CUENTO AL SUR*
La
tradición del cuento en España no es ya sólo un hecho constatado sino que en
las últimas décadas del pasado siglo XX se ha venido confirmando la vigencia y
el interés que el género ha despertado en aquellos autores más jóvenes que
durante las dos últimas décadas se han
incorporado al panorama narrativo. El almeriense Fernando Valls
calificó, hace unos años, a este fenómeno de «resurrección del género», desde
la tierra quemada de los años setenta, aunque también señalaba como, una y otra
vez, se enlaza con un cultivo continuado del mismo en cada etapa de las letras
españolas desde el último tercio del siglo XIX.
Ahora en las décadas que nos ocupan, 1980-2000, se vive un momento
estable y creativamente muy variado en el que los editores no arrugan la nariz
ni se encogen de hombros y los escritores no se sienten minusválidos o
disminuidos literarios por el cultivo de la narrativa breve y quizá porque,
—como sigue señalando el profesor Valls— «de Hispanoamérica llegó hace ya
muchos años la conciencia de la perfección literaria a través de la narración
corta con autores como Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges o Adolfo Bioy
Casares, pero también con Julio Cortázar, Julio Ramón Ribeyro o Augusto
Monterroso. Y en nuestro país, y es más, en el Sur, no sólo son muchos los
escritores con devoción expresa por el género (...), sino que sirve cada vez
más de carta de presentación del escritor nuevo». De la nómina que se compone Cuento
al Sur Romero Peche, Ruiz Torres, Busutil, Hipólito G. Navarro, Ramírez Escoto,
Álamo, Bonilla, Palma y Felipe R. Navarro empezaron su vida literaria
escribiendo cuentos y lo siguen haciendo, los novelistas tampoco han obviado el
género y Campos Reina, Talens, Rossetti, Morales, Muñoz Molina, Téllez, Benítez
Ariza y Gutiérrez Solís han escrito y siguen escribiendo buenos relatos.
Hace
unos años, concretamente en 1993, Ángeles Encinar y Anthony Percival,
justificaban su Cuento español contemporáneo, argumentando la ausencia
de un volumen de cuentos que englobara escritores representativos del momento
y, además, argumentaban que aunque se habían publicado algunas antologías, en
general, habían quedado restringidas dentro del contexto de la narrativa de
postguerra, o bien habían sido realizadas con enfoques monotemáticos, con fines
comerciales o estructuradas, y esto resultaba interesante, con una perspectiva
regional: se refería, por citar algunas, a Narradores andaluces (1981),
de Rafael de Cózar, Los andaluces cuentan (1981), de José Antonio
Fortes, Narradores murcianos (1986), de Ramón Jiménez Madrid, Figuraciones
(1986), de Santos Alonso, Cuentos barceloneses (1989), Cuentos
literarios de autores asturianos (1990), de María Elvira Muñiz o Narradores
almerienses (1991), de quien suscribe. Hay, además, toda una pequeña
bibliografía en torno al género y en cuyos volúmenes, de una manera u otra, se
incluyen bastantes autores nacidos en nuestra región, sin que, por este hecho,
haya que leer necesariamente entre líneas. Lo mismo que en la colección de
Encinar y Percival se cuenta con Muñoz Molina, en Verte desnudo (1992),
se incluye a Ana Rossetti, Últimos narradores (1993) incorpora a Eliacer
Cansino, Antonio Muñoz
Molina, Son cuentos (1993), de nuevo a Muñoz Molina, Trece historias
breves (1995) a Juan Bonilla y Juan Madrid, Páginas amarillas(1997),
a Antonio Álamo, Felipe Benítez Reyes y Juan Bonilla, Relatos para un fin de
milenio (1998), a Eduardo Mendicutti, Los cuentos que cuentan (1998),
a Juan Bonilla, Antonio Soler y Manuel Talens, Vidas de mujer (1998), a
Fanny Rubio y Ana Rossetti, Cien años de cuentos (1998) a José Moreno
Villa, Francisco Ayala, Manuel Andújar, Carlos Edmundo de Ory, Antonio Martínez
Menchén, Fernando Quiñones, Antonio
Muñoz Molina, Felipe Benítez Reyes y Juan Bonilla, Cuentos
eróticos (1999), a Manuel Talens, Eduardo Mendicutti y Felipe Benítez
Reyes, Lo de amor es un cuento, 2 vol. (1999) a José Navarro, Antonio
Álamo, José Manuel Benítez Ariza y Juan Bonilla, Historias de adulterio
(2000), a Muñoz Molina, Cuentos de trenes (2000), a Hipólito G. Navarro
y José Antonio Muñoz
Rojas, Historias de recetas de cocina (2000), a Francisco Ayala, Cuentos
españoles (2000), a Fernando Quiñones. Evidentemente el muestrario es
amplio y no menos significativo de lo que estamos defendiendo.
Lejos
de pretender una parcelación o adjudicación de un fenómeno para Andalucía, la
presente muestra que no excluye, y por consiguiente, tampoco agota autores o
libros, sirve de una referencia más a este género que sigue siendo cenicienta
de las letras españolas pero que no deja de estar presente en forma de
antologías, compilaciones, selecciones, encargos de revista o periódico o en
cualquier manifestación donde se precie
y se pueda disfrutar de un buen relato. Ya
hemos señalado como Valls afirmaba que la situación del cuento mejoraba:
había salido del encasillamiento en el que se hallaba. Los autores de las
últimas generaciones lo cultivan con acierto y los editores están dispuestos a
publicarlos. «La diversidad y riqueza del cuento—señalaba José Luis Martín
Nogales— en la literatura española actual se pone de manifiesto en el empleo de
múltiples fórmulas en los libros publicados. Se teoriza, dramatiza o se
mantiene una actitud lírica sobre diferentes aspectos para llegar a una
síntesis argumental y a una condensación narrativa que ofrece una
heterogeneidad tan amplia como sorprendente. Formas, recursos, procedimientos y
sobre todo dominio del lenguaje caracterizan al cuento español».
Para las referencias al relato andaluz, al menos
escrito en Andalucía o por andaluces, tendríamos que remontarnos al XIX con
autores como los que, hace ya bastantes años, señalaba el profesor Baquero
Goyanes, es decir, Fernán Caballero o Pedro Antonio de Alarcón, el malagueño
Arturo Reyes, incluso Colombine y Villaespesa que participaron y contribuyeron
a la expansión del género con las características de la época y la diversidad
de nombres o definiciones o autores que siguieron a estos andaluces
universales. Antes de la guerra civil, Francisco Ayala y José Antonio Muñoz Rojas, en la
posguerra Manuel Andújar, Rafael Narbona, Concha Lagos, Sebastián Bautista de la Torre, Carlos Edmundo de
Ory, Alfonso Grosso, José Fernández Castro, Fernando Quiñones, Antonio Martínez
Menchén. Durante las últimas décadas, las que por necesidades de espacio y
dimensión temporal, nos ocupan, 1980-2000, otros autores se han sumado a la
nómina señalada contribuyendo desde diversas provincias a engrandecer aún más
su actitud ante el relato breve: Diego Granados, Julio Alfredo Egea, Francisco
Izquierdo, Carlos Muñiz Romero, Pilar Paz Pasamar, José Asenjo Sedano, Julio
Manuel de la Rosa,
María José Clemente, Herminia Luque y me consta que jóvenes narradores están
obteniendo premios en sonados concursos como el NH de Relatos, instituido por
primera vez en 1996, y en el que ya figuran autores como José Fernández Reyes,
José Villalba, Luis M.. Fuentes, Antonio Gallo y Juan Antonio Sánchez.
La nómina de autores durante los últimos años, sobre
todo los referidos a la denominada «transición democrática» no ha hecho sino
afianzar el papel importante de los autores más jóvenes que se han incorporado
al panorama literario y que hoy se muestran en el esplendor de su actividad
creativa. Cuento al Sur no es, evidentemente, una propuesta definitiva,
no pretende hacer resurgir un fenómeno a propósito de un boom comercial,
sino reunir una nómina nunca completa de autores que a lo largo de su vida
literaria han trabajado el cuento, lo siguen trabajando o se encuentran en
estos momentos en pleno proceso de producción en este género que, por otra
parte, hace falta reivindicar desde los ángulos más diversos. Compilaciones o
antologías como la presente quieren ayudar a engrandecer y difundir a autores y
sus obras. No habrá que ver en
esta selección nada más que el rigor de un cuento bien escrito, y por autores
que en su obra lo han abordado con esa suficiencia de la que queda aquí
manifiesta presencia, porque quizá, para la mayoría de ellos, como ya he dicho
en alguna otra ocasión, la literatura y la vida quedan concebidas como un
proyecto común del que se da noticia en su escritura y, además, se convierte en
un propósito que va más allá del didactismo o la moralidad, porque de lo que se
trata es de ofrecer variadas voces del cuento y esto avalado por una invención
que celebra la realidad más inmediata, repleta tanto de tensión como de esa
amenidad que ofrecen las experiencias propias. Las características más
relevantes que puede proporcionar al lector la presente selección es la
diversidad tanto en temas, como enfoques
y estéticas si hemos de hablar aquí de este concepto que bien puede aplicarse
al cuento, pero sobre todo habría que hablar de un gran desarrollo del género
por parte de estos autores cuya aparición en el panorama literario se cifra en
los años de la transición, los felices 80 e incluso, el final del siglo en los
90. Muchos de ellos configuran sus historias entre lo absurdo, lo fantástico,
la realidad, lo erótico o la fabulación; en suma, levantan un acta cotidiana
desde enfoques irónicos o humorísticos, paródicos o caricaturescos, con personajes
excéntricos, infantiles o femeninos, desde una categoría sumamente expresiva,
inmersos por supuesto, en un mundo contemporáneo que proporciona relaciones
interpersonales que ofrecen una proyección mayor. Estos autores muestran una
sólida condición literaria como puede desprenderse de sus textos, y se afirman
en un discurso que ejemplificaría esa adecuación a un proyecto narrativo
concreto y su calidad expresiva como soporte conceptual. Existe entre ellos
fervor y pasión por el relato como vehículo de expresión preferente en un
universo discursivo mayor que pretende mostrar esa imagen equívoca de una
realidad distorsionada o el esfuerzo por cambiarla.
El
panorama narrativo breve en Andalucía, escrito entre nuestras fronteras o fuera
de ellas, es mucho más amplio pero quizá no más heterogéneo. Algunos autores no
ha querido sumarse a esta reunión de amigos que es en lo que se ha convertido
este puñado de buenos relatos: casos de Felipe Benítez Reyes, hemos llamado
insistentemente a un teléfono de Antonio Soler, no he podido contactar con Juan
Madrid o Juan Herrezuelo, aunque autor madrileño, reside en nuestra tierra
desde hace años y escribió cuentos en los albores de su labor literaria y no sé
si continúa haciéndolo, lo mismo que Pilar Mañas, igualmente madrileña, y otros
autores citados en la bibliografía que han escrito de forma casual relatos y
que con el tiempo nos ofrecerán nuevas obras. En definitiva, con los aquí
antologados, los señalados, los desconocidos y quienes se vayan sumando lentamente
a esta gran familia, la suerte del relato o del cuento está asegurada,
independientemente del sentimiento regional o nacional. Quienes quieran ver una
obra total en esta modesta muestra pronto se darán cuenta de que nada más lejos
de semejante presupuesto. Eso sí, a excepción de dos nombres, Miguel Ángel
García Argüez y Andrés Pérez Domínguez, ambos como una apuesta válida para el
futuro, el resto de la nómina corresponde a excelentes narradores que hasta el
momento, en su producción narrativa, han ensayado tanto el relato breve como el
extenso y figuran ya en los estudios y monografías de la narrativa española del
último cuarto de siglo.
Finalmente
un cuento—según apunta el maestro Antonio Pereira—« es el resultado de saber
una buena historia y saber contarla con la intensidad y brevedad necesarias».
Creo que los relatos aquí reunidos tienen mucho que ver con esta afirmación
porque todos y cada uno de ellos se concretan en esa sabia mezcla de equilibrio
que se produce entre la precisión y la vaguedad.
* Monográfico de la revista
literaria Batarro publicado en 2001.
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