…me
gusta
HUMANA
CONDICIÓN
Irene Gracia (Madrid, 1956) tiene una
extraña versatilidad para componer sus historias y escribir sus novelas, desde
sus comienzo mismos, Fiebre para siempre (1994), un relato sobre ángeles
caídos e ídolos rotos, fusiona al mismo tiempo el concepto de mito y de
realidad para profundizar en la condición humana, o Hijas de la noche en
llamas (1999), con un trasfondo de venganza y deseos femeninos, una
particular visión sobre la condición física, Mordake o la condición infame
(2001), ensaya la posibilidad de esa débil frontera entre lo estrictamente
masculino y femenino, y aunque temáticamente recuerde a una literatura
decimonónica, alejada de las tesis actuales, persiste con una vigencia
permanente. Con El coleccionista de almas perdidas (2006), consigue esa
muestra asombrosa de relato poliédrico, la historia de Anatol Chat, y de su
familia, fabricantes de autómatas y replicantes, obsesionados por abarcar el
mundo con sus criaturas, mientras Anatol es un cuentacuentos prodigioso que
pretende llegar aun más lejos con el uso de la palabra, y una vez más, Irene
Gracia nos envuelve con su literatura regalándonos, como si de un auténtico
fervor clásico y místico se tratara, El beso del ángel (2011), un relato
poético que se estiliza hasta llegar a una simbiosis arcaica, trasciende al
clasicismo y se eleva hasta un auténtico fervor místico para así explicar el
concepto posesivo del mito Adanel, el ángel del amor.
Irene Gracias ha ordenado la trama de su
novela en cuatro partes o escenarios distintos para seguir las huellas de un
ser posesivo que se mueve en este mundo desde una perspectiva tanto angélica
como demoníaca. Thérese Fuler es la narradora de las cuatro historias o de las
cuatro evocaciones que se concretan en la última, titulada «Ángeles
dionisíacos» su propia historia que cierra, de alguna manera, el volumen y el
repaso de las actuaciones luminosas de Adanel vagando por el mundo en sus
diferentes reencarnaciones. Es así como vamos avanzando en la historia y en las
épocas en que este ángel se ha ido encarnando, «Apolina», «Ledo» y
«Dionisio». El relato muestra la nueva visión que Irene Gracia propone del
misticismo, tal vez como un concepto alejado de un dios cristiano para
profundizar sus raíces en un paganismo que reinterprete la condición bíblica de
espiritualidad y vuelva su vista a las deidades clásicas en las que algunos de
sus personajes disfrutaban de esas extraño protuberancias tan valoradas y
ponderadas a lo largo de la novela, un buen ejemplo de la historia vivida con
Leonardo da Vinci, o las alas de Cupido o Hermes.
Las imágenes pueblan El beso del
ángel, un texto con un amplio recorrido por la mitología, sin olvidar el
arte de la danza, la música, la propia literatura, contado con un lenguaje
actual, preciso y rítmico que aporta a la novela una sonoridad y una
plasticidad asombrosa para desarrollar la historia de Adanel, el ángel sin
paraíso que se mueve por nuestro tiempo y nuestro mundo, inmerso en esa zozobra
humana característica: deseo, anhelo, sueño, derrota y finalmente, muerte.
EL
BESO DEL ÁNGEL
Irene
Gracia
Madrid,
Siruela, 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario