanaque...», doce en total, que se refieren a los meses del año y a sus fiestas más señaladas: Reyes, Semana Santa, flores de Mayo, vendimia, día de Santos..., y que enlazan con toda una tradición universal. Breve ensayo de prosa multigenérica en textos que rezuman magia, sugieren incluso más de lo evidente, contienen imágenes repletas de ironía que remiten tanto a la fantasía como a la cotidianidad. Sabiduría oriental u occidental, erudición para salvar muchas leyendas contenidas en el baúl de nuestros recuerdos y recobradas por la prosa de Merino. Otra interpretación sería la del esbozo de un cuaderno de notas, artefacto válido para interpretar la literatura y lo que confiere su mundo. Cuentos de los días raros (2004), quince cuentos que nos hablan de esos días raros, siempre al acecho para traernos la fascinación o el desasosiego de lo imprevisto, de lo misterioso, de lo fatal, para mostrarnos, en definitiva, lo que puede esconderse tras las imágenes de lo cotidiano. Al profesor Souto empiezan a sorprenderle las respuestas de la inteligencia artificial que está ayudando a crear. Cuentos del libro de la noche (2005), relatos fantásticos u oníricos, reales o imaginarios, despiertos o dormidos que se esconden y emergen de las páginas de este libro de microrrelatos. Con la noche, la luna, la ausencia de luz y las sombras como cómplices que dan sentido al conjunto. Hay algún que otro relato con tintes de humor, pero los menos,  recogen imágenes de momentos de insomnio y duermevela teñidas de pinceladas de fantasía. En alguna ocasión, el autor ha manifestado que jamás enciende las lámparas, lleva en la mano una linterna pequeña y su resplandor escaso, subrepticio, le ayuda a sobrevivir. La glorieta de los fugitivos. Minificción completa (2007), cuentos que se reúnen por primera vez en un solo volumen y tienen un hilo común conductor, al margen de su brevedad, la extrañeza de lo cotidiano, el misterio que nos otorga nuestra vida diaria, además de esos otros temas que literariamente hablando suelen repetirse como la muerte, el horror, la historia, el sueño, la memoria y todos aquellos aspectos que asolan a la existencia del ser humano con sus aciertos y equivocaciones. Algunos son un fogonazo de ritmo expositivo que sorprenden por la resolución de los mismos y en ellos, precisamente, se aprecia ese valor anecdótico que el autor otorga a muchas de estas historias. La segunda parte contiene «veinticinco pasos» que suponen su intervención en el Congreso Internacional de Minificción en la Universidad de Neuchâtel, un auténtico ensayo sobre teoría lingüística y la necesidad de la ficción como vivencia existencial paralela a la propia o, lo que es lo mismo, «la ficción, —como señala el profesor Souto, alter ego, de Merino—  primera sabiduría de la humanidad.

Las novelas
        Con la Novela de Andrés Choz (1976), obtuvo el Premio Novelas y Cuentos. Cuenta la historia de Andrés que escribe una novela de ciencia-ficción y le va narrando todo el proceso a un amigo de forma epistolar; paralelamente, el lector va descubriendo la vida de Andrés Choz porque el conjunto está estructurado en secuencias y desde las tres personas narrativas, algo así como esa metanovela que años más tarde tendría tanto éxito. En su siguiente obra, El caldero de oro (1981) también mezclará dos planos narrativos, uno real y otro mítico, para contar en tres ámbitos, la agonía del protagonista y sus vivencias que recrean la infancia, la adolescencia y posterior madurez, en compañía de un abuelo, que cuenta la historia mítica del caldero de oro.  Con La orilla oscura (1986) obtuvo el Premio de la Crítica, y narra la vida de un profesor universitario que descubre, repentinamente, una inquietante percepción del mundo en el que vive y queda envuelto en los laberintos de un destino. Inicia un viaje que le llevará al pasado, incluso revivirá sus aventuras infantiles con una experiencia americana a través de un río y una gran selva. Un año más tarde, iniciaría su trilogía sobre la América española: El oro de los sueños (1986), La tierra del tiempo perdido (1987) y Las lágrimas del sol (1989). La primera se desarrolla en Méjico, la segunda en la península del Yucatán y la tercera en el Perú de las guerras pizarristas y almagristas. Dos nuevas novelas El centro del aire (1991), vuelve a construir un relato sobre la niñez porque los tres personajes son unos amigos de la infancia que emprenden la búsqueda de una amiga perdida en un accidente aéreo pero tal vez viva con otra identidad. Resulta un recorrido agradable por los recuerdos, los sueños, las aventuras infantiles, la vida cotidiana de unos jóvenes en permanente búsqueda de una identidad.  Y No soy un libro (1992) confirma, de alguna manera, la madurez de Merino con su escritura: de nuevo el viaje como búsqueda y aglutinador de aventuras como nos tiene acostumbrados el narrador: mundos extraños, diferentes con la presencia de la muerte para dividir los dos mundos contados. Las visiones de Lucrecia (1996), novela histórica, ambientada en la España Imperial de finales del siglo XVII, la vida de una muchacha que con sus sueños vislumbra catástrofes, en realidad, profecías que son tomadas en cuenta porque para algunas personas se les antojan divinas. Aunque el trasfondo es más político y muestra la religiosidad intransigente de la época. La novela, El heredero (2003), es la historia de un joven heredero quien, más que una herencia al uso, recibirá a la muerte de su abuela, no la casa familiar y las tierras, sino un legado más valioso de sus antepasados: su pasado y sus vivencias, sus secretos y sus silencios, los relatos particulares de todos y cada uno de ellos, una historia que se extenderá a lo largo del todo el siglo XX. Y su última entrega, por el momento,  El lugar sin culpa (2007), una bióloga, pretende alejarse de un doloroso drama familiar y elige como destino profesional un laboratorio situado en una isla casi deshabitada, un espacio protegido, donde el transcurrir del tiempo se ajusta mucho más al ritmo de la naturaleza que al de los pocos seres humanos que habitan en ella, y donde parece posible que la memoria personal pueda ser anulada. La llegada a la isla de un barco con el cuerpo ahogado de una joven devolverá a la protagonista la conciencia de la realidad humana y temporal a la que, a pesar de todo, ella pertenece.
        La ficciones de Merino, en suma, son miradas racionales sobre el ser y el estar del hombre contemporáneo sin condicionamiento alguno, que se convierten en ámbitos de libertad con apariencia de laberintos para conocer la imaginación de un fabuloso mediador.
              
Elegido (silla «n») el 27 de marzo de 2008, el escritor José María Merino ingresó en la Real Academia Española (RAE) el 19 de abril de 2009 con el discursos titulado Ficción de verdad. Le respondió, en nombre de la corporación, Luis Mateo Díez. José María Merino fue elegido vicesecretario de la Junta de Gobierno de la RAE el 17 de diciembre de 2009.

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