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IRONÍAS
DEL ALMA
Mercedes Abad (Barcelona, 1961) pretende
transmitir, con su literatura, situaciones inquietantes, perturbadoras e
imprevistas que, en ocasiones, se concretan en la visión de varios planos que
en el lector producen esa sensación de un fantasmagórico surrealismo no exento
de cierto humor. Y que, en cierto modo, valida la realidad de unos personajes, pero
que, pese a todo, se parecen a esos insignificantes coetáneos con quienes
vivimos diariamente. Los seres de muchos de los cuentos de Amigos y
fantasmas (2004), la nueva colección de doce relatos de la narradora
barcelonesa, perciben tras sus propias sombras un asomo de sorpresa porque en
la actual escala de valores ellos se encuentran fuera de lugar. Los caprichos
del destino de los que se sirve Mercedes Abad no encubren sino atisban esa cara
oculta de una realidad que, por una suerte de casualidad, se transmuta en el
azar de esa profunda paradoja que es la vida.
Las técnicas a las que recurre esta
narradora son tan diversas y diferentes para relatar una historia que tantea
desde muy diversos enfoques que, en el conjunto del libro, se traducen en simples
anécdotas o en relatos más extensos y convierten lo anodino en extraordinario;
le ocurre a ese joven del cuento «La cólera de García Leguineche», que, pese a
ser «el escritor más brillante de su generación», un día descubre cómo nadie le
hace caso porque todo el mundo está enfrascado en escribir su propia novela.
Sorprendente es el caso de «Servicio de caballeros» ese otro tipo
insignificante que un día recibe, en los servicios de un gran hotel, la
confesión del Ministro del Interior y poco después escucha como ha sido
asesinado, víctima de una intrincada conjura, cuya verdad sólo él conoce; un
secreto que no podrá desvelar y lo devuelve, otra vez, a la realidad de su
insignificancia. O el caso de «Un buen hombre» que sentado en un banco,
observado por el lector en unos instantes, aun dilatando la narradora,
temporalmente, su actitud, llega a la tremenda conclusión de volver, una vez
más, a su casa, odiarse como siempre y hacerlo en ese característico silencio
para que nadie lo sepa nunca.
Todas éstas y algunas más son actitudes
de esa eterna paradoja que es nuestra existencia guiada, en ocasiones, por el
capricho de una insignificancia y poder así constatar que la vida y la
literatura o que la realidad y la ficción, se parecen a esas casualidades del azar
que de repente nos modifican o cambian nuestra actitud ante la vida; un hecho
que ya supone, para algunos al menos, un logro: sobrevivir a la hipócrita
mediocridad de nuestra existencia.
AMIGOS
Y FANTASMAS
Mercedes
Abad
Barcelona,
Tusquets, 2004
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