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jueves, 31 de mayo de 2018

Los olvidados


        EL GRAN MOMENTO DE JUAN GARCÍA HORTELANO

        El pasado mes de abril, con sus lluvias y el anuncio de la primavera, nos regalaba el recuerdo de los diez años transcurridos desde la inesperada muerte de Juan García Hortelano (1928-1992), uno de esos autores de culto que han cubierto, con su obra y con su actitud, el panorama narrativo de la segunda mitad del siglo XX.*


        La novela social en la literatura española del siglo XX ha sido el reflejo de esas diferentes capas que formaron la sociedad del momento. Algunos escritores quisieron poner en tela de juicio la manifiesta abulia con que las gentes encaraban entonces el destino de sus vidas y su futuro. Las novelas que aparecieron en esta época trataban de resaltar la actitud, los valores morales y sociales de un determinado grupo social, bien referido a las capas bajas y a su deseo de cambiar o a la burguesía y a su conformismo. Por otra parte, muchas de estas novelas muestran la falta de orientación de la juventud del momento porque conviven en un ambiente poco gratificante y llevan una existencia totalmente vacía, sin propósitos mayores. El estudioso y crítico Pablo Gil Casado, que  ha estudiado magistralmente este aspecto de la narrativa española de la época, señala las características de estas novelas y cita las más importantes. Los temas y los asuntos muestran grupos representativos de uno varios sectores, los sucesos que narran son ficticios aunque reflejan un estado de cosas, esencialmente, ciertas. Se trata de relatos objetivos, la actitud general refleja una pasividad y una indiferencia, se crean personajes característicos de una clase o grupo y las actitudes suelen ser especialmente representativas de quienes están en conflicto con ellas.
        Las novelas a que nos referimos y los autores que apunta Gil Casado son: Esta oscura desbandada (1952), de Juan Antonio Zunzunegui, Mi idolatrado hijo Sisí (1953), de Miguel Delibes, Juegos de manos (1954), de Juan Goytisolo, El Jarama (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio, La fiebre (1959), de Ramón Nieto, Nuevas amistades (1959), de Juan García Hortelano y Encerrados con un solo juguete (1960), de Juan Marsé, entre otros. Insiste aún más, Gil Casado, que las novelas «parasociales» de la abulia están escritas al más claro estilo del realismo-naturalismo y, por lo general, desarrollan un largo período de tiempo, se narran sucesos que exponen la lasitud e inutilidad de las gentes, aunque la proyección histórica no tiene el propósito de ahondar en el estado de la conciencia nacional o de la burguesía.



Nuevas amistades

        El escritor Juan García Hortelano representa dentro de la literatura del medio siglo, junto a Rafael Sánchez Ferlosio, la corriente objetivista más extrema, esa que se denominó como behaviorismo o conductismo y que, concretamente, en el caso de García Hortelano se tradujo en una desencantada crítica a la burguesía y a sus modos de vida, con esa técnica que hemos calificado de estrictamente objetiva. Juan García Hortelano había nacido en Madrid en 1928, licenciado en Derecho, trabajó en la Administración del Estado hasta su muerte acaecida en 1992. La concesión del premio Biblioteca Breve en 1959 a su primera novela, Nuevas amistades, y la rápida difusión de la misma, le llevó a ser conocido muy pronto en los ambientes literarios y a convertirse en el modelo de una nueva forma de escribir, sobre todo de ver la realidad de una manera distinta de la entelequia nacional en que vivían los jóvenes autores. Lo que describe García Hortelano en su primera obra se inscribe en un enfoque puramente realista del mundo en el que él mismo vive. Se ha esforzado en contemplar todo lo que le rodea con una nitidez tremendamente objetiva y así se convierte en un sano intento por mostrar la vida inquieta, aturdida y ociosa de un grupo de jóvenes burgueses madrileños cuya absurda existencia se ve transmutada, inesperadamente, con la crudeza de una realidad. Desde el punto de vista técnico, García Hortelano, ha tenido muy en presente la novela de Sánchez Ferlosio El Jarama, aunque la utilización de un contrapunto narrativo a través de una serie de escenas con personajes diferentes se aleja de los planteamientos de la trama original de Sánchez Ferlosio. Existe, igualmente, una sola acción, un protagonista colectivo, una multiplicidad de personajes que recuerdan escena de la novela realista, pero se intenta ahora que la historia se convierta en la disección de un problema moral.
        Alternan, en proporción dosificada, anotaciones objetivas de los pensamientos de estos jóvenes, junto a los abundantes diálogos que éstos desarrollan a lo largo de la obra y que reflejan, por otra parte, el grado de soledad en el que todos conviven. La intuición que desprende la novela Nuevas amistades lleva al autor a realizar el esfuerzo de plantear una sátira social como corresponde al drama de irresponsabilidad y de inconsciencia que vive un sector de la juventud española del momento. Hecho que les lleva a subsistir en una especie de mundo artificial, sobre todo en la alta burguesía madrileña, en realidad, hijos de familia, señoritos provincianos, estudiantes y sus respectivos padres que, al igual que ellos, viven la trivialidad y el absurdo del momento, pendientes de actos gratuitos e inconscientes que llenan, por otra parte, el vacío de sus vidas y poco más. En esta novela, finalmente, aflora el egoísmo, la inconsciencia, el miedo, la irresponsabilidad, la falta de sensibilidad y el sentido de una moral recta, la ignorancia de una realidad cuya miseria misma les lleva a ser petulantes por su propia condición de privilegio.



Tormenta de verano

        El siguiente libro de García Hortelano, Tormenta de verano (1961), mantiene esa misma temática y este relato se convierte en otra manifestación más de esa misma inquietud. En realidad, se trata del ajuste de cuentas a las clases acomodadas, bien tomando como excusa a los jóvenes, caso de su primera novela, bien a la burguesía enriquecida al amparo de los privilegios que supuso para algunos la larga postguerra. La técnica en esta novela es superior y el comportamiento de sus personajes se ejemplifica en una primera persona, caso de Javier, hecho que le permite desvincular al autor del resto de historias o anécdotas que puedan aflorar a lo largo del relato. Pero si esta narración se parece estructuralmente hablando a la anterior, habrá que apuntar que en realidad, el escritor madrileño, ha sabido reconstruir y resaltar mejor los elementos de los que dispone ahora: los diálogos en esta ocasión son mucho más complejos, se evita la monotonía de lo que se va narrando e incluso la imagen que el lector percibe de ese grupo social retratado es mucho más nítida y evidente. Los personajes sirven para resaltar las notas distintivas de esos burgueses ociosos aunque en esta ocasión la incorporación de otros no pertenecen a ese mundo, dispensan a la obra de un verismo y de unas cualidades mucho más interesantes, veáse en este sentido, por ejemplo, el gremio de pescadores, el cuerpo de policía, el inspector o incluso la prostituta hallada muerta.
        El gran momento de Mary Tribune, aparecía en 1972, y se trata de nuevo de una historia sobre la abulia. Un personaje—el narrador—singular y adinerado renuncia a la sociedad en la que vive y se recluye, voluntariamente, buscando una personalidad perdida, en una casa abandonada de la que, finalmente, también deserta. Este planteamiento le sirve al autor para enlazar, por consiguiente, con las estructuras de sus dos novelas precedentes. La diferencia en este texto es la subjetividad con que dota al relato y que supone desde el punto de vista narrativo en primera persona, además de incluir el humor, la ironía y el sarcasmo. García Hortelano ha cambiado de personajes, en cierto modo, de técnica y de forma de expresión para realizar su crítica particular. Ejemplifica ahora en ese mundo burgués en personas de edad fronteriza al medio siglo que, alejadas de planteamientos más sociales, se refugian en el alcohol, la diversión y el sexo. También es evidente una manifiesta crítica de amplios contenidos culturales, muy propios del momento, con lo que narrador completa aún más su campo de significación y comienza, desde este momento, nuevas perspectivas que darán lugar a nuevas novelas que iniciarán un camino diferente en su narrativa. Los vaqueros en el pozo (1979), es otra vez el estudio de los hábitos y de las relaciones de un grupo de personas que entablan un diálogo de sordos cuando están de visita y alternan, como es debido, un variado dominio y sumisión de los papeles que representan. Gramática parda (1982), se convierte en su novela más ambiciosa, intelectual, con un profundo fondo humorístico que obliga a una lectura atenta con evidentes y denostados propósitos testimoniales que dan lugar a certeras anotaciones características, incluido el costumbrismo del que tanto hizo gala el narrador García Hortelano en sus comienzos.

Los cuentos

        En una amplia entrevista que en 1971 realizaba con el crítico mejicano Federico Campbell, el novelista afirmaba que «la literatura se compone de dos cosas, en realidad, de tres: la literatura es una cuestión de malas intenciones (siguiendo a Gide); la literatura no es nada más que una lengua y, en tercer lugar, es una preocupación temporal». Algunas de estas significaciones biográficas vienen a cuento porque en Gente de Madrid (1967), el autor incluye dos relatos extremadamente personales, dos cuentos de su infancia ambientados durante la guerra civil. Aseguraba al entrevistador que, muchos años después, no pudo resistirse a la tentación de escribir sobre este tema. El primer trauma de su vida—aseguraba el escritor—había sido aquella derrota, su primera caída, su primera angustia, la herida... Entonces no tenía ninguna idea política, ni sociológica, ni económica, pero vivía, eso sí, en un mundo dividido y el final de aquel mundo significó, entonces, la pérdida de la libertad, de la calle y se avecinaba el colegio de curas, los horarios, el rigor, en suma una vida aparentemente normal. De alguna manera, muchos años después, todo eso seguía siendo lo mismo porque de aquello aún no se había recuperado el escritor en los años setenta.
        Gente de Madrid es, efectivamente, uno de los libros más olvidados del autor quizá porque se trata de una colección de cuentos, cinco en total, de una extensión muy variada, y que, por el punto de vista adoptado, se pueden ver como una continuación de sus primeras novelas. El valor de estos textos es, eminentemente, testimonial pero a su vez sirven para constatar preocupaciones de mayor amplitud en el escritor, además de ese cliché adquirido de detractor de la burguesía franquista que le ha otorgado la crítica, puesto que dos de los relatos se desarrollan durante la guerra civil y tres en la postguerra. Es significativa la tipología humana que representa a la sociedad española contemporánea, cuyo origen se remonta a los enfrentamientos del 36. «Las horcas caudinas» y «Riánsares y el fascista» son dos cuentos vistos desde la óptica de unos niños que viven la guerra desde las peleas entre muchachos y la decepción que éstos recibían de un conflicto que les resultaba ajeno. No son, por tanto, historias de la guerra sino la de aquellas víctimas inocentes que después vivirían en el mundo de los mayores. Los otros tres sí participan del mundo habitual de García Hortelano, es decir, una cena burguesa con lamentaciones incluidas, como ocurre en el cuento titulado, «La noche anterior a la felicidad» o la irresistible ascensión de unos oficinistas que gastan su paga extra en darse en una auténtica juerga que incluye un poco de todo, en el cuento titulado «Sábado comida» o la visión de una trabajadora española en París y su visión de la emigración. En realidad, lo que puede resumirse de estos relatos, sobre todo en el momento de su producción, es el testimonio expresado por el autor, el comportamiento de otras capas sociales que pertenecían a la misma generación del escritor.
        García Hortelano insistió aún más en el género breve y en 1975 aparecía Apólogos y milesios, un volumen que recoge, en tres apartados, catorce cuentos, vistos hoy como esa prolongada y parsimoniosa visión de la vida que le tocó vivir. Nuevas entregas, Mucho cuento (1987), veinte nuevos relatos y Los archivos secretos (1988), una colección que, como señala el crítico Rafael Conte, ofrece una especie de muestrario del arte narrativo del mejor García Hortelano. Desde sus cuentos más antiguos a los más modernos, relatos sobre los tiempos de guerra, algún otro cuento poético y costumbrista, incluso sobresale su vena más satírica donde todo se vuelve al revés. El humor absurdo, los fantasmas generacionales del fracaso y la búsqueda de la identidad o la burla, en realidad, el vivo retrato de un autor singular que deja traslucir en sus textos la imagen de un hombre tierno que ofrece con su prosa la mejor de las cortesías y de las delicadezas. En 1992 aparecían sus Cuentos completos en una edición que el autor había revisado y establecido personalmente poco antes de morir. En el mes de abril, concretamente, un cáncer le arrebataba la vida. Cinco años más tarde se volvían a editar sus Cuentos completos (1997), una nueva edición que según su editor, Juan Cruz, respetaba la edición anterior e incluye, además, una sección titulada «Cuentos contados», que agrupa una veintena de relatos publicados de manera dispersa durante más de treinta años de ejercicio literario.
        Diez años después la realidad literaria de Juan García Hortelano es la siguiente: del material custodiado por su viuda han ido apareciendo un poemario, La incomprensión del comercio (1995), una edición realizada por su amigo Antonio Martínez Sarrión; Crónicas correspondidas (1997), una selección de sus artículos que realizó Manuel de Lope y una nueva compilación, esta vez de artículos literarios y una entrevista que, con el título genérico de Invenciones urbanas, se publicaba en el 2001. El gran momento de Juan García Hortelano está aún por llegar. Ojalá, como suele decirse, no caiga demasiado silencio sobre la obra y la figura de aquellos literatos que la muerte nos arrebata tan impunemente. La justicia exige aún su presencia en nuestro mundo y tal vez debamos pensar por un momento en la esperanza de que alguna vez estas voces silenciadas vuelvan a deleitarnos con la sabia y la magia del arte de su prosa.     

* Artículo publicado en 2002, a los 10 años de la desaparición del novelista García Hortelano.

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