LA PRUEBA DE FUEGO
El mapa último de la narrativa peruana
contemporánea resulta tan amplio como ecléctico, aunque muchos lectores
identifiquen al Perú literario con Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce
Echenique. A día de hoy leemos a los narradores que surgieron en la década del
80, un período difícil y traumático, producto de la crisis económica, la
corrupción política y la violencia terrorista. La literatura se sumió en un
gran silencio, creativo y editorial, y la mayoría de los escritores de la
década no llegaron a publicar sus obras; visibles los textos de Fernando
Ampuero, Alonso Cueto y Guillermo Niño de Guzmán, autores que se evadieron del
referente peruano y apostaron por una literatura íntima y personal, coincidieron
en el abandono de un proyecto político colectivo, una literatura que explorara
aspectos desconocidos de la condición humana y la pérdida de la carga
ideológica, características de la literatura de los 60 y 70. Y así la narrativa
de los 80 abrió nuevas perspectivas para los autores de los 90, permitió la
aparición de una literatura posmoderna, desideologizada, sin compromisos
políticos y sociales. Esta década fue significativa, concibió el proceso de
globalización, pero el país sufrió el régimen dictatorial del gobierno de
turno, y la juventud volvió a una etapa de desconcierto y confusión, caída del
sistema socialista, y si no es posible hablar de una Generación del 90, sí de
una narrativa cultivada por jóvenes con un espíritu irreverente e iconoclasta,
propio de los vientos que soplaban en el resto del mundo. Ivan Thays, Óscar Malca, Mario Bellatín, Jaime Bayly,
Manuel Rilo y Sergio Galarza, autores que ofrecen la imagen de una Lima
violenta y alocada de fines del siglo XX, o Fernando Iwasaki, un escritor versátil
que encuentra el lado cómico a las situaciones más trágicas, y Patricia de
Souza, experta en teóricos franceses, pero desconfía de las virtudes mágicas
del tan sencillo como complejo arte de narrar; predomina la poética realista, y
el coqueteo con una narrativa experimental de corte metaliterario, autores
preocupados en narrar la crisis sociopolítica de las últimas décadas, y quienes
piensan que la única patria digna de ser narrada es la literatura.
Raúl Tola (Lima, 1975) aparece en el
marco de una renovación narrativa y es autor de un ambicioso proyecto que
inició con su primera novela, Noche de
cuervos (1999). Conocido periodista, trabaja en diversos medios escritos y
televisivos. Su segunda novela, Heridas
privadas (2002), ofrece una mirada implacable a la vida de una familia
limeña de clase acomodada, y deja al descubierto sus pequeñas y grandes
miserias; Flores amarillas (2013), su
tercera entrega, presenta un modelo de autoridad, incapaz de distinguir los
límites entre el poder y la podredumbre, un alegato contra las apariencias. Toque de queda (2008) es un conjunto de
relatos sobre los años de violencia subversiva en el Perú, y La noche sin ventanas (2017), su cuarta
novela, forma parte de ese tipo de relato cuya estética, según la crítica peruana,
no plantea innovación alguna, un desafío de la contracultura o un formalismo
sutil, pero es un formato válido que concita la familiaridad de los lectores,
la amplitud de los mercados literarios, y permite la revitalización de la
narrativa peruana tras el boom y sus secuelas.
Tola alterna, con eficacia, dos historias
en capítulos pares e impares, divididos en seis secciones que forman bloques
narrativos y separan espacio y tiempo. Una es la de Madeleine, miembro
de la Resistencia
francesa, prisionera en Sachsenhausen, uno de los muchos campos de
concentración del Tercer Reich, hija de padres franceses, peruana de
nacimiento, vuelve con sus hermanas a la Europa ancestral en busca de una mejor vida tras
una marcada época dolorosa de su vida. La otra, la de Francisco,
embajador peruano en Francia, intelectual conservador, miembro de una auténtica
logia de hombres de letras nacionalistas, la Generación del 900,
confinado en plena ocupación alemana en el Hotel Dreesen, en Bad Godesberg,
junto a otras delegaciones de diplomáticos latinoamericanos. Adulto de salud
mental deteriorada, con ataques de demencia, asistido y vigilado por su esposa
Rosa Amalia, y auxiliado por el Joven Secretario Gálvez, un diplomático
principiante que a través de las charlas con su superior, sacia su curiosidad
por la vida intelectual de la
Lima de sus mayores, que el embajador evoca y relata con todo
detalle.
Madeleine y Francisco, conviven en las
mismas fechas, son dos peruanos arrastrados por el régimen nazi de Europa que
acorralado se bate en retirada, y La
noche sin ventanas explora y explica el pasado de sus
protagonistas; en el caso de Madeleine, la novela conjuga un relato objetivo
que conduce y nos devuelve a las vivencias del campo de concentración, y en una
secuencia cronológica a momentos claves de su vida: la infancia limeña, su
adolescencia, la muerte de sus padres, la inmigración a Francia, los primeros
padecimientos en París y su progresiva adaptación, sus amistades de una
juventud intelectual, la declaración de guerra y la derrota francesa, la
ocupación nazi y su militancia como falsificadora de la Resistencia. Francisco
en sus conversaciones con el Secretario Gálvez ofrece un discreto discurso que
nos introduce no solo a su vida pasada, sino a una reconstrucción de los
debates intelectuales protagonizados por sus amigos y contertulios de juventud
en la Lima
novecentista. La novela incluye una amplia y curiosa nómina, se concentra en el
trasunto intelectual Francisco
García Calderón Rey, y en sus amigos más íntimos: su hermano
Ventura y José El Chupacirios, sobrenombre en La noche sin ventanas, que debe leerse: José de la Riva Agüero y Osma,
aristócrata limeño de inteligencia prodigiosa, ferviente católico,
multimillonario, líder de su generación y, al final de su vida, dirigente del
fascismo en Perú.
Tola trabaja con una gran variedad de
material, discusiones ideológicas, contextos sociales y complexiones
personales, se multiplica en explicaciones y glosa abundantes datos de cultura
general sobre historia, geografía, biografía e ideología de los personajes; en La noche sin ventanas el autor ha
logrado equilibrar un laborioso marco histórico con una trama
sutilmente persuasiva, porque el peruano sabe que en literatura todo es
factible cuando contribuye a diseñar un sólido y convincente universo
narrativo. Pedro M. DOMENE
Raúl Tola, La noche sin ventanas; Madrid,
Alfaguara, 2017; 426 pp.
No hay comentarios:
Publicar un comentario