60
AÑOS DE UN NADAL
(La
sombra del ciprés es alargada)
En 1947, un joven, recién casado, de
veintisiete años, empieza a escribir La sombra del ciprés es alargada novela
que unos meses más tarde, el 6 de enero, conseguiría el Premio Nadal que lo
descubría como un prometedor autor novel.
La mañana del 7 de enero de 1948, El
Norte de Castilla, publicaba en su primera página tres fotografías: la del
general Franco, vestido de almirante, porque el ejército celebraba la Pascua Militar; la
del Papa Pío XII, porque el Santo Padre se había dirigido al obispo de Tortosa,
y la de un joven, con un pequeño titular, que anunciaba: «Miguel Delibes Setién
obtiene el premio Eugenio Nadal de 1947». Después se aclaraba que el premio
estaba dotado con 15.000 pesetas, que la novela llevaba por título La sombra
del ciprés es alargada, que el premio se otorgaba anualmente a la mejor
novela inédita y que a él concurrían los novelistas de toda España, buscando el
máximo galardón nacional para este género literario. «Su novela, se indicaba,
al ser conocida, causará fuerte impresión en el mundo de las letras españolas y
constituirá una verdadera sorpresa». Unos meses más tarde, el joven Delibes
añadiría una curiosa anécdota a su vida
literaria que años más tarde relataría así: cuando ganó el Nadal, Pío Baroja
elogió esta novela en una entrevista que le hizo Antonio Covaleda para el
diario Pueblo. Posteriormente, Vergés y Delibes fueron a visitar al
anciano escritor. «Entonces le dije que se habían vendido 5.000 ejemplares en
tres meses. Se echó a reír. «Joven, yo sé lo que puede vender la primera
edición de un libro», dijo. Entonces, José Vergés, mi editor, que me
acompañaba, le aseguró al viejo maestro: «Don Pío, es que en España han
comenzado a leer las mujeres». «Ah —Baroja cambió de tono—, si han empezado a
leer ésas no digo nada». No dijo mujeres sino ésas, y
entre Vergés y él acababan de poner el dedo en la llaga. La mujer empezaba a
incorporarse a la cultura en España, a sentir una inquietud espiritual, y esa
actitud no ha cesado de crecer desde entonces». (Entrevistado por César Alonso
de los Ríos, El Semanal, 2 de abril de 2000.).
Historia
de un libro
La crítica ha señalado que esta primera
novela Delibes ya contiene algunas de las constantes de su obra futura: la
infancia, el peligro de una civilización regresiva respecto al espíritu, el
paisaje o la obsesión por la muerte. Tema que, por otra parte, le ha acompañado
durante buena parte de su vida y está omnipresente en sus obras, como ha señalado
el autor, y de alguna manera es mucho más dura cuando se hace real. El escritor
nunca ha olvidado que el 22 de noviembre de 1974 murió Ángeles su esposa y
compañera con quien había pasado los mejores años de su vida, solo con su
desaparición, añadiría, ha tenido constancia de los treinta años transcurridos
en su compañía. Juan Luis Alborg lo incorpora a su Hora actual de la novela
española (1958), afirmando que «entre todos nuestros jóvenes novelistas
Miguel Delibes es uno de los que avanzan hasta el momento con paso más seguro
en su carrera literaria (...) La sombra del ciprés es alargada, obra de
juventud, puesto que fue escrita a los veintisiete años, es, un libro demasiado
duro, amargo y grave, con esa gravedad que, aunque parezca paradoja, no suele
darse sino en los escritores juveniles». En realidad, como afirma Alborg,
escrita en primera persona, era la historia de un pesimismo. Un joven huérfano
es educado como pupilo por un maestro de Ávila que imbuye en el muchacho un
amargo concepto de la existencia. Una casa aburrida, la muerte de un compañero
de hospedaje, un entorno hostil y, en suma, una atmósfera asfixiante,
convertirán al muchacho de carácter retraído y pesimista en un ser totalmente
hermético. Ni siquiera su posterior condición de marino y sus continuos viajes
por el mundo lograrán que se convierta en una persona diferente, hasta que un
día surge la mujer capaz de cambiar su concepto de la vida y ante eso acaba por
ceder ante el amor, pero un terrible accidente acabará con la esposa pocos días
después de casado. No es difícil
imaginar que el episodio relativo a la Marina fuese sacado de la propia biografía de
Delibes, hecho que Fernando Valls recoge en una excelente reseña sobre 377 A madera de
héroe (1987), que César Alonso de los Ríos reproduce en sus Conversaciones...
(1971). Durante la guerra, Delibes,
se reunía con un grupo de amigos para charlar y jugar a las cartas en una
buhardilla que su madre le había prestado... , allí mismo surgió un día el
entusiasmo marinero de un amigo que murió después en el Baleares; pronto
los mayores de la pandilla se fueron enrolando en la Marina y nos escribían
cartas en las que relataban con gran entusiasmo sus experiencias. Pero, en
realidad, el autor, maneja para su primer libro el símbolo de las sombras y el
estilo alargado de los cipreses para constatar la cruda imagen de la muerte que
recorrerá toda la novela y por extensión toda su obra.
Una virtud señala Alborg, la habilidad
narrativa del novelista, su poder de sugestión que sumerge al lector fácilmente
en la atmósfera de su libro y, en cuanto al modo de exponer, el dominio del
lenguaje y la expresión muestran ya esa madurez que poco después caracterizaría
al gran narrador Delibes. Antonio Iglesias Laguna en su obra Treinta años de
novela española (1970) afirma que «a Delibes se le acusa de escribir
demasiado bien, de ser estilista antes que novelista; sutileza expresiva para
unos, realidad fotográfica para otros. Impresionismo. Realismo intimista. En
consecuencia, hace falta confesar que a Delibes, ante todo, se le ve preocupado
por la forma». Pablo Gil Casado autor de un excelente manual muy olvidado, La
novela social española (1968), apunta que, «tal vez sea Miguel Delibes el
novelista más representativo de esta promoción (se refiere a la del cuarenta),
tanto por sus características como por sus limitaciones. Hasta bien entrada la
década de los sesenta, el procedimiento que sigue Delibes para sus novelas es
como sigue: 1) planteamiento de una tesis muy de siglo diecinueve; 2) la
intercalación de episodios divertidos, si bien marginales, dentro del conjunto
de la obra; 3) en una práctica artística que queda dentro del viejo
costumbrismo naturalista; y 4) el conjunto amenizado con chistes y detalles
tremendistas. María Dolores se Asís en Última hora de la novela en España
(1996) dedica un extenso capítulo a la obra del escritor castellano y apunta
que «Delibes, como novelistas, es ya un clásico en nuestra literatura por lo
que tiene de visión personal y característica de la vida humana, de un mundo
bien determinado. Si sus héroes son individualistas y expresivos siempre de la
visión del autor, hay que reconocer que en su trayectoria se ha ido acercando
cada vez con mayor responsabilidad a los problemas inmediatos de la sociedad de
su tiempo, con una conciencia crítica.
La crítica ha dividido la producción de
Miguel Delibes en dos épocas, claramente, diferenciadas: la primera integrada
por sus tres primeras novelas La sombra del ciprés es alargada (1948), Aún
es de día (19499 y Mi idolatrado hijo Sisí (1953), la segunda época se inicia con El camino (1950) y
ocupa la mayor parte de su producción. El estilo de la primera revela una
narración mas tradicional, realista del XIX, aunque con una clara tendencia a
la introspección, donde la historia es un argumento estructurado, existe un
personaje protagonista, insolidario porque lo exige el relato, con una fuerte
personalidad. La segunda época apunta a una simplicidad narrativa más del
momento, una tendencia al objetivismo, un sentimiento de solidaridad humana,
predominio de los tipos y ambientes sobre la anécdota, una manifestación
distinta del mundo y sobre todo la síntesis que practica el narrador frente al
análisis de la primera.
Entre 1964 y 1970 aparecían las Obras
completas de Delibes hasta ese momento y en el prólogo a dicha edición, el
autor declaraba que las características señaladas por su traductor tanto
francés como italiano, la ternura, el realismo, el humor, la angustia
existencial o la preocupación por la muerte están patentes en sus primeras obras,
sobre todo en La sombra del ciprés es alargada (1948). Desde el punto de
vista técnico, el propio Delibes ha llegado a afirmar que se trata de una
novela mediocre, de un libro balbuciente; pero, también, es verdad que la
crítica ha señalado que la novela no es excesivamente mala por lo que falta
sino por lo que realmente le sobra: descripciones y explicaciones excesivas,
cuadros de costumbres que recuerdan un realismo tradicional. Eugenio de Nora en
Novela española contemporánea (1958) definía la novela como un «dilatado
y reiterado cuento filosófico, revestido de amazacotadas masas narrativas
ochocentistas», pero en cierta manera se percibe en él esa «gravedad moral» que
el escritor vallisoletano sabe infundirle a sus textos muy por encima de sus
contemporáneos.
La
sombra 60 años después
La preocupación
por la muerte en Pedro, personaje protagonista y central, surge de esa
experiencia de la muerte lejana; la muerte de un compañero de colegio,
fomentada además por el ambiente ascético de la ciudad de Ávila donde se
desarrolla inicialmente la novela, además de la doctrina de una maestro severo.
La experiencia de la muerte llevará al protagonista a una constante
preocupación por el fin del hombre, hecho que convertirá al joven en un ser
pesimista ante la vida misma. Junto a esa conciencia agudizada, frente a todo
lo que suponga una desaparición, el joven protagonista sufrirá la indiferencia
de todas aquellas personas que lo rodean, quizá por eso el personaje tenderá a
evadirse de ese sentimiento de finitud buscando un horizonte más amplio, quizá
de ahí su vocación marinera. Esa subjetividad hará que Pedro se convierta en un
ser excesivamente aislado aunque pronto se dará cuenta de que el mundo existe y
el hombre es un ser social por naturaleza, justo entonces encontrará una mujer
con la que se casará aunque la muerte súbita de su esposa en un fatídico accidente lo devolverá a la
desesperación anterior, de tal manera que se salvará, de un posible suicidio,
por su fe en la vida trascendente y por las enseñanzas de su preceptor, asceta
y de una especial resignación porque vuelve a Ávila, un lugar que, además, le
ofrecerá ese efecto de calma que había experimentado en su adolescencia.
Alguien ha escrito que «leyendo cómo sondea el narrador este proceso, queda claro
que el pesimismo viene a ser la reacción del raciocinio ante las marcas que
dejan en el carácter cada golpe y cada convulsión, cada espasmo y cada
arrebato. Luis López Martínez ha señalado que, en realidad, la novela un tanto
sobrecargada de ideología , se empapa de la tristeza que motivó en su autor la
guerra civil, quizá como en tantos otros escritores de su generación. Como si
se tratara de un inventario simbólico, el mismo título resume la categoría de
los elementos reunidos: «la sombra del ciprés, afilada y cortante como un
cuchillo, representa lo efímero y lo caduco: la muerte; en contraposición al
pino que ofrece una sombra redonda, amparadora, símbolo de todo lo que respira
confianza». El tejido narrativo de La sombra
del ciprés es alargada intenta, en este
caso, atrapar el fondo del hombre y no su estereotipo. Así lo ha descrito
Manuel Alvar cuando él mismo resume dicha maniobra: «(Delibes) Ha sido fiel al
principio agustiniano de que en el interior de cada uno de nosotros hay una
verdad, buena o mala, pero verdad. Sin embargo, trasplantado a un plano de
universalidad. Sólo el desencanto le sirve para formular su intento de teoría
general. Pensemos en tantos casos de su obra: fe en los hombres y desconfianza
en el Hombre», en Castilla habla,
1993.
Conviene recordar para terminar esa idea
de Delibes de que «en toda novela debe haber, al menos, un hombre, un paisaje y
una pasión».
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