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UN
DOLOR COLECTIVO
Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959)
es un autor con una sólida y variada obra literaria hasta el momento, desde que
se iniciara con una primera singular novela, Fuegos con limón, a la que
siguieron, Los ojos vacíos, El trompetista del Utopía, Bami sin
sombra, o Viaje con Clara por Alemania, el curioso texto, Vida de
un piojo llamado Matías, y los libros de relatos, No ser no duele, El
artista y su cadáver, Los peces de la amargura y ahora, El vigilante del
fiordo (2011), una colección de ocho cuentos que, de alguna manera,
prolonga la temática esgrimida por el narrador vasco en su anterior libro de
relatos. La base de sus textos se sustenta por el territorio de la oscura
experiencia, el miedo, la violencia y el terrorismo, y finalmente la muerte,
como concepto, que siempre planea en sus historias.
El vigilante del fiordo aborda,
sin embargo, registros narrativos muy variados donde el drama no es tan
perceptible como cabria esperarse, quizá por eso el lector agradece que el
libro lo encabece un texto como «Chavales con gorra», un relato repleto de
silencios, donde la sombra de un extrañamiento sobrecoge a sus protagonistas y,
se cuenta todo cuanto pueda ocurrir sin que realmente llegue a pasar. Lo que se
esgrime en la mayoría de estos nuevos cuentos es más borroso o elusivo, incluso
parece que los personajes, están mejor dotados psicológicamente, resultan más
importantes; en la misma línea del anterior, «Mi entierro», el último y más
breve de la colección, las dudas asaltan al muerto porque parece que nada haya
sucedido durante buena parte de su vida. Un relato como «Lengua cansada»
muestra la obsesión de un adulto y convierte la iniciación al sexo de unos
jóvenes, en un desastre final y accidentado; la perspectiva que aborda Aramburu
en La mujer que lloraba en Alonso Martínez, se aleja del conjunto quizá
porque tan solo profundiza en una simbólica percepción que muchos hemos
observado a nuestro alrededor y que no tiene o no llega a solucionarse. El más
dramático y eje del libro, «El vigilante del fiordo» combina, perfectamente,
una forma tradicional de narrar con una equilibrada descripción del paisaje y
una mejor textura de diálogo dramático que convierte esta historia en el mejor
de los relatos, por esa habilidad de presentar el pasado del protagonista,
funcionario de prisiones, que contrasta con su situación actual en un psiquiátrico,
tras un profundo sentido de culpabilidad que lo ha llevado hasta allí, y mejor
aun su extraña misión que justificaría su locura con la justicia, un relato maestro cuya estructura
se extiende hasta «Nardos en la cadera» una farsa con ancianos como
protagonistas. «Carne rota» ofrece una visión dura de la matanza del 11 M, los sucesos de Atocha,
que Aramburu presenta creando una serie de planos o casi secuencias
cinematográficas que desvelan a medida que vamos leyendo una misma experiencia
trágica con palabras que se repiten al final y al comienzo de cada episodio
narrado; sutil, intenso, individual termina en ese dolor colectivo que muchos
españoles experimentaron.
EL
VIGILANTE DEL FIORDO
Fernando
Aramburu
Barcelona,
Tusquets, 2011
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